Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 feb 2018

¿Son felices los profesores?................................... Elvira Lindo

A los maestros los medios les ceden poco la palabra, salvo cuando ganan un concurso.


Xuxo Ruiz, profesor del Colegio Público San Sebastián en la localidad sevillana de Albaida del Aljarafe, emplea el ilusionismo en sus clases para motivar y favorecer el aprendizaje.rn
Xuxo Ruiz, profesor del Colegio Público San Sebastián en la localidad sevillana de Albaida del Aljarafe, emplea el ilusionismo en sus clases para motivar y favorecer el aprendizaje. EL PAIS
Si quieres tomar el pulso de tu país, escucha a los maestros y los profesores. 
Si quieres que un artículo provoque el anhelado click que hace las veces de levadura en la red, no escribas sobre lo que te han contado, porque lo que se espera hoy de cualquier columnista es que anime el cotarro, y animar el cotarro significa escribir sobre Cataluña, Puigdemont o Woody Allen, por poner tres ejemplos significativos.
 La educación interesa bien poco.
 Tan poco, que el gran acuerdo sobre nuestro sistema educativo sigue esperando turno porque antes ha de arreglarse España.
 ¡Como si eso fuera a ocurrir alguna vez! Además, para qué escribir, si cada español lleva en su interior un experto que arreglaría la educación en dos patadas.
Con curiosidad y muchas dudas sobre lo que voy a decir tomo el AVE hacia Sevilla para encontrarme con profesores de Lengua y Literatura. 
 Empezamos mal: Lengua y Literatura.
 Esas asignaturas que junto a las materias artísticas cada vez ocupan menos espacio en el programa.
 Abro el periódico y leo una entrevista con una psicóloga que diserta sobre cómo hacer de la escuela un lugar idílico. 
De un tiempo a esta parte, observo que las informaciones sobre educación se dividen en dos: o bien nos ofrecen los resultados deprimentes que ocupamos en el ranking educativo europeo y ese día los contertulios se dividen entre los que añoran la autoridad y los que hablan de Finlandia, o bien son entrevistas con expertos que les leen la cartilla a los maestros porque son antiguos, dan clases del XIX, no saben que a los niños se les atrae con pantallas
 (Dios mío, ¡son los únicos en el Planeta que no lo saben!) y desconocen la fórmula mágica para los niños entren felices cada día a la escuela. 

Los artículos sobre nuestro atraso educativo son deprimentes, pero más irrita la permanente regañina guay a los sacrificados y a menudo denostados profesionales de la enseñanza. 
A los profes los medios les ceden poco la palabra, salvo cuando ganan un concurso; los expertos, en cambio, hacen uso de ella cada dos por tres.
 Y yo, que excéntricamente me preocupo por la educación, me pregunto si no será que también estoy desfasada en materia educativa, aunque juro que sé de la importancia que tienen las pantallas porque en mis propias carnes sufro un déficit de atención como jamás había padecido.
 A punto estoy de claudicar y tacharme de antigua cuando me saltan de pronto (a la pantalla) las palabras airadas y luminosas de una joven maestra, María, que responde desde Facebook a la experta del día. 
María dice así: “No es verdad que demos clases como en el XIX y no me cansaré de repetirlo.
 Todos los días veo a decenas de compañeros partirse el lomo por hacer de sus clases espacios de reflexión, de descubrimiento y debate ante un mundo cada vez más complejo. 
Varias veces me he descubierto pensando 'ojalá me hubieran dado clase así', mientras espiaba por la ventanilla de una puerta.
 Todo esto, no lo olvidemos, con una administración que sigue sin bajar las ratios, que no invierte un duro de más ni favorece la autonomía de los centros, que no pone profesores de apoyo y con una jornada laboral que deja poco espacio para prácticamente nada más que las aulas”.
 Me emociona que estas palabras vengan de una maestra que acaba de entrar en el mundo de la enseñanza.
 Le esperan duras jornadas. El puro oficio requiere mucha energía. Recibirá algunas broncas y algunas lecciones de los padres.
 Deberá reservarse consideraciones reveladoras sobre un alumno al ser consciente de que el enfrentamiento con sus padres solo puede abocar al desastre. 
Yo conozco muchas Marías, de las que empiezan y también de las que se jubilan.
 Las y los tengo delante ahora, ya en Sevilla, esperando a que les ilumine un poco sobre cómo hacer que sus alumnos escriban buenos relatos para ese célebre concurso al que todos nos presentamos de niños, el de Coca Cola.
 Pero, ¿qué se yo? Llevo algunas notas. Opino que debiéramos defender y promover la colaboración de los padres en la enseñanza, no sólo para fiscalizar el funcionamiento de los centros sino para facilitar el trabajo del maestro.
 Dado que estamos ante una generación de niños nerviosos (por qué negarlo), a consecuencia de un exceso de estímulos que temerariamente no estamos dispuestos a rebajar, no hay manera de que le tomen el gusto a la lectura si no es acompañándoles en el proceso, cada noche, como diversión, como momento de encuentro. No falla: los niños desean que sus padres se diviertan con ellos. Ganarán en capacidad de concentración y estarán construyendo un recuerdo que les ha de acompañar siempre. Tengo mucha fe en lo que se aprende en casa.
Los profesores me dicen que la Junta de Andalucía prohíbe la prescripción de libros de ficción. 
Aquí entramos en el terreno de la demagogia: los cuentos no tienen valor, por eso siempre han de ser gratis.
 Ay, yo deseo que haya muchos padres que desobedezcan las normas.
 Y también espero que algún experto alguna vez se pregunte por la felicidad de los profesores.
 Sería revolucionario.

 

He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por los Goya

 

Casi nadie sobrevive a los premios del cine español. Si quieren de verdad a alguien, eviten que los presente.

FOTO: Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla durante la gala de los Goya. / VÍDEO: Los cómicos hablan de su papel como presentadores de la gala.
Una de las últimas visitas turísticas que hizo Jim Morrison en París fue al cementerio de Pere-Lachaise a buscar las tumbas de Edith Piaf, Chopin, Bizet, Balzac y Óscar Wilde.
 Morrison volvió allí semanas después metido en una caja, como hay que morirse siempre: en París, bajo circunstancias no aclaradas y velado por cinco personas, ninguna de la familia. 
Algo así le pasa a la Academia del Cine, que tiene la misma capacidad para atraer incautos deslumbrados y convertirlos en cadáveres a los que peregrinar para dejarles flores y whiskey. 
Uno va a presentar los Goya admirando las lápidas de los que le precedieron sin sospechar que al acabar será la lápida más famosa de todas.
Casi nadie sobrevive a los Goya, tampoco los mejores. 
Es como el banquillo del Real Madrid: si quieren de verdad a alguien, eviten que se siente ahí.
 La noche empezó tan mal que era imposible pensar que los chanantes no nos estaban llevando a un lugar imposible del que salir con un giro absurdo que justificase lo anterior. 
Los que amamos a Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes llegamos a pensar que el “ha quedado guay” de Sevilla ya fuera del escenario era parte de un subespectáculo que emergería en el peor momento para desconcertarnos genialmente o matarnos de risa. 
Pero el “ha quedado guay” no fue más que un fallo técnico, y el absurdo de los chistes, algunos transparentes de tan blancos y otros para muchachadas premium, solo encontraba destino cuando lo completaban las actrices, como en el caso de Maribel Verdú, cuya risa que quería ser risa pero no podía ser risa porque no entendía nada fue el mejor cierre al gag.
Hay que estar ahí, en esa silla eléctrica.
 Y supongo, por casos cercanos (premios Iris), que hay que someterse a tantas limitaciones, presiones y líneas rojas que al final todo se desnaturaliza.
 Podían los Goya alejarse de los Feroz del otro chanante, Julián López -que dejó a los poderosos de la industria temblando con sus chistes sobre acoso sexual y compra de taquillas-, por otro camino. Pero el emprendido este sábado ha sido el de tantos Premios Goya sometidos a una estructura infernal y unos guiones predecibles hasta la desesperación.
La gala empezó como tal con Leticia Dolera y la frase de la noche, su feminista campo de nabos, y en la reivindicación de la mujer encontró su mejor sentido por algo no explícito: la obstinación y la paciencia de las mujeres más combativas de la industria para señalar el elefante metido en la habitación poniéndose una y otra vez en la diana, castigándose en un mundo, dentro y fuera del cine, que saluda el movimiento con una mano pasándole la factura con la otra.
 

