Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 jun 2018

En la cárcel expresionista de Emmy Hennings.............Carmen Morán Breña.

El libro autobiográfico de los días en prisión de la olvidada reina dadá se edita en español.




En la cárcel expresionista de Emmy Hennings

El libro autobiográfico de los días en prisión de la olvidada reina dadá se edita en español


Emmy Hennings
Emmy Hennings, en una fotografía fechada entre 1917 y 1919.

 

Cada noche, el paso del tranvía ilumina las rayas marcadas en la pared de la celda con una aguja de hacer punto.
 Son los días de encierro cumplidos, quedan ya pocos para deshacerse del uniforme de arpillera gris, de la sopa y el frío carcelarios.
 La artista y escritora alemana Emmy Hennings (Flensburgo, 1885-Lugano, 1948) pasó dos meses de su vida en prisión por haber robado cuatro perras a un cliente cuando ejercía la prostitución. Porque fue prostituta, sí, y morfinómana en su juventud para cerrar el agujero que le abría en el estómago el oficio de cabaretera.
 La joven Emmy provenía de una familia humilde y su formación fue escasa, pero en aquellos ambientes de música y humo se rodeó de algunos grandes nombres del momento que pulieron sus aristas y sacaron todos los destellos:
 fue una gran actriz, cantante, poeta en los años en que el mundo estaba poniéndolo todo patas arriba

Con su marido, Hugo Ball, fundó el Cabaret Voltaire en Zúrich, al que prestó todo su magnetismo y donde ambos dieron origen al movimiento Dadá, del que ella fue figura indiscutible.
 Y olvidada. 
Su vida azarosa y descocada, de pionera, moderna y admirada artista le dejó tiempo también para escribir.
 Esta semana se edita por primera vez en español Cárcel (El paseo), librito autobiográfico de su paso por la prisión en 1914, que ha traducido Fernando González Viñas y que recoge también algunos poemas y un buen número de fotos.
 El año que viene, esta editorial sevillana publicará su segunda novela Das Brandmal (La marca), escrita en 1921 y también autobiográfica.
Con el lenguaje descarnado y sin adornos del expresionismo alemán, este libro es un relato amargo (con toques de humor) de la injusticia y la impotencia que se vivía en las cárceles de mujeres de entonces. 
 Hennings dibuja un friso de presas que se cuidan y protegen entre ellas porque se saben inocentes.
 Una robó unas monedas, la otra no pagó la licencia para su miserable puesto ambulante y otra fue acusada por la familia de un amante adinerado.

Un referente

Emmy Hennings fue una niña con alma de artista, hija de un pescador y una mujer sin profesión remunerada, que llegó a la ciudad y la llenó de estilo.
 “Era un referente para los literatos de su generación, que le dedicaban poemas y la admiraban como a una Juana de Arco”, asegura González Viñas. 
En aquellos primeros años del siglo pasado, la creación era efervescente, como si todo estuviera por inventar.
 La pintura, la escultura, el teatro, la poesía vapuleaban los usos y costumbres establecidos y Emmy Hennings participó con ganas de aquel club de “locos nihilistas y caóticos” que eran los dadaístas.
Emmy Hennings como mujer araña en 1915 en el cabaret anterior al Cabaret Voltaire.
Emmy Hennings como mujer araña en 1915 en el cabaret anterior al Cabaret Voltaire.
“Ella”, prosigue González Viñas, “no se preocupaba mucho del estilo literario, su expresionismo era crudo y estridente como la realidad que vivía”. 
Pero su prosa fluye y atrapa, acongoja a la vez que divierte: 
“¡Oh, mi pobre cuerpo! Nada firme queda ya en mí.
 No me levanto y no llevo ni dos días en este lugar.
 Mi fuerza ya ha sido quebrada.
 Si este es el objetivo de la cárcel, mi paso por aquí ha sido un éxito”, dice uno de los párrafos.

