8 feb 2018
Alaska y Mario Vaquerizo explican los motivos de la crisis matrimonial
La pareja celebró en noviembre el 18º aniversario de su boda en Las Vegas.
Con naturalidad y sinceridad.
Así han reconocido Mario Vaquerizo y Alaska
que en su pareja no todo son momentos idílicos, que también ha tenido
sus épocas de crisis.
El matrimonio, que comparte actualmente éxito en
la obra de teatro El amor sigue en el aire, comentó, durante
el reestreno de esta en la Gran Vía, que pasaron un 2017 complicado.
“El
año pasado fue duro” reconoció la artista, en declaraciones a Europa
Press.
“Las crisis existen, en una relación tiene que haber crisis. Es lo que refleja esta obra, que se pasa por distintos estados cuando se tiene una relación larga.
Cuando te vas a vivir juntos te descubres un poquito mejor, pasas ese
estado de adolescente, el conocimiento, la evolución, el movimiento...
Creo que el amor es así, es la montaña rusa.
Yo he estado en todas y
espero seguir estando en todas las etapas” añadió Mario.
Mercadona, el supermercado con más clientes y el que más crece en 2017
Las cadenas regionales ganan terreno y ya tienen el 11,4% de la cuota de mercado.
Madrid
Mercadona no solo es la cadena de supermercados líder en España,
con una diferencia abismal sobre su más inmediato competidor, sino que
además, en el último año, ha aumentado fuertemente su cuota de mercado,
distanciándose de sus competidores.
Durante 2017, ganó 1,2 puntos, con
lo que acapara ya un 24,1% del mercado, cerca del triple de Carrefour,
que capta un 8,7% después de sumar 0,2 puntos, según el Balance de la
distribución de Gran Consumo que cada año elabora la consultora Kantar
Worldpanel.
Según el informe, el fenómeno netamente español de las
cadenas regionales de supermercados sigue también ganando terreno y ya
ingresa cuenta con el 11,4% de las ventas de un sector el del gran
consumo (alimentación, bebidas, droguería, perfumería, mascotas) que el
año pasado creció un 1,3%.
Según ha explicado Florencio García, director del sector de Retail en España y Portugal, la cadena que dirige Juan Roig
"quiere volver a ser la tienda de moda" y por ello se embarcó el año
pasado en un proceso de renovación de sus 1.626 tiendas que, completado
al 10%, está dando resultados.
Además de la renovación de superficies,
Kantar achaca el crecimiento de Mercadona a su sostenida apuesta por los
frescos —como, por ejemplo, la venta de zumo de naranja exprimido en el momento—.
Según los datos de la consultora, la cadena valenciana ya vende el 20% de todos los productos frescos que se venden en España.
Es, además, la cadena líder en venta online de gran consumo,
según ha explicado García, pese a la pujanza de jugadores específicos
(Amazon, LolaMarket, Ulabox, etc) que copan el 20% del comercio
electrónico de gran consumo, y pese a que, como el propio dueño de la
cadena señaló el año pasado, su tienda online deja mucho que desear.
No
obstante, la venta por internet de productos de gran consumo apenas
alcanza el 1,3% del total (1,9% si excluímos los productos frescos).
Por detrás, Carrefour logra revertir una
tendencia negativa en los últimos años y afianza la segunda posición
con un 8,7% de cuota, sumando 0,2 puntos.
El crecimiento de Carrefour, a
juicio de la consultora, se debe casi exclusivamente al formato
hipermercado y, en concreto a la suma de superficies tras hacerse con
parte de la cadena Eroski, que pierde cuota de mercado (0,3 puntos,
hasta 5,6%) por la misma razón.
Lidl sigue en la senda de crecimiento de
los últimos años y alcanza un 4,3% de cuota (0,2 puntos más),
beneficiándose también, según Kantar, de su apuesta por el fresco, los
cosméticos, los productos ecológicos —una tendencia en alza en España— y el impulso a su marca de ropa femenina Esmara.
Las cadenas regionales, más del 11% del mercado
Mención aparte merece para Kantar el
fenómeno de las cadenas regionales.
Nacidos en muchos casos a partir de
comercios especializados (carnicerías, pescaderías...) de barrio que se
pasaron a la distribución moderna a través de cadenas regionales, estos
supermercados de proximidad copan el 11,4% del mercado (+0,3 puntos).
Según García, "en todas las regiones españolas hay una o dos de estas
cadenas entre los cinco principales distribuidores" y el 70,7% de los
hogares españoles compraron alguna vez en uno de ellos en 2017 (1,6
puntos más que el año anterior).
Según ha explicado García, su éxito se apoya en la buena percepción de
sus productos frescos, por el hecho de que muchos de ellos se asientan
en antiguos comercios tradicionales (carnicerías, pescaderías...) y en
el hecho de que venden sobre todo, marcas reconocidas, un 74,7% de sus
ventas, frente al 53,8% de media en los grandes distribuidores.
