Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 feb 2018

Las juergas de Ava Gardner, Frank Sinatra y Marlon Brando en Madrid

Las juergas de Ava Gardner, Frank Sinatra y Marlon Brando en Madrid 
En sus habitaciones y salones han dormido, bebido, celebrado fiestas y corrido juergas desde Frank Sinatra hasta Marlon Brando. El madrileño hotel InterContinental abrió hace justo 65 años en una España deslumbrada por Hollywood. 
Esta es una crónica sentimental de unos años irrepetibles.
EL 24 DE DICIEMBRE de 2017, Nochebuena, el señalado día en que Ava Gardner habría cumplido 95 años, y me acerco al hotel donde la diva se coronó como reina de la noche de Madrid desde la primera vez que resonaron sus pasos de tacón alto en el suelo de mármol de Carrara de su suntuoso vestíbulo.
 Ahora se llama hotel InterContinental Madrid (paseo de la Castellana, 49), pero en aquellos años de glamour, lujo y desvarío ­hollywoodiense fue bautizado como Castellana Hilton. 
 Sucede que hoy también es mi cumpleaños y quiero brindar con Ava, y con todos los ­fantasmas que aún pululan por el hotel, con un vodka dry bien mezclado con sus lágrimas de Noilly Prat.
 Pero antes de visitar el bar hago un quiebro para subir a la habitación que siempre ocupaba Ava y en la que residió por primera vez en cuanto pisó Madrid.
 Allí me planto, frente a la suite presidencial 716, también llamada suite Miró.
Me acompañan dos amables empleadas del hotel que se ofrecen a mostrarme la estancia en la que tantas historias sucedieron, confundidas la mayoría por la fantasía y la leyenda.
 Cuando abren la puerta disimulo como puedo la descarga de emoción que me atraviesa el pecho.
 El sueño de un mitómano. Vuelan los aires de furia de Frank Sinatra frente a su Ava desmelenada, con su media sonrisa, tan bella en su rímel corrido de ira.
Se abre la puerta de la ‘suite’ presidencial 716, donde tantas historias sucedieron, confundidas por la fantasía y la leyenda
El hotel ha sufrido varias modificaciones desde el momento en que el Hilton cambió de manos, pero la suite 716 apenas ha sido retocada y sigue teniendo la misma estructura elegante y distinguida.
 Al entrar se halla una gran sala de estar, y de frente, una cristalera que da acceso a una terraza privada que ocupa el chaflán del ático del edificio, con vistas al paseo de la Castellana.
 Y a la derecha, su dormitorio, con dosel recogido sobre una cama grandiosa; y allí también un gran baño, una cocina y varios armarios.
 Y en la parte opuesta, un discreto escritorio de añejo castaño oscuro. 
Una magnífica habitación de 140 metros cuadrados cuya tarifa en la actualidad supera los 1.000 euros por noche.
 Repaso con la vista cada uno de sus rincones, abro de par en par las puertas de la terraza y pido a mis acompañantes que me permitan estar a solas un rato allí dentro.
 Ante mí, por el amplio salón de estar de la 716, pasa Frank Sinatra con su orgullo italiano y 20 peluquines en uno de sus maletines de viaje.
 Su colección de bisoñés superaba los 60, pero Franky no lo ocultaba. Era uno de esos casos de hombres que se avergonzaban de su calvicie, pero no de sus peluquines.
 Dicen que solo una vez se dejó ver sin peluquín en público, el día del funeral de su amigo Gary Cooper, en señal de respeto. 
El año 1953 tocaba a su fin y Frank apareció en el Castellana Hilton al enterarse de la relación de su amada Ava con el torero Luis Miguel Dominguín.
 Apenas llevaban dos años casados y ya se habían distanciado, pero Frank no pudo soportar el desplante con el torero y reaccionó como un loco, destrozando el mobiliario y lanzándole a la cara a Ava un fajo de billetes de 100 dólares: 
“Aquí tienes los 19.000 dólares que me dejaste”.
La relación entre los dos astros fue un cóctel explosivo de amor y odio que se prolongó hasta la muerte de ella.
 Pero el idilio de Ava con el torero lastimó el corazón de Frank.
 La leyenda dice que cuando Ava y Luis Miguel acabaron de hacer el amor en esa suite del Hilton, él se levantó y comenzó a vestirse. “¿Adónde vas?”, le preguntó ella.
 “A contarlo”, contestó él.
 Aunque, como suele ocurrir, se funde la realidad con la fantasía en todos los sucesos de fuste.
 Carlos Abella tiene escrito que cuando le preguntó a Luis Miguel por ese episodio, este le dijo: 
