Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

10 mar 2018

El color violeta...................................... Boris Izaguirre

Salma Hayek, con su marido, llegando a la 90º gala de los Oscar.
Salma Hayek, con su marido, llegando a la 90º gala de los Oscar.  
 
 
AFP
Celebro que Ana Rosa haya suspendido el pasado día 8 la emisión de su programa. 
Me gustó que Susana Griso acudiera a la manifestación porque el movimiento por los derechos de las mujeres es una causa que conozco desde niño, cuando mi madre —ya retirada de los escenarios como bailarina— encontró en la lucha por el feminismo una nueva oportunidad de ser útil. En casa la veíamos con cierto escepticismo, a veces nos parecía que le dedicaba más tiempo a la confección de pancartas y manifiestos que a nuestras tareas escolares pero yo siempre apoyé que se involucrara.
 La veía feliz, útil, como decía ella. “Las mujeres no somos un adorno”, proclamaba. “Mami, cuando bailas haces papeles de princesa”, rebatía respondón. 
“No las soporto, ni a las princesas de los cuentos ni las que te gustan a ti”.

Seguro que el pasado 8 de marzo habría hecho muy feliz a mi mamá.
 Ha llevado a un nivel superior el movimiento #Metoo, con las denuncias de acoso y discriminación profesional a mujeres. 
Ha puesto a la sociedad delante de un espejo.
 Ha ampliado un debate que puede llevar a un cambio necesario. 
No tengo muchas piezas color violeta en mi armario, pero desde hoy eso cambiará.
 El traje de Gucci que Salma Hayeck llevó a los Oscar el pasado domingo estuvo en alguna de esas listas de peor vestidas que siempre están en la frontera de lo ridículo y lo obsoleto.
 Pero el traje era violeta. Salma no da puntada sin hilo. Salma es la esposa del propietario de muchas de esas grandes firmas de ropa y al ser anunciante no se le puede decir siempre toda la verdad. 
Pero ella apoya el movimiento por la igualdad formando parte de un matrimonio y de una industria gigantesca que surfean entre lo femenino y lo feminista. 
Eso la convierte en una mujer con un poder novedoso al que suma un gusto escurridizo.
 ¡Disfruto ser contemporáneo del postfeminismo!
 Una de mis actrices preferidas —y de mis primeros mitos— es Jane Fonda. 
 Fue maravilloso verla aparecer en los Oscar junto a Helen Mirren porque, aunque las dos empezaron sus carreras con el riesgo de ser encasilladas como sex symbols, ambas han superado esa barrera hace tiempo, aportando cinematografías contundentes.
 En el escenario, Fonda estuvo más que impecable.
 Cada vez que empieza a hablar, guardas silencio. “Ahora la reivindicación viene en el guion”, le dijo a Mirren cuando hablaban de los años sesenta.
 Puede tener razón mientras seduce, a sus ochenta años, con esa cara que sigue siendo su cara.

Jane Fonda y Helen Mirren presentando el premio Oscar a mejor actor protagonista.
Jane Fonda y Helen Mirren presentando el premio Oscar a mejor actor protagonista.
Crecí con un póster de ella caracterizada como Barbarella en mi casa.
 Para ella, Barbarella no era un buen recuerdo, me lo explico en Madrid cuando acudió al programa de radio La Ventana, entonces presentado por Gemma Nierga, que justamente ese día tenía que ocuparse de sus niños.
Fonda habla con un acento que mezcla Boston con San Francisco —mas pijo imposible—, mirándote a los ojos y dejando claro que defender los derechos de las mujeres es una de sus premisas políticas. 
“Por más que me lo expliquen, Barbarella es como una muñeca tonta que va donde le dicen”, dijo. Pero insistí: Barbarella es la primera superheroína del cine. Y no es tonta, es inestable. Asume muchas cosas que el postfeminismo batalla: la feminidad, el sexo más libre, la independencia.
 “Pero al final le ayuda un ángel ciego, del que se enamora. “Please!”, remató. Continuamos hablando de su celebre workout. Y ella, divertida, me susurró las palabras “aeróbic” y “ejercicios de bajo impacto”, frases de sus vídeos. 
"El entrenamiento me ha traído hasta aquí. Y estoy segura de que ayudó a muchas mujeres no solo a ejercitarse sino a sentirse más seguras”. Penélope Cruz parece una de esas mujeres.
 Recibió su Cesar de honor con un traje azul, uno de los colores de la bandera de la Republique. Decepciona que en España parezca algo raro elogiar a Penélope Cruz. 
 ¿Será porque alguna vez se manifestó contra los toros? Creo que tuvo coraje en hacerlo.
 En este siglo ya puedes decirlo. Penélope me fascina interpretando a Donatella Versace, en la serie ACS: El Asesinato de Gianni Versace, que se estrenará pronto en España.
 Ha compuesto su personaje como una sinfonía: cada capítulo es un movimiento.
 Y Donatella es también una mujer poderosa que arrastra un dolor: sucedió a su hermano debido a una tragedia. 
El poder femenino es mi tipo de poder, y hay que vivirlo. Soy violeta.
 

