Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
8 feb 2018
Paula Modersohn-Becker, el temperamento frenético del Expresionismo
Libre y
transgresora, la artista alemana murió muy joven y solo dedicó 14 años a
los pinceles, pero con tanta intensidad que pintó al menos 750 lienzos y
cerca de mil dibujos.
Foto: Paula Modersohn-Becker Vídeo: Trailer de la película Paula
Modersohn-Becker fue una incomprendida de
su época. Es verdad que esa situación la padecieron muchos genios en
vida, pero ella además era mujer y eso resultó imperdonable para sus
coetáneos, más acostumbrados a que las mujeres simplemente posasen o,
como mucho, sujetasen la paleta de colores de los pintores. Sin embargo, a pesar de su frustración, ya que apenas vendió dos
cuadros en vida y fue el hazmerreír de otros artistas en su primera
exposición, ella confió siempre en su éxito, en su trabajo y en su
autenticidad para reflejar lo más simple que tenía alrededor. El
reconocimiento le llegó demasiado tarde, ya fallecida, y se quedó
corto, restringido poco menos que a su Alemania natal a pesar de haber
viajado y de ser considerada una pionera del Expresionismo,
la introductora del Modernismo pictórico en el siglo XX, de haber sido
la primera mujer occidental en autorretratarse desnuda y también
embarazada y de ser la primera mujer en la historia del arte en tener un
museo exclusivo para su obra. Así fue Paula Modershon-Becker, una creativa constante y frenética al margen de las convenciones sociales de la transición entre el siglo XIX y XX. Minna Hermine Paula Becker nació en la ciudad alemana de
Dresde el 8 de febrero de 1876. Fue la tercera hija de una familia
acomodada de siete hermanos. Sus padres fueron personas con una gran
cultura, que sabían idiomas y con tradición familiar por los viajes. Ese
ambiente acomodado le proporcionó seguridad emocional y confianza a la
pequeña Paula, que tuvo una infancia feliz hasta que un drama marcó su
vida a los 10 años: jugando con dos primas en una cantera de arena un
derrumbamiento enterró a una de ellas, que murió asfixiada. A los 12 años, el traslado a Bremen de su padre, ingeniero,
marcó su futuro al encontrarse con una vida cultural que la madre de
Paula, perteneciente a la nobleza, supo potenciar con un círculo
privilegiado de amistades. En ese ambiente de apertura y libertad, Paula
Becker fue enviada con 16 años a Inglaterra para estudiar inglés, pero
también con tiempo suficiente para recibir sus primeras clases
artísticas. Tanto le gustaron que comenzó a ir a una escuela privada de
Bellas Artes donde pasaba seis horas al día iniciándose en la técnica de
dibujo. Pero por el respeto que tenía Paula a su padre siguió las
clases de una escuela de formación de maestras a su regreso a Alemania,
aunque ya sin abandonar su afición por perfeccionar la rama artística
que la había fascinado: la pintura. Sin embargo, su voluntad y
constancia le permitieron aprobar el examen de profesora y obtener el
diploma con buenos resultados, aunque su vocación ya apuntaba claramente
a los lienzos. De nuevo la comodidad y las buenas relaciones familiares
permitieron a Paula viajar a Berlín a principios de 1896 para participar
en un curso intensivo de dibujo y pintura de la Asociación de Artistas
Berlineses. En 1897, la calidad de Paula le valió para ser admitida en
la clase de Jeanne Bauck, artista hoy caído en el olvido pero que tuvo
una profunda influencia sobre su joven alumna y la persuadió más tarde
para que se fuera a vivir por algún tiempo a París.
Javier Belloso
Con motivo de las bodas de plata de los padres, la familia
Becker emprendió en el verano de 1897 una excursión al pequeño pueblo de
Worpswede, una localidad que había acogido a un importante y destacado
número de artistas que se caracterizaban por defender su independencia
frente a las grandes academias de arte. Alejados de las normas y los
talleres de pintura, los de Worpswede, como se denominaban, reclamaban
un arte en contacto directo con la naturaleza y la realidad: allí
estaban Fritz Mackensen, Otto Modersohn, Fritz Overbeck, Hans am Ende y
Heinrich Vogeler.