“¿Tú crees que yo hice eso? No, hombre, no. Me quedé en la habitación con ella, pero luego, cuando estuve con los amigos, me pareció ingenioso contarlo de esa manera”.
En los cincuenta hubo un Madrid que fue una fiesta
. Por el Hilton pasaron Sophia Loren, Zsa Zsa Gabor, Bette Davis y Cary Grant
Cierto es que Ava Gardner bebía por los codos, iba rebotando de un bar a otro, de un tablao a otro, y luego remataba la faena con quien le daba la gana.
 Se cuenta que una noche, en plena Puerta del Sol, se descalzó, paró un camión de la basura y pidió al conductor que le llevara al hotel. Pero el gran productor Tedy Villalba comentó en su momento que “no era follar por follar, lo que le ocurría era que le aterraba quedarse sola por las noches”.
 A Ava le gustaba bañarse con leche en su suite e iluminarse tan solo con velas. 
En una ocasión, durante el rodaje de 55 días en Pekín, se encaprichó de un botones del hotel, un joven chicarrón de casi dos metros de altura, y le invitó a entrar a su suite.
 Enrique, uno de los maîtres del hotel, ya fallecido, aseguró que dejó seco al chaval. 
La dirección del hotel quiso despedir al botones, pero Howard Newman, el jefe de publicidad de Bronston, le preguntó al director: “¿Qué hubiera hecho usted si Ava le pide guerra?”. Y ante tal cuestión el chico logró salvar el cuello. 
Más allá de sus excesos, todo el mundo que tuvo contacto con Ava la recuerda como una señora muy amable con todo el personal, generosa en las propinas —se estiraba, a veces, con más de 2.000 pesetas de la época— y uno de los huéspedes con más clase que pasaron por el hotel.
 El Castellana Hilton se inauguró en septiembre de 1953 —ahora se cumplen 65 años— y se convirtió en el hotel más moderno de Madrid.
 Fue construido sobre el palacete del marqués del Mérito, del siglo XVIII, por el arquitecto Luis Martínez-Feduchi, el mismo que proyectó el edificio Capitol de la plaza del Callao de Madrid. España empezaba a salir del aislamiento tras la Guerra Civil y el acercamiento a Estados Unidos era la prioridad de la política exterior del régimen franquista. 
Era el primer Hilton de Europa y para su inauguración el presidente de la cadena, Conrad Hilton, fletó cuatro aviones de la TWA cargados de invitados. 
A la fiesta, que se prolongó durante tres días, acudieron varios ministros franquistas y multitud de estrellas de Hollywood. 
 Fueron unos años en los que hubo un Madrid que era una verdadera fiesta. 
 Sophia Loren, Charlton Heston, Gina Lollobrigida, Zsa Zsa Gabor, Bette Davis, Cary Grant, Robert Mitchum o Marlon Brando, entre otros, se alojaron en sus habitaciones.
 Aparte de Ava Gardner, fueron Bette Davis y Robert Stack los primeros en llegar al hotel con motivo del rodaje en Madrid de El capitán Jones (John Farrow, 1959), dos años antes de la gran producción Rey de reyes.
Las juergas de Ava Gardner, Frank Sinatra y Marlon Brando en Madrid 
Enrique, el antiguo maître del hotel que fue testigo de la fiesta de inau­guración, dejó antes de morir un truculento testimonio relacionado con Marlon Brando. 
Según su versión, Brando hacía que le subieran todos los días a su suite uno o dos patos.
—¿Cómo los quiere? —le preguntaban— ¿En confit, a la naranja…?
—No, no —interrumpía Brando—. Vivos, los quiero vivos.
A la mañana siguiente, cuando llegaban las camareras a arreglar la habitación, se encontraban una escena más bien tremebunda: los patos yacían en el suelo degollados, algo desplumados y sobre un charco de sangre.
 Lo que hiciera en la soledad de su suite Marlon Brando con los patos es un misterio. 
Imperó la ley del silencio y el asunto jamás trascendió más allá de los muros del hotel.
El periodista Tico Medina tuvo ocasión de conocer a Brando en el estreno en Madrid de Un tranvía ­llamado deseo
 Tico, tirando de ingenio, se las arregló para hacerle una entrevista a Brando a bordo de uno de aquellos viejos tranvías que subían por la Castellana y pasaban junto al Hilton.
“No habló mucho”, me comenta Tico.
 “Hicimos las fotos y al parar en el hotel me invitó a su habitación. Me mostró una especie de trapito enrollado manchado con un color más bien oscuro y que reposaba sobre su mesita de noche. Era una compresa femenina usada.
 ‘Mira’, me dijo, ‘este es el paño más íntimo de mi adorable esposa india, Anna”.