Paula Modersohn-Becker, el temperamento frenético del Expresionismo
Libre y transgresora, la artista alemana murió muy joven y solo dedicó 14 años a los pinceles, pero con tanta intensidad que pintó al menos 750 lienzos y cerca de mil dibujos.
Modersohn-Becker fue una incomprendida de
su época.
Es verdad que esa situación la padecieron muchos genios en vida, pero ella además era mujer y eso resultó imperdonable para sus coetáneos, más acostumbrados a que las mujeres simplemente posasen o, como mucho, sujetasen la paleta de colores de los pintores.
Sin embargo, a pesar de su frustración, ya que apenas vendió dos cuadros en vida y fue el hazmerreír de otros artistas en su primera exposición, ella confió siempre en su éxito, en su trabajo y en su autenticidad para reflejar lo más simple que tenía alrededor.
El reconocimiento le llegó demasiado tarde, ya fallecida, y se quedó corto, restringido poco menos que a su Alemania natal a pesar de haber viajado y de ser considerada una pionera del Expresionismo, la introductora del Modernismo pictórico en el siglo XX, de haber sido la primera mujer occidental en autorretratarse desnuda y también embarazada y de ser la primera mujer en la historia del arte en tener un museo exclusivo para su obra.
Así fue Paula Modershon-Becker, una creativa constante y frenética al margen de las convenciones sociales de la transición entre el siglo XIX y XX.
Minna Hermine Paula Becker nació en la ciudad alemana de Dresde el 8 de febrero de 1876.
Fue la tercera hija de una familia acomodada de siete hermanos. Sus padres fueron personas con una gran cultura, que sabían idiomas y con tradición familiar por los viajes.
Ese ambiente acomodado le proporcionó seguridad emocional y confianza a la pequeña Paula, que tuvo una infancia feliz hasta que un drama marcó su vida a los 10 años: jugando con dos primas en una cantera de arena un derrumbamiento enterró a una de ellas, que murió asfixiada.
A los 12 años, el traslado a Bremen de su padre, ingeniero, marcó su futuro al encontrarse con una vida cultural que la madre de Paula, perteneciente a la nobleza, supo potenciar con un círculo privilegiado de amistades.
En ese ambiente de apertura y libertad, Paula Becker fue enviada con 16 años a Inglaterra para estudiar inglés, pero también con tiempo suficiente para recibir sus primeras clases artísticas.
Tanto le gustaron que comenzó a ir a una escuela privada de Bellas Artes donde pasaba seis horas al día iniciándose en la técnica de dibujo.
Pero por el respeto que tenía Paula a su padre siguió las clases de una escuela de formación de maestras a su regreso a Alemania, aunque ya sin abandonar su afición por perfeccionar la rama artística que la había fascinado: la pintura.
Sin embargo, su voluntad y constancia le permitieron aprobar el examen de profesora y obtener el diploma con buenos resultados, aunque su vocación ya apuntaba claramente a los lienzos.
De nuevo la comodidad y las buenas relaciones familiares permitieron a Paula viajar a Berlín a principios de 1896 para participar en un curso intensivo de dibujo y pintura de la Asociación de Artistas Berlineses.
En 1897, la calidad de Paula le valió para ser admitida en la clase de Jeanne Bauck, artista hoy caído en el olvido pero que tuvo una profunda influencia sobre su joven alumna y la persuadió más tarde para que se fuera a vivir por algún tiempo a París.
Con motivo de las bodas de plata de los padres, la familia
Becker emprendió en el verano de 1897 una excursión al pequeño pueblo de
Worpswede, una localidad que había acogido a un importante y destacado
número de artistas que se caracterizaban por defender su independencia
frente a las grandes academias de arte.
Alejados de las normas y los talleres de pintura, los de Worpswede, como se denominaban, reclamaban un arte en contacto directo con la naturaleza y la realidad: allí estaban Fritz Mackensen, Otto Modersohn, Fritz Overbeck, Hans am Ende y Heinrich Vogeler.
A Paula le impresionó la singularidad del lugar, el colorido del paisaje y en especial la colonia artística que había sido fundada allí algunos años antes.
Es verdad que esa situación la padecieron muchos genios en vida, pero ella además era mujer y eso resultó imperdonable para sus coetáneos, más acostumbrados a que las mujeres simplemente posasen o, como mucho, sujetasen la paleta de colores de los pintores.
Sin embargo, a pesar de su frustración, ya que apenas vendió dos cuadros en vida y fue el hazmerreír de otros artistas en su primera exposición, ella confió siempre en su éxito, en su trabajo y en su autenticidad para reflejar lo más simple que tenía alrededor.
El reconocimiento le llegó demasiado tarde, ya fallecida, y se quedó corto, restringido poco menos que a su Alemania natal a pesar de haber viajado y de ser considerada una pionera del Expresionismo, la introductora del Modernismo pictórico en el siglo XX, de haber sido la primera mujer occidental en autorretratarse desnuda y también embarazada y de ser la primera mujer en la historia del arte en tener un museo exclusivo para su obra.
Así fue Paula Modershon-Becker, una creativa constante y frenética al margen de las convenciones sociales de la transición entre el siglo XIX y XX.
Minna Hermine Paula Becker nació en la ciudad alemana de Dresde el 8 de febrero de 1876.
Fue la tercera hija de una familia acomodada de siete hermanos. Sus padres fueron personas con una gran cultura, que sabían idiomas y con tradición familiar por los viajes.
Ese ambiente acomodado le proporcionó seguridad emocional y confianza a la pequeña Paula, que tuvo una infancia feliz hasta que un drama marcó su vida a los 10 años: jugando con dos primas en una cantera de arena un derrumbamiento enterró a una de ellas, que murió asfixiada.
A los 12 años, el traslado a Bremen de su padre, ingeniero, marcó su futuro al encontrarse con una vida cultural que la madre de Paula, perteneciente a la nobleza, supo potenciar con un círculo privilegiado de amistades.
En ese ambiente de apertura y libertad, Paula Becker fue enviada con 16 años a Inglaterra para estudiar inglés, pero también con tiempo suficiente para recibir sus primeras clases artísticas.
Tanto le gustaron que comenzó a ir a una escuela privada de Bellas Artes donde pasaba seis horas al día iniciándose en la técnica de dibujo.
Pero por el respeto que tenía Paula a su padre siguió las clases de una escuela de formación de maestras a su regreso a Alemania, aunque ya sin abandonar su afición por perfeccionar la rama artística que la había fascinado: la pintura.
Sin embargo, su voluntad y constancia le permitieron aprobar el examen de profesora y obtener el diploma con buenos resultados, aunque su vocación ya apuntaba claramente a los lienzos.
De nuevo la comodidad y las buenas relaciones familiares permitieron a Paula viajar a Berlín a principios de 1896 para participar en un curso intensivo de dibujo y pintura de la Asociación de Artistas Berlineses.
En 1897, la calidad de Paula le valió para ser admitida en la clase de Jeanne Bauck, artista hoy caído en el olvido pero que tuvo una profunda influencia sobre su joven alumna y la persuadió más tarde para que se fuera a vivir por algún tiempo a París.
Alejados de las normas y los talleres de pintura, los de Worpswede, como se denominaban, reclamaban un arte en contacto directo con la naturaleza y la realidad: allí estaban Fritz Mackensen, Otto Modersohn, Fritz Overbeck, Hans am Ende y Heinrich Vogeler.
A Paula le impresionó la singularidad del lugar, el colorido del paisaje y en especial la colonia artística que había sido fundada allí algunos años antes.
Desde ese mismo otoño Paula visitaría Worpswede en sucesivas ocasiones.
Allí, de hecho, fue donde conoció a su futuro marido, aún casado y padre de una hija, Otto Modersohn, once años mayor que ella.
Sin embargo, el original estilo de Paula, que tendía cada
vez más a la simplificación de las formas y los colores, no se
identificaba con Worpswede.
Tampoco la ayudaron las críticas que sufrió tras su participación en algunas exposiciones, por lo que decidió viajar de nuevo a París, donde la apertura y la innovación en la vida artística eran un reclamo irresistible para su sensibilidad.
El 31 de diciembre de 1900 Paula viajó a Francia y estuvo allí por un año.
Desde el mes de abril se celebraba en la capital francesa la Exposición Universal por la llegada del nuevo siglo y Fritz Overbeck Otto Modersohn, dos de los artitas de Worpswede, la visitaron en junio y ahí surgió el flechazo con el segundo, al que ya conocía.
A su regreso a Alemania, Otto Modersohn y Paula Becker se casaron el 25 de mayo de 1901.
La pareja efectuó una corta luna de miel y él financió sus siguientes viajes a París (1902, 1905 y 1906-1907), en los que obtuvo nuevos e importantes estímulos para su desarrollo artístico en las obras de Van Gogh, Cézanne y Matisse, aunque antes Paula abandonó su afición pictórica para intentar ejercer con poco éxito de ama de casa y madre de la hija de Otto como dictaba la sociedad de entonces.
El matrimonio supuso para Paula un gran reto y, a pesar de que Otto fue un marido cariñoso y atento, parece ser que nunca llegó a valorar del todo la obra de su esposa y prefería una vida tranquila en Worpswede, alejada de los círculos artísticos de París que anhelaba la artista.