 

 

El Goya se hizo ‘gigante’ y más femenino................ Gregorio Belinchón

Isabel Coixet triunfa con tres premios (película, dirección y guion adaptado) en una noche en la que ‘Handia’ se llevó 10 galardones. 

Carla Simón gana la estatuilla a la realización novel.

Isabel Coixet y Carla Simón, a su llegada a la gala de los Goya.
“Deja a la niña que lea que p’algo le servirá”.
 Eso le decía la madre de Isabel Coixet al padre de la directora, cuando este la recriminaba por no pegar ni chapa en las tareas de casa.
 Lo contó ayer la cineasta, en presencia de su madre. 
Y para algo le sirvió. Anoche, cuando parecía que el titular de la 32a edición de la ceremonia de los Premios Goya iba ser algo así como Euskaraz hitz egiten Goya… (Los Goya hablan en euskera), el principal galardón, el de la mejor película, fue para La librería, de Isabel Coixet, que también se llevó su segundo galardón a mejor dirección y otro a guion adaptado, convirtiéndose así en la cineasta con más goyasde la historia, con siete.
Esta vez lo ha ganado en inglés, porque así se lo pedía su historia, un filme de amor por los libros, una apuesta por la gente que brega por sus ideales en situaciones difíciles.
 Coixet nunca ha querido que su drama contenga un juego de espejos con la situación actual en Cataluña, sino que es un drama universal que ocurre en Irlanda.
Es la tercera ocasión en que una película dirigida por una mujer gana el premio principal, y la segunda que lo logra Coixet, tras La vida secreta de las palabras, el máximo gesto feminista de los académicos.
 La cineasta ha vivido en un huracán los últimos meses, y como dijo hace unos días en un coloquio en EL PAÍS:
 “Lo mejor de hablar del feminismo es que ya no me preguntan por Cataluña”.
Si hay una imagen poderosa para cualquier niña que estuviera viendo la gala, para cualquier chica estudiante, que suponen el 65% del alumnado de las escuelas de cine, fue la de Coixet con sus trofeos.
 Los tres que obtuvo su trabajo llevaron su premio.

En euskera

La vasca Handia, rodada en euskera y que cuenta la historia de un gigante, se llevó 10 premios, los denominados técnicos, en donde casi hizo el pleno (le faltó el sonido, que se lo llevó Verónica).
 Del resto, tampoco hubo enormes sorpresas.
 No hubo una ganadora nacida en el siglo XXI, como hubiera ocurrido si Sandra Escacena ganaba con Verónica: el premio finalmente recayó en Bruna Cusí, la madre/tía de Verano 1993, rodada en catalán, y su pareja en pantalla, David Verdaguer, también tuvo premio como actor secundario.
Lo que en la alfombra roja empezó a medio gas (no aparecieron los abanicos rojos que repartió CIMA, la asociación de mujeres audiovisuales, hasta las ocho y media, muy tarde para la entrada y el primero en manos de la actriz inglesa Emily Mortimer) y se calentó con muchos directores y cineastas pidiendo cuotas como en Suecia, donde se instauró un sistema que hizo que de 2012 a 2015 el porcentaje de directoras pasara del 26% al 50%, acabó sin embargo con una ceremonia descafeinada, a la que le faltaba una velocidad, en la que probablemente el mejor momento cómico fue el del crítico de cine Carlos Boyero imitando a Carlos Boyero con un guion chanante.
 Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla tuvieron momentos a su altura, el de creadores surrealistas, pero momentos, no ritmo.
 Y tampoco funcionó la realización, con una gala que se fue hasta las tres horas y cuarto. 

Para la posteridad quedarán el grito de libertad artística lanzado por Adelfa Calvo (“las mujeres en el cine tenemos muchas historias bonitas que contar; ojalá actores y actrices podamos trabajar en igualdad); la frase de Leticia Dolera (“os está quedando un campo de nabos feminista precioso”), o la dedicatoria, maravillosa, emotiva, de Carla Simón, con su Goya a mejor dirección novel por Verano 1993, recordando a sus padres biológicos, fallecidos por el sida como los protagonistas de su película, y a todos los que viven con el VIH, “porque se sigue tratando como un estigma”. 
Y que Dolera y Paula Ortiz recordaran, a través de las palabras de Federico García Lorca que las mujeres son la mitad de los seres humanos, algo que no se ve en pantalla, donde solo el 38% de los personajes son femeninos.

