22 jul 2018
Que sea para bien.....................................Juan José Millás...
EN ARABIA Saudí las mujeres pueden conducir ya un automóvil, pero aún no pueden conducirse a sí mismas.
Por cierto, que estamos utilizando impropiamente el verbo “poder”. No es que antes no pudieran, es que lo tenían prohibido, como ir al fútbol, por ejemplo.
Y ahora mismo, para viajar, necesitan la autorización del marido o del varón que sea responsable de ellas, pues lo normal es que tengan dueño.
De hecho, la mujer de la imagen debería llevar a su lado un copiloto, ya que no pueden salir de casa sin vigilancia. Aquí no se le ve porque es todo de atrezo, como demuestra que los asientos sigan con las fundas de plástico con las que el coche salió de fábrica.
. Llamamos atrezo al conjunto de objetos de una escena. Significa que asistimos a una representación en la que también ella está cosificada.
No vayan a creer que he buscado una foto que me ayudara a escribir un artículo de tesis (si tesis y artículo fueran compatibles). Me limité a pedir que me facilitaran una imagen ilustrativa de la novedad que nos ocupa y me enviaron una metáfora que es metáfora desde los pies hasta la cabeza del mismo modo que el toro es toro hasta el rabo.
Eso no significa que la noticia automovilística sea falsa. Es verdadera, pero se trata de una verdad plastificada, una verdad envasada al vacío, una verdad que se oxida al contacto con el oxígeno.
Una de esas verdades a las que se les caen los pétalos con solo mirarlas.
Una verdad tan delicada, en fin, que se deshace entre las manos. Una verdad inaprensible, como el agua, como el aire o la arena. En todo caso, deseamos que sea para bien.
Los últimos habitantes del Valle de los Caídos................ Alberto Gayo
“Llegaban siete u ocho camiones con muertos de la guerra. Teníamos que subir de inmediato.
Todo el mundo a meter baúles a la cripta. Nos poníamos por parejas con una parihuela —dos palos gruesos con unas tablas atravesadas para colocar la carga— y a meter cajas con huesos mezclados.
Y todo en medio de las visitas a la basílica. Poníamos una caja encima de otra y, una vez lleno el habitáculo, se tapiaba”, recuerda.
A partir de la terminación de la basílica en 1959 y hasta 1967, casi todos los meses llegaba algún convoy con restos de cientos de muertos.
Más de 33.000 cadáveres reposan en las criptas de la basílica.
Pablo se acaba de encontrar en la cafetería del funicular, donde suelen parar los visitantes —la mayoría extranjeros—, con José Muñoz, antiguo compañero que todavía trabaja en el Valle.
Se abrazan. “Mi padre estuvo en la guerra, en el bando republicano. Me contaba que cuando en el frente había muchos muertos, daban el alto el fuego, unos y otros salían, hacían unas zanjas, cogían la documentación y los enterraban.
Tras la guerra, requirieron todas las cartillas militares; si eras de la zona republicana, te encarcelaban o te fusilaban. Él no se presentó a entregarla y pensaron que estaba muerto.
Es curioso, no tuve problemas para trabajar aquí porque mi padre fuese del bando perdedor”, explica Pablo. José Muñoz guarda un tesoro.
En las oficinas del Valle están los libros de cuentas y el registro de visitantes ilustres, páginas y páginas con dedicatorias y firmas de mandatarios y personajes famosos —incluidos futbolistas como Alfredo Di Stéfano— que pasaron para ver la tumba del dictador.
Las hay en todos los idiomas.
En el Poblado mandaba don Juan, jefe del destacamento de ocho guardias civiles encargados de la puerta exterior del Valle y gestor de la residencia que dependía de Patrimonio Nacional.
No pagaba en la cafetería, los trabajadores le hacían los arreglos de casa e iban a por leña para él. “Vivía muy bien”, sostiene Teresa Gómez, “era un cacique que no exigía ninguna mejora para la gente del Poblado, una fuerza viva que no daba problemas a Fernando Fuertes de Villavicencio, gerente de Patrimonio y leal a Franco”.
Fernando Taguas, de 85 años, llegó a Cuelgamuros el 4 de octubre de 1940.
Tenía siete años. Su padre fue uno de los primeros carpinteros del Valle de los Caídos, y su hermano Paco, barrenero.
El Día de Reyes de 1960 Patrimonio le cedió una casa en el Poblado.
Lo recuerda así: “Me acababa de casar con una trabajadora de la escolanía del monasterio. Nos casó el confesor de Franco.
Era la segunda boda que se celebró en la basílica. Me dieron a escoger y elegí una casa con despensa en el bloque de en medio.
Mi hermano Rafael fue el primer taquillero de la puerta y a mí me pusieron de guardacoches.
Un día me dijeron que echase una mano al que vendía postales, libros, cruces…, y vendí tanto que me dieron un puesto.
Podía vender en verano hasta 20.000 pesetas diarias en recuerdos”.
Conforme llegas a la adolescencia, echas de menos cosas, piensas que esto es una mierda, no tienes los mismos servicios que los que vivían en los pueblos de alrededor, no puedes salir los fines de semana porque cerraban las puertas y tenías que quedarte a dormir en casa de una amiga.
El verdadero mausoleo..................................Javier Marías..
Como a menudo acontece en España, en cuanto a alguien se lo elige o
nombra algo, se inviste de autoritarismo.
Es el legado silencioso franquista.
HABRÍA PREFERIDO no añadir una miga más al empacho de fútbol, tras un mes entero de Mundial.
Pero lo sucedido con la selección española ha sido tan prototípico, tan revelador del carácter aún dominante en nuestro país, que quizá vale la pena echarle un vistazo a esta luz.
Más de una vez he mencionado el asombro y el escándalo que me produce con frecuencia el ejercicio del poder en España.
Cómo es que, por ejemplo, los alcaldes y alcaldesas tienen capacidad ilimitada para transformar las ciudades que temporalmente gobiernan de manera irreversible, y con total impunidad.
Cómo es que no hay —o si lo hay, no se hace notar— algún organismo complementario o superior que ponga freno a sus arbitrariedades, sobre todo cuando afectan irremediablemente al paisaje, a la estructura y al carácter del lugar.
Por mucho que estemos en una democracia desde hace cuarenta años, la manera de mandar de muchos sigue siendo la propia de los largos años dictatoriales.
No pocos individuos que acceden a un cargo se sienten no sólo omnipotentes, sino facultados para realizar sus caprichos y ocurrencias sin atender al daño que causan, a veces definitivo.
No se sabe por qué, tanto Ana Botella como Manuela Carmena se han dedicado a complacer al colectivo ciclista en un espacio más bien contraindicado para la bici, por las largas distancias y las pronunciadas cuestas.
La prueba del disparate la tengo cerca: Botella acometió una obra de meses para crear un inútil carril-bici en la calle Mayor, transitado, a lo sumo, por una docena diaria de pedaleantes. Lo mismo ha hecho Carmena con Santa Engracia, hoy destruida e intransitable, Alcalá y otras vías.
El cierre de la Gran Vía al tráfico es ya y va a ser un descalabro monumental para comerciantes, hoteleros y la ciudadanía en general.
En este caso, además, como en el de la Plaza de España, la alcaldesa y su cínico equipo organizaron referéndums-farsa para “quedar bien”, cuando ya estaba todo decidido antes de que votaran los cuatro partidistas que se prestaron a la pantomima.
Y no olvidemos que Gallardón quiso pulverizar uno de los más armónicos espacios urbanísticos de Europa, Recoletos y el Paseo del Prado.
Baronesa Thyssen aparte, sólo lo impidió la crisis, la falta de dinero para consumar la tropelía.
Y ahora a Carmena no se le ocurre otra majadería que crear una “playa” —sí, con arena a raudales— en plena Plaza de Colón.
Aún no sé si nos hemos salvado de tal porquería, porque la señora y sus palmeros están… eso, batiendo palmas ante el estropicio que preparan junto con unos desaprensivos.
Así que también resulta incomprensible y escandaloso que un solo individuo, recién llegado al poder, tenga la potestad de cargarse en un solo día de fatuidad el trabajo de cuatro años y la ilusión de muchos millones de españoles.
Sí, claro, aquí hay que contar con el egoísmo, y nunca con el interés de los demás: Florentino Pérez es un constructor, y me imagino que suele ir a lo suyo.
Era natural que, al fichar a Lopetegui como entrenador del Real Madrid, le trajera sin cuidado el perjuicio que nos podía ocasionar a todos.
Lopetegui ha ido asimismo a lo suyo sin importarle su compromiso previo, aunque no le arriendo la ganancia: ojalá me equivoque, pero no lo veo terminando la temporada en el puesto en que la iniciará. Inoportuno, feo y desconsiderado lo hecho por el Madrid y el exseleccionador.
Pero mucho peor todavía la reacción autoritaria, chulesca, engreída del novísimo Presidente de la Federación, Rubiales.
Dos fechas antes del comienzo del Mundial, lo sensato y generoso habría sido encajar con flema el desmán ajeno y esperar al término del campeonato, poniendo por delante los mencionados trabajo e ilusión.
No podía ser tan ingenuo como para creer que semejante rabieta no iba a desconcertar, desestabilizar y desalentar a los jugadores, como sucedió.
Tuvimos que soportar partidos narcotizantes, en los que el balón iba de un lado a otro sin propósito, como si se hubieran olvidado de que el fútbol consiste en meter goles para ganar.
Infinitos pases horizontales y hacia atrás, un equipo deprimido y sin la menor incisividad, con un portero estático que contagiaba al resto.
Era fácil prever que ocurriría algo así.
El cabreo del ofendido Rubiales se impuso sin cortafuegos, sin consultar ni escuchar.
Como a menudo acontece en España, en cuanto a alguien se lo elige o nombra algo, se inviste de autoritarismo; es como si se dijera en el acto: “Se van a enterar de que ahora mando yo. A mí nadie se me sube a las barbas, y decapito a quien ose hacerlo, aunque con ello destroce el trabajo de cuatro años y la ilusión de millones”.
Así funciona todo aquí, por fortuna con bastantes excepciones. Ese es el máximo legado silencioso franquista, la verdadera pervivencia del dictador.
El egoísmo de cada parte, que se ha de dar por descontado, y la destemplanza y engreimiento de muchos al alcanzar el poder, cualquier poder.
Más alarmante que la permanencia de los restos de Franco en su tenebroso mausoleo es el estilo de mando que de él han heredado numerosos cargos democráticos de derechas e izquierdas, llámense Gallardón, Botella, Carmena, Torra/Puigdemont, Villar, Rubiales o Colau. Por no hacer la lista más larga.
Es el legado silencioso franquista.
Pero lo sucedido con la selección española ha sido tan prototípico, tan revelador del carácter aún dominante en nuestro país, que quizá vale la pena echarle un vistazo a esta luz.
Más de una vez he mencionado el asombro y el escándalo que me produce con frecuencia el ejercicio del poder en España.
Cómo es que, por ejemplo, los alcaldes y alcaldesas tienen capacidad ilimitada para transformar las ciudades que temporalmente gobiernan de manera irreversible, y con total impunidad.
Cómo es que no hay —o si lo hay, no se hace notar— algún organismo complementario o superior que ponga freno a sus arbitrariedades, sobre todo cuando afectan irremediablemente al paisaje, a la estructura y al carácter del lugar.
Por mucho que estemos en una democracia desde hace cuarenta años, la manera de mandar de muchos sigue siendo la propia de los largos años dictatoriales.
No pocos individuos que acceden a un cargo se sienten no sólo omnipotentes, sino facultados para realizar sus caprichos y ocurrencias sin atender al daño que causan, a veces definitivo.
No se sabe por qué, tanto Ana Botella como Manuela Carmena se han dedicado a complacer al colectivo ciclista en un espacio más bien contraindicado para la bici, por las largas distancias y las pronunciadas cuestas.
La prueba del disparate la tengo cerca: Botella acometió una obra de meses para crear un inútil carril-bici en la calle Mayor, transitado, a lo sumo, por una docena diaria de pedaleantes. Lo mismo ha hecho Carmena con Santa Engracia, hoy destruida e intransitable, Alcalá y otras vías.
El cierre de la Gran Vía al tráfico es ya y va a ser un descalabro monumental para comerciantes, hoteleros y la ciudadanía en general.
En este caso, además, como en el de la Plaza de España, la alcaldesa y su cínico equipo organizaron referéndums-farsa para “quedar bien”, cuando ya estaba todo decidido antes de que votaran los cuatro partidistas que se prestaron a la pantomima.
Y no olvidemos que Gallardón quiso pulverizar uno de los más armónicos espacios urbanísticos de Europa, Recoletos y el Paseo del Prado.
Baronesa Thyssen aparte, sólo lo impidió la crisis, la falta de dinero para consumar la tropelía.
Y ahora a Carmena no se le ocurre otra majadería que crear una “playa” —sí, con arena a raudales— en plena Plaza de Colón.
Aún no sé si nos hemos salvado de tal porquería, porque la señora y sus palmeros están… eso, batiendo palmas ante el estropicio que preparan junto con unos desaprensivos.
Así que también resulta incomprensible y escandaloso que un solo individuo, recién llegado al poder, tenga la potestad de cargarse en un solo día de fatuidad el trabajo de cuatro años y la ilusión de muchos millones de españoles.
Sí, claro, aquí hay que contar con el egoísmo, y nunca con el interés de los demás: Florentino Pérez es un constructor, y me imagino que suele ir a lo suyo.
Era natural que, al fichar a Lopetegui como entrenador del Real Madrid, le trajera sin cuidado el perjuicio que nos podía ocasionar a todos.
Lopetegui ha ido asimismo a lo suyo sin importarle su compromiso previo, aunque no le arriendo la ganancia: ojalá me equivoque, pero no lo veo terminando la temporada en el puesto en que la iniciará. Inoportuno, feo y desconsiderado lo hecho por el Madrid y el exseleccionador.
Pero mucho peor todavía la reacción autoritaria, chulesca, engreída del novísimo Presidente de la Federación, Rubiales.
Dos fechas antes del comienzo del Mundial, lo sensato y generoso habría sido encajar con flema el desmán ajeno y esperar al término del campeonato, poniendo por delante los mencionados trabajo e ilusión.
No podía ser tan ingenuo como para creer que semejante rabieta no iba a desconcertar, desestabilizar y desalentar a los jugadores, como sucedió.
Tuvimos que soportar partidos narcotizantes, en los que el balón iba de un lado a otro sin propósito, como si se hubieran olvidado de que el fútbol consiste en meter goles para ganar.
Infinitos pases horizontales y hacia atrás, un equipo deprimido y sin la menor incisividad, con un portero estático que contagiaba al resto.
Era fácil prever que ocurriría algo así.
El cabreo del ofendido Rubiales se impuso sin cortafuegos, sin consultar ni escuchar.
Como a menudo acontece en España, en cuanto a alguien se lo elige o nombra algo, se inviste de autoritarismo; es como si se dijera en el acto: “Se van a enterar de que ahora mando yo. A mí nadie se me sube a las barbas, y decapito a quien ose hacerlo, aunque con ello destroce el trabajo de cuatro años y la ilusión de millones”.
Así funciona todo aquí, por fortuna con bastantes excepciones. Ese es el máximo legado silencioso franquista, la verdadera pervivencia del dictador.
El egoísmo de cada parte, que se ha de dar por descontado, y la destemplanza y engreimiento de muchos al alcanzar el poder, cualquier poder.
Más alarmante que la permanencia de los restos de Franco en su tenebroso mausoleo es el estilo de mando que de él han heredado numerosos cargos democráticos de derechas e izquierdas, llámense Gallardón, Botella, Carmena, Torra/Puigdemont, Villar, Rubiales o Colau. Por no hacer la lista más larga.
21 jul 2018
El capricho.............................................. Boris Izaguirre.
Dos personalidades educadas por Francisco Franco acaparan las noticias. Una, el rey emérito, que fue elegido monarca por el Generalísimo. Y la otra, la nietísima de Franco, Carmen Martínez-Bordiú.
Hace días di con la noticia de que el rey emérito, Juan Carlos de Borbón, hizo una parada en León tras la cancelación, por falta de viento, de una regata en Galicia en la que tenía previsto participar.
