Gabriel Cruz.Atlas-QualityEl cuerpo del niño Gabriel Cruz, de ocho años, desaparecido
en Almería hace 12 días, ha sido hallado este domingo. La pareja del
padre, llamada Ana Julia, ha sido detenida cuando transportaba el
cadáver del pequeño en el maletero, según ha informado el Ministerio del
Interior en un comunicado. El ministro del Interior, Juan Ignacio
Zoido, ha hablado con los padres del menor, a quienes ha trasladado su
profundo dolor y conmoción. La
detenida, de unos 35 años, ha acompañado al padre durante todo el
tiempo que se ha mantenido la búsqueda y se ha mostrado condolida por lo
sucedido ante los medios de comunicación. En estos momentos se
encuentra en dependencias policiales. El único rastro encontrado del menor fue la camiseta interior
que supuestamente llevaba el niño y que encontró —a cuatro kilómetros
de esa vecindad— precisamente la novia del padre del niño en una de las
batidas de monte, cuatro días después de su desaparición. La prenda
estaba en el Barranco de las Águilas, en Las Negras. Allí, al fondo del
barranco, junto a la depuradora. Buzos, perros, helicópteros, bomberos,
protección civil, voluntarios, agentes de la guardia civil, periodistas…
Todos rastrearon esa zona de nuevo, pero no encontraron nada más.
El hallazgo, más que despistar a los investigadores, colocó
de lleno el foco sobre ella, ya que la zona ya había sido rastreada con
anterioridad. Desde entonces, Los investigadores han tratado de
confirmar sus sospechas durante estos días en los que ella ha estado
sometida a una estrecha vigilancia, antes de detenerla. En un primero momento fue detenido, Diego F.A de 42 años, en prisión por quebrantar por tercera vez la orden de alejamiento impuesta por un juez por el acoso y la persecución a los que sometía a Patricia Ramírez, la madre de Gabriel,
desde hacía dos años. La alarma del dispositivo de pulsera que llevaba
el investigado saltó el mismo día en que desapareció el niño. Gabriel Cruz fue visto por última vez el martes 27 de febrero al
abandonar la casa de su abuela paterna para realizar un trayecto de unos
100 metros hasta la casa de unos primos, situada en Las Hortichuelas
(Níjar).
El cuerpo del niño Gabriel Cruz, de ocho años, desaparecido
en Almería hace 12 días, ha sido hallado este domingo. La pareja del
padre, llamada Ana Julia, ha sido detenida cuando transportaba el
cadáver del pequeño en el maletero, según ha informado el Ministerio del
Interior en un comunicado. El ministro del Interior, Juan Ignacio
Zoido, ha hablado con los padres del menor, a quienes ha trasladado su
profundo dolor y conmoción. El único rastro encontrado del menor fue la camiseta interior
que supuestamente llevaba el niño y que encontró —a cuatro kilómetros
de esa vecindad— la novia del padre del niño en una de las batidas de
monte, cuatro días después de su desaparición. La prenda estaba en el
Barranco de las Águilas, en Las Negras. Allí, al fondo del barranco,
junto a la depuradora . Buzos, perros, helicópteros, bomberos, protección
civil, voluntarios, agentes de la guardia civil, periodistas… Todos
rastrearon esa zona de nuevo, pero no encontraron nada más.
Gabriel Cruz fue visto por última vez el martes 27 de febrero al
abandonar la casa de su abuela paterna para realizar un trayecto de unos
100 metros hasta la casa de unos primos, situada en Las Hortichuelas
(Níjar).
Nuevas
revelaciones destapan su voracidad. “Debes saber que estoy loco”, les
explicaba a sus secretarias cuando las contrataba, “y también que soy
adicto al sexo”.
"Si
tuviéramos que colgarle una etiqueta sería la de heterosexual, pero,
por otra parte, era muy sensual y entendía que el apetito y los
sentimientos sexuales no tenían límites”, explica su biógrafa. / Vídeo:
Marlon Brando en 'El último tango en París'.Getty
“Brando se tiraría cualquier cosa. ¡Cualquier cosa! Hasta a un buzón
de correos. A James Baldwin. A Richard Pryor. A Marvin Gaye”. El legendario productor y músico Quincy Jones redefinió hace un par de semanas en una entrevista en Vulture
el concepto de “para lo que me queda en el convento...” y aireó la vida
sexual de Marlon Brando con tal desparpajo que al lector no le quedó
más remedio que subir la vista y releer el párrafo anterior: ¿pero cuál
demonios era la pregunta? Era una sobre géneros musicales, lo cual llevó
al chachachá y de ahí a las juergas de Brando. Los revolcones del Hollywood clásico llevan décadas generando
cotilleos, leyendas urbanas y biografías no autorizadas que sugieren que
aquellas estrellas no hacían otra cosa. Una anécdota mítica de
los sesenta cuenta que, durante una fiesta en su casa donde todos los
invitados iban desnudos, Brando se paseó con un lirio en el trasero. Los
amantes de Brando incluyen a los sospechosos habituales de la época: Marilyn Monroe, Marlene Dietrich, Ava Gardner, Rock Hudson, Grace Kelly y James Dean.
Las preguntas son: ¿cómo podían sacar tiempo (y energía) para rodar
películas? y ¿cuántas horas al día dormía gente tan promiscua como
Warren Beatty? La viuda del cómico Richard Pryor (Illinois, 1940- California, 2005), Jennifer Lee Pryor, ha querido arrojar
luz sobre estas incógnitas con la mejor frase del año aunque le queden
diez meses: “Eran los setenta, con la suficiente cantidad de cocaína
podías follarte a un radiador y mandarle flores al día siguiente”. Marlon Brando (Nebraska, 1924 – California, 2004) jamás tuvo reparos
en definirse a sí mismo como “una bestia sexual” que tenía “mujeres
entrando por la puerta y saliendo por la ventana constantemente”. “Debes
saber que estoy loco”, les explicaba a sus secretarias cuando las
contrataba, “y también que soy adicto al sexo”.
También confesó sin reparos haber tenido experiencias homosexuales.
“Nunca le he prestado demasiada atención a lo que la gente piensa de
mí”, le explicó a Gary Carey para su biografía El salvaje. Y añadió: “Pero si alguien está convencido de que Jack Nicholson y yo somos amantes, que siga pensándolo. Me parece divertido”. Marlon
Brando y James Dean (apoyado), que estuvo de visita en el rodaje de la
película 'Désireé', en 1954. Algunas fuentes aseguran que tuvieron una
relación.CordonY, sin embargo, cada revelación de sus escarceos sexuales con hombres (y
aparece una cada dos años) sigue siendo recibida con asombro, quizá
porque Brando ha pasado a la historia como el tipo más viril que jamás
ha pisado Hollywood (forjó tres cánones distintos: el del actor de
método, el de la estrella indomesticable y el del objeto sexual
masculino) y en ese relato no encaja que se acostase con varios hombres.
Varios hombres negros.
Brando personificó el erotismo de la clase obrera desde su segundo papel, en Un tranvía llamado deseo
(Elia Kazan, 1952). Irrumpió en un Hollywood arrogante cuyas estrellas
se habían autoerigido como la aristocracia de la que Estados Unidos
carece. Una ilusión colectiva donde Cary Grant caminaba con la certeza
de que todos los hombres del mundo occidental iban a intentar imitarle. Y
Marlon Brando vino, vio y venció al hacer el amor a Cary Grant
metafórica y (según la leyenda) literalmente. Brando era vulgar, se atiborraba de comida china, tarros enteros de
manteca de cacahuete y rollos de canela. Y su actitud hacia el sexo era
la misma: insaciable, voraz e imprudente. Una convulsión sexual surgida
de una primera experiencia, a los 4 años, que hasta a Sigmund Freud le
habría parecido demasiado obvia. Tanto que el propio Brando la señalaba
como el principio de todas sus miserias. “Cuando mi madre bebía”,
recordaba el actor, “desprendía una dulzura en su aliento que no
encuentro vocabulario para describir”.
La señora Brando abandonó a su marido, también alcohólico y abusivo, y
a sus tres hijos. Y los dejó a cargo de una niñera. Ermie, la niñera
(de ascendencia danesa e indonesia), dormía con el pequeño Marlon. Ambos
desnudos. “Una noche me senté junto a ella, observando su cuerpo y
acariciando sus pechos”, rememoró Brando en el documental Listen to me Marlon. “Me tumbé encima de ella, era solo mía, me pertenecía solo a mí”, añadió. Brando consideraba que aquel despertar sexual no consumado le
distanció para siempre del mundo real. “Me pasé el resto de mi vida
buscándola”, confesó. Cuando Ermie le dijo que se marchaba de viaje (en
realidad, estaba abandonando su trabajo para casarse), Marlon se sintió
abandonado por otra mujer. Sus sentimientos de posesión hacia Ermie,
similares a los que siente un niño hacia su madre, crearon una
frustración traumática que el actor se pasó la vida intentando
satisfacer. “Brando describió aquella experiencia con mucha inocencia, pero su
hermana sugirió que el episodio fue inapropiado y que la familia lo
consideró un abuso por parte de la niñera”, explica a ICON la autora de Brando's smile,
Susan L. Mizruchi. “Este episodio llevó a Brando a esa actitud
compulsiva hacia el sexo: quería practicarlo todos los días y cuanto más
mejor. La niñera era morena, con aspecto exótico, y Brando se sintió
atraído por mujeres de físico similar toda su vida”, señala Mizruchi. El actor sabía que era una víctima de sus propios impulsos, cuyo
exceso le volvía un intérprete visceral, pero un hombre torturado, e
intentó recrear ese escenario de posesión: necesitaba sentir que cada
una de las mujeres con las que se acostaba eran de su propiedad.
"Si
tuviéramos que colgarle una etiqueta sería la de heterosexual, pero,
por otra parte, era muy sensual y entendía que el apetito y los
sentimientos sexuales no tenían límites”, explica su biógrafa. / Vídeo:
Marlon Brando en 'El último tango en París'.Getty
“Brando se tiraría cualquier cosa. ¡Cualquier cosa! Hasta a un buzón
de correos. A James Baldwin. A Richard Pryor. A Marvin Gaye”. El legendario productor y músico Quincy Jones redefinió hace un par de semanas en una entrevista en Vulture
el concepto de “para lo que me queda en el convento...” y aireó la vida
sexual de Marlon Brando con tal desparpajo que al lector no le quedó
más remedio que subir la vista y releer el párrafo anterior: ¿pero cuál
demonios era la pregunta? Era una sobre géneros musicales, lo cual llevó
al chachachá y de ahí a las juergas de Brando.
Los revolcones del Hollywood clásico llevan décadas generando
cotilleos, leyendas urbanas y biografías no autorizadas que sugieren que
aquellas estrellas no hacían otra cosa. Una anécdota mítica de
los sesenta cuenta que, durante una fiesta en su casa donde todos los
invitados iban desnudos, Brando se paseó con un lirio en el trasero. Los
amantes de Brando incluyen a los sospechosos habituales de la época: Marilyn Monroe, Marlene Dietrich, Ava Gardner, Rock Hudson, Grace Kelly y James Dean.
Brando era vulgar, se atiborraba de comida
china, tarros enteros de manteca de cacahuete y rollos de canela. Y su
actitud hacia el sexo era la misma: insaciable, voraz e imprudente
Las preguntas son: ¿cómo podían sacar tiempo (y energía) para rodar
películas? y ¿cuántas horas al día dormía gente tan promiscua como
Warren Beatty? La viuda del cómico Richard Pryor (Illinois, 1940- California, 2005), Jennifer Lee Pryor, ha querido arrojar
luz sobre estas incógnitas con la mejor frase del año aunque le queden
diez meses: “Eran los setenta, con la suficiente cantidad de cocaína
podías follarte a un radiador y mandarle flores al día siguiente”.
Marlon Brando (Nebraska, 1924 – California, 2004) jamás tuvo reparos
en definirse a sí mismo como “una bestia sexual” que tenía “mujeres
entrando por la puerta y saliendo por la ventana constantemente”. “Debes
saber que estoy loco”, les explicaba a sus secretarias cuando las
contrataba, “y también que soy adicto al sexo”.
También confesó sin reparos haber tenido experiencias homosexuales.
“Nunca le he prestado demasiada atención a lo que la gente piensa de
mí”, le explicó a Gary Carey para su biografía El salvaje. Y añadió: “Pero si alguien está convencido de que Jack Nicholson y yo somos amantes, que siga pensándolo. Me parece divertido”.
Marlon
Brando y James Dean (apoyado), que estuvo de visita en el rodaje de la
película 'Désireé', en 1954. Algunas fuentes aseguran que tuvieron una
relación.Cordon
Y, sin embargo, cada revelación de sus escarceos sexuales con hombres
(y aparece una cada dos años) sigue siendo recibida con asombro, quizá
porque Brando ha pasado a la historia como el tipo más viril que jamás
ha pisado Hollywood (forjó tres cánones distintos: el del actor de
método, el de la estrella indomesticable y el del objeto sexual
masculino) y en ese relato no encaja que se acostase con varios hombres.
Varios hombres negros.
