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8 ago 2018
Para olvidarse de la felicidad.................. Luis Fernando Moreno Claros
El pensamiento de Arthur Schopenhauer, padre del pesimismo metafísico, revive con nuevas traducciones y ensayos sobre sus obras.
El filósofo Arthur Schopenhauer, en un retrato de 1855.ullstein bild / getty images
Arthur Schopenhauer,
el padre del pesimismo metafísico, es uno de los filósofos más
populares en España e Hispanoamérica; nuevos libros recientes vienen a
vivificar su presencia en las librerías. Es curioso el breve ensayo —aunque sustancial— del singular escritor francés Michel Houellebecq
(1958). Este, al igual que les sucediera a Nietzsche, Thomas Mann o al
austriaco Thomas Bernhard, quedó fascinado por el encuentro con las
obras de Schopenhauer, allá por los años ochenta del siglo XX. El autor
de novelas tan nihilistas como El mapa y el territorio o Sumisión
vio en el pensador alemán un alma afín, desasosegada por la búsqueda
de la verdad y desengañada del ser humano: “Ningún novelista, ningún
moralista ni ningún poeta me habrá influido tanto como Schopenhauer”,
afirmó. Por eso intentó traducir al francés algunos textos suyos, y de
ahí nació este ensayo. Al final, sólo seleccionó un puñado de pasajes
favoritos y los comentó. Houellebecq da en el clavo con sus claras interpretaciones, que
sirven tanto para los conocedores como para los neófitos; es posible que
después de leer estas páginas haya quien corra a buscar El mundo como voluntad y representación, la obra capital de Schopenhauer (que cumple 200 años en noviembre de 2018); o Parerga y paralipómena, que contiene los célebres Aforismos sobre el arte de saber vivir, muy admirados por Houellebecq, por lo general editados como libro independiente.
Schopenhauer afirmó que la existencia es sufrimiento, y también que
la contemplación estética de las cosas y los hechos del mundo nos
proporciona un estado de beatitud que aleja los males inherentes al
tremendo hecho de vivir.
El arte es liberador, gracias a la paz que nos proporciona la belleza
artística olvidamos los pesares; o los transforma de tal manera que nos
recompensa con placer y deseos de acciones buenas y sensatas. Para
Houellebecq esta prometedora visión estética es “tan simple como
profundamente original”.
Comenta también el concepto de “voluntad”, que
debe entenderse “alejado del psicologismo”.
La voluntad, según
Schopenhauer, es el sustrato íntimo intangible que da cohesión a la
totalidad de las cosas y los seres del mundo. Desde la ley de la
gravedad hasta el eterno devorarse sin sentido de unas especies a otras
en el que consiste la vida animal, “todo es voluntad”.
Y tanto las
grandes tragedias colectivas como las adversidades individuales tienen
que ver con este oscuro concepto, definido como deseo infinito anhelante
de satisfacción;
Freud se inspiró en esa fuente para sus concepciones
del “ello” y el inconsciente.
Finalmente, el misántropo irredento que es Houellebecq destaca como
lo mejor de Schopenhauer el orgullo con el que proclamaba que la mayor
riqueza del hombre de genio radica en su propio interior; este goce
—escribió el pesimista— se asemeja “al cálido refugio invernal en medio
de la gélida noche del mundo”. Y añadía que, a tenor de “la necedad que
reina por doquier en la sociedad”, desde siempre las personas excelsas,
toda vez que sus necesidades básicas estén cubiertas, se consagraron a
ocupaciones sin utilidad aparente, pero que impulsan el saber y el
avance de las ciencias y las artes; pues el trabajo intelectual es el
cénit de la vida feliz.
Esta última idea pertenece a los mencionados Aforismos sobre el arte de saber vivir, cuya base inicial se halla esbozada en el libro que publica Nórdica en nueva traducción: El arte de ser feliz.
Schopenhauer nunca lo publicó, pues sólo era el borrador temprano de su
filosofía práctica posterior. El erudito italiano Franco Volpi lo
recuperó de entre los inéditos del filósofo, le puso título y lo editó
como si fuera un “tratado” completo. En castellano apareció en 1998, en
edición bilingüe (Herder). En esta nueva versión hubiera sido deseable
un prólogo en el que se aclarase esto.
Las “reglas” que contiene este supuesto tratado no van dirigidas en
puridad a encontrar “la felicidad”, en la que Schopenhauer jamás creyó
como absoluto, sino “a ser menos desdichados en este mundo”. Aristóteles, Séneca, los moralistas franceses y Gracián inspiraron la
esencia de tales ideas. El “justo medio”, la fe en uno mismo, el olvido
de las quimeras que nos intimidan y nos impiden gozar del presente, la
desconfianza prudente en los demás o el cultivo de un sano egoísmo son
algunos de los reguladores para vivir bien que propuso Schopenhauer. Más pensamientos suculentos de este tipo, sobre cómo desenvolverse
mejor en la vida, y reflexiones filosóficas sobre la muerte y el
sufrimiento y otros temas afines, todos de profundo humanismo y honda
metafísica, quedan reflejados en la nueva antología de fragmentos breves
y aforismos extraídos de las obras de Schopenhauer que publica Alianza
(no hay que confundirla con la que en 1995 apareció en Edhasa, de
título casi similar, cuyo autor fue Andrés Sánchez Pascual). También
Alianza recupera muy remozada una obra de invitación a la lectura de
Schopenhauer de 2001, útil para adentrarse en su pensamiento. Dice con razón que es más fácil negar y destruir que construir, y que
suele tener más adeptos quien niega que quien ve las cosas por su lado
mejor. Apostilla que Schopenhauer fue “el tipo más arrogante de cuantos
escritores han existido sobre la faz de la tierra”. Simmel se tomó muy
en serio al filósofo y quiso rebatirlo con gran seriedad. Hoy, las ideas del viejo pesimista, clásicas en su rigor, causan más
goce que pesar, y hasta sirven para animar a los tristes, porque entre
otras cosas enseñó que para ser felices debemos olvidarnos de la
felicidad.Y una frase de él. La mujer es un ser de cabellos largos e ideas cortas......Lo leí en Preu, en busca de la felicidad
Schopenhauer decía que bastaba comparar el dolor que siente un animal
mientras es devorado por otro con cualquiera de los placeres del mundo
para darse cuenta de que la intensidad del dolor es siempre mayor que la
del placer.
Afirmaba que el sufrimiento domina todo, es lo positivo; y
que el placer es sólo la negación del sufrimiento, lo negativo.
Simmel
desmonta esta tesis a la vez que descifra los rasgos señeros del
carácter pesimista.El arte de ser feliz. Arthur Schopenhauer. Traducción de Isabel Hernández. Ilustraciones de Elena Ferrándiz. Nórdica, 2018. 120 páginas. 19,50 euros.
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