Por este motivo, la última estancia en París de Paula también representó un intento de liberarse de lo que se había convertido en un matrimonio sofocante y trajo consigo una fase de creatividad extremadamente productiva en la que avanzó hacia un nuevo territorio de poderosos y a la vez simples autorretratos y temática doméstica de madres y niños.
A pesar de su decisión inicial de dejar a su marido, la artista tuvo muchas dudas y, en parte por su insistencia, Paula regresó con él cuando el grupo de Worpswede ya disuelto.
En 1907, además, tuvo la alegría de quedarse embarazada aunque por ello debió dejar a un lado la pintura.
La paradoja era que su marido era cariñoso pero no así su vida conyugal, ya que él temía que se quedara embarazada…
El colmo de una vida marcada por sinsabores y frustraciones fue que en un parto muy complicado Paula Modershon-Becker dio a luz a su hija Matilde y el médico le recomendó reposo.
Días después, la primera vez que se levantaba de la cama, sufrió una embolia pulmonar y murió, con tan solo 31 años, el 21 de noviembre de 1907.
El paso de los años ha situado a Paula Modersohn-Becker en un lugar privilegiado en la historia de la pintura del siglo XX, hasta el punto de que en 2016 se estrenó una película sobre su vida, ‘Paula’. Contemporánea de Picasso, Gauguin, Matisse, Munch, viajera y estudiosa incansable, la joven artista cuidó tanto su inspiración y estilo como las amistades con el pintor Heinrich Vogeler y el poeta Rainer Maria Rilke, tal vez los único que la reconocieron siempre como una persona fiel a sí misma, de gran madurez artística y a la que nunca le importó, aunque le afectaron, los prejuicios y humillaciones por ser mujer en una disciplina considerada de hombres.
Tampoco la ayudaron las críticas que sufrió tras su participación en algunas exposiciones, por lo que decidió viajar de nuevo a París, donde la apertura y la innovación en la vida artística eran un reclamo irresistible para su sensibilidad.
El 31 de diciembre de 1900 Paula viajó a Francia y estuvo allí por un año.
Desde el mes de abril se celebraba en la capital francesa la Exposición Universal por la llegada del nuevo siglo y Fritz Overbeck Otto Modersohn, dos de los artitas de Worpswede, la visitaron en junio y ahí surgió el flechazo con el segundo, al que ya conocía.
A su regreso a Alemania, Otto Modersohn y Paula Becker se casaron el 25 de mayo de 1901.
La pareja efectuó una corta luna de miel y él financió sus siguientes viajes a París (1902, 1905 y 1906-1907), en los que obtuvo nuevos e importantes estímulos para su desarrollo artístico en las obras de Van Gogh, Cézanne y Matisse, aunque antes Paula abandonó su afición pictórica para intentar ejercer con poco éxito de ama de casa y madre de la hija de Otto como dictaba la sociedad de entonces.
El matrimonio supuso para Paula un gran reto y, a pesar de que Otto fue un marido cariñoso y atento, parece ser que nunca llegó a valorar del todo la obra de su esposa y prefería una vida tranquila en Worpswede, alejada de los círculos artísticos de París que anhelaba la artista.
Por este motivo, la última estancia en París de Paula también representó un intento de liberarse de lo que se había convertido en un matrimonio sofocante y trajo consigo una fase de creatividad extremadamente productiva en la que avanzó hacia un nuevo territorio de poderosos y a la vez simples autorretratos y temática doméstica de madres y niños.
A pesar de su decisión inicial de dejar a su marido, la artista tuvo muchas dudas y, en parte por su insistencia, Paula regresó con él cuando el grupo de Worpswede ya disuelto.
En 1907, además, tuvo la alegría de quedarse embarazada aunque por ello debió dejar a un lado la pintura.
La paradoja era que su marido era cariñoso pero no así su vida conyugal, ya que él temía que se quedara embarazada…
El colmo de una vida marcada por sinsabores y frustraciones fue que en un parto muy complicado Paula Modershon-Becker dio a luz a su hija Matilde y el médico le recomendó reposo.
Días después, la primera vez que se levantaba de la cama, sufrió una embolia pulmonar y murió, con tan solo 31 años, el 21 de noviembre de 1907.
El paso de los años ha situado a Paula Modersohn-Becker en un lugar privilegiado en la historia de la pintura del siglo XX, hasta el punto de que en 2016 se estrenó una película sobre su vida, ‘Paula’. Contemporánea de Picasso, Gauguin, Matisse, Munch, viajera y estudiosa incansable, la joven artista cuidó tanto su inspiración y estilo como las amistades con el pintor Heinrich Vogeler y el poeta Rainer Maria Rilke, tal vez los único que la reconocieron siempre como una persona fiel a sí misma, de gran madurez artística y a la que nunca le importó, aunque le afectaron, los prejuicios y humillaciones por ser mujer en una disciplina considerada de hombres.
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