Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

10 jul 2018

La noche que dieron la vuelta a ‘Las meninas’................ Rut de las Heras Bretín

El Museo del Prado somete al cuadro de Velázquez a un análisis técnico, el primero desde 1984.

'Las meninas' (1656). Diego Velázquez
La infanta Margarita, hija de Felipe IV, y Velázquez, el mismísimo pintor del rey, pasaron parte de la noche del 2 de julio de cara a la pared.
 No, no es un castigo de vieja escuela, es la manera en la que empieza el vídeo en el que el Museo del Prado muestra el estudio técnico que le acaba de realizar a su obra más emblemática, Las meninas, pintada en 1656 por el artista que se autorretrató en el lienzo.
Mucho se ha fantaseado sobre lo que ocurre en los museos cuando cierran y se quedan vacíos, pero la realidad demuestra que dentro el personal continúa trabajando.
 Como ocurrió la tarde-noche del primer lunes de este mes, cuando los visitantes de la sala 12 del Prado –como poco suele haber una veintena delante de Las meninas– y del resto de espacios y galerías abandonaron la pinacoteca.
 A partir de ese momento, el equipo del Servicio de Documentación Técnica y Laboratorio sometió al cuadro a más de cinco horas de análisis milimétricamente planificadas desde hacía meses.

Aunque la actividad a museo cerrado entra dentro de lo habitual en estos centros, un mínimo movimiento de Las meninas forma parte de lo excepcional, casi de lo histórico.
 Es una obra que no se presta. Forma parte de las colecciones del Prado desde que se abrió al público en 1819 y solo durante la Guerra Civil la infanta Margarita y sus meninas salieron de allí para ponerse a salvo en Ginebra.
 El no mover esta pintura se lleva a tal extremo que ni para la exposición que el mismo museo organizó en 2013Velázquez y la familia de Felipe IVse la cambió de sala.
Otro asunto es que el movimiento sea en beneficio de Las meninas, como el actual o el que se realizó en 1984, cuando se llevó a cabo el primer estudio técnico para su restauración. 
Mucha de la tecnología de hace 34 años se ha quedado obsoleta, se le han repetido las radiografías y además se han realizados reflectografías infrarrojas, algo que en aquel momento no se hizo. Los resultados de estas pruebas mostrarán lo que el ojo humano no ve pero quizá Velázquez dejó escondido entre sus pinceladas.
 Las conclusiones de este trabajo, también se han realizado análisis químicos de los pigmentos, permitirá conocer con más precisión esta obra y formarán parte del catálogo razonado Velázquez y su escuela en el Museo del Prado, proyecto dirigido por Javier Portús, jefe del Departamento de Pintura Española (hasta 1700).

Las cinco horas que Las meninas estuvo descolgado no eran demasiadas para todas las labores que planearon realizar, por lo que todos los equipos tenían que estar sincronizados para que no hubiera ratos muertos. No se perdió tiempo en desplazamientos ya que el cuadro no salió de la sala que preside.
 Así, los retratos de Felipe IV y su familia, realizados por Velázquez, fueron testigos desde sus paredes de las labores realizadas, como la limpieza del marco de 1928 que se quitó para limpiarlo por aspiración y brocha y al que se le sustituyeron los clavos que le sujetaban al bastidor, colocados en 1984, por una pletinas metálicas más modernas y flexibles.


Jaime García-Máiquez, uno de los especialistas que forma parte del servicio que coordinó el trabajo, aseguró a este periódico que la limpieza “no tuvo demasiado misterio. 
Todas las pinturas que no tienen trasera acumulan inevitablemente polvo. Era un problema menor, pero no le volverá a ocurrir”.
 El motivo por el que esta acumulación de suciedad no se repetirá es porque se le ha colocado en el reverso un panel transparente de policarbonato que permite controlar la parte de atrás del cuadro y además lo protege de leves vibraciones o de algún excepcional golpe accidental.
Entre los 34 años que separan los dos análisis de este velázquez, ha habido un movimiento más de Las meninas, en 2010, confirma García-Máiquez; pero como en esta ocasión no se alejó mucho de la pared de la que cuelga. “Apenas unos metros”, asegura el experto.
Las noches de los museos dan mucho de sí, tan pronto Beyoncé y Jay-Z graban un videoclip en el Louvre como el Prado le hace un estudio a su obra más señera. 
 Mientras los equipos de limpieza, de seguridad o los encargados de los movimientos de las piezas trabajan día a día o noche a noche, cuando nadie les ve.
 A la mañana siguiente, como ocurrió el 3 de julio, todo está en su sitio y Velázquez y la infanta Margarita vuelven a mirar al espectador como si no hubiera ocurrido nada.

 

Los mitos que empiezan a desplomarse................ Xavier Vidal-Folch


El president de la Generalitat, Quim Torra, comparece tras su reunión con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Las formas condicionan el fondo. El modo modula el nodo.

Cuando Quim Torra abandonaba en Moncloa el formato del desplante que gastó ante el Rey, en Washington y en su inaceptable desprecio antiguo a los catalanes castellanohablantes, no solo revirtió errores
. Empezó a resetear su posición política, tiempo habrá de ver con qué alcance.
De momento ese señor y su corte da una impresión de sudor y de llevar cada dia la misma ropa,al lado la imágen de Sánchez con sus camisas blancas su pelo bien cortado es como aire acondicionado para agantar esas chorradas ya del independentismo, ocurre igual con las mujeres....y eso ayuda mas a no entenderlos ni querer un segundo de charla. Contra se deben cambiar de ropa y bañarse, igual que aquel señor......de fina estampa, Puigdemont parece que el frio hacia menos insufrible todo aquello.Pero llevaba las greñas sucias.


Si aquel a quien el nacionalismo indepe presentaba como rival, cuando no incluso como representante del Estado “hostil”, resulta que emplea su mismo idioma, en un contexto general de pulso generalizado, todo se apresta al cambio.
 Empieza suavemente a derrumbarse el mito presecesionista de la nación sin Estado, una infeliz patraña porque este Estado también es de los nacionalistas. 
 Desde luego, al menos desde que sus antecesores contribuyeron a reconfigurarlo en la Transición.
El segundo mito en rápido declive es el recentísimamente forjado por Carles Puigdemont el año pasado en Harvard: el de que España es como la Turquía de Erdogan porque autoriza a “disparar contra sus propios ciudadanos”.
Esa versión actualizada del país atrasado y cateto sin remedio quebró el día en que Sánchez eligió un Gobierno con dos tercios de mujeres, de prestigio profesional, ninguna de cuota. 
Y es que atraso y poder de la mujer son incompatibles.
Además esas señoras procuran cada una en su estilo estar presentables y de forma agradable además de tener una buena reputación política, cierto que echo de menos a Carmen Alborch, no sé  por qué no tiene algun cargo. Una Mujer siempre sonriente , preparada y con un gran bagaje político. Naturalmente que extraño la ausencia de otra ministra que se llamaba Carma y cuidaba su aspecto aunque se jugaba la vida y trae al recuerdo a Pilar Miró  a ella le toco mala época política y su fragilidad de salud, parecido a lo que le sucedió a Carmen Chacon.....Gary Cooper que estás en los cielos, rezad rezad malditos independentistas ,que encima son unos machistas y que si existe Dios, Pedro Sánchez, que te ayude a sobrellevar todo lo que te
hizo tu propio Partido. no oigo a  Susanita,,,no sé que dirá ni me interesa.

9 jul 2018

Todo más o menos normal.............................Juan José Millás

Juan José Millás
TARDA UNO EN VER lo que ocurre dentro de esta foto como tarda uno en percatarse de qué va la vida. 
Hablaremos de la vida en otra ocasión; detengámonos un poco ahora en la imagen, en la que vemos a algunas personas extrañamente coronadas y donde predomina el blanco. 
De blanco van las dos señoras del primer plano, blanco es esa especie de fular del señor de detrás, y blanca es incluso la mascarilla de su compañera de asiento. 
De la compostura general —cabezas agachadas y ojos cerrados en actitud de recogimiento— podríamos deducir que se trata de una suerte de congregación reunida en un local ad hoc para practicar sus ritos. Y en efecto, estamos frente a una ceremonia religiosa que discurre en una localidad de Pensilvania.
Hasta ahí todo normal o más o menos normal, depende del lugar en el que uno se coloque en la línea que va de la cordura al delirio. Pero hay algo que llama la atención sin que uno sepa al principio de qué se trata.
 Nos referimos a ese objeto fálico, de color oscuro, que sostiene, enhiesto, la mujer de la derecha. ¡Pero si es un arma! Un fusil AR-15 para ser exactos como el utilizado en el tiroteo que el pasado febrero produjo 17 muertos en una escuela de Florida.
 ¡Qué contraste entre el ademán devoto de la mujer y la firmeza con la que enarbola el trasto de matar!
 No sabe uno a qué tener más miedo, si a su religiosidad o a su equipo.
 Nos preguntamos si puede darse la una sin el otro y nos respondemos que quizá no. 
De hecho, y según indicaba el pie de foto, el servicio se había convocado para manifestarse a favor del uso de las armas. 
Dios nos ampare.Todo más o menos normal  

Hacia Bizancio....................................Javier Marias


Hacia Bizancio



Hoy las personas pueden atravesar la tierra ‘ignorándolo todo’, desde lo ocurrido antes de su llegada hasta lo pensado por filósofos y escritores.
EL PASADO 1 de junio, a los ochenta y ocho años, murió John Julius Norwich, con quien había tenido leve contacto a raíz de la publicación de su libro Los Papas
Una historia en mi diminuta editorial Reino de Redonda. Como era uno de los poquísimos autores vivos de la colección, y mi admiración por él venía de antiguo, en seguida le ofrecí la posibilidad de convertirse en Duke del Reino fantasmal. 
Aunque ya poseía un verdadero título, el de Vizconde Norwich, heredado de su muy singular padre Duff Cooper, mi propuesta le hizo aparente ilusión, sobre todo porque le sugerí ser Duke of Bizancio, a cuyo imperio había dedicado tres gruesos volúmenes entre 1988 y 1995.
 También es enorme su Historia de Venecia en dos tomos, y son varias sus obras sobre un asunto que, cuando él lo abordó por primera vez en 1967, se había estudiado poco o nada, a saber, la larga dominación de Sicilia por los normandos, que ha dejado en esa isla varias maravillas arquitectónicas y un extraño bagaje cultural que se mezcla con el de tantos otros dominadores, incluidos los españoles. 
Pero, además de sus numerosos libros (el más reciente, sobre Francia, apareció poco antes de su muerte), durante años dirigió y condujo programas de radio y televisión en la BBC, sobre cuestiones tan variadas como la caída de Constantinopla, Napoleón, Cortés y Moctezuma, Maximiliano de México, los Caballeros de Malta, la Guerra Zulú, Turquía y Toussaint l’Ouverture.
 Fue un hombre modesto, que reconoció no haber “descubierto” un solo hecho histórico en su vida, y haberse limitado a contarlos de forma clara, ordenada, amena y también ingeniosa —pero en todo caso rigurosa—. Tituló sus memorias Trying to Please, o Intentando agradar, haciendo suya la frase que le dedicó su niñera: “Este bebé trata de agradar”. 
Según me cuentan ahora su hija y su yerno, los distinguidos escritores Artemis Cooper y Antony Beevor, se ha despedido procurando no molestar:
 “Ha sido lo bastante listo”, decían, “para cesar justo antes de entrar en el mundo de las sillas de ruedas y los cuidadores permanentes”. 

Siempre que se muere alguien con inmensos saberes, me pregunto por la extraña cesación de esos saberes, que, por mucho que hayan quedado plasmados en tinta, desaparecen con la persona que los fue acumulando a lo largo de toda una vida.
 La idea me causa tanta desazón como la de la desaparición de los recuerdos de cada individuo, que, sean anodinos o llamativos, espectaculares o vulgares, son los suyos, y como tales únicos y queridos. 
Haberlos contado en memorias o en diarios o en una autobiografía no sirve de mucho desde mi punto de vista, porque los recuerdos ajenos, por sobresalientes que sean, suelen dejar indiferentes a los demás.
 Nadie es capaz de apreciar nuestros recuerdos como nosotros mismos: lo que para nosotros tiene un sentido o es relevante, o nos conmueve de manera poco explicable, suele dejar frío al resto de la humanidad, que, en el mejor de los casos, lo escucha o lo lee con una combinación de impaciencia e intermitente curiosidad.
Esa desaparición final de los saberes —la difusa conciencia de que eso sucederá tarde o temprano— creo que es lo que lleva a muchos miembros de la sociedad actual a no intentar ni siquiera adquirirlos. Para qué tanto esfuerzo, debe de pensar hoy la mayoría de la gente, cuando los “datos” están ahí, al alcance de unos pocos clics, en caso de necesidad.
 Para qué asumir o asimilar, como hicieron Norwich y tantos otros, la complicadísima y entera historia de Bizancio, o de Venecia, o del Papado. 
Ya se ve que las personas pueden atravesar tranquilamente la tierra ignorándolo todo, desde lo ocurrido en el mundo antes de su llegada hasta lo pensado por los filósofos y los escritores; desde quién fue Newton hasta qué fue Lo que el viento se llevó; qué enseñó Platón y cómo cantó Elvis Presley, hoy se borra todo con suma facilidad.
 A los gobernantes no parece importarles un planeta lleno de analfa­betos virtuales y de ignorantes profundos.
 Al contrario, lo propician por todos los medios, con unos planes de educación cada vez más “lúdicos” y más lelos, en los que se prima lo estrictamente contemporáneo, es decir, lo efímero y fugaz, lo obligatoriamente sin peso ni poso, lo forzosamente necio y superficial.
  Hace ya décadas que se crean sujetos para los que el mundo empieza con su nacimiento, a los que les trae sin cuidado saber por qué somos como somos y qué nos ha traído hasta aquí; qué hicieron nuestros antepasados y qué pensaron las mejores mentes que nos precedieron.
 Para colmo, se ha convencido a estos cerebros de conejo de que son “la generación mejor preparada de la historia”, cuando probablemente constituyan la peor, con frecuencia primitivos atiborrados de información superflua y sólo práctica. 
Pero ochenta y ocho años son muchos, y no todos pueden pasarse en la inopia, la autocomplacencia y el desconocimiento, si queremos abrirnos paso y enterarnos de algo.
 Pensar que total para qué, si un día todo desaparecerá, es tan absurdo como no afanarse en ganar dinero (y bien que se afana la gente en eso), dado que tampoco nos lo podremos llevar a la tumba, o que tan sólo necesitaremos una moneda para remunerar al barquero, cuando tal vez zarpemos hacia Bizancio en la travesía final.
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