A Paula le impresionó la singularidad del lugar, el colorido
del paisaje y en especial la colonia artística que había sido fundada
allí algunos años antes.
Desde ese mismo otoño Paula visitaría Worpswede en sucesivas ocasiones.
Allí, de hecho, fue donde conoció a su futuro marido, aún casado y padre de una hija, Otto Modersohn, once años mayor que ella.
Sin embargo, el original estilo de Paula, que tendía cada
vez más a la simplificación de las formas y los colores, no se
identificaba con Worpswede. Tampoco la ayudaron las críticas que sufrió
tras su participación en algunas exposiciones, por lo que decidió viajar
de nuevo a París, donde la apertura y la innovación en la vida
artística eran un reclamo irresistible para su sensibilidad. El 31 de diciembre de 1900 Paula viajó a Francia y estuvo
allí por un año. Desde el mes de abril se celebraba en la capital
francesa la Exposición Universal por la llegada del nuevo siglo y Fritz
Overbeck Otto Modersohn, dos de los artitas de Worpswede, la visitaron
en junio y ahí surgió el flechazo con el segundo, al que ya conocía. A
su regreso a Alemania, Otto Modersohn y Paula Becker se casaron el 25 de
mayo de 1901. Niña
con niño, 1902. Se encuentra en la colección del Gemeentemuseum Den
Haag. (Foto de Fine Art Images / Heritage Images / Getty Images) La pareja efectuó una corta luna de miel y él financió sus
siguientes viajes a París (1902, 1905 y 1906-1907), en los que obtuvo
nuevos e importantes estímulos para su desarrollo artístico en las obras
de Van Gogh, Cézanne y Matisse, aunque antes Paula abandonó su afición
pictórica para intentar ejercer con poco éxito de ama de casa y madre de
la hija de Otto como dictaba la sociedad de entonces. El matrimonio supuso para Paula un gran reto y, a pesar de
que Otto fue un marido cariñoso y atento, parece ser que nunca llegó a
valorar del todo la obra de su esposa y prefería una vida tranquila en
Worpswede, alejada de los círculos artísticos de París que anhelaba la
artista. Por este motivo, la última estancia en París de Paula
también representó un intento de liberarse de lo que se había convertido
en un matrimonio sofocante y trajo consigo una fase de creatividad
extremadamente productiva en la que avanzó hacia un nuevo territorio de
poderosos y a la vez simples autorretratos y temática doméstica de
madres y niños. A pesar de su decisión inicial de dejar a su marido, la
artista tuvo muchas dudas y, en parte por su insistencia, Paula regresó
con él cuando el grupo de Worpswede ya disuelto. En 1907, además, tuvo
la alegría de quedarse embarazada aunque por ello debió dejar a un lado
la pintura. La paradoja era que su marido era cariñoso pero no así su
vida conyugal, ya que él temía que se quedara embarazada… El colmo de una vida marcada por sinsabores y frustraciones fue que en un parto muy complicado Paula Modershon-Becker
dio a luz a su hija Matilde y el médico le recomendó reposo. Días
después, la primera vez que se levantaba de la cama, sufrió una embolia
pulmonar y murió, con tan solo 31 años, el 21 de noviembre de 1907. El paso de los años ha situado a Paula Modersohn-Becker
en un lugar privilegiado en la historia de la pintura del siglo XX,
hasta el punto de que en 2016 se estrenó una película sobre su vida,
‘Paula’. Contemporánea de Picasso, Gauguin, Matisse, Munch, viajera y
estudiosa incansable, la joven artista cuidó tanto su inspiración y
estilo como las amistades con el pintor Heinrich Vogeler y el poeta
Rainer Maria Rilke, tal vez los único que la reconocieron siempre como
una persona fiel a sí misma, de gran madurez artística y a la que nunca
le importó, aunque le afectaron, los prejuicios y humillaciones por ser
mujer en una disciplina considerada de hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario