La actriz
fue hallada muerta en su casa de Montana el pasado 13 de mayo y hasta
ahora se desconocían los motivos de un final casi anunciado tras una
vida de adicciones, alcohol y enfermedades mentales.
Con faldas y a lo loco, 1959. Imagen: United Artists / Ashton Productions / The Mirisch Corporat
El cine y
el espectáculo han contribuido de forma decisiva a la evolución de los
roles de género y los cambios en las ideas y conductas sobre la
sexualidad.
Hace veinticinco años ya del estreno de la comedia Mrs. Doubtfire. El desaparecido Robin Williams se consagró con esta película(en España le pusieron un título que sonaba bien extraño, Señora Doubtfire, papá de por vida).
Antes, Williams ya había interpretado a personajes travestidos, como el protagonista de El mundo según Garp (George Roy Hill, 1982), en un registro muy diferente, dramático y rodeado de personajes al límite, como el del transexual que encarnaba John Lithgow.
Esta, en cambio, era una película sensiblera; en ella, el actor
desplegaba sus ilimitados recursos de comediante.
Daba vida también a un
actor, esta vez de doblaje y en baja forma, que no quería renunciar a
sus hijos tras perder la custodia en el divorcio. Para ello, se transformabaen
su improbable niñera, la excéntrica señora de avanzada edad.
Con ese
disfraz los equívocos y las situaciones cómicas se sucedían, hasta la
revelación de quién era quién en el embrollo.
Williams y el director Chris Columbus hicieron su propia lectura de la figura drag, excesiva en las maneras ,y de nuevo, empeñados en la ridiculización de la mujer de la tercera edad.
Desde luego, una labor no tan arriesgada como el personaje que Dustin Hoffman llevó al éxito en la década de los ochenta: su Dorothy Michaels, de Tootsie (Sydney Pollack,
1982);
de nuevo, el actor veterano y en paro que decide travestirse de
mujer para conseguir trabajo en una serie, con idénticos enredos y
confusiones. Aquí, sin embargo, venían acompañados de una reflexión muy
dura sobre las exigencias del mundo de la imagen y el abuso de poder
sobre la mujer en los espacios de trabajo.
Ese mismo año, Julie Andrews protagonizaba un memorable remake de la comedia alemana Victor Victoria (Blake Edwards), con trama parecida, la cantante en paro que es convertida en actor travesti para conseguir un puesto en un musical.
Con faldas y a lo loco, 1959. Imagen: United Artists / Ashton Productions / The Mirisch Corporation.
El cine y
el espectáculo han contribuido de forma decisiva a la evolución de los
roles de género y los cambios en las ideas y conductas sobre la
sexualidad.
Hace veinticinco años ya del estreno de la comedia Mrs. Doubtfire. El desaparecido Robin Williams se consagró con esta película(en España le pusieron un título que sonaba bien extraño, Señora Doubtfire, papá de por vida).
Antes, Williams ya había interpretado a personajes travestidos, como el protagonista de El mundo según Garp (George Roy Hill, 1982), en un registro muy diferente, dramático y rodeado de personajes al límite, como el del transexual que encarnaba John Lithgow.
Esta, en cambio, era una película sensiblera; en ella, el actor
desplegaba sus ilimitados recursos de comediante.
Daba vida también a un
actor, esta vez de doblaje y en baja forma, que no quería renunciar a
sus hijos tras perder la custodia en el divorcio. Para ello, se transformabaen
su improbable niñera, la excéntrica señora de avanzada edad.
Con ese
disfraz los equívocos y las situaciones cómicas se sucedían, hasta la
revelación de quién era quién en el embrollo.
Williams y el director Chris Columbus hicieron su propia lectura de la figura drag, excesiva en las maneras ,y de nuevo, empeñados en la ridiculización de la mujer de la tercera edad.
Desde luego, una labor no tan arriesgada como el personaje que Dustin Hoffman llevó al éxito en la década de los ochenta: su Dorothy Michaels, de Tootsie (Sydney Pollack,
1982);
de nuevo, el actor veterano y en paro que decide travestirse de
mujer para conseguir trabajo en una serie, con idénticos enredos y
confusiones. Aquí, sin embargo, venían acompañados de una reflexión muy
dura sobre las exigencias del mundo de la imagen y el abuso de poder
sobre la mujer en los espacios de trabajo.
Ese mismo año, Julie Andrews protagonizaba un memorable remake de la comedia alemana Victor Victoria (Blake Edwards), con trama parecida, la cantante en paro que es convertida en actor travesti para conseguir un puesto en un musical.
Tiempo
atrás, dos actores daban vida a un par de músicos, testigos accidentales
de la famosa matanza de San Valentín, que para salvar la vida decidían
ocultarse en una orquesta de hot jazz femenino, comportándose como si fuesen dos mujeres más.
Era Con faldas y a lo loco y nunca fue tan radical la sátira de Billy Wilder
y el cambio de roles de género en el vodevil: a falta de uno, eran dos
los hombres que actuaban como mujeres dentro de un universo femenino,
que a su vez rompía las reglas establecidas en 1959: la orquesta de
señoritas se comportaba como una orquesta masculina, pues viajaban solas
y vivían de la música.