Brando personificó el erotismo de la clase obrera desde su segundo papel, en Un tranvía llamado deseo
(Elia Kazan, 1952). Irrumpió en un Hollywood arrogante cuyas estrellas
se habían autoerigido como la aristocracia de la que Estados Unidos
carece. Una ilusión colectiva donde Cary Grant caminaba con la certeza
de que todos los hombres del mundo occidental iban a intentar imitarle. Y
Marlon Brando vino, vio y venció al hacer el amor a Cary Grant
metafórica y (según la leyenda) literalmente.
Brando era vulgar, se atiborraba de comida china, tarros enteros de
manteca de cacahuete y rollos de canela. Y su actitud hacia el sexo era
la misma: insaciable, voraz e imprudente. Una convulsión sexual surgida
de una primera experiencia, a los 4 años, que hasta a Sigmund Freud le
habría parecido demasiado obvia. Tanto que el propio Brando la señalaba
como el principio de todas sus miserias. “Cuando mi madre bebía”,
recordaba el actor, “desprendía una dulzura en su aliento que no
encuentro vocabulario para describir”.
Sabía que era una víctima de sus propios
impulsos, cuyo exceso le volvía un intérprete visceral, pero un hombre
torturado, e intentó recrear ese escenario de posesión: necesitaba
sentir que cada una de las mujeres con las que se acostaba eran de su
propiedad
La señora Brando abandonó a su marido, también alcohólico y abusivo, y
a sus tres hijos. Y los dejó a cargo de una niñera. Ermie, la niñera
(de ascendencia danesa e indonesia), dormía con el pequeño Marlon. Ambos
desnudos. “Una noche me senté junto a ella, observando su cuerpo y
acariciando sus pechos”, rememoró Brando en el documental Listen to me Marlon. “Me tumbé encima de ella, era solo mía, me pertenecía solo a mí”, añadió.
Brando consideraba que aquel despertar sexual no consumado le
distanció para siempre del mundo real. “Me pasé el resto de mi vida
buscándola”, confesó. Cuando Ermie le dijo que se marchaba de viaje (en
realidad, estaba abandonando su trabajo para casarse), Marlon se sintió
abandonado por otra mujer. Sus sentimientos de posesión hacia Ermie,
similares a los que siente un niño hacia su madre, crearon una
frustración traumática que el actor se pasó la vida intentando
satisfacer.
“Brando describió aquella experiencia con mucha inocencia, pero su
hermana sugirió que el episodio fue inapropiado y que la familia lo
consideró un abuso por parte de la niñera”, explica a ICON la autora de Brando's smile,
Susan L. Mizruchi. “Este episodio llevó a Brando a esa actitud
compulsiva hacia el sexo: quería practicarlo todos los días y cuanto más
mejor. La niñera era morena, con aspecto exótico, y Brando se sintió
atraído por mujeres de físico similar toda su vida”, señala Mizruchi.
El actor sabía que era una víctima de sus propios impulsos, cuyo
exceso le volvía un intérprete visceral, pero un hombre torturado, e
intentó recrear ese escenario de posesión: necesitaba sentir que cada
una de las mujeres con las que se acostaba eran de su propiedad.
La
actriz Anna Kashfi, recién separada de Marlon Brando, le da una
bofetada al actor (con un moño) al salir de un juicio donde Brando logró
aumentar las visitas al hijo que teníamn juntos.Getty
Truman Capote, en un artículo publicado en New Yorker en
1957, citó a la abuela de Brando en una anécdota aparentemente
inofensiva que, como siempre con Capote, no lo era en absoluto: “De
adolescente, Marlon siempre intentaba ligarse a las chicas bizcas”. Un
patrón que, con el paso de los años, se iría corrompiendo. “No solo
tenía un físico predilecto, también tenía una preferencia psicológica”,
continúa Mizruchi. “No se sentía atraído por las personas estables: en
mi investigación encontré 22 mujeres que habían mantenido relaciones con
él y que o se habían suicidado o lo habían intentado”, señala la
biógrafa.