Efectuó esa parada en Jiménez de Jamuz para volver a un restaurante llamado El Capricho.
Me quedé sin aire. Entendí que se trataba de justicia poética. Con todo el huracán desatado sobre la importancia o no de las grabaciones efectuadas a Corinna por una persona tan airada y oscura como el excomisario Villarejo.
Ignorando si se hará o no una comisión de investigación acerca de lo que se dice en las grabaciones.
Si de verdad nos encaminamos a una democracia más transparente, nuestras preocupaciones quedan sintetizadas en el nombre del restaurante elegido por el monarca: un capricho.
Para caprichos están los de Goya, que retrataron la España de su tiempo.
¡Es que la vida es caprichosa! En este mes dos personalidades educadas por Francisco Franco acaparan las noticias.
Una, el rey emérito, que fue elegido monarca por el Generalísimo. Y la otra, la nietísima de Franco, Carmen Martínez-Bordiú, que prefiere no estar en España mientras se dirime la exhumación de los restos de su abuelo en el Valle de los Caídos.
Carmen y Juan Carlos tuvieron una educación similar y el mismo tutor: un dictador feroz y católico en un tiempo histórico a punto de acabar.
Juan Carlos no dio el pésame cuando murió la mamá de Carmen pero sí les otorgó el ducado.
Aunque los dos son simpáticos y polémicos, prefiero a Carmen, que ofrece mas transparencia sin pedir ejemplaridad para todos.
Carmen se ha mantenido alejada del poder y disfrutando, a veces caprichosamente pero siempre con verdad, de otras formas de liderazgo. Ahora está en Portugal, deleitándose con los caprichos lusitanos y del amor, que es fiscalmente transparente.
¿Qué es un capricho? Para mí, algo de vestir.
Tengo que elegir si me sumo al ejercito de las personas tachonadas por un logo o los que no llevan ninguno visible, como Carolina de Mónaco, que en realidad es un emblema del nunca equivocarse en el vestir.
Esta semana patrulla por Saint Tropez, que lucha para recuperar su corona como destino chic.
Ibiza y Mikonos le hacen la competencia. Mikonos con todo el turismo gay adinerado e Ibiza con su lista inagotable de celebridades, desde Luis Fonsi hasta Messi cubierto por las siglas de Gucci.
A Corinna también la incluyeron en ese tipo de posado. Es como un tratamiento exclusivo de la revista a mujeres que tienen algo importante que declarar.
El capricho es que lo hagan descalzas.
Por eso me da penita que no siga adelante esa comisión parlamentaria sobre las grabaciones a Corinna porque eso significaría que no regresará a Madrid a declarar ni a ¡Hola! ni ante la justicia.
Con o sin zapatos. Y no podremos disfrutar del espectáculo de oírla hablar en alemán, español, francés e inglés con una fluidez que solo ves en el Tour de Francia, cuando la vida parece ir sobre dos ruedas.
Hace dos décadas, cuando la vida y el país iban sobre ruedas, en las redacciones se hablaba de que a la casa real le incomodaba que la vincularan con la prensa del corazón.Les parecía como si les trataran como algo menor, frívolo o, simplemente, caprichoso. Lo sorprendente es que veinte años después ese ha sido su destino.
El rey emérito es noticia por algo que mezcla lo extremadamente formal, el Estado, con lo caprichoso: el amor o el interés, que tanto dependen del capricho.
¿Qué es un capricho? ¿Un antojo inocente? Una cana al aire, una segunda botella de vino blanco bien frío.
Un anuncio a todo pulmón de un próximo matrimonio como ha hecho Sergio Ramos ante el "sí, quiero" de su despampanante novia, Pilar Rubio.
Una pareja moderna que tiene hijos antes que matrimonio y que al final, se casan, más que por la Iglesia, por todo lo alto. Anunciándolo en sus redes.
Ojalá que todos los caprichos del anterior monarca se acabaran con un tuit. Quizás mientras espera esa suculenta chuleta de buey en su restaurante leonés, entre halagos, curiosee en su móvil, deseando que Corinna, caprichosamente, cambie de actitud.
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