Dos personalidades educadas por Francisco Franco acaparan las noticias. Una, el rey emérito, que fue elegido monarca por el Generalísimo. Y la otra, la nietísima de Franco, Carmen Martínez-Bordiú.
Hace días di con la noticia de que el rey emérito, Juan Carlos de Borbón, hizo una parada en León tras la cancelación, por falta de viento, de una regata en Galicia en la que tenía previsto participar.
Efectuó esa parada en Jiménez de Jamuz para volver a un restaurante llamado El Capricho.
Me quedé sin aire. Entendí que se trataba de justicia poética. Con todo el huracán desatado sobre la importancia o no de las grabaciones efectuadas a Corinna por una persona tan airada y oscura como el excomisario Villarejo.
Ignorando si se hará o no una comisión de investigación acerca de lo que se dice en las grabaciones.
Si de verdad nos encaminamos a una democracia más transparente, nuestras preocupaciones quedan sintetizadas en el nombre del restaurante elegido por el monarca: un capricho.
Para caprichos están los de Goya, que retrataron la España de su tiempo.
¡Es que la vida es caprichosa! En este mes dos personalidades educadas por Francisco Franco acaparan las noticias.
Una, el rey emérito, que fue elegido monarca por el Generalísimo. Y la otra, la nietísima de Franco, Carmen Martínez-Bordiú, que prefiere no estar en España mientras se dirime la exhumación de los restos de su abuelo en el Valle de los Caídos.
Carmen y Juan Carlos tuvieron una educación similar y el mismo tutor: un dictador feroz y católico en un tiempo histórico a punto de acabar.
Juan Carlos no dio el pésame cuando murió la mamá de Carmen pero sí les otorgó el ducado.
Aunque los dos son simpáticos y polémicos, prefiero a Carmen, que ofrece mas transparencia sin pedir ejemplaridad para todos.
Carmen se ha mantenido alejada del poder y disfrutando, a veces caprichosamente pero siempre con verdad, de otras formas de liderazgo. Ahora está en Portugal, deleitándose con los caprichos lusitanos y del amor, que es fiscalmente transparente.
¿Qué es un capricho? Para mí, algo de vestir.
Tengo que elegir si me sumo al ejercito de las personas tachonadas por un logo o los que no llevan ninguno visible, como Carolina de Mónaco, que en realidad es un emblema del nunca equivocarse en el vestir.
Esta semana patrulla por Saint Tropez, que lucha para recuperar su corona como destino chic.
Ibiza y Mikonos le hacen la competencia. Mikonos con todo el turismo gay adinerado e Ibiza con su lista inagotable de celebridades, desde Luis Fonsi hasta Messi cubierto por las siglas de Gucci.
A Corinna también la incluyeron en ese tipo de posado. Es como un tratamiento exclusivo de la revista a mujeres que tienen algo importante que declarar.
El capricho es que lo hagan descalzas.
Por eso me da penita que no siga adelante esa comisión parlamentaria sobre las grabaciones a Corinna porque eso significaría que no regresará a Madrid a declarar ni a ¡Hola! ni ante la justicia.
Con o sin zapatos. Y no podremos disfrutar del espectáculo de oírla hablar en alemán, español, francés e inglés con una fluidez que solo ves en el Tour de Francia, cuando la vida parece ir sobre dos ruedas.
Hace dos décadas, cuando la vida y el país iban sobre ruedas, en las redacciones se hablaba de que a la casa real le incomodaba que la vincularan con la prensa del corazón.Les parecía como si les trataran como algo menor, frívolo o, simplemente, caprichoso. Lo sorprendente es que veinte años después ese ha sido su destino.
El rey emérito es noticia por algo que mezcla lo extremadamente formal, el Estado, con lo caprichoso: el amor o el interés, que tanto dependen del capricho.
¿Qué es un capricho? ¿Un antojo inocente? Una cana al aire, una segunda botella de vino blanco bien frío.
Un anuncio a todo pulmón de un próximo matrimonio como ha hecho Sergio Ramos ante el "sí, quiero" de su despampanante novia, Pilar Rubio.
Una pareja moderna que tiene hijos antes que matrimonio y que al final, se casan, más que por la Iglesia, por todo lo alto. Anunciándolo en sus redes.
Ojalá que todos los caprichos del anterior monarca se acabaran con un tuit. Quizás mientras espera esa suculenta chuleta de buey en su restaurante leonés, entre halagos, curiosee en su móvil, deseando que Corinna, caprichosamente, cambie de actitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario