Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

18 jun 2018

Raffaella Carrà, el mito cumple 75 años

La cantante, que ahora trabaja como productora y vive en Roma alejada de los focos, anunció que abandonaba la vida pública y la televisión en 2016.

Raffaella Carra
Raffaella Carra durante un programa de la televisión italiana en 2015. Getty Images

 

Leopoldo de Luis, el poeta que brotó de la oscuridad

El Instituto Cervantes celebra con una exposición el centenario del nacimiento del poeta cordobés.

  

Leopoldo de Luis con su hijo, Jorge Urrutia, en 1947.
Leopoldo de Luis con su hijo, Jorge Urrutia, en 1947.
La poesía de Leopoldo de Luis (Córdoba, 1918-Madrid, 2005) se gestó en lugares oscuros. 
Alistado en el ejército republicano, siendo apenas un adolescente, pronto eligió emplear la palabra como arma.
 La influencia de su padre, Alejandro Urrutia, quien más tarde se desveló también como el progenitor de Francisco Umbral, fue fundamental en este sentido.
 No tardó en aliarse con poetas como Gabriel Celaya, Miguel Hernández o Gabriel Baldrich.
 Junto a estos dos últimos firmó uno de sus poemarios de guerra, que ahora cuelga de las paredes del Instituto Cervantes como parte de la exposición Leopoldo de Luis, poeta de un tiempo sombrío, que se inaugura este martes, 19 de junio ,y se extenderá hasta el próximo 30 de septiembre.

Su hijo, Jorge Urrutia, también poeta y catedrático de literatura, presentó la exposición junto a Juan Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes, y Ángel Luis Sobrino, el comisario.

 La idea, según sus palabras, partió "del interés de Bonet por una serie de pintores republicanos que ilustraban los libros de guerra de Leopoldo". 
"A partir de ese punto, y dado que se está celebrando el centenario de su nacimiento, junto a la labor de recuperación histórica documental del Instituto Cervantes, se decidió llevar adelante esta exposición", explica.

En ella se busca proyectar "lo que fue la vida y la obra de un poeta de posguerra, que formó en las filas republicanas", según Urrutia. Es decir, de contextualizar la figura de Leopoldo de Luis para tratar de entender el nacimiento y el modelado de su voz poética. También de explicar el rol de la creación literaria en una época en la que muchos de los escritores predominantes se vieron abocados al exilio.
 "Eran escritores que, viniendo de la República y después de haber pasado por la cárcel y por campos de concentración, empezaron a integrarse en la vida literaria en el franquismo temprano", sentencia. La terminología, según él, es fundamental en este caso. Así lo expresa:
 "En España apenas se emplea el concepto de campo de concentración, como si aquí no hubiesen existido. 
Pero sí lo hicieron, y Leopoldo de Luis estuvo en uno de ellos".

 

Para demostrar y explicar todo esto, la exposición cuenta con una serie de "documentos, poemas, cuadros, fotos suyas junto a oficiales republicanos e incluso algún libro tachado por la censura". La mayor parte de este material procede del archivo familiar de los Urrutia, aunque algunos de los documentos, tales como el original del libro de guerra coescrito con Miguel Hernández y Gabriel Baldrich, tuvieron que rescatarse de diversas entidades (en este caso, de la Fundación Miguel Hernández).

