El 'reality' de Telecinco propicia un agresivo encuentro entre el presentador Carlos Lozano y sus ex Mónica Hoyos y Miriam Saavedra.
“¡Qué vergüenza, apaga la televisión mamá!”. Eso exclamaba Mónica Hoyos literalmente atrapada entre las cuatro paredes de una sala de la casa de Gran Hermano Vip y Carlos Lozano. El presentador se dirigió directo hacia a ella como un miura recién abierta la puerta de toriles.
No se trató de un espectáculo de televisión. Lo que allí se vio, diga lo que diga Mediaset responsable de la cadena que emitió la noche de este lunes este momento esperpéntico, fue a un exmarido agresivo escupiendo improperios bajo la manida excusa de que tenía “una costra que tenía que soltar”.
Obvio opinar sobre la credibilidad profesional futura de un presentador a quien no le importa dejarse en un plató de reality el prestigio que consiguió como conductor estrella de las primeras ediciones de Operación Triunfo o El precio justo, pero sí se debe decir alto y claro que un medio de comunicación que llega a millones de telespectadores no puede –mejor dicho no debe, porque poder pudo– propiciar un momento que roza el maltrato, que consiente el acoso y en el que en algún instante se temió por si las palabras y los gritos pasaban al siguiente nivel.No conozco a Mónica Hoyos, ni a Carlos Lozano, ni a Miriam Saavedra, los protagonistas de este trío amoroso convertido en thriller por obra y gracia de Telecinco, pero sí a otras mujeres que sufren maltrato físico y psicológico.
También sé que este año en España las cifras de víctimas asesinadas a causa de violencia doméstica ya suma 40 personas, tres de ellas menores.
Y no olvido que 2018 ha sido el año de la explosión de los movimientos feministas en todo el mundo, el año en el que se han levantado las voces contra el acoso sexual y la violencia contra las mujeres, el año en el que muchas damnificadas, antes mudas por temor a no ser creídas, han roto su silencio contra personajes tan poderosos como Harvey Weinstein o Bill Cosby.
No todo vale para mayor satisfacción del contador de audiencias. La cara contenida de Lara Álvarez, la presentadora encargada de dar paso a ese gran momentazo de Gran Hermano Vip 2018, retrataba el bochorno interior que sentía ella y muchos de los que estaban al otro lado de la pantalla.
Gritos, intimidades, venas hinchadas, rostros ofensivamente demasiado próximos, brazos contenidos en ese gesto de quiero y no puedo que quienes saben entienden.
Las palabras fueron lo de menos, poco importa el contenido de lo que hablan tres personas enfrentadas por sus respectivas separaciones que además blanden el interés de una hija menor como defensa de sus propias miserias.
El asombro es que Telecinco encierre en un cuarto a una mujer con su exmarido vociferante, que le impida salir y le diga que debe quedarse ahí porque son las normas que marca el programa.
Y que por si esto fuera poco, sume a la fiesta a otra mujer, la tercera en la discordia, otra ex de Lozano, para pretendido regocijo del respetable.
El bochorno no acabó ahí.
Porque hubo larguísimas pausas para publicidad en las que continúo el enfrentamiento y también cortes estratégicos de la emisión, no sé bien si por temor a que el espectáculo se les fuera de las manos o para mantener la tensión y el interés de cara a El Debate que emitirá esta noche la cadena.
Al menos así lo anunció Lara Álvarez sonriendo menos que nunca.
El único consuelo posible es que dos jóvenes, hombre y mujer, que como tantos otros están enganchados a estos realities empeñados en mostrar las carencias y las bajezas humanas, coincidieron en lo esencial con Mónica Hoyos: “¡Qué vergüenza mamá, apaga la televisión!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario