El Reina
Sofía indaga en la relación del gran escritor de los heterónimos,
convertido también en reclamo turístico de la capital portuguesa, con
las vanguardias lusas.
Carlos AzevedoEL PAÍS
Si los turistas que abrazan diariamente la escultura de Pessoa,
frente al café A Brasileira de Lisboa, fueran también sus lectores, el
tímido escritor no saldría de las listas de superventas. Apoyan sus
cabezas sobre su hombro, le atusan el bigotito, le tocan el ala del
sombrero… Su imagen resulta muy familiar. Está por todas las calles. Aquí vivía, aquí escribía, aquí bebía, por aquí paseaba... Es la marca
de su natal Lisboa, el icono de una ciudad de moda, el prestigioso
reclamo de la mercadotecnia. Desde
hace unos años, todo el mundo parece reconocerlo, pero su fama fue
póstuma. Pessoa (1888-1935) solo publicó en vida un libro, el poema
patriótico Mensagem. Y siempre vivió atormentado por su
personalidad. “No sé quién soy ni sé cómo es mi alma. Hablo con
sinceridad y reconozco con sinceridad que no sé de qué hablo cuando
hablo de mí. Soy muy distinto de esos otros que tampoco sé si existen. Me siento múltiple”, escribió en sus diarios publicados en castellano el
pasado octubre por Hermida Editores. Tanto es así que Pessoa incluso se dirigía a su única amada
reconocida, Ofélia Queirós, con alguno de sus múltiples heterónimos,
categoría reina de su largo centenar de personalidades y personajes
inventados a la que pertenecen los más clamados, Alberto Caeiro, Ricardo
Reis o Álvaro Campos, y para los que llegó a crear una caligrafía
propia, una vida, una rúbrica.
El poeta, que se ganaba la vida traduciendo cartas
comerciales gracias a su impecable inglés y su dominio del francés,
tejió un personal entramado de ficción e introspección que se enmarcaba
en el espíritu de las vanguardias surgidas en la Europa que se mataba en
la Gran Guerra, siendo París la capital mundial del arte. Y todo sin
salir de su estimada y periférica Lisboa, adonde regresó a los 17 años
tras pasar la infancia en la sudafricana Durban.
'Los galgos', de Sousa-Cardoso, de 1911.EL PAÍS
¿Fue vanguardista Pessoa? El Museo Reina Sofía
indagará en su próxima exposición, que se inaugura el 7 de febrero, en
la relación central con las vanguardias que mantuvo este cronista del
fracaso cotidiano, seguidor de tradiciones ocultistas, nacionalista
místico portugués, “conservador pero al estilo inglés” (como él mismo se
definía), lector empedernido, cristiano agnóstico… “Siempre me ha
agobiado el vulgarismo deber de la reciprocidad, la lealtad de espíritu
que impone la correspondencia”, plasmó en sus diarios el autor del Libro del desasosiego, que grabó definitivamente su nombre en la historia de la literatura cuando se publicó en los años ochenta. No es fácil clasificar a Fernando Antonio Nogueira Pessoa. Aunque mostró simpatía por el futurismo (si bien no participaba de la
deriva fascista de su impulsor, Marinetti), no se adscribió a ninguno de
los movimientos vanguardistas, que conocía por revistas y cartas. Tampoco era muy aficionado a las artes visuales. En realidad, prefirió
crear su propio corpus teórico-estético y filosófico. Acuñó el término sensacionismo, que definió así:
“Nada existe, no existe la realidad, sino solamente sensaciones. Las
ideas son sensaciones, pero de cosas no situadas en el espacio y, a
veces ni siquiera en el tiempo”. También se inventó el interseccionismo, de resonancias futuristas, que alude a la superposición de planos, y el paulismo, un refinamiento de procesos simbolistas. Todos estos conceptos y su influencia en los artistas portugueses conforman el eje de la exposición Pessoa. Todo arte es una forma de literatura,
organizada en colaboración con la Fundación Calouste Gulbenkian. Este
filántropo de origen armenio fallecido en 1955, que hizo fortuna en la
industria del petróleo y el gas, fue clave para rescatar y reivindicar
muchas obras de la escasamente conocida vanguardia portuguesa, según
explicó el pasado lunes el subdirector del museo español y comisario de
la muestra, João Fernández, frente a un gran mural de José de Almada
Negreiros que preside la entrada de esta fundación abierta en 1969 en el
centro de Lisboa. En sus almacenes, los conservadores mostraron los cuadros a
punto de ser embalados con destino al Reina Sofía. Destacaba entre los
peines del almacén el gran retrato que realizó en 1964 el propio Almada
(1893-1970) a su amigo Pessoa y que bien podría ilustrar la idea del interseccionismo de éste. Compartirá protagonismo con los esplendidos óleos de Amadeo
de Souza-Cardoso (1887-1918), que compartió habitación con Modigliani en
el París de las vanguardias, y cuya temprana muerte truncó su carrera. Se nota la influencia del matrimonio formado por los pintores
vanguardistas Sonia y Robert Delaunay que, huyendo del clima bélico
centroeuropeo, se estableció en Portugal (antes de instalarse en
Madrid). Eduardo Viana, Sarah Afonso o Júlio son otros artistas
presentes. La Gulbenkian ha prestado 56 del total de 200 obras que
formarán la exposición, que incluye material documental original.
En la última casa donde vivió Pessoa (se mudó unas 20 veces) hay un
museo que ha contribuido a revitalizar el barrio de Campo de Ourique y a
dar a conocer al autor. Por la habitación del poeta, con la cómoda
sobre la que escribía, desfila un goteo continuo de visitantes, la
mayoría turistas. ¿Y el arca, donde se guardan más de 20.000 papeles que
según dicen aún no se ha publicado de Pessoa? “Está bien guardada”,
explica sonriendo un guía en la biblioteca de y sobre Pessoa que no para
de crecer, 130 años después del nacimiento del gran embajador de Lisboa
en el mundo.
Don Juan Carlos y doña Sofía parecen perdonar por adelantado a Iñaki Urdangarin.
Iñaki Urdangarin, en bicicleta por las calles de Ginebra en febrero de 2017.efe
Francisco Correa
no me cae precisamente bien, pero creo que su paso por la cárcel le ha
cambiado un poco la forma de pensar. Esta semana se dirigió al juez en
su comparecencia en el juicio Gürtel exigiendo que lo rebauticen Correa, como su apellido en castellano. Gürtel
es correa en alemán y así decidieron llamar, en su momento, uno de los
casos de corrupción y financiación ilegal más célebres de nuestra
historia. Al pedir ese cambio, Correa quizás se estaba labrando un
poquito más de inmortalidad y reclamaba la autoría de la obra. ¿Qué
puede haber más egocéntrico que tu juicio se apellide como tú? Cada
vez me gustan menos las correas. En mi opinión, el cinturón corta la
silueta. Y observando estos detalles de estilo volví a quedarme
hipnotizado con la importancia que Francisco Correa otorga al aspecto. Estoy convencido que está en su ADN. Por ejemplo, El Bigotes es más de
brocha gorda, más callejero. Correa es como de toreo de salón. Necesita
verse esa melena, lustrosa y canosa, esa barba de Sansón sin Dalila, ese
torso apretado en trajes de raya diplomática, ese tobillo cubierto por
un calcetín finísimo y zapatos que, pese a su paso por la cárcel, siguen
lustrosos. Y esa habilidad para enseñar el tobillo, masculino, entero,
capaz de alojar ese microfilme implicador donde esté la factura que
todos quieren encontrar. A Correa deberían hacerle una figura para el
Museo de Cera, difícil de calificar y de ubicar pero que una vez
expuesta serviría para estudiar ese hombre astuto, corruptible, capaz de
hacer del delito, la trampa no solo un estilo de vida sino un ejercicio
de burbujeante elegancia como las coca-colas de las que es adicto. Al contrario que El Bigotes, Correa era muy amigo de Alejandro Agag, yerno del expresidente Aznar. La trama Gürtel regaló la instalación del sonido en su boda con Ana Aznar. No olvidemos, porque han pasado casi 10 años desde el origen del caso Gürtel
y es tiempo suficiente para que tengamos lagunas. Correa y los suyos
escalaron socialmente pero no llegaron hasta los Urdangarin Borbón que
acaban de celebrar, en Ginebra, los 50 años de Iñaki con la presencia de los Reyes eméritos. Siempre sorprende cómo en España todo se vincula. Y cómo todos los
caminos van a Ginebra, pasando por Roma porque los Urdangarin fueron al
Vaticano a la misa del día de Reyes, antes del cumpleaños. Tanto Gürtel
como la investigación del Instituto Nóos,
por la que Urdangarin espera sentencia, son contemporáneas,
coincidieron con lo peor de la crisis económica. Los escándalos
contribuyeron a ahogar y desahogar los ánimos de la población, afectada
por el paro, los desahucios y el desasosiego propio de una crisis sin
precedentes. Urdangarin, Correa, El Bigotes se volvieron patatas
calientes y el Museo de Cera una especie de pórtico de donde la figura
del exjugador de balonmano fue removida del entorno real. Poco después,
los Urdangarin Borbón acudieron a una boda en Barcelona en la que yo
estaba presente y donde se nos sugirió que los saludáramos porque casi
nadie lo hacía. Y cuando nadie lo esperaba, el rey Juan Carlos abdicó. Como ahora se habla de que el 2018 marca el fin de la crisis, Juan
Carlos y Sofía parecen perdonar por adelantado a Iñaki y a la Infanta
soplando las 50 velas. Así son ellos. Los reales tienen su propio
protocolo. Y memoria. Podríamos enumerar todos los momentos de molestia que
ocasionó a la opinión pública el conflicto del enjuiciamiento a un
miembro de esa Familia Real. Aquella frase del rey Juan Carlos
reclamando una conducta ejemplar. El bochorno porque la reina Sofía acudiera a visitar al Monarca acompañada de su yerno. Todo eso se disuelve ahora en un vaso de ginebra, en Ginebra. Ya nos
sentimos a flote otra vez, se olvidó la crisis. El que la recuerde es un
aguafiestas. Por fortuna, al otro lado del Canal de La Mancha, cual Lancelot, está David Beckham. Que nos sorprende con una nueva propuesta de estilo,
lo que se llama masculinidad moderna, que le acaba de conseguir un
contrato, legal y jugoso, con L’Oréal para sacar adelante una línea de
cosméticos masculinos. Beckham ofrecerá los imprescindibles para pelo y
piel pero también tatuajes. Porque el tatuaje también envejece y hay que
mantenerlo brillante, su colorido intacto. Una línea de productos de la
que podrá beneficiarse cualquier caballero, en Ginebra o en la cárcel.
Fue hace exactamente 11 años cuando Quim Gutiérrez
(Barcelona, 1981) se convirtió en el actor revelación del cine español,
levantando un premio Goya la misma noche que lo hacía su inseparable
Daniel Sánchez-Arévalo por AzulOscuroCasiNegro.
Su consagración era también la de una nueva forma de entender la
comedia.
“Hace poco hablaba con Daniel de lo diferente que era lo que
hacíamos hace cinco años de lo que se lleva ahora y que no sabemos qué
pasará en el futuro”, comenta hoy el actor.
Su reinvención pasa por dar el salto a otro género (el suspense) en otro
formato (la televisión) junto a otra de las constantes de su carrera, la actriz Inma Cuesta.
Con ella lo ha rodado todo. Hasta un anuncio de yogures.
“Con el tiempo, hemos compartido ese tipo de cosas que forjan una
amistad.
Algunos momentos han sido de agobio y otros de felicidad; cosas
muy complejas que han hecho que ahora nos queramos todavía más y mejor
que al principio”, dice de ella.
Inma Cuesta y Quim Gutiérrez durante la promoción de 'El accidente' el pasado mes de octubre.gtresonline
Pregunta. Si descubriera que Inma Cuesta ha
cobrado mucho menos que usted en todos los trabajos que han hecho
juntos, ¿qué cara se le quedaría? Respuesta. No soy de hablar de cifras con
mis compañeros. En el caso de Inma, me costaría creer que ha sido así,
pero me consta que sí ha ocurrido en muchos otros casos. Es
completamente injusto. P. ¿Ha sido testigo de algún caso de acoso sexual en el cine español? R. Nunca he presenciado una situación
extrema aunque, a poco que trabajes en esta profesión, te enteras de
cosas. Y no solo me refiero a alguien en situación de poder, como un
productor o un director, que se aprovecha de la posición de inferioridad
de otra persona.
Quim Guitiérrez, con el Goya como mejor actor revelación por su trabajo en 'AzulOscuroCasiNegro' en 2007.gtresonline
P. ¿También entre actores y actrices? R. Sin ir más lejos, en escenas sexuales.
Aunque deberían estar medidas al milímetro y no haber lugar a la
ambigüedad, algunos actores se toman más libertades de las que deberían
con sus compañeras de reparto.
. Es bastante ruin. Cuando estás en una situación así con
una actriz que no conoces, lo mejor es comentar el asunto antes. Claro
que es algo incómodo, pero lo es mucho más ponerte a rodar sin haberlo
hablado.
P. ¿Debería haber cabida en los Goya para movimientos en contra de este tipo de situaciones como el Time's Up? R. Prefiero que los Goya sean una fiesta
del cine más que una noche reivindicativa. Con esto no quiero decir que
esté de acuerdo con el manifiesto que han firmado Catherine Deneuve y otros intelectuales franceses, diciendo que este movimiento es puritanismo sexual.
Para nada. No hay duda de que es una situación que hay que reivindicar y
es mejor pasarse que quedarse corto. Lo que ocurre es que cojo con
pinzas todas las causas cuando se convierten en una moda. Porque las
modas siempre pasan y los que hoy enarbolan una bandera mañana se
agarran a otra. P. Intenta mantener el control de su imagen pero las revistas del corazón no siempre le han respetado. R. Las dos veces que me han sacado desnudo en la playa me ha resultado dramático y deleznable. Ha sido para mí el top
de la humillación. Mis amigos me dicen: ‘pero si no sales mal…’. ¡Cada
uno decide si sale mal o no! No sabes lo que se siente cuando vas a
comprar la revista para ver qué ha salido y la quiosquera, que ya sabe a
qué vas, te mira con una sonrisita. Yo intento cuidar mi imagen cuando
hago una promoción, voy a una entrega de premios o hago un editorial de
moda. Y cuando salgo así en una revista del corazón me siento muy
violentado.
P. Repasando sesiones de fotos como la del primer número de ICON Sport se nota que también se lo toma como un trabajo interpretativo. R. Suelo llegar a las sesiones con un
personaje buscado. No lo hago para ocultarme detrás de él, sino para ser
más creativo y dar más juego. Me cuesta posar porque sí, poniendo
caritas. Si alguna vez me ha tocado presentar alguna gala, me he fijado
mucho en lo que hace George Clooney cuando sale a dar un premio. Se
muestra sofisticado, relajado, sabe reírse de sí mismo... intento tomar
algo de esa actitud. P. Pero también hay revistas masculinas
que, sin ser del corazón, le cosifican y analizan si es “el feo
atractivo del cine español”. R. Que comenten si soy atractivo o no me
resulta gracioso, no es nada doloroso comparado con lo otro. Conozco mis
facciones, me he peleado toda mi vida con mi nariz torcida y mis
orejas.
Las búsquedas de Google no engañan: la limpieza de
nuestra piel es lo que más preocupa a los consumidores de cosmética.
¿Qué hay detrás de nuestra fascinación por una tez impoluta?.
Foto: Imaxtree
Exfoliar, desmaquillar y limpiar son la nueva trinidad facial. Un lema
purificador con decenas de aristas.
El buscador de Google, esa lupa
social que lee en nuestras pesquisas online las tendencias candentes,
asegura en su último informe que la limpieza facial es la nueva obsesión.
Entre lo más rastreado en los tres mercados que el buscador considera
faros de tendencias –Francia, EE UU y Japón–, destacan las mascarillas
de arcilla del mar Muerto o de bentonite (para depurar toxinas y reducir
la inflamación), los exfoliantes en polvo, los cepillos limpiadores,
los peelings para los puntos negros y las lociones enzimáticas (eliminan
células muertas sin agredir).
En España –uno de los sectores más
inmovilistas tradicionalmente– sorprende el crecimiento del 9,3% en
tónicos desde enero a septiembre de este año, según la consultora NPD.
Las mascarillas –muchas con efecto detox– siguen en auge (llevan así un par de años): se apuntan un subida del 16,9%.
Las razones detrás de esta fascinación por retirar impurezas tienen una lectura medioambiental.
«La contaminación [2017 se ha cerrado con 37.000 millones de toneladas
de dióxido de carbono más en la atmósfera], la falta de hidratación de
la piel, el uso de productos agresivos que rompen el manto
hidrolipídico, el estrés, la mala alimentación, la falta de sueño y los
rayos UVA causan acné, puntos negros y pérdida de luminosidad», cuenta
Elena Cilibiu, facialista de Bionike España.
En ciudades como Madrid y Barcelona, uno de los servicios más solicitados, según la app
Bucmi, son los faciales.
«El número de clientes que apuesta por este
tratamiento aumenta: en los últimos tres años, un 20% más.
Todavía son
mayoritariamente mujeres, pero cada vez se animan más hombres», revela Claudia di Paolo, cool hunter –recorre medio mundo en busca de avances– y responsable de la boutique homónima.
Tampoco está exenta de implicaciones estéticas. El paradigma
ha tomado un giro hacia lo natural. «La belleza real y sin artificios
es el canon. Lo auténtico triunfa en todas las esferas, no solo en
cosmética», opina Di Paolo. La piel es el nuevo ‘accesorio’, por eso se
trabaja desde dentro. «Una dermis sana no se finge. De ahí, el boom en
España de la triple limpieza japonesa con crema o aceite, espuma y
loción», añade. Cada vez dedicamos más tiempo a este ritual. Y más mimo:
adiós a las fórmulas agresivas; el sector suaviza el gesto con
productos al carbón (atrapa la suciedad incrustada) y al agua. «El
mercado se ha renovado con aceites desmaquillantes satinados, pero no
grasos, que se transforman en leche con el agua y eliminan hasta el waterproof. El secreto de estos limpiadores suaves y potentes son
ingredientes de última generación como el tea cocoyl glutamato,
procedente del aceite de coco, o el ácido caprílico, que trabajan en
profundidad sin dañar. Las novedades incluyen aminoácidos,
tensioactivos, coenzimas, la raíz de morera y complejos antiedad; es
decir, no solo limpian, también protegen e hidratan», informa Di Paolo. Otras novedades número uno en ciudades muy contaminadas, como México DF y
Roma, son las fórmulas con beta-glucano y l-carnosina (combaten
radicales libres y favorecen la reparación epidérmica) y pantenol y
caléndula, ambos calmantes (Defence Tolerance de Bionike; 11 euros) .