El texto es, desde luego, una larga crítica al sistema policial, judicial y carcelario, que a los españoles lo mismo les recordará a una celda espiritual de Teresa de Jesús como a los presidios franquistas donde hacinaban a mujeres sin mácula. 
 Hennings se queja en un largo discurso, de ritmo sincopado como el resto del texto, de la desfachatez de su denunciante, a quien le está permitido no asistir al juicio contra ella.
 “Mi acusador no acudió.
 Se disculpó, no tenía tiempo. Envió a un representante.
 ¿Pero cómo puede dejarse representar si se siente damnificado, violentado u ofendido? No logro entender tal dislate.
 ¿Y en qué tribunal puedo quejarme del dislate de otro tribunal?”.
Con las críticas, la escritora saca la cara por las muchachas que, como ella, han ejercido la prostitución: 
“En el patio de la prisión preventiva vi la sonriente superioridad de los rostros de las mujeres y muchachas que hacen la calle; de las muchachas que vencen y son suficientemente gallardas como para declararse vencidas. 
Tamaña amabilidad parece ser peligrosa, pues se la encierra entre sólidos muros”.



No estar casado aumenta un 55% el riesgo de morir por un ictus, según el mayor estudio hasta la fecha




Los resultados, observados en dos millones de personas, podrían explicarse por el cuidado mutuo en las parejas.

Parejas de recién casados pasean tras contraer matrimonio en la Catedral de Lisboa, el 12 de junio.
Parejas de recién casados pasean tras contraer matrimonio en la Catedral de Lisboa, el 12 de junio.
El cardiólogo Luciano Consuegra recuerda cómo su equipo se empezó a dar cuenta de que las personas viudas morían antes que las casadas tras sobrevivir a un infarto de miocardio. 
Los médicos empezaron a acumular pistas, hasta tener una base de datos de 7.400 pacientes ingresados en dos hospitales de Murcia. Las personas viudas tenían un 30% más de posibilidades de fallecer de manera prematura.
 “Vimos, por ejemplo, que las personas viudas tardaban 40 minutos más que las casadas en acudir al hospital tras detectar las primeras señales de alarma de un infarto, como el dolor en el pecho”, explica.
El trabajo de Consuegra es uno de los incluidos en la mayor revisión sistemática de los efectos del matrimonio en la salud. 
Para una persona, el hecho de no estar casada está asociado a un riesgo un 55% mayor de morir por un ictus y un 43% mayor de fallecer por una enfermedad de las arterias coronarias, como una angina de pecho o un infarto agudo de miocardio, según el nuevo estudio, publicado en la revista especializada Heart.
Un trabajo en Murcia observó que las personas viudas tenían un 30% más de posibilidades de fallecer tras sobrevivir a un infarto de miocardio
El trabajo repasa más de tres decenas de estudios anteriores, con datos de dos millones de personas de medio mundo, desde Estados Unidos a Japón, pasando por Finlandia y Reino Unido. 
Sus conclusiones sugieren que estar casado tiene un efecto saludable. 
“Los beneficios del matrimonio en la salud y en la mortalidad se han demostrado en ambos sexos, en diferentes grupos étnicos”, subrayan los autores, encabezados por el cardiólogo Mamas Mamas, de la Universidad de Keele, en Reino Unido.


Los resultados hay que analizarlos con cautela.
 En 2012, el cardiólogo suizo Franz Messerli anunció el hallazgo de “una correlación sorprendentemente poderosa entre la ingesta de chocolate per cápita y el número de premios Nobel en varios países”. 
Suiza aparecía como el país que más chocolate consumía y más galardones recibía por cada 10 millones de habitantes. El ejercicio, una broma de Messerli, pretendía llamar la atención sobre la fragilidad de las correlaciones en cardiología.
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en el mundo.
 La Organización Mundial de la Salud calcula que en 2015 murieron por este motivo 17,7 millones de personas, el 31% de todos los fallecimientos registrados en el planeta. 
“Mientras que el 80% del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares en el futuro se puede predecir a partir de factores de riesgo conocidos, como la vejez, el sexo masculino, la hipertensión, la hiperlipidemia [el colesterol alto], el tabaquismo y la diabetes mellitus, los factores determinantes del 20% restante siguen sin estar claros”, explica el equipo de Mamas.

El estado civil debería considerarse, quizá, como “un factor de riesgo en sí mismo”, plantean los autores. Su estudio, sin embargo, reconoce sus limitaciones.
 Las decenas de investigaciones analizadas utilizaron diferentes metodologías. 
Por ejemplo, la definición de enfermedad cardiovascular es distinta en varios estudios. Y el trabajo tampoco examina la situación de personas que conviven fuera del matrimonio.
“Una de las principales limitaciones de nuestra investigación es que no compara los resultados de pacientes que están casados con los de aquellos que viven juntos en relaciones estables
. Creo que los beneficios del matrimonio probablemente están relacionados con interacciones sociales más cercanas.
 Las parejas incitan a acudir al médico antes, cuando aparecen los primeros síntomas, y ofrecen apoyo. 
 Este beneficio ocurriría también en personas que viven juntas sin estar casadas”, señala Mamas.

“No puede descartarse la posibilidad de que las diferencias observadas entre las personas casadas y las no casadas no tenga nada que ver directamente con su estado civil”, advierte el experto en estadística Kevin McConway, de la Universidad Abierta de Reino Unido.
 “Quizá haya otros factores que influyan en las posibilidades de que una persona se case o se mantenga casada y eso, independientemente, afecte a las posibilidades de tener una enfermedad cardiaca o un ictus”, ha explicado McConway al portal Science Media Centre.
El cardiólogo Luciano Consuegra —del Hospital Universitario de Santa Lucía, en Cartagena (Murcia)— es menos escéptico. 
“Estar casado es una forma de que alguien te cuide, es una relación de cuidado mutuo.
 Si alguien está pendiente de ti, te tomas las pastillas de tu tratamiento, te insisten en que dejes de fumar”, expone. 
“No es una cuestión de estar casado, sino de estar acompañado”.

 

De lo perdido, lo que aparezca...................... Soledad Loaeza

La campaña electoral encara en México su recta final, en un clima odioso. 

 Incrédulos, los votantes asisten casi a diario a noticias sobre abusos y delitos electorales y los candidatos se han olvidado de debatir sus programas de gobierno.

Elecciones Mexico 2018
Inexorable, el calendario acerca a los mexicanos al 1 de julio. Muchos temen que si gana la izquierda, representada por Andrés Manuel López Obrador, candidato de Morena, la elección presidencial sea un violento golpe de timón.
 Sin embargo, aparentemente son muchos más los que esperan que precisamente sea eso: un viraje dramático, un Gobierno que se sacuda la ortodoxia liberal que ha regido la vida del país las últimas tres décadas, sin haber resuelto problemas básicos de seguridad, de crecimiento económico y empleo, y que responda a las preocupaciones más apremiantes de mexicanos que no pueden ni siquiera imaginar un futuro.
Tres son los candidatos importantes en esta elección: Andrés Manuel López Obrador (a quien se conoce como AMLO), que desde hace meses pasó la barrera del 35% de las preferencias de voto y cuya popularidad ha ido al alza hasta alcanzar el 50% en la segunda semana de junio; el segundo lugar le corresponde a Ricardo Anaya, de la coalición contra natura Por México al Frente, que formaron la derecha, el PAN, la izquierda, el PRD, y el Movimiento Ciudadano.
 Por último, el PRI, en alianza con el Partido Verde, lanzó la candidatura de José Antonio Meade, cuyo porcentaje de preferencia nunca ha superado el 18%. Se presentaron dos candidatos independientes: Margarita Zavala (esposa del expresidente Felipe Calderón) y Jaime Rodríguez Calderón. Zavala declinó al cabo de un mes de campaña, luego de evaluar sus oportunidades.
 Rodríguez Calderón es una caricatura de Vicente Fox, y probablemente, una creación del PRI. 

Por lo pronto, la campaña electoral ha tomado un giro odioso. Incrédulos, los votantes somos informados casi a diario de abusos y delitos electorales cometidos por los candidatos o sus allegados. 
La primera semana de junio el Instituto Nacional Electoral dio a conocer los resultados de una investigación que demostró que Jaime Rodríguez Calderón, el Bronco, creó empresas fantasma para apropiarse los recursos públicos que le fueron atribuidos para su campaña, además de que había falsificado cientos de miles de firmas para poder registrarse como candidato independiente. 
La prensa informa de que Ricardo Anaya, que ya había sido acusado de malas prácticas empresariales, aparentemente está siendo investigado por otros negocios oscuros en los que utilizó sus privilegios como legislador y sus contactos personales de manera poco ética. 
Anaya responde indignado que se trata de una calumnia de Enrique Peña Nieto que ya “negoció” algo, no nos dice qué, con López Obrador.
López Obrador, por su parte, no está al abrigo de insinuaciones, rumores o acusaciones francas, por ejemplo, se señala que utiliza a su partido Morena como mejor le parece, sin rendir cuentas a nadie, y se habla de nepotismo y ejercicio personalizado del poder.
 Sin embargo, el intento de aplicarle nuevamente la etiqueta venezolana ha fracasado. 
Ninguno de estos señalamientos ha afectado su ascenso imparable. A diferencia de lo que ocurrió en 2006, el espectro del populismo ya no asusta a nadie.
 José Antonio Meade es un funcionario probo, pero se dice que ha prestado su honestidad para encubrir las fechorías de otros.
Este juego, si así puede llamarse, este lamentable intercambio de advertencias y denuestos, ha relegado a un segundo plano los verdaderos objetivos de una campaña electoral: que los candidatos den a conocer sus programas de gobierno.
 Poco de eso, si es que algo hemos tenido. 
 Inclusive en los debates televisados los candidatos han tenido más la intención de exhibir las bajezas del otro que de debatir programas diferentes.
Ha sido esta una campaña sin promesas o de promesas irrelevantes. De trampas y zancadillas. Así ha sido porque uno de los indicadores más potentes de la crisis que atraviesa nuestra transición es nuestra incapacidad para imaginar el futuro. Estoy segura de que ni los candidatos pueden describir cómo sería el México del año 2024, para no ir muy lejos, el país que dejarían al término de su mandato en caso de ser elegidos. Dos de ellos, Anaya y Meade, no pueden, porque llevan en el corazón y en el discurso político el pecado capital de los tecnócratas: la falta de imaginación. 
Así no hay triunfo posible, porque no hay manera de que gane la elección uno que promete más de lo mismo, ni otro que les dice a los mexicanos que con él llegaremos a e-México, sin que sepamos bien a bien qué quiere decir. Andrés Manuel López Obrador, que se presenta por tercera vez, es el único que promete un futuro, aunque difuso y con fuertes ecos del pasado, pero su credibilidad tiene más que ver con nuestras aspiraciones que con él mismo.
Todos sabemos que la excelencia académica no es una de las virtudes de López Obrador; que el pensamiento abstracto no es su fuerte, que no habla de “corridito” y que desconoce las respuestas del 80% de las preguntas que se le hacen.
 Su vocabulario es limitado, pero no más que su ingenio.
 Siempre responde lo mismo, independientemente de la pregunta que se le haga. 
Sin embargo, él ve el país que vemos todos los demás —a excepción de Enrique Peña y su gabinete—; insiste en la urgencia de combatir la pobreza, mientras en la Secretaría de Hacienda celebran que los salarios de los trabajadores mexicanos sean inferiores a los que se pagan en China.
 También sabemos que López Obrador jamás haría una observación clasista, como la que hizo Meade cuando declaró que su Gobierno sería de “gente decente”, porque estaría diciendo que no sería un Gobierno de “pelados” que son lo mismo que los pobres.
López Obrador llena un vacío, y no del todo.
 Su muy probable triunfo habla de las carencias de sus seguidores, de aquello que anhelan, de lo que les hace falta, de lo que se ha perdido de la transición, y de lo que se cree y se espera recuperar.
Soledad Loaeza es profesora en el Colegio de México.