“Me miraba con una intensidad que me hacía sentir débil”, explicaba
su primera mujer, Anna Kashfi, a quien el actor fue infiel desde el
principio. Brando se casó tres veces, todas ellas por embarazos, y tuvo
11 hijos reconocidos y un número incalculable de ilegítimos. “Nunca pudo
limitarse a una mujer, tenía una necesidad y el éxito y el poder le
permitían mantener relaciones con quien quisiera”, asegura Mizruchi. Y
sí, eso incluía a Richard Pryor, a Marvin Gaye y a James Baldwin. “Tenía muchos intereses en común con la comunidad negra. Tomó clases
de baile con Lena Horne y le encantaba tocar los bongós. Esta afición le
atrajo hacia artistas como el músico Miles Davis o el escritor James
Baldwin”, explica Mizruchi. Y añade: “Es incuestionable que en un
momento dado se acostó con Baldwin: para Brando la amistad podía
evolucionar en sexo con facilidad. Sentía mucho amor por él. Le
encantaban las mujeres. Si tuviéramos que colgarle una etiqueta sería la
de heterosexual, pero, por otra parte, era muy sensual y entendía que
el apetito y los sentimientos sexuales no tenían límites”. Fue la primera estrella de Hollywood en interpretar a un hombre homosexual en Reflejos de un ojo dorado
(John Huston, 1967) junto a Elizabeth Taylor (quien Brando aseguró que
nunca le atrajo porque “tenía el culo demasiado pequeño”, casi tan poco
elegante como aquella otra ocasión en la que describió que “Sofia Loren
tenía el aliento de un dinosaurio”), pero el estudio dejó morir la
película para evitar controversia. “Marlon Brando fue de los pocos en defender al escritor Tennessee Williams y denunciar la crueldad con la que la comunidad crítica le despreciaba porque era homosexual. En una entrevista en The Today Show leyó varias críticas hacia el trabajo de Williams que incluían apreciaciones homófobas para atacar su obra”, recuerda Mizruchi. El miedo y el nerviosismo marcaron su relación con James Dean, nunca confirmada, siempre fascinante. La biografía James Dean: Tomorrow Never Comes recoge declaraciones de testigos que aseguran que ambos mantuvieron una relación sexual sadomasoquista. El escritor Stanley Haggart recuerda cómo Dean mostraba orgulloso quemaduras en su cuerpo, asegurando que se las había hecho Brando con cigarrillos. Susan L. Mizruchi sugiere que probablemente ambos actores mantuvieran
relaciones sexuales. Brando siempre lo negó, incluso cuando en 1976
reconoció sus escarceos con hombres porque “ahora la homosexualidad está
de moda y ya no le escandaliza a nadie”.
“Nunca pudo limitarse a una mujer, tenía una
necesidad y el éxito y el poder le permitían mantener relaciones con
quien quisiera”, asegura Mizruchi. Y sí, eso incluía a Richard Pryor, a
Marvin Gaye y a James Baldwin
“James Dean era un perrito faldero detrás de Brando: le reverenciaba,
se sentía intimidado por él, igual que el planeta entero se sentía
intimidado por Brando”, explica Mizruchi. “Tenía una relación extraña
con su propia fama, su poder y su autoridad. Sentía antipatía por la
gente que le idolatraba demasiado y por eso creo que trataba con cierto
desprecio a Dean, que le adoraba”, comenta la biógrafa del actor.
Lo que sí ocurrió fue un reencuentro adulto entre Marlon y Ermie, su niñera. “Cuando estaba representando Un tranvía llamado deseo
en Broadway, con 23 años, ella fue a verle al camerino y le pidió
dinero”, cuenta Mizruchi. “Por supuesto él se lo dio, pero después
confesó que aquel reencuentro le rompió el corazón: él estaba enamorado y
ella era una persona muy importante para él, pero solo quería su
dinero”. Para Ermie aquella relación no significó nada, pero a Brando le
marcó de por vida. Le convirtió en esa bestia sexual, insaciable, miserable, exuberante,
con un deseo tan desbocado que, cuando empezó a escribir su
autobiografía, Las canciones que mi madre me enseñó (Anagrama, 1994), tuvo que llamar a Ursula Andress para preguntarle si alguna vez se habían acostado.
Cada mujer acudió a la manifestación con su propio manifiesto en la cabeza.