Sí salió a colación gracias al corto Los desheredados, de Laura Ferrés, que ganó en su categoría tras triunfar en la Semana de la Crítica de Cannes, o a Nathalie Poza, mejor actriz con No sé decir adiós con un “chavala de ahí afuera, salta, abraza tus heridas y conviértelas en arte”.
 O “este oficio es muy hermoso, pero también muy cruel, y recuerdo a los compañeros y compañeras a quienes no les suena el teléfono y no tienen la oportunidad de demostrar su talento”, como acabó su discurso Javier Gutiérrez, mejor actor con El autor.
Tan maravilloso como el soplo de naturalidad de Julita Salmerón, la madre de Gustavo Salmerón, que se llevó el cabezón a mejor documental por Muchos hijos, un mono y un castillo
 “Con esto no voy a poder salir con el carrito de la compra”, espetó la matriarca del clan, que al final sí hizo lo que pocas (y pocos): “Dedico esto a todas las madres, bueno y a todas las mujeres”.
 De los 28 premios a repartir, en diez hubo ganadoras.
 En 32 años de ceremonias aún parece poco botín, pero en esta edición había 30 candidatas de 135 nominados. 
El ratio ganador/ finalista mejora si se confía en una cineasta.

Discurso medido

En ausencia de Yvonne Blake, la presidenta de la Academia, que se recupera de un ictus, leyeron el discurso institucional sus vicepresidentes, Mariano Barroso y Nora Navas, un texto que recibió aplausos en la sala, pero que parecía demasiado medido: “Desde hoy y para siempre la Academia de Cine va a ser una referencia en términos de igualdad, respeto y oportunidad. 
Queremos transmitir a esos y esas adolescentes que hoy van al cine y sueñan con dedicarse a este oficio que no hay límites.
 Y que no basta con ponerse delante de una cámara. 
Que también necesitamos directoras, montadoras, guionistas, sonidistas, directoras de fotografía, scripts, compositoras... en igualdad de número que los hombres”, dijo Navas.
Prosiguió recordando el Oscar que ganó Blake por diseñar el vestuario de Nicolás y Alejandra, en 1971, para refrescar la memoria al público y señalar que las estatuillas ganadas por actores dejan mucha más huella.
 “Queremos demostrar a todas las personas, hombres y mujeres que quieran dedicarse al cine, que la Academia defiende la igualdad profesional de oportunidades.
 Solo así haremos que nuestra industria deje de perder el talento que aportan las mujeres para llegar más lejos”.

Premios Goya 2018

El Goya se hizo ‘gigante’ y más femenino
Toda la información sobre los Goya 2018: los protagonistas, la gala, los premiados, la alfombra roja...

Los abanicos no lucieron, lástima, los discursos se fueron diluyendo y así se perdió una oportunidad, la de haber alzado la voz contra los micromachismos que salpican la sociedad española y el cine. 
 Al final, en un momento inesperado, la más guerrera fue Marisa Paredes, Goya de Honor y presidenta de la Academia durante la gala del No a la guerra: 
“Volvería a dar aquel discurso”.



 

El culto al cuerpo moldea un negocio floreciente

 

La industria vinculada a las actividades deportivas en España, que da empleo a cerca de 195.000 personas, se ve favorecida por los nuevos hábitos de vida saludables que han echado raíces en la sociedad.

El culto al cuerpo moldea un negocio floreciente
El pasado 31 de diciembre 40.000 personas, todas uniformadas de azul, esperaban junto al estadio Santiago Bernabéu la salida de la San Silvestre Vallecana.
 La lluvia y los 23 euros que costaba la inscripción no fueron obs­tácu­lo para que se batiese un nuevo récord de participación.
 El éxito de la famosa carrera de 10 kilómetros es solo un ejemplo del auge del ejercicio físico en España, en torno al cual florece a su vez un prometedor negocio.
 En 2016, últimos datos oficiales disponibles, había 33.000 empresas cuya principal actividad era deportiva, con una plantilla conjunta de 194.000 trabajadores.
 España es el tercer país de Europa en empleo vinculado al deporte, solo por detrás de Alemania y Reino Unido.
Además, el gasto de los hogares en bienes y servicios deportivos crece a tasas anuales cercanas al 6% y se acerca a los 4.500 millones de euros.
 