 

¿Cómo llaman los rusos a la ensaladilla rusa, la montaña rusa, el filete ruso y la ruleta rusa?

Las montañas rusas son montañas "americanas".


Ensaladilla rusa / ensaladilla Olivier
Ensaladilla rusa / ensaladilla Olivier
El Mundial de Fútbol es uno de estos eventos que sirve, entre otras muchas cosas, para promocionar el turismo del país que lo organiza.
 Gracias a toda la exposición mediática podemos aprender muchas cosas sobre, en este caso, Rusia.
También puede ser una excusa para hacernos preguntas que a veces no nos atrevemos ni a pronunciar en voz alta.
 Como, por ejemplo, “¿los rusos comen ensaladilla rusa?” o “¿cómo llaman los rusos a las montañas rusas?”. 
Siguiendo nuestra vocación de servicio público y tras resolver otras grandes dudas de la humanidad como por qué el Sugus de piña es azul, en Verne procedemos a contestar a las dudas relacionadas con algunas incursiones de este gentilicio en nuestro vocabulario.
¿Los rusos comen ensaladilla rusa?
La ensaladilla rusa no se creó en Rusia, pero sí es muy popular allí, como confirma a Verne Javier González, español afincado en este país.
 Eso sí, se conoce como “ensalada Olivier”.
Tal y como recogía El Comidista, la ensalada rusa recibe este nombre en muchos países en honor a Lucien Olivier, cocinero belga de origen francés que se hizo famoso por la ensalada que servía en el restaurante Hermitage, de Moscú, a mediados del siglo XIX. 
Se trataba de una versión barroca (y cara) de la actual ensaladilla rusa.
Pero Olivier, más que inventar, popularizó una ensalada ya conocida a principios del siglo XIX . 
Tuvo varios nombres, incluido el de ensalada rusa, con ingredientes más o menos variados, aunque siempre con mayonesa por encima. Después de la Guerra Civil, en España se intentó cambiarle el nombre a “ensaladilla nacional” o “imperial”
Sin éxito, como cuando en Estados Unidos algunos se empeñaron en que las patatas fritas dejaran de ser French fries para llamarse freedom fries.

¿Los rusos inventaron la ruleta rusa?
La ruleta rusa se llama igual en Rusia, nos explica González: russkaya ruleta.
  Aunque también se conoce como “ruleta húsar” y “soprano”. Aparece una mención al hecho de jugarse la vida con una pistola cargada con una sola bala en El fatalista, cuento de Mijaíl Lérmontov incluido en Un héroe de nuestro tiempo (1840).
 Sin embargo, la primera vez que se usa el término es en 1937, en un cuento del suizo Georges Surdez publicado en la revista estadounidense Collier’s y titulado, precisamente, Ruleta rusa.
En este relato quien presenta el juego es un sargento ruso de la legión extranjera francesa.
 Y su versión es más complicada de sobrevivir, ya que solo se retira una bala y se dejan cinco.
 Eso sí, ni siquiera está claro si el juego llegó realmente a ponerse en práctica en la Rusia de la guerra civil (1917-1923), tal y como sugiere el relato.
Christopher Walken en 'El cazador"

 