El escritor y cinéfilo Jesús García de Dueñas recuerda divertido aquellos días de vino y rosas del Hilton en los que ejercía de jovencísimo periodista de Triunfo.
 “Era un ­mundo de lujuria y de alcohol.
 Las fiestas en las habitaciones del Hilton eran de órdago y siempre había algún cliente que protestaba airadamente.
 Y luego salías a la calle y en la puerta del hotel te abordaban dos o tres policías secretas para interrogarte con malos modos acerca del sarao. ‘¿Quién había en esa fiesta?, ¿qué hacía la gente?, ¿había drogas?’, te preguntaban los siniestros agentes”.

Había unas fiestas de ambiente gay que estaban muy en boga en Madrid y se hablaba de ellas hasta en Nueva York, como recuerda García de Dueñas. 
“Después de un par de copas en el Hilton se iban al Chicote a comprar cocaína y de ahí directos a tres lugares de ambiente que traspasaron fronteras. 
Eran tres casas privadas: la de Luis Escobar, marqués de las Marismas; la del figurinista Vitín María Cortezo y la del pintor panameño Pablo Runyan.
 En esta última casa se sentó a mi lado Leonard ­Bernstein; yo tenía 19 años y era muy ingenuoEl caso es que mientras yo alababa su música, la cuarta de Brahms y todo eso, el ­genio empezó a meterme mano y salí de allí pitando con la ayuda de mi amigo pintor”.
Al productor Enrique Herreros no se le olvida la primera vez que pisó el Castellana Hilton.
 Era el 22 de noviembre de 1963 y se iba a celebrar una gran fiesta por el comienzo del rodaje de La caída del Imperio Romano;
 él era uno de los organizadores.
 Pero, cosas de la vida, todo se fue al traste porque fue el fatídico día que asesinaron al presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy en Dallas.

Las juergas de Ava Gardner, Frank Sinatra y Marlon Brando en Madrid
Poco después, a Herreros le tocó seguir de cerca a Robert Mitchum, quien apareció por Madrid para el rodaje de Villa cabalga y también se hospedó en el Castellana Hilton.
 Enrique Herreros fue su cicerone madrileño: “Se celebró la rueda de prensa en un salón del hotel y uno de los periodistas, Felipe Navarro, Yale, se levantó y preguntó a Mitchum: ‘¿Cuántas veces ha estado en la cárcel?’. ‘Seven [Siete]’, respondió Mitchum.
 ‘¿Por qué entró la última vez en prisión?’, insistió Yale. ‘For pissing in the grass [Por mear en la hierba]’, concluyó el ­astro”.
“Tras tomar un par de copas en el bar del hotel”, relata Herreros, “el productor me pidió que le paseara por Madrid y no nos alejamos mucho.
 Justo enfrente del hotel, al otro lado de la Castellana, se hallaba un afamado club de señoritas llamado San Jorge, decorado con pinturas del artista vasco Juan de Echevarría.
 Al entrar al club, Mitchum exclamó, en grave y sonoro inglés americano: ‘¡Aquí hay acción!’. 
El tío no paraba de fumar marihuana y a mí me estaba entrando un mareo tremendo.
 A Mitchum le gustaba mear en la hierba, pero sobre todo fumársela, ya lo creo. Y allí pasamos un rato largo. Y yo, más ahumado que nunca”.
Van desfilando los recuerdos y yo me acerco, por fin, a la barra del hotel y le pido al barman un vodka dry, que me sirve con destreza. Y ahí me quedo, solo y envuelto en mis pensamientos, ajeno al trajín navideño del hotel, fantaseando a lo tonto con que Ava se apareciera a mi lado con su invencible aroma para brindar por nuestro cumpleaños.
 Pero ¡bah, qué cosas!
El caso es que escuché unos tacones lejanos.
 Y eché un trago largo al coleto. Por si las moscas.