Wilder ponía patas arriba la construcción de la
identidad de género, cuando Jack Lemmon/Daphne bailaba tango con el gran Joe E. Brown, que también había encarnado a hombres disfrazados de mujer en diversas comedias.
Ajustándose
a las exigencias o luchando contra la demanda de las productoras, el
cine ha pasado por tiempos benignos para la expresión de la libertad
sexual y otros mucho más encorsetados y machistas. Es el caso de la
historia reciente del espectáculo español, en el cual, si bien nunca
dejaron de existir los números de drags y cross dressing, hubo que sortear la censura y unas leyes muy peligrosas para quienes los ejecutaban. Por ejemplo, Paco Martínez Soria estuvo entre 1947 y 1967 representando en Madrid y con gran éxito una versión de La tía de Carlos,
vodevil británico de finales del siglo XIX, que fue llevado al teatro y
al cine en media Europa, pero aquí convenientemente edulcorado y
reducido a un cliché de chistes homófobos cuando el actor aparecía en
escena disfrazado de señora.
No
es extraño que la figura del travestido fuese aceptada como vehículo
cómico, incluso tolerable en momentos tan difíciles, porque es
identificada como una vertiente del fetichismo heterosexual, lo que no
entra en colisión directa con la identidad de género masculina ni
cuestiona los valores machistas, como sí lo hace el hombre con
categorías afeminadas.
‘La
Rambla, la cicatriz de la yihad’, un viaje a los escenarios de los
atentados de agosto de 2017, en portada de ‘El País Semanal’.
Una entrevista con Anish Kapoor, el autor de ‘la vagina de la reina’, en
la que habla de la deriva nacionalista de Reino Unido, el duelo eterno
entre dos grandes figuras del rap que acabaron asesinados a tiros y la
historia de Rosita Moreno, una actriz del Hollywood de los años treinta,
grandes historias del número de este domingo.
Barcelona llevaba años preparándose para un atentado. Cataluña era
considerada un objetivo de riesgo. Pero no fue suficiente. No se detectó
la célula que atentó en La Rambla y se les escapó el iman que urdió la
masacre. El atentado no salió como los terroristas habían planeado pero
asesinaron a 16 personas… En el reportaje de portada de El País Semanal de este domingo 12 de agosto, nos asomamos a los escenarios de los atentados de Barcelona y Cambrils un año después.
También en el número del próximo domingo, el escultor angloindio
Anish Kapoor cuenta en una entrevista las diferencias entre el Londres
que conoció cuando llegó a Reino Unido, a los 19 años, y la ciudad en la
que vive ahora, con 64. El autor de la polémica escultura "la vagina de la reina"
asiste consternado a la deriva nacionalista de un país que, lamenta, se
aboca a un inevitable retroceso. “Boris Johnson, el señor Brexit,
debería colocar su culo gordo en el tobogán que me pidió que añadiera a
Orbyt y deslizarse por él hasta aterrizar en Europa” Además, en la serie de verano Archirrivales,Diego A. Manrique cuenta el enfrentamiento entre los raperos Notorius B.I.G. y Tupac Shakur, que murieron asesinados a tiros.
El pensamiento de Arthur Schopenhauer, padre del pesimismo metafísico, revive con nuevas traducciones y ensayos sobre sus obras.
El filósofo Arthur Schopenhauer, en un retrato de 1855.ullstein bild / getty images
Arthur Schopenhauer,
el padre del pesimismo metafísico, es uno de los filósofos más
populares en España e Hispanoamérica; nuevos libros recientes vienen a
vivificar su presencia en las librerías. Es curioso el breve ensayo —aunque sustancial— del singular escritor francés Michel Houellebecq
(1958). Este, al igual que les sucediera a Nietzsche, Thomas Mann o al
austriaco Thomas Bernhard, quedó fascinado por el encuentro con las
obras de Schopenhauer, allá por los años ochenta del siglo XX. El autor
de novelas tan nihilistas como El mapa y el territorio o Sumisión
vio en el pensador alemán un alma afín, desasosegada por la búsqueda
de la verdad y desengañada del ser humano: “Ningún novelista, ningún
moralista ni ningún poeta me habrá influido tanto como Schopenhauer”,
afirmó. Por eso intentó traducir al francés algunos textos suyos, y de
ahí nació este ensayo. Al final, sólo seleccionó un puñado de pasajes
favoritos y los comentó. Houellebecq da en el clavo con sus claras interpretaciones, que
sirven tanto para los conocedores como para los neófitos; es posible que
después de leer estas páginas haya quien corra a buscar El mundo como voluntad y representación, la obra capital de Schopenhauer (que cumple 200 años en noviembre de 2018); o Parerga y paralipómena, que contiene los célebres Aforismos sobre el arte de saber vivir, muy admirados por Houellebecq, por lo general editados como libro independiente.