Más que una moda pasajera, los expertos creen que estamos ante una tendencia que ha venido para quedarse. 
“Es un sector en claro ascenso.
 La gente está cada vez más concienciada de que hay que adquirir hábitos de vida saludable y el deporte ayuda a lograr ese objetivo. Además, el ejercicio forma parte de un lenguaje universal que contribuye a establecer relaciones y, como tal, lo hemos incorporado a nuestro ocio”, explica Carlos Cantó, profesor de Sport Business en Esade.
La industria del deporte amateur es muy transversal. 
Abarca desde los fabricantes de prendas y artículos hasta las grandes cadenas de distribución, pasando por las empresas propietarias de gimnasios, las que organizan eventos, las agencias de viajes especializadas, las academias y los servicios de medicina deportiva, entre otros actores. 
“En general, todas las áreas están mejorando sus resultados
 Que el sector deportivo haya crecido tanto en los últimos años a pesar de la crisis habla del gran potencial que tiene como dinamizador de una economía”, señala Marc Menchén, director de la publicación especializada Palco23.
La heterogeneidad de la industria no impide que afloren algunos rasgos comunes, como la tendencia a la concentración, el apetito de los fondos de inversión internacionales por el mercado español, una balanza comercial deficitaria al importar más de lo que se exporta o la competencia basada en la guerra de precios.
 “Antes, hacer deporte era caro, pero ahora se ha popularizado mucho. Correr es una actividad saludable que requiere un esfuerzo económico relativamente pequeño.
 Además, el desem­barco de los gimnasios de bajo coste permite apuntarse a un club por menos de 30 euros al mes. 
A medida que el paro va disminuyendo, notamos que la gente va animándose a practicar actividades que exigen un mayor gasto como, por ejemplo, el esquí”, subraya Fernando Pons, socio de Deloitte y responsable del área de Sports.
 El negocio del fitness español está en buena forma. Las cadenas de gimnasios facturaron 950 millones de euros en 2017, un 6% más que en el ejercicio anterior.
 Así se desprende del Observatorio Sectorial DBK de Informa D&B, que al cierre del año ha contabilizado 3.950 centros deportivos en funcionamiento, un 1% más que en 2016.
 Este buen comportamiento se atribuye “a la favorable coyuntura económica, la preocupación por la salud, la amplia oferta y el buen comportamiento del gasto en los hogares”. 
A pesar de que la notable presión sobre los precios limita la mejora de los ingresos de las cadenas de gimnasios, las previsiones de los expertos hablan de un crecimiento anual del 4% en el periodo 2018-2019, lo que permitiría al sector superar los 1.000 millones de facturación conjunta dentro de dos ejercicios.

La forja de una alianza

En respuesta al dominio de Decathlon, algunos de sus rivales movieron ficha en 2017.
 La firma británica JD Sports, propietaria de la cadena de tiendas deportivas Sprinter, firmó una alianza con la portuguesa Sport Zone, el distribuidor propiedad del grupo Sonae, para aglutinar los negocios de las tres empresas en la Península a través de una sociedad conjunta denominada JD Sprinter Holdings. 
La alianza suma 300 tiendas y unas ventas agregadas de 450 millones.
 “El crecimiento medio debería estar en el entorno del 3% anual. El sector de la distribución de artículos deportivos es muy dinámico y caben formatos muy diferentes, lo cual es atractivo para la inversión”, señala David Segarra, responsable de JD Sports Iberia. “Actualmente existen dos estrategias. Aquellos grupos en los que hay un mayor peso de las grandes marcas del sector, que ofrecen productos inspirados en las grandes celebridades del deporte, que pueden usarse para la competición o en el día a día. Y por otro lado, hay operadores que han hecho su apuesta por la marca propia con precios muy ajustados. En este último caso el volumen es muy determinante”, añade