 
 

Marisa Paredes: “Basta de sentirnos humilladas por el poder de los hombres”

La actriz, de 71 años, recoge hoy el Goya de Honor y asegura: “Si es por haber trabajado mucho y bien, me lo merezco”

Marisa Paredes, en la Academia de Cine, el 30 de enero. EFE-Quality

 

Marisa Paredes podrá pecar de muchas cosas, pero no de falsa modestia. 
Con 71 años de vida y casi 60 de obra, la meritoria de los Estudio 1 de Televisión Española, la diva del teatro y de 75 películas, la musa de tantos directores, la expresidenta de la Academia de Cine, recibe el reconocimiento de sus colegas con emoción genuina, pero también con indisimulado orgullo. 
“Sí, si es por haber trabajado mucho y bien, me lo merezco”.
Recogerá Paredes el Goya vestida con algún modelazo de Sybilla, como el traje verde de Becky del Páramo que le regaló Almodóvar al final del rodaje y de los que solo ella, y unas pocas frágiles por fuera y presuntamente fuertes por dentro como ella, pueden llevar como una bata de estar por casa. 
Luce Paredes en vísperas de tal momentazo más frágil que nunca si cabe.
 La voz marca de la casa más cansada, más melancólica, más apagada, más realista.
 “La melancolía tiene que ver con notar que todas tus cosas han bajado de intensidad.
 El paso del tiempo deja huellas, en tu voz, en tu rostro, en tu cuerpo, en tu forma de moverte y también en tu mente. 
Cuando eres joven, vuelas, lo quieres todo en el momento, y cuando pasa el tiempo ves que han quedado atrás cosas, entre ellas algunas ilusiones.

—¿También laborales?
—De esas, menos. He sido muy afortunada.
 Me han dado las suficientes oportunidades para que mi trabajo se vea con aprecio y cariño.
 He trabajado con muchos y grandes directores. 
Mi carrera ha sido como un tren en marcha y continuo.
 Siempre me preguntan si Almodóvar fue un antes y un después, y no es eso, pero sí un más allá.
 Digamos que Pedro provocó un cambio de agujas del tren al ancho internacional y lanzó mi carrera al mundo.
Ese mundo es, era, al que quería pertenecer la niña Marisa, hija de Petra, portera de la Plaza de Santa Ana de Madrid, cuando veía pasar a los actores del Teatro Español rumbo a las tablas.
 No quería ser exactamente actriz.
 O no solo eso. Quería ser cantante, o espía, o abogada de causas justas porque le rebelaba la injusticia, pero sobre todo quería escapar de un destino no por no escrito, menos inexorable.