Además, también busca reivindicar la conexión que existía en la época entre los poetas de la escena madrileña y aquellos que producían en Cataluña, así como el diálogo fructífero con los escritores del exilio.
 “Leopoldo, por ejemplo, ganó el premio Pedro Salinas, que entonces se entregaba en México.
 Siempre se dice que no existía vínculo entre los poetas de Madrid y los del exterior, pero es mentira”, añade Urrutia.
La exposición también sirve como conducto para atravesar la evolución temática de la poesía de Leopoldo de Luis.
 "Era una poesía no romántica, de carácter social, que progresivamente fue evolucionando hacia temas de tipo filosófico, próximos al existencialismo", explica Jorge Urrutia. 
Evolucionando hacia la conformación de ese poeta que, en Igual que guantes grises, escribía:
 "Los días como gotas reiteradas / las palabras igual que guantes grises / el tiempo como extraña dentadura".
Ese poemario sirvió para que Leopoldo de Luis se alzase, en 1979, con el Premio Nacional de Poesía.
 En 2003, dos años antes de morir, ganó también el Premio Nacional de las Letras Españolas.
 Entonces, Francisco Umbral escribió un texto felicitándolo que, sin embargo, no ha sido incluido en la exposición. 
Según Jorge Urrutia, esto se debe a que el propio Umbral denostaba aquel escrito. “Me decía que tendría que escribir otro texto totalmente distinto”, recuerda.
Sin embargo, sí se incluye otro artículo diferente de Umbral, también referido a la obra de Leopoldo de Luis, que sirve como testigo de esa amistad extendida durante décadas entre dos hermanos por parte de padre que (al menos, en el caso del segundo) no sabían que lo eran.
 “Umbral siempre supo que Leopoldo era su hermano, pero nunca se lo dijo. 
Él se enteró poco antes de morir, leyendo la biografía de Francisco”, explica Jorge Urrutia, hijo del poeta y sobrino del novelista. 
Lo que los unió en vida, más allá de la sangre, fue la literatura.
 La misma que hoy cuelga de las paredes del Instituto Cervantes.

Ese poemario sirvió para que Leopoldo de Luis se alzase, en 1979, con el Premio Nacional de Poesía.
 En 2003, dos años antes de morir, ganó también el Premio Nacional de las Letras Españolas. 

leyendo la biografía de Francisco”, explica Jorge Urrutia, hijo del poeta y sobrino del novelista. Lo que los unió en vida, más allá de la sangre, fue la literatura. La misma que hoy cuelga de las paredes del Instituto Cervantes.

 

El último misterio del DNI español

Esta es una reflexión que vino a raíz de unas cañas, que es donde se unen las dos Españas.

El último misterio del DNI español

Esta es una reflexión que vino a raíz de unas cañas, que es donde se unen las dos Españas


El año pasado, la Guardia Civil subió esta foto a su cuenta de Twitter para recordar a la población que debía mirar la fecha de caducidad de su DNI.
El año pasado, la Guardia Civil subió esta foto a su cuenta de Twitter para recordar a la población que debía mirar la fecha de caducidad de su DNI.

 

La policía española cree en la inmortalidad.
 A partir de los 70 años no hay de qué preocuparse en España.
 Si está de bajón, no sabe qué hacer o se siente un poco más viejo, vaya a la comisaría y hable con los funcionarios que renuevan el DNI. La fecha de caducidad a partir de esta edad es muy clara: 1 de enero de 9999.
Así de sencillo. 
Si usted es de los que en 2018 cumplirá siete décadas (o más) sepa que le queda 7981 años para volver a renovar su documento. 
El resto que haga sus propias cuentas.
 Pero vayamos por partes. 
La policía es demasiado confiada, las cosas como son.
 Es cierto que a partir de los 70 el rostro humano cambia muy poco, pero hombre, en siete mil años deberíamos pasar un par de veces por la comisaría.
Al menos para que vean que seguimos igual, que su tesis es la correcta.
 Sin que sirva de precedente, recomendaría que pudiéramos ir cada dos milenios para ver cómo están los funcionarios, si siguen los mismos trabajando o simplemente para confirmar que las infinitas colas para renovar el carné no han variado.
Esta reflexión vino a raíz de unas cañas, que es donde se unen las dos Españas.
 Un amigo contó que acababa de acompañar a su abuelo a renovar el DNI y sin querer se encontró con la eternidad. Ninguno de los presentes conocía este dato. 
Se ve que la policía, avispada, guarda la sorpresa para cuando tengamos 70 primaveras.
 De modo que cada nieto cervecero llamó al patriarca de su familia para comprobar que, efectivamente, la policía española cree en la inmortalidad.
 El madrileño Juan Castro, de 83 años, opina: “A mi edad pocas leches puedes hacer, no te vas a poner a atracar un banco”. 
Castro desconocía esta fecha porque pensaba que en su documento ponía “validez permanente”.
 En el Ministerio de Interior confirman que antes era así, pero que de un tiempo a esta parte un cambio informático propició que se asignara una fecha de caducidad.
Al parecer la más lejana es el 1 de enero de 9999. 
Pero sin desacatar a la autoridad, y ya que estamos, lo más sensato habría sido poner el 31 de diciembre de 9999. 
Además, existe un resquicio legal en la consideración policial.
 Pongamos por caso que llegamos al último día del año 9998 sin problemas, con algún achaque, claro, pero en forma.
 Al día siguiente vamos a renovar el DNI y… ¿Cuál sería la siguiente fecha?, ¿es que nadie piensa en el Matusalén español?
Y otro pero, el último; a la hora de facturar un billete de avión de Ryanair con 70 años o más, ¿qué fecha de caducidad hay que poner? Según los foros: “una muy lejana, la que sea”.
 Y es lo correcto. 
Creer en la inmortalidad está muy bien, pero al final la que tiene razón es la abuela onubense Rita García, de 95 años, que va por encima del más allá: “Lo único que digo es que algún día los muertos iremos andando al cementerio”. 
Fin del misterio.

