2 oct 2018
Willy Bárcenas: “Valtònyc es un cagón y encima es más pijo que nosotros”
El grupo Taburete publica ‘Madame Ayahuasca’, un nuevo disco que busca mostrar la parte más madura y melancólica de sus miembros.
“Hemos dejado de hacer canciones sobre la vida
universitaria, salir de fiesta, beber alcohol.
Hemos madurado y ahora
son más melancólicas”, señala Willy Bárcenas (Madrid, 1989), quien hace
cuatro años formó, junto a Antón Carreño (Madrid, 1995), Taburete, un grupo que, desde sus inicios, ha estado rodeado de polémica.
Mientras que el vocalista es reconocido por ser hijo de Luis Bárcenas, extesorero del Partido Popular que se encuentra en prisión por una trama de corrupción vinculada a la financiación del partido; Carreño es nieto de Gerardo Díaz Ferrán, el expresidente de la CEOE que está en prisión por varias causas judiciales, entre ellas el conocido caso Marsans.
No obstante, aunque esto propiciara que se hablara de ellos antes
incluso de sacar su primer disco, tienen claro que les ha perjudicado en
su carrera como artistas. “Si no llegamos a tener eso, Taburete estaría
a niveles acojonantes.
Pero la gente no nos escucha por prejuicios”,
explica Bárcenas. Ahora estrenan su tercer disco, Madame Ayahuasca, en el que se afianzan como artistas pop aunque, esta vez, con tintes mexicanos.
“No queremos hacer apología de las drogas, pero la hemos probado, sí”, confiesa Carreño y el cantante añade: “Mi madre se enfada cuando hablo de esto”.
Aunque el título del álbum fue escogido por la sonoridad de las palabras, también quisieron hacer un homenaje a esta bebida tradicional indígena que genera efectos alucinógenos.
“Yo había leído mucho sobre ella, es muy interesante y quisimos probarla todo el grupo junto”, explica Bárcenas, y cuenta que les acompañó una especie de chamán que les guiaba en el viaje y les ponía la música adecuada para la experiencia. “Es un viaje dentro de ti, es muy diferente de todo lo demás, es mucho más poderoso que una droga… —hace una breve pausa y continúa—, si muchos de los que deciden las cosas en el mundo la tomasen, las cosas irían mejor”.
Ya de gira con este disco, continúan llenando todos los recintos a los que van, la última en la sala Razzmatazz de Barcelona con capacidad para unas 600 personas y con el cartel de sold out colgado.
Como en otros conciertos, según se ha visto en las redes sociales, las banderas de España y los “Viva España” fueron frecuentes durante la actuación del grupo.
“Yo creo que mucha gente en Cataluña se siente española y hay veces que ni lo pueden decir”, afirma Carreño y añade: “Tienen el mismo derecho de sacar esa bandera, como la independentista”.
“La libertad de expresión se basa en eso, ¿no?”, espeta Bárcenas.
Y como la libertad de expresión parece que también ha entrado en conflicto con la música en los últimos meses, el grupo lo tiene claro:
“Meter en la cárcel por lo que digas en una canción no lo vamos a ver bien nunca. Esto no se puede convertir en una persecución a los artistas”.
Aunque Bárcenas recalca que “eso no puede dar vía libre para decir en un concierto ‘vamos a matar guardias civiles”. Se refiere al rapero mallorquín Josep Miguel Arenas Beltrán, más conocido como Valtònyc, quien durante un concierto el pasado mayo instó a matar “a un puto guardia civil”.
“Iros a otro pueblo donde haya guardias civiles y matad a uno”, gritó tras haber sido condenado a tres años y medio por injurias a la Corona, enaltecimiento del terrorismo, injurias y calumnias.
Poco tiempo después, el rapero huyó a Bélgica antes de su inminente ingreso en prisión.
“Valtònyc es un cagón y encima es más pijo que nosotros”, declara el cantante.
En ese mismo mes, a pocos días de la huida de Valtònyc, el
hijo de extesorero del PP vivió uno de sus peores momentos porque su
madre también entró en prisión después de que el tribunal que juzgaba el
caso Gürtel la condenara a 15 años y un mes por delitos de
apropiación indebida, delitos fiscales, falsedad documental, blanqueo de
capitales e intento de estafa procesal. 24 horas duró en la cárcel de
Soto del Real, Madrid, tras conseguir que su hijo reuniera los 200.000
euros de fianza con ayuda de sus amigos.
