El séptimo presidente de la actual etapa democrática toma posesión en un acto de tensión contenida ante Rajoy.
Anabel Díez
La forma inesperada en la que Mariano Rajoy ha sido desalojado del
poder, por medio de una moción de censura, ha tenido su reflejo hasta en
el acto breve de toma de posesión del séptimo presidente de la democracia, Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
Con sobriedad y formas de máximo respeto democrático, el jefe de gobierno hasta hace unas horas, Mariano Rajoy, ha asistido a la ceremonia junto a los representantes de los poderes del Estado. Ana Pastor, presidenta del Congreso; Pío García Escudero, presidente del Senado y Rafael Catalá, ministro de Justicia en funciones, que ha actuado como Notario Mayor del Reino, han seguido escrupulosamente el protocolo, aunque la contención de sus gestos no ha podido tapar la tensión y cierta consternación al ser garantes y testigos del fin de etapa de Rajoy, con quien están fuertemente vinculados.
Después del acto, Pedro Sánchez se ha dirigido al Palacio de La Moncloa para una primera visita a la que será su casa y lugar de trabajo para un tiempo por determinar, aunque el máximo será junio de 2020, cuanto concluya la legislatura.
A las once y dos minutos, Sánchez ha prometido cumplir y hacer cumplir la Constitución con un ejemplar de la misma abierta por el artículo 62, que regula el nombramiento de los presidentes de Gobierno.
Por primera vez en democracia, no ha habido una Biblia y un crucifijo.
Algo nervioso, el dirigente socialista ha cumplido el breve ritual tras hacer una ligera inclinación de cabeza ante el rey Felipe VI. Después del acto ha posado para una fotografía, primero con el Rey —él sí ha esbozado una tenue sonrisa—, y después con los representantes de los poderes del Estado.
Ha sido Sánchez quien se ha dirigido a Mariano Rajoy para estrecharle la mano y, después ha saludado con dos besos a la presidenta del Congreso, Ana Pastor.
El presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes y del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas, completaban el grupo. No se verá en las imágenes de esta toma de posesión ni la menor sonrisa.
Rajoy y su equipo han tenido que asumir en horas su salida del gobierno, al contrario de lo que ocurre cuando se produce un relevo tras unas elecciones. Así lo reconocen en el Gobierno saliente, que cumplirán con lo estrictamente necesario, pero con una implicación mínima para dejar el peso del trasvase de poder a la secretaría general de la Presidencia.
Pero la mayor o menor colaboración del Gobierno saliente, con las dificultades añadidas del traslado de Sánchez y su familia a La Moncloa, no pueden impedir que el nuevo presidente demore la tarea de nombrar a sus ministros.
Desde esta mañana gobierna con los ministros en funciones del gabinete de Mariano Rajoy, que tuvo en 2011 un mes para el traspaso de poderes con el presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero.
Entre el miércoles y el jueves pretende presentar al nuevo Gobierno de España.
La forma inesperada en la que Pedro Sánchez ha llegado a la presidencia del Gobierno, tanto para el Ejecutivo saliente como para él mismo, en virtud de la figura constitucional de la moción de censura, ha determinado la acción del jefe de Gobierno entrante como del saliente.
Con sobriedad y formas de máximo respeto democrático, el jefe de gobierno hasta hace unas horas, Mariano Rajoy, ha asistido a la ceremonia junto a los representantes de los poderes del Estado. Ana Pastor, presidenta del Congreso; Pío García Escudero, presidente del Senado y Rafael Catalá, ministro de Justicia en funciones, que ha actuado como Notario Mayor del Reino, han seguido escrupulosamente el protocolo, aunque la contención de sus gestos no ha podido tapar la tensión y cierta consternación al ser garantes y testigos del fin de etapa de Rajoy, con quien están fuertemente vinculados.
Después del acto, Pedro Sánchez se ha dirigido al Palacio de La Moncloa para una primera visita a la que será su casa y lugar de trabajo para un tiempo por determinar, aunque el máximo será junio de 2020, cuanto concluya la legislatura.
A las once y dos minutos, Sánchez ha prometido cumplir y hacer cumplir la Constitución con un ejemplar de la misma abierta por el artículo 62, que regula el nombramiento de los presidentes de Gobierno.
Por primera vez en democracia, no ha habido una Biblia y un crucifijo.
Algo nervioso, el dirigente socialista ha cumplido el breve ritual tras hacer una ligera inclinación de cabeza ante el rey Felipe VI. Después del acto ha posado para una fotografía, primero con el Rey —él sí ha esbozado una tenue sonrisa—, y después con los representantes de los poderes del Estado.
Ha sido Sánchez quien se ha dirigido a Mariano Rajoy para estrecharle la mano y, después ha saludado con dos besos a la presidenta del Congreso, Ana Pastor.
El presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes y del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas, completaban el grupo. No se verá en las imágenes de esta toma de posesión ni la menor sonrisa.
Rajoy y su equipo han tenido que asumir en horas su salida del gobierno, al contrario de lo que ocurre cuando se produce un relevo tras unas elecciones. Así lo reconocen en el Gobierno saliente, que cumplirán con lo estrictamente necesario, pero con una implicación mínima para dejar el peso del trasvase de poder a la secretaría general de la Presidencia.
Pero la mayor o menor colaboración del Gobierno saliente, con las dificultades añadidas del traslado de Sánchez y su familia a La Moncloa, no pueden impedir que el nuevo presidente demore la tarea de nombrar a sus ministros.
Desde esta mañana gobierna con los ministros en funciones del gabinete de Mariano Rajoy, que tuvo en 2011 un mes para el traspaso de poderes con el presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero.
Entre el miércoles y el jueves pretende presentar al nuevo Gobierno de España.
La forma inesperada en la que Pedro Sánchez ha llegado a la presidencia del Gobierno, tanto para el Ejecutivo saliente como para él mismo, en virtud de la figura constitucional de la moción de censura, ha determinado la acción del jefe de Gobierno entrante como del saliente.