La primera ‘sex symbol’ de Hollywood, una mujer devorada por los escándalos

Murió con 26 años, después de tres matrimonios, las sospechas sobre la muerte de un marido, bajo el yugo de una madre dominante y adorada por el público.

Jane Harlow firmando autógrafos en 1935, dos años antes de su abrupta muerte.
Jane Harlow firmando autógrafos en 1935, dos años antes de su abrupta muerte. Getty

 

Jean Harlow lleva tiempo sintiéndose mal, pero hace lo posible por tratar de completar la última película que tiene entre manos.
 Esos días, la bella actriz parecía hinchada, había engordado, sufría temblores y se apagaba por momentos. 
Y en esa jornada, en concreto, rueda una escena en la que debe dejarse caer en los brazos de Clark Gable, su compañero de rodaje. En un momento dado, comienza a sentirse horriblemente mal y le pide al actor que la lleve de vuelta a su camerino. 
Allí, hace una llamada a su pareja en ese momento, el también actor Williams Powell, que acude al lugar y se la lleva rápidamente a casa.
La madre de la intérprete, miembro de la Iglesia de la Ciencia Cristiana, decide cuidar de ella, rezar mucho y prescindir en un principio de hospitales y doctores.
 Y no solo eso. 
Para asegurarse de que nadie interferirá en su plan, descuelga el teléfono de casa durante esos días.
 El doctor que atiende a Harlow en el hogar en un primer momento le diagnostica vesícula biliar inflamada y trata su dolencia como tal. Gable, que acudió en esos días a visitar a su compañera de rodaje —viendo que no podía contactar con ella—, dijo después que la encontró semiinconsciente, terriblemente hinchada y que su aliento olía a orina —todos ellos signos de una insuficiencia renal—.

Cuando finalmente otro médico fue capaz de diagnosticar correctamente esa enfermedad, ya era demasiado tarde.
 Y, aunque en un principio Harlow pareció responder bien al tratamiento, el 6 de junio de 1937 su estado empeoró notablemente y Powell tuvo que trasladarla de urgencia desde su casa de Beverly Hills al Hospital Good Samaritan. 
"Levanté mi mano y le pregunté: '¿Cuántos dedos puedes ver?'. Ella no podía ver ninguno.
 Esto fue muy perturbador. 
Llamé al médico y le pedí que viniera de inmediato.
 En cuestión de minutos, ya estaba allí. 
Le echó un ojo y pidió una ambulancia", contaba sobre aquel día el propio Powell en una entrevista posterior. 

Al llegar al hospital, Harlow fue puesta en una tienda de oxígeno. Rápidamente, cayó en coma y ya no volvió a recuperar la conciencia. 
En el momento en que el fatal desenlace tuvo lugar, la mañana del 7 de junio de 1937, se encontraban junto a la cama de la icónica actriz su madre y su novio. 
Harlow tenía 26 años. “Murió en mis brazos. Fue el día más triste de mi vida”, recordó al cabo de un tiempo Powell.
Tras su muerte, la película Saratoga (1937) tuvo que ser completada con una doble de cuerpo de Jean llamada Mary Dees. La cinta se estrenó un mes después de su fallecimiento. 
Los rumores sobre la posible causa de su muerte se dispararon y, en aquellos días, se escucharon cosas como que la actriz murió por la realización de un aborto chapucero, que fue asesinada o que tenía una enfermedad venérea incurable.
En su corta existencia (26 años), la actriz protagonizó todo tipo de escándalos y desdichas.
 Harlean Carpenter, conocida con el nombre artístico de Jean Harlow, fue la hija única de un adinerado odontólogo y de una insatisfecha ama de casa de Kansas.
 Con 15 años, Harlow contrajo la escarlatina, una enfermedad infecciosa que al parecer contribuyó a su eventual muerte.
 Con solo 16 años se marchó de casa para casarse con un joven y alcohólico empresario llamado Charles McGrew, siete años mayor que ella.
 La pareja se mudó a Los Ángeles y, poco después, Jean encontró trabajo allí como extra en algunas películas.
 Dos años después, el matrimonio se divorció y ella se centró en seguir buscando trabajo en el mundo del cine.
 Aunque al principio tuvo dificultades para encontrar papeles en películas, no le fue nada mal en el mundo de los cortometrajes. 


La muerte de Paul Bern, segundo marido de la actriz, se convirtió en uno de los mayores misterios de la historia de Hollywood. En la imagen, la policía llevándose el cuerpo sin vida de Bern (1932).
La muerte de Paul Bern, segundo marido de la actriz, se convirtió en uno de los mayores misterios de la historia de Hollywood. En la imagen, la policía llevándose el cuerpo sin vida de Bern (1932). Getty
Su gran oportunidad en el cine llegaría poco después, cuando consiguió un papel protagonista en el drama bélico Los ángeles del infierno (1930), de Howard Hughes, que se convirtió en un éxito de taquilla y donde la actriz dejó claro que la ropa interior estaba sobrevalorada —por lo que decidió prescindir de ella—. Poco después del estreno de la cinta, Hughes le ofreció a la actriz un contrato con la compañía Metro-Goldwyn-Mayer por 60.000 dólares y su carrera despegó.
 De hecho, su aparición en la comedia romántica La jaula de oro (1931), de Frank Capra, la convertiría en el nuevo símbolo sexual de EE UU.
La madre de Jean Harlow fue una mujer bastante beata, sí.
 Pero también fue una señora bella y ambiciosa, a la que su padre obligó a casarse con un dentista y conformarse con ser ama de casa. Después de divorciarse de su marido (cuando Harlow tenía once años), se marchó con su hija a Hollywood, con la intención de convertirse en actriz (algo que nunca sucedió) y estuvo buscando a un hombre rico con el que casarse de nuevo.
Muchos consideran que la mujer a la que Jean Harlow encarnaba en la gran pantalla respondía a una parodia de su propia madre. "Mamá Jean sabía cómo interpretar a una dama, pero era una mujer dominante y motivada.
 Hoy, habría hecho carrera.
 Pero su propia época la ahogó, y la única forma de expresar su propio impulso era a través de su hija", comentó en una entrevista David Stenn, biógrafo de la popular actriz.
El segundo matrimonio de la que llamaban "la rubia platino" fue con Paul Bern, un alto ejecutivo de la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), conocido por ser el mentor de actrices tan problemáticas como la drogadicta Barbara La Marr.
 Bern era bígamo y sufría disfunción sexual. 
La malograda pareja se casó el 2 de julio de 1932 pero, solo unas semanas después, Bern sería encontrado muerto en su propia casa.
La muerte de Bern se convirtió en uno de los mayores misterios de la historia de Hollywood. 
El cuerpo del ejecutivo fue encontrado por su mayordomo junto a un charco de sangre en el vestidor de su casa de Beverly Hills —Harlow se encontraba en casa de su madre ese día, tras una fuerte discusión mantenida con su marido la noche anterior—.
 Junto al cadáver, apareció una nota de suicidio que rezaba: “Querida mía. Desgraciadamente, esta es la única forma de reparar la horrible equivocación que he cometido y de borrar mi miserable humillación. 
Te quiero, Paul. PD: Entiende que lo de anoche solo era teatro”.
Lo curioso del asunto es que, antes que con la policía, el mayordomo contactó con la MGM.
 Varios de sus responsables fueron enviados al lugar y limpiaron la dantesca escena, para intentar minimizar el escándalo. 
La policía se presentaría en el hogar dos horas más tarde. La autopsia reveló que Bern había muerto por una herida de bala en la cabeza. 
¿Fue un suicidio o un asesinato?
 El escándalo alimentó las páginas de los tabloides durante los días siguientes.
 Harlow, por su parte, nunca quiso comentar nada sobre el asunto públicamente, a pesar de que fue interrogada por el Departamento de Policía de Los Ángeles y tuvo que comparecer ante un gran jurado.
 Tan solo dijo que ella no sabía nada de lo ocurrido. 