Schopenhauer afirmó que la existencia es sufrimiento, y también que
la contemplación estética de las cosas y los hechos del mundo nos
proporciona un estado de beatitud que aleja los males inherentes al
tremendo hecho de vivir.
El arte es liberador, gracias a la paz que nos proporciona la belleza
artística olvidamos los pesares; o los transforma de tal manera que nos
recompensa con placer y deseos de acciones buenas y sensatas. Para
Houellebecq esta prometedora visión estética es “tan simple como
profundamente original”.
Comenta también el concepto de “voluntad”, que
debe entenderse “alejado del psicologismo”.
La voluntad, según
Schopenhauer, es el sustrato íntimo intangible que da cohesión a la
totalidad de las cosas y los seres del mundo. Desde la ley de la
gravedad hasta el eterno devorarse sin sentido de unas especies a otras
en el que consiste la vida animal, “todo es voluntad”.
Y tanto las
grandes tragedias colectivas como las adversidades individuales tienen
que ver con este oscuro concepto, definido como deseo infinito anhelante
de satisfacción;
Freud se inspiró en esa fuente para sus concepciones
del “ello” y el inconsciente.
Finalmente, el misántropo irredento que es Houellebecq destaca como
lo mejor de Schopenhauer el orgullo con el que proclamaba que la mayor
riqueza del hombre de genio radica en su propio interior; este goce
—escribió el pesimista— se asemeja “al cálido refugio invernal en medio
de la gélida noche del mundo”. Y añadía que, a tenor de “la necedad que
reina por doquier en la sociedad”, desde siempre las personas excelsas,
toda vez que sus necesidades básicas estén cubiertas, se consagraron a
ocupaciones sin utilidad aparente, pero que impulsan el saber y el
avance de las ciencias y las artes; pues el trabajo intelectual es el
cénit de la vida feliz.
Esta última idea pertenece a los mencionados Aforismos sobre el arte de saber vivir, cuya base inicial se halla esbozada en el libro que publica Nórdica en nueva traducción: El arte de ser feliz.
Schopenhauer nunca lo publicó, pues sólo era el borrador temprano de su
filosofía práctica posterior. El erudito italiano Franco Volpi lo
recuperó de entre los inéditos del filósofo, le puso título y lo editó
como si fuera un “tratado” completo. En castellano apareció en 1998, en
edición bilingüe (Herder). En esta nueva versión hubiera sido deseable
un prólogo en el que se aclarase esto.
Las “reglas” que contiene este supuesto tratado no van dirigidas en
puridad a encontrar “la felicidad”, en la que Schopenhauer jamás creyó
como absoluto, sino “a ser menos desdichados en este mundo”. Aristóteles, Séneca, los moralistas franceses y Gracián inspiraron la
esencia de tales ideas. El “justo medio”, la fe en uno mismo, el olvido
de las quimeras que nos intimidan y nos impiden gozar del presente, la
desconfianza prudente en los demás o el cultivo de un sano egoísmo son
algunos de los reguladores para vivir bien que propuso Schopenhauer. Más pensamientos suculentos de este tipo, sobre cómo desenvolverse
mejor en la vida, y reflexiones filosóficas sobre la muerte y el
sufrimiento y otros temas afines, todos de profundo humanismo y honda
metafísica, quedan reflejados en la nueva antología de fragmentos breves
y aforismos extraídos de las obras de Schopenhauer que publica Alianza
(no hay que confundirla con la que en 1995 apareció en Edhasa, de
título casi similar, cuyo autor fue Andrés Sánchez Pascual). También
Alianza recupera muy remozada una obra de invitación a la lectura de
Schopenhauer de 2001, útil para adentrarse en su pensamiento. Dice con razón que es más fácil negar y destruir que construir, y que
suele tener más adeptos quien niega que quien ve las cosas por su lado
mejor. Apostilla que Schopenhauer fue “el tipo más arrogante de cuantos
escritores han existido sobre la faz de la tierra”. Simmel se tomó muy
en serio al filósofo y quiso rebatirlo con gran seriedad. Hoy, las ideas del viejo pesimista, clásicas en su rigor, causan más
goce que pesar, y hasta sirven para animar a los tristes, porque entre
otras cosas enseñó que para ser felices debemos olvidarnos de la
felicidad.Y una frase de él. La mujer es un ser de cabellos largos e ideas cortas......Lo leí en Preu, en busca de la felicidad
Schopenhauer decía que bastaba comparar el dolor que siente un animal
mientras es devorado por otro con cualquiera de los placeres del mundo
para darse cuenta de que la intensidad del dolor es siempre mayor que la
del placer.
Afirmaba que el sufrimiento domina todo, es lo positivo; y
que el placer es sólo la negación del sufrimiento, lo negativo.
Simmel
desmonta esta tesis a la vez que descifra los rasgos señeros del
carácter pesimista.El arte de ser feliz. Arthur Schopenhauer. Traducción de Isabel Hernández. Ilustraciones de Elena Ferrándiz. Nórdica, 2018. 120 páginas. 19,50 euros.