10 cosas que debes saber de Sharon Stone en su 60 cumpleaños

Mujer superdotada y 'sex symbol', la actriz cambia de década dispuesta a recuperar su estrella.

Sharon Stone en una gala benéfica en Tennessee.
Sharon Stone en una gala benéfica en Tennessee. Cordon press
Empezó como modelo. 
En el concurso de Miss Pennsylvania uno de los jurados le dijo que tenía que mudarse a Nueva York para trabajar en moda. 
Lo hizo y fichó con la agencia Ford. Recuerda muy bien su primer trabajo remunerado como modelo porque “era una niña pobre de Pennsylvania”, ganándose en la vida en la gran ciudad. “Enmarqué mi primer billete de 100 dólares y aún lo tengo en la estantería”.
Niña y mujer superdotada. “Con tres años era una adulta muy pequeña”, dice. 
Su madre la llevó a que la hicieran pruebas y descubrieron que era superdotada con un coeficiente intelectual de 154. “A los cinco años me metieron en clase con niños de ocho”, cuenta. 
Después la bajaron un curso porque “no encajaba emocionalmente”. “En algún rincón, aún era un niña”, dice. 
Y nunca encajó hasta que Mensa, una asociación de gente con percentiles intelectuales altos, la incluyó en su sistema educativo especial.
 A los 15 entró en la universidad, que no terminó para perseguir su sueño de modelo, primero, y luego actriz. “Creo que el hecho de que nunca tuviera una vida normal, me estaba preparando para vivir esta vida de circunstancias extraordinarias”, le confesó a Oprah.
Apareció en Playboy. Quería cambiar su imagen y decidió posar desnuda para la revista en 1990, coincidiendo con el estreno de Desafío total. 
 “Nadie pensaba que yo era sexy, pero era lo bastante lista como para saber que tenía que parecer sexy”, ha confesado. 
Aquella portada y la seguridad en sí misma que ganó en sus clases de interpretación fueron las que le dieron el papel que cambiaría para siempre su carrera: Catherine Trammel en Instinto básico.
La famosa escena de Instinto Básico fue un engaño. Sharon Stone siempre supo que esa película sería la que le daría la oportunidad definitiva y sabía que no era fácil. 
“No me recibieron entre aplausos, le habían ofrecido el papel a 12 o 13 actrices antes y todas lo habían rechazado”, dice.
 Lo rechazaron por los desnudos y escenas sexuales, pero eso a Stone no le intimidaba porque nunca vio la clave del personaje en la parte sexual.
 Además, la escena que acabaría convirtiéndola en un sex-symbol no estaba así en el guion.
 El director Paul Verhoeven le pidió que se quitara las bragas porque reflejaban la luz al descruzar sus piernas. Le prometió que no se veía nada.
 A ella, hoy día, sigue pareciéndole así. 
“Yo también tengo un botón de pausa en mi mando: no hay tanto que ver”.
Sharon Stone en una gala en Roma en 2017.
Sharon Stone en una gala en Roma en 2017. getty
Tuvo un infarto cerebral. En 2001 y pasó nueve días en la UCI con un 5% de posibilidades de sobrevivir
 “Perdí mi memoria. Se me paralizó el lado izquierdo del cuerpo. No pude ni escribir mi nombre ni leer durante dos años”, contó. Tuvo que reaprender a hablar, escribir, andar. 
Volver a recordar las líneas de guiones fue un gran triunfo.

Lleva una dieta estricta. “La gente no quiere ver una Sharon Stone gorda. 
Conozco mi marca”, dice. No toma café, no come alimentos procesados. Hace años que se quitó el gluten después de ser diagnosticada celiaca.
 Dejó de beber alcohol cuando se enteró de que así conseguía Madonna, de su misma edad, su cuerpo. Come carne y es “una adicta al chocolate negro”.
Hace 25 años que quiere dirigir. Después del éxito de Instinto básico pidió a un estudio ocho millones para su ópera prima. “Y se rieron de mí”, dice.
 Ahora lo ha vuelto a preguntar y sigue encontrando dificultades. 
Tiene tres hijos. Los tres adoptados. Roan, de 17 años, lo adoptó con su ex marido Phil Bronstein. 
 Ella adoptó a Laird, de 12 años; y Quinn, de 10. Vive con los tres en una mansión en Sunset Boulevard que perteneció a Montgomery Clift. 
Sus mentoras son: Shirley MacLaine, Faye Dunaway y Angie Dickinson.
 Gracias a ellas se mantuvo alejada del alcohol y las drogas en su ascenso a la fama. 
Y le recordaron que aunque su estrella se desvaneciera, no se rindiera.
Víctima de acoso. Recientemente, su risa ante la pregunta si había vivido situaciones de acoso se hizo viral. “¿Puedes imaginar cómo era cuando llegué aquí hace 40 años? ¿Con mi aspecto? 
Viniendo de ninguna parte, Pennsylvania.
 Llegué sin ninguna protección. Lo he visto todo”, le dijo al periodista.

 

Iñaki Urdangarin se prepara para ir a la cárcel

La infanta Cristina, muy afectada, apenas se deja ver en público.

Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón, la pasada Navidad en Vitoria.
Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón, la pasada Navidad en Vitoria. GETTY

 

Tamara Falcó, católica, apostólica y diseñadora de moda

La hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó lanza su propia línea de moda y resetea su vida en las redes sociales.

Tamara Falco en un evento en Madrid el pasado mes de noviembre.
Tamara Falco en un evento en Madrid el pasado mes de noviembre. Getty Images
Ya lo dijo su madre en una entrevista hace años: 
“No tengo ni idea de cómo y dónde puede estar dentro de diez años porque Tamara es totalmente impredecible”. 
Como las madres no suelen errar el tiro, Isabel Preysler acertó al no atreverse a vaticinar el futuro de la hija que tuvo hace 36 años junto a Carlos Falcó, marqués de Griñón.
Tamara Falcó es un péndulo que se mueve entre la disciplina de su madre y la libertad de su padre aderazada con chispas de su propio carácter extrovertido y espontáneo. 
Sabe que su forma de hablar afectada, en la que abundan los “o sea, papi y mami” y los golpes de melena, le generan críticas de quienes se quedan en esa primera capa. 
Ella no se arredra y se lleva bien con su personalidad, probablemente porque quienes la conocen la describen “lista, inteligente, autoexigente, muy profesional y encantadora”.
 También como algo inconstante y “tan espontánea como reflexiva es su madre”.
Haber nacido bajo los focos ha debido influir en su saber estar frente al escrutinio de admiradores y detractores. 
Tamara Falcó nació el 20 de noviembre de 1981, después de que el impacto mediático de la unión de sus padres sorprendiera incluso al entonces discreto marqués, que pensó en poder mantener una relación privada con la que había sido hasta poco antes la esposa de Julio Iglesias, con quien había tenido tres hijos: Chábeli, Enrique y Julio José.
 Por tanto, no resulta pretencioso que Tamara diga sin que se le mueva el flequillo: “Yo llego a los sitios y poso”.

 

 

Solo se recuerda anónima durante el lapso de tiempo en que fue estudiante en Chicago donde llegó a los 16 años y permaneció siete. 
 Allí se licenció en Comunicación por la Lake Forest College de Illinois.
 Reconoce que vivió un paréntesis en el que logró “crearse un alter ego de niña normal. Cuando volví a España fue un shock”. 
Regresó a casa de su madre que vivía con “tío Miguel” (Miguel Boyer, padre de su hermana Ana) y sobre todo a reencontrarse con la prensa.
Pero estos dramas ya los quisieran muchos para sí, porque la fama de su madre unida al pedigrí de su padre han conseguido que después de su licenciatura, sus estudios de moda en el Instituto Marangoni de Milán y un máster en la escuela de negocios ISEM Fashion Bussines School, haya podido elegir y saltar de una a otra actividad, según su ánimo.

Cuando andaba más despistada, la marca británica Burberry llamó a su puerta y descubrió que podía navegar sola por el mundo de las influencers
Se abrió a su paso un universo rentable y un trabajo a la medida para el que había contado con una profesora de excepción desde que llegó al mundo: su propia madre, que igual ha ejercido de embajadora de la firma Porcelanosa como ha invitado a bombones desde un glamuroso salón en un anuncio de televisión.
Tamara Falcó con su madre y Mario Vargas Llosa en el veinte aniversario del Teatro Real de Madrid.
Tamara Falcó con su madre y Mario Vargas Llosa en el veinte aniversario del Teatro Real de Madrid. Getty Images
De eso continúa viviendo Tamara Falcó y para eso continúa posando.
 También ha sido bloguera en la revista ¡Hola!, colaboradora en el negocio de eventos que su padre puso en marcha en el Palacio El Rincón, la finca que posee en Aldea del Fresno (Madrid).
 Pero ahora parece que por fin tiene claro su destino.
 Primero se tropezó con la religión y su catolicismo confeso le hizo recobrar esa fe de la niñez que no se cansa de pregonar a los cuatro vientos, aunque genere el escepticismo de una sociedad volcada en el laicismo. 
Y después, decidió centrarse en el mundo de la moda y convertirse en diseñadora de su propia marca, TFP, cuya primera colección se lanzará esta primavera y podrá comprarse a través de Internet.

De momento, afirma que trabaja más que nunca y que está dispuesta a reinventarse. 
Preparando el terreno a sus diseños, ha reseteado su cuenta de Instagram “para adaptarla a la estética de esta red social y empezar de cero”. 
Los comentarios no se han hecho esperar. Porque sus seguidores estaban acostumbrados a sus frases filosóficas sobre religión, a sus posados de invitada divina y a que mostrara retazos de su famosa y prolífica familia en la que se mezclan hermanos Iglesias, Falcó, Boyer y el nuevo novio de “mami”: el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.
Ella no entiende la polémica, solo quiere parecer una diseñadora que se toma en serio su trabajo. 
Queda poco para poder ver los resultados, pero por lo que ha dejado ver, su ropa es como la describe a ella su padre: “Tamara es dulzura, transparencia, alegría y sensibilidad”.