“Sabía que la vida tenía otro color, que se hablaba de otras cosas. 
Y quería estar ahí, ser una de ellos, huir de una realidad sórdida. Sabía que en el teatro no podía pasar nada malo.
 Hoy, cuando vuelvo allí, vuelven aquellos recuerdos y sé que no me he equivocado.
 Además, he podido ser cantante y espía, y abogada de causas nobles”, bromea.
En ese sentido, la presidenta de la Academia del No a la guerra en 2003, dedica un sombrerazo al #MeToo de las cineastas estadounidenses contra el acoso sexual en la industria. 
“Han tenido el valor de romper el tabú del silencio y la vergüenza. Basta de sentirnos humilladas por el abuso de poder de los hombres. 
No creo que el manifiesto de las francesas sea contra ellas, nadie puede estar contra la denuncia de abusos, eso es un malentendido. El verdadero peligro no es esa presunta división, sino que esto quede en una llamarada y no siga, porque ese grito debe seguir de una vez y para siempre”.
—Hemos visto el poder de la unión. Pero, ¿cuál es el poder del actor? ¿Se tiene o se aprende?
—Uf, un poco de todo. 
Uno lo trabaja en la medida que sabe que lo tiene.
 Es el poder de la verdad, el de contar las cosas sin que nadie te las discuta, porque se lo cree. 
Es la verdad lo que sale de mí y de cualquiera que quiera llegar al fondo.
 Es el único poder que tengo.
Lo dice alguien que ha convencido al público de estar viendo tanto a una reina como a una portera.
 Petra se llama, como su madre, la película de Jaime Rosales que tiene pendiente de estreno.
 Otra cosa es qué ve ella en el espejo.
—Hace 5 años, me confesó en El País Semanal que estaba pensando retocarse. Veo que resistió.

—Resistí, sí. Claro que te lo planteas. El público no tolera en general que envejezcas, no les gusta, te ven y te dicen: ‘Ay, qué pena, con lo guapa que era usted’.
—Qué simpáticos, ¿no?
—Mucho. 
Y añaden, ¿pero no se va a hacer nada? Hoy se lo hace todo el mundo y hay unas comparaciones absurdas para ser como eras hace 15 años.
 No, no me voy a hacer nada, esto es lo que soy, y usted tragará, o no, pero no me vuelva a hablar de lo que era
. Sigo siendo la hija de la portera.


Un soplo femenino para los Goya..................... Gregorio Belinchón

Casi 2.000 abanicos rojos pondrán la nota reivindicativa en la 32ª gala cinematográfica, consagrada a la igualdad de género. Isabel Coixet parte como favorita.

Goya La fiebre del cambio Gregorio Belinchón

Nunca ha habido unas candidaturas tan diversas en unos Goya en los que hasta cinco películas rodadas en cuatro idiomas luchan por el premio principal
Nunca ha habido unas candidaturas tan diversas en unos Goya en los que hasta cinco películas rodadas en cuatro idiomas luchan por el premio principal

 1.800 abanicos rojos, trajes para la prensa de Ernesto Artillo de corte masculino con brochazos de atributos femeninos sobre chaquetas y pantalones, monólogos y sketches centrados exclusivamente en la desigualdad de género existente en el cine español -en realidad, en la sociedad española-, absoluta paridad entre los entregadores -presentadores que entregan los galardones- de Goyas (salvo en dos casos porque la Academia se guarda sendas sorpresas), el premio de honor a Marisa Paredes... 

Los Goya parecen llegar por fin al siglo XXI femenino. 

 Si la pasada edición fue la edición machirula, con películas muy masculinas, en esta los astros se han alineado para unos Goya contra desequilibrios y abusos. 

Bueno, los astros, el escándalo Weinstein, los distintos casos de abusos de poder y acosos sexuales, las cifras -terribles, llamativas- que muestran que solo el 7% de las películas las dirige una mujer, y solo el 2% cuenta con directora de fotografía, en definitiva, las llamadas de atención de las cineastas ante el pertinaz patriarcado que rige en la sociedad española.

 



La presidenta de la Academia, Yvonne Blake, no podrá estar en la ceremonia, ya que se recupera de un ictus.
 En su lugar, los dos vicepresidentes, Mariano Barroso y Nora Navas, leerán el discurso en una gala que empezará a las diez de la noche y que, como es habitual y casi nunca se cumple, la Academia promete no llegará a las tres horas.
 De maestros de ceremonia, Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla, que van a llevar su humor chanante al límite, y que incluso han contado con la colaboración de alguien mencionado en diversas ediciones de la ceremonia pero que nunca -hasta hoy- ha estado presente en ella.
 Los abanicos rojos (1.800 con el lema #+MUJERES, y no habrá suficientes, ya que en el patio de butacas estarán 2.200 asistentes) los proporciona CIMA, la asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales, y casi una treintena de periodistas llevarán trajes de Ernesto Artillo, creador del proyecto La mujer que llevo fuera, trajes numerados y reutilizados -algunos ya se han visto en Operación Triunfo, en los premios Feroz y reportajes de moda- a los que se les ha añadido el dibujo simbólico de la posible figura de una mujer.
 Los trajes serán subastados y los beneficios irán destinados a asociaciones de mujeres.
Asistirá otra ministra, la de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Dolors Montserrat.
 Y varios consejeros autonómicos de cultura, secretarios de Estado, los líderes de los partidos políticos, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. 