¿Son rusos los filetes rusos?
El filete ruso, según nos cuenta González, no tiene ese nombre en Rusia:
 “Hay muchas variantes.
 Es simplemente un filete, hamburguesa... hecho de farsh (carne picada, Фарш)... Por ejemplo, el bistec tártaro (tatarski bifshtekc)”.
La historia de este trozo de carne picada y sazonada (y a veces rebozada) tiene precedentes en la cocina romana y, sobre todo, mongol
En el siglo XVIII se estilaba en ciudades portuarias, especialmente Hamburgo, de donde llegó a Estados Unidos.
 Allí recibió el nombre de “filete al estilo de Hamburgo” o “hamburguesa”. 
Otra versión más parecida a lo que aquí conocemos como filete ruso es el Salisbury steak.
¿Cómo llaman los rusos a las montañas rusas?
Las montañas rusas se conocen en Rusia como “montañas americanas”
Estas atracciones se conocen también en francés como montagnes russes y en italiano como montagne russe. 
Pero en inglés son “roller-coasters”.
En Rusia se llaman “americanas” porque las modernas tienen su origen en Estados Unidos en el siglo XIX.
 Pero en otros países se llaman rusas precisamente porque en los siglos XV y XVI, en algunos pueblos rusos se construían toboganes de madera para deslizarse sobre el hielo en verano: “Los aventureros se sentaban en bloques de hielo y dejaban que la gravedad siguiera su curso”, recoge The Washington Post.
En el siglo XIX, la atracción se exportó a Francia, donde recibió el nombre por el que la conocemos.
 Allí no hace tanto frío, así que se optó por vagonetas con ruedas sobre raíles.
 Según la Enciclopedia Británica, “no se prestaba mucha atención a las medidas de seguridad, aunque, por extraño que parezca, las heridas que sufrían los pasajeros por los descarrilamientos aumentaban la notoriedad y asistencia de la atracción”.
Montaña rusa (o tobogán ruso, más bien). Enciclopedia Británica

Despedirse a la francesa, a la inglesa o a la irlandesa

Los rusos no son los únicos extranjeros que pueblan nuestro idioma. 
Tenemos muchas expresiones que recurren a un gentilicio, aunque la relación con el país no siempre está clara.
 Aquí va algún ejemplo más:
- Despedirse a la francesa. Esta expresión también existe en alemán (sich auf franzosisch verabschieden) y en inglés (France exit), aunque en este idioma también se usa “Irish goodbye” (adiós irlandés), de origen más reciente.
 Según el Diccionario de dichos y frases hechas de Alberto Buitrago, en el siglo XVII se puso de moda en la corte francesa no despedirse cuando se abandonaba una reunión, pensando sobre todo en no interrumpir. 
También añade que esta costumbre de despedirse sans adieu (sin adiós) empezó a usarse solo en casos en los que se iba a volver en breve. 
Y que los franceses e italianos usan la expresión “despedirse a la inglesa”: filer à l’anglaise y andarsene (filarsela) all’inglese. También los rusosуйти по-английски.
- Para los franceses, una tortilla francesa solo es una tortilla (ommelette). 
Aunque las tortillas se llevan haciendo prácticamente desde que hay huevos y fuego, esta expresión podría venir de Cádiz, en 1810, cuando la falta de patatas por la guerra contra Francia llevó a cocinar tortillas sin este ingrediente, pasando a recibir el nombre de “tortilla de cuando los franceses”.
 Sin embargo y como recogía El Confidencial, la historia es bonita, pero “lo más probable es que el origen del nombre del plato nada tenga que ver con este suceso, pues el apelativo de francesa ya se daba a la tortilla de huevo antes de la Guerra de la Independencia”.
- También según Buitrago, la expresión "hacerse el sueco" no tendría que ver con los turistas nórdicos de los años 60, sino con la palabra latina soccum, origen del actual zueco, un zapato de madera que usaban los cómicos latinos y griegos, pero no los trágicos: “Era, pues, el calzado que tipificaba a los personajes graciosos, los que representan a personas vulgares o de poco entendimiento”. De ahí no solo procede esta expresión que significa “hacerse el tonto” o “desentenderse”, sino también palabras como “zoquete” y “socarrón”.
- La "americana" para los estadounidenses es una jacket, una chaqueta. Según explica GQ, su origen es británico: en el siglo XVIII se cortaron los faldones de la levita.
 De ahí pasó a América, donde se prescindió de uno de los tres botones y “se sustituyó su única abertura trasera por dos –una a cada lado– para facilitar el acceso a los bolsillos del pantalón”. Ese es el modelo que llegó a España en el siglo XIX con el nombre de “chaqueta americana”.
- Una llave inglesa en inglés es una adjustable spanner o (en Estados Unidos y Canadá) adjustable wrench. 
 En algunos países de América se conoce como “llave francesa”.
 Su inventor fue el ingeniero inglés Edwin Beard Budding en 1842. También inventó el cortacésped.