“La cárcel es una cosa muy seria.
Lo viví duramente, estuve
mal, pero nunca voy a anular un concierto o dejar de hacer entrevistas.
Sé diferenciar muy bien mi vida personal de mi vida profesional”,
explica el cantante, y confiesa que si no tuviera el grupo, en el que se
refugia, “estaría mucho más jodido por el tema”.
“Tengo muchas cosas
buenas en la vida.
Tengo una muy muy mala, pero prefiero centrarme en el
presente”.
Ulla Thorsell, la mujer que ha vivido más de 50 años junto a Charles Aznavour
Se conocieron en 1966.
Ella era modelo y él ya un cantante de éxito.
El interprete dijo de ella que ha sido el amor de su vida: "Nunca le he sido infiel, ni una vez. A mi trabajo tampoco"
El cantante Charles Aznavour y su esposa Ulla Thorsell en Nueva York en 2009. GTRESONLIN.
En la historia sentimental del cantante francés Charles Aznavour, fallecido este lunes a los 94 años, el dicho a la tercera va la vencida ha sido un hecho constatado.Aznavour se casó tres veces y fue precisamente a la tercera ocasión cuando lo hizo con quien él siempre ha considerado “el amor de mi vida”: la sueca Ulla Thorsell.
Así lo manifestó en más de una ocasión cuando tuvo oportunidad de hablar sobre el amor en alguna entrevista.
Aznavour resumió sus tres matrimonios más o menos así en una entrevista con Télé 7 jour: “La primera vez era demasiado joven —en referencia a su unión con Micheline Rugel, madre de sus hijos Seda y Charles—; la segunda era demasiado estúpido —en referencia a los años que pasó junto a Evelyne Plessis, con quien tuvo a su hijo Patrick, que murió a los 25 años—; y en mi tercera boda me casé con una mujer que tenía una cultura diferente, de quien aprendí entre otras cosas el significado de la tolerancia”.
Esa persona era Ulla Thorsell, de nacionalidad sueca y la mujer con quien se casó en 1967.
Junto a ella ha permanecido durante casi 52 años y con ella quien tuvo tres hijos: Katia, Mischa y Nicolás.
Thorsells ha sido durante todo este tiempo la compañera inseparable del cantante armenio que llegó al olimpo de los intérpretes de lengua francesa, entre los que están Johnny Hallyday, Serge Gaingsbourg, Jacques Brel o Edith Piaf.
Pero también la compañera discreta, porque ella se mantuvo siempre en un segundo plano mediático, a pesar de posar al lado del intérprete con total naturalidad siempre que se dio la ocasión.
“No le gusta que la vean en público, que la fotografíen; Ulla hace las cosas de manera diferente.
Me ha hecho mucho bien y yo le enseñé la locura”, explicó en un encuentro con Le Figaro.
Ella le dio tranquilidad; él a ella diversión.
Se casaron civilmente primero en Las Vegas, y un año después, en 1968, por el rito gregoriano en una iglesia ortodoxa de París.
En otra entrevista Charles Aznavour decía sobre su esposa: “No diría que me ha cambiado, ya que para mí es difícil cambiar, pero sí que me encaminó en la buena dirección”.
Ella fue quien consiguió que el cantante conociera el significado de la palabra hogar, tanto en Francia como en Suiza, lugares en los que el matrimonio ha tenido sucesivamente su lugar de residencia.
La canción era su vida y él mismo reconoció muchas veces que su carrera era lo primero en su orden de pensamientos.
También consiguió que a él le gustarán hasta sus defectos: “Es un error tratar de cambiar a alguien a tu antojo.
Hay que entender que hasta algunos defectos del otro pueden llegar a ser bonitos.
Cuando conocí a mi mujer”, explicó Aznavour, “la gente trataba de corregir su francés y a mí esos pequeños errores me hacían gracia”.
De la doble historia de amor de Charles Aznavour era consciente su mujer:
“La música es su amante”, dijo.
También él mismo: “Vamos a celebrar 50 años de matrimonio”, dijo el cantante en febrero del año pasado, “no le he sido infiel ni una sola vez. Tampoco a mi trabajo”.
Su esposa quería que se hubiese retirado antes, pero él no concebía su vida sin un escenario cerca.
“Estoy feliz en el escenario y se nota”, manifestó.
De hecho, llegó a verbalizar que le gustaría llegar a centenario en activo.
No ha podido ser, pero Aznavour no cejó en su empeño y continuó dando conciertos y aguantando bien el tirón del paso de los años en su voz.
Lo mismo ha ocurrido con su amor por Ulla Thorsell, porque puestos a imaginar se veía grabando su última canción “en la cama, rodeado de mis hijos, mis nietos, mi hermana y mi mujer”.
Aún se desconoce si pudo cumplir este deseo, pero a lo mejor la historia termina revelando si Aznavour murió como había querido y si Thorsell estaba a su lado en ese momento.
Maltrato al estilo ‘Gran Hermano’
El 'reality' de Telecinco propicia un agresivo encuentro entre el presentador Carlos Lozano y sus ex Mónica Hoyos y Miriam Saavedra.
“¡Qué vergüenza, apaga la televisión mamá!”. Eso exclamaba Mónica Hoyos literalmente atrapada entre las cuatro paredes de una sala de la casa de Gran Hermano Vip y Carlos Lozano. El presentador se dirigió directo hacia a ella como un miura recién abierta la puerta de toriles.
No se trató de un espectáculo de televisión. Lo que allí se vio, diga lo que diga Mediaset responsable de la cadena que emitió la noche de este lunes este momento esperpéntico, fue a un exmarido agresivo escupiendo improperios bajo la manida excusa de que tenía “una costra que tenía que soltar”.
Obvio opinar sobre la credibilidad profesional futura de un presentador a quien no le importa dejarse en un plató de reality el prestigio que consiguió como conductor estrella de las primeras ediciones de Operación Triunfo o El precio justo, pero sí se debe decir alto y claro que un medio de comunicación que llega a millones de telespectadores no puede –mejor dicho no debe, porque poder pudo– propiciar un momento que roza el maltrato, que consiente el acoso y en el que en algún instante se temió por si las palabras y los gritos pasaban al siguiente nivel.No conozco a Mónica Hoyos, ni a Carlos Lozano, ni a Miriam Saavedra, los protagonistas de este trío amoroso convertido en thriller por obra y gracia de Telecinco, pero sí a otras mujeres que sufren maltrato físico y psicológico.
También sé que este año en España las cifras de víctimas asesinadas a causa de violencia doméstica ya suma 40 personas, tres de ellas menores.
Y no olvido que 2018 ha sido el año de la explosión de los movimientos feministas en todo el mundo, el año en el que se han levantado las voces contra el acoso sexual y la violencia contra las mujeres, el año en el que muchas damnificadas, antes mudas por temor a no ser creídas, han roto su silencio contra personajes tan poderosos como Harvey Weinstein o Bill Cosby.
No todo vale para mayor satisfacción del contador de audiencias. La cara contenida de Lara Álvarez, la presentadora encargada de dar paso a ese gran momentazo de Gran Hermano Vip 2018, retrataba el bochorno interior que sentía ella y muchos de los que estaban al otro lado de la pantalla.
Gritos, intimidades, venas hinchadas, rostros ofensivamente demasiado próximos, brazos contenidos en ese gesto de quiero y no puedo que quienes saben entienden.
Las palabras fueron lo de menos, poco importa el contenido de lo que hablan tres personas enfrentadas por sus respectivas separaciones que además blanden el interés de una hija menor como defensa de sus propias miserias.
El asombro es que Telecinco encierre en un cuarto a una mujer con su exmarido vociferante, que le impida salir y le diga que debe quedarse ahí porque son las normas que marca el programa.
Y que por si esto fuera poco, sume a la fiesta a otra mujer, la tercera en la discordia, otra ex de Lozano, para pretendido regocijo del respetable.
El bochorno no acabó ahí.
Porque hubo larguísimas pausas para publicidad en las que continúo el enfrentamiento y también cortes estratégicos de la emisión, no sé bien si por temor a que el espectáculo se les fuera de las manos o para mantener la tensión y el interés de cara a El Debate que emitirá esta noche la cadena.
Al menos así lo anunció Lara Álvarez sonriendo menos que nunca.
El único consuelo posible es que dos jóvenes, hombre y mujer, que como tantos otros están enganchados a estos realities empeñados en mostrar las carencias y las bajezas humanas, coincidieron en lo esencial con Mónica Hoyos: “¡Qué vergüenza mamá, apaga la televisión!”.
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