Ayer, la Academia anunció que habrá espacio en el In Memoriam para Reyes Abades, el rey de los efectos especiales, que falleció el jueves.
 Muy querido por sus compañeros, tanto como otro de los grandes del cine español, y que formaba parte de la misma generación, el montador José Salcedo, que murió en septiembre.
 Para atraer al público joven, esa generación que comandan los Javis, los directores de La llamada (con cinco candidaturas), uno de los presentadores será Paquita Salas, el personaje de representante de actores creado por el actor Bryes Efe, y protagonista de una popular webserie que ahora ha saltado a Netflix.
 Con la llegada de nuevos académicos, una iniciativa emprendida por la actual terna presidencial, la institución alcanza ya los 1.600 miembros. 
Por eso, las entradas que quedan tras restar del aforo los tickets de los candidatos (nunca ha habido tantos como este año, porque aumentan los miembros de equipos en apartados técnicos) y de los patrocinadores han sido subastadas entre los peticionarios. 
Y por primera vez, una persona nacida en el siglo XXI, Sandra Escacena, candidata a actriz revelación por Verónica, puede llevarse un cabezón.
 Los Goya serían femeninos posmillennial, pero cuando acabe la gala, la desigualdad de género seguirá ahí.
Es bastante improbable que porte uno de ellos el ministro de Educación, Cultura y Deporte Íñigo Méndez de Vigo, que por el artículo 155 también posee atribuciones de conseller de Cultura de la Generalitat de Cataluña.
 Las dos favoritas son dos películas dirigidas por cineastas catalanas: La librería, de Isabel Coixet, y Verano 1993, de Carla Simón.
 Podría incluso ocurrir que Coixet ganara en dirección y guion adaptado, y Simón en dirección novel y guion original, con lo que se produciría un pleno femenino. 
Hasta esta edición, solo Pilar Miró -dos veces-, Icíar Bollaín e Isabel Coixet han ganado el cabezóna mejor dirección, con lo que la lista no se ampliará con nuevos nombres en 2018.


 

2 feb 2018

El enigma de la reina Letizia con la manicura roja




A diferencia del protocolo que siguen las 'royals' de la Casa Real británica, la Reina no está condicionada por los tonos neutros.

 Sin embargo, solo se ha atrevido con ella en contadas ocasiones










Reina Letizia manicura rojaAunque era el día de la princesa Leonor con la imposición del Toisón de Oro, también la Reina ha sido protagonista. 
Doña Letizia ha vuelto a recurrir al peinado de las grandes ocasiones, el moño brocadocon el que la hemos visto numerosas veces.
 Pero hoy no ha sido ni su recogido ni sus sombras de ojos lo que ha llamado la atención de su puesta en escena.
Doña Letizia elegía para el solemne acto en el Palacio Real un esmalte para sus uñas en un tono rojo intenso, a juego con su vestido.
 Rompía así con las habituales manicuras impecables en tonos nude o pastel con los que solemos verla y elegía un tono muy vistoso, que se convertía en la nota más llamativa de su maquillaje.
 









Aunque no es habitual verla con estos tonos, y prefiere los matices pastel o un sencillo toque de brillo, no es la primera vez que recurre a manicuras rouge
Así, en los últimos meses, la hemos visto al menos tres veces con las uñas rojas
La primera vez fue el 30 de septiembre de 2016, durante una entrega de premios en Madrid, y la más reciente el pasado mes de diciembre, cuando en una visita a la AECC también combinaba el tono de su esmalte y de su abrigo rojo. 
Con esta elección de doña Letizia, comprobamos que no parece existir ninguna norma -escrita o no escrita- en el protocolo de la Casa Real en relación al color de la manicura.