Participantes en la manifestación feminista del 8 de marzo en Madrid.CARLOS ROSILLOVídeo: AtlasCuando ya me encontré con el tráfico cortado en la calle Alcalá camino
del punto de encuentro con mis compañeras sentí una profunda alegría. Sí, alegría. Se me aceleraba el corazón al ver a grupos de señoras mayores tomadas del brazo,
como así paseaban cuando eran muchachas y tomaban la anchura de la
acera; chicas coreando eslóganes llenos de furia y descaro, madres con
criaturas a las que tendrían que tomar en brazos a la media hora. Esa
visión completa de las edades de la vida te hacía pensar en nuestras
madres, que nacieron con el destino escrito; en nuestras contemporáneas,
que hemos sido en gran parte luchadoras solitarias, fuertes pero
también forzosamente contemporizadoras para poder sobrevivir, y en estas
chicas que han decidido acelerar el paso, porque tienen prisa y tienen
razón, y nos han obligado a las demás a andar más rápido.Era tal la sensación de revolución pacífica
que se palpaba en el ambiente que me entretuve en pensar cuáles son las
razones por las que este movimiento está provocando tanta irritación en
algunos hombres que insisten en argumentar, siempre por nuestro bien,
por qué vamos por el camino equivocado; es enternecedor cómo se afanan
en señalarnos el correcto. Llevan una temporadita de un mansplaining
tan desaforado que no puedo sino pensar que están aterrados por dejar
de ser los gallos del corral. Jamás reconocerían que su pánico es a que
se produzca un cambio que modifique su posición en el mundo, tal vez ni
tan siquiera han contemplado la autocrítica, pero se intuye el miedo. Y
debo reconocer que sus temores son fundados: se trata de arrebatar el
poder a quien siente que tiene un derecho natural a monopolizarlo. Como
leo y escucho a esos hombres, les presto atención e incluso hay alguno
al que aprecio, expondré aquí aquellas afirmaciones que exhiben con
mucha autoridad y contundencia pero que denotan una gran confusión:—Sería absurdo que una jornada como la del 8 de marzo
que se ha desarrollado en 170 países obligara a la fidelidad ciega a un
manifiesto. Según observé, cada mujer acudió a la manifestación con su
propio manifiesto en la cabeza, aún diría más, rumiando su historia
íntima y personal, porque son muchas las maneras, de la más agresiva a
la más tenue, en las que una mujer ha podido sentir el menosprecio a lo
largo de su vida. Así que no os preocupéis por el tema manifiesto:
llegadas a este punto nadie nos va a hacer pensar lo que no queremos. —A los que afirman que fue una movilización pija porque en
ella abundaban las mujeres profesionales. Qué hartazgo. Este
razonamiento responde a la vieja idea de que en cuanto una mujer es
profesional, tiene una carrera o ha ganado algo de dinero ya tiene que
andar dando las gracias por no llevar un burka. Nuestra protesta, añaden
ahora con retorcimiento, mostró una gran insolidaridad con las mujeres
del mundo oprimido. En fin, se trata de dar un rodeo tramposo para
mandarte callar.
—A
los que dicen que por lo menos inspiraremos a las mujeres de los países
árabes: esto es irrisorio y paternalista. Ellas tienen sus propios
movimientos feministas liderados por mujeres valientes e intelectuales
brillantes (Lean el libro El tiempo de las mujeres, de Ángeles Espinosa). —A los que para demostrar que tienen en alta consideración a
las mujeres recuerdan solo a aquellas que pasaron a la historia por su
excelencia. Gracias de corazón, pero los derechos son para las
brillantes y para las que no saben leer. Por lo demás, exigir que una
mujer sea excepcional para alcanzar un puesto suele ser algo habitual en
hombres con una desproporcionada consideración de sí mismos. —Y cómo olvidar a aquellos que por un lado critican a las mujeres que se manifiestan en Europa,
y por otro, se indignan furiosamente con esos países en los que las
mujeres no pueden manifestarse. Esto denota, valga la redundancia, tener
la picha hecha un lío. —¿No será que jode bastante que la mayor manifestación que
se ha organizado en un país con crecientes problemas sociales haya sido
liderada por mujeres? —Esta misma semana, la Unión Europea alertaba de que la
recuperación de la economía no estaba favoreciendo a los sectores más
vulnerables: ¿sobre qué hombros creéis que recae fundamentalmente la
falta de ayuda, asistencia, trabajo, guarderías, conciliación y
desamparo? ¿Quiénes son las cuidadoras silenciosas? —Estos días hemos visto a muchos hombres explicarnos qué es
el feminismo: para enmendarnos la plana o para sobreactuarlo. Un poco de
prudencia, por una vez, no vendría mal. —También sé del miedo de algunos a ver amenazada su
masculinidad. Esto merece una encuesta: ¿siente usted que desde que la
causa feminista ha entrado en el debate público ha empeorado su vida
sexual? ¿Se siente censurado o disminuido en la intimidad? —Qué pena de aquellos que enfermos de prejuicios no supieron disfrutar de una jornada gloriosa. Por unos días, el protagonismo cambió de sexo, y de verdad, queridos, qué mal lo habéis llevado algunos. Por mi parte, expreso un deseo: que no decaiga.