Un artículo, publicado en la revista Time a finales de septiembre de 1932, sugería que “durante varios días, la evidencia más fuerte del motivo suicida fue la declaración de su médico personal de que la autopsia mostraba que Paul Bern había sufrido un impedimento físico que habría impedido un matrimonio feliz”. 
En otras palabras, que es posible que Bern y Harlow no llegaran a consumar nunca el matrimonio, lo que habría causado tensiones en la pareja y tremendas inseguridades en el propio Bern.
Cabe señalar que, a pesar de su enorme éxito, Harlow nunca se vio a sí misma como una actriz. 
Era una chica insegura que se consideraba, como la mayor parte de los actores de cine de su época —que no tenían formación y firmaban contratos únicamente por su apariencia física —, una simple comerciante.
 Además de ayudarla a conseguir algunos papeles (como el que logró en La pelirroja, de 1932), Bern logró que su pareja se lo creyese y ganase confianza en sí misma, lo que la condujo a convertirse en la gran comediante que llegó a ser.
La versión oficial aseguró que Bern se quitó la vida.
Un artículo, publicado en la revista Time a finales de septiembre de 1932, sugería que “durante varios días, la evidencia más fuerte del motivo suicida fue la declaración de su médico personal de que la autopsia mostraba que Paul Bern había sufrido un impedimento físico que habría impedido un matrimonio feliz”.
 En otras palabras, que es posible que Bern y Harlow no llegaran a consumar nunca el matrimonio, lo que habría causado tensiones en la pareja y tremendas inseguridades en el propio Bern.
En su corta existencia, solo vivió 26 años, Jean Harlow protagonizó todo tipo de escándalos y desdichas.
En su corta existencia, solo vivió 26 años, Jean Harlow protagonizó todo tipo de escándalos y desdichas. Getty
El tercer matrimonio de la actriz, con un director de fotografía llamado Harold Rosson, duró menos de ocho meses.
 Y su último gran amor, el actor William Powell, quiso casarse con ella, pero no llegó a tiempo, pues la actriz moriría poco después de que iniciaran su noviazgo. 
De hecho, el intérprete le compró una cripta en el cementerio Forest Lawn Memorial Park, en California.

Cabe señalar que, a pesar de su enorme éxito, Harlow nunca se vio a sí misma como una actriz.
 Era una chica insegura que se consideraba, como la mayor parte de los actores de cine de su época —que no tenían formación y firmaban contratos únicamente por su apariencia física —, una simple comerciante.
 Además de ayudarla a conseguir algunos papeles (como el que logró en La pelirroja, de 1932), Bern logró que su pareja se lo creyese y ganase confianza en sí misma, lo que la condujo a convertirse en la gran comediante que llegó a ser.
Harlow se convirtió en una estrella del cine gracias a su feminidad, su glamur y su descarada sensualidad.
 En la pantalla, destilaba fuerza y seguridad. 
Sin embargo, fuera del rodaje la sex symbol era una mujer reservada, poco ambiciosa y algo pusilánime, que se dejó explotar por su dominante madre y su codicioso padrastro, y que se refugió en el alcohol para evadirse de los problemas.
La historiadora de cine Jeanine Basinger la describió como un ser especial: “Maestra de la mirada de soslayo que no contiene ningún misterio, Harlow tiene la vulnerabilidad de Monroe, el encanto de Dietrich, el toque cómico de Lombard, la sexualidad fácil de Mae West y la dura palabrería de Santwyck.
 Ella era única y lo tenía todo”. Murió con 26 años.