Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

10 dic 2017

Lo terrible de estos crímenes......................... Javier Marías

La dificultad de combatir la violencia machista estriba en que en ella no hay conspiración ni proselitismo: cada sádico toma su decisión a solas.
 
CADA VEZ hay más desesperación respecto a la llamada violencia machista (nunca emplearé la insensata expresión “de género”).
 Se suceden las protestas y las campañas en su contra, y se exigen “medidas” para atajarla y erradicarla. 
Todo ello con razón, pero, lamentablemente, con escaso sentido de la realidad.
 Lo terrible de estos crímenes, y la dificultad para combatirlos, estriba en que son individuales.
 No hay una conspiración de varones que prediquen el castigo a las mujeres que los abandonan.
 No hay proselitismo, a diferencia de lo que ocurre con el terrorismo, fuera el de ETA ayer o el del Daesh hoy. 
Tampoco, como con el actual independentismo, hay “evangelización”.
 No se intenta convencer a los hombres de que maten a mujeres, no se trata de una “causa” que busque “adeptos”.
 Por desgracia (bueno, no sé qué sería más trágico), cada bruto o sádico va por su cuenta y toma su decisión a solas.
 . Lo más que puede concederse es que haya el factor mimético que suele acompañar a cualquier atrocidad, al instante imitadas todas. 
En ese aspecto, siempre cabe preguntarse hasta qué punto la sobreexposición en los medios de cada maltrato o asesinato de una mujer no trae consigo unos cuantos más, del mismo modo que los eternos minutos y enormes planas dedicados a cada atentado yihadista tal vez propicien su multiplicación. 
Pero poco puede hacerse al respecto: si ustedes recuerdan, durante los años más sangrientos de ETA, cuando ésta llegó a matar a unas ochenta personas cada doce meses, había ocasiones en que los asesinatos ocupaban tan sólo un “breve” del periódico, y eso no logró que disminuyeran.
 Por mucho que las noticias den malas ideas o estimulen la más nefasta emulación, es imposible dejar de informar de los hechos graves e indignantes.
Lo cierto es que cada crimen machista va por su cuenta, con su historia particular detrás. 
Cada asesino asesina sin confabularse con otros (salvo en casos tan irresueltos como los de Ciudad Juárez, donde sí pareció haber conjura), ninguno necesita el aliento, el beneplácito ni la propaganda de sus congéneres. 
Contra eso es muy difícil luchar. 
 ¿Endurecer las penas? Desde luego, pero no es algo que importe a los asesinos de sus parejas o exparejas, los cuales se suicidan con frecuencia —o más bien lo intentan— después de cometido su crimen
 (uno se pregunta por qué diablos no lo hacen antes). ¿Educar desde la infancia? 
Sin duda, pero no parece que eso dé mucho resultado: un alto porcentaje de adolescentes españoles ve hoy “normal” el control de sus “chicas” y hasta cierta dosis de violencia hacia ellas.
 Es deprimente, y da la impresión de que, lejos de mejorar las mentalidades, las vamos empeorando.
No sé, cuando yo era niño, nos pegábamos de vez en cuando en el patio o a la salida del colegio.
 Las niñas, rarísimamente, y no pasaban de tirarse del pelo, poco más.
 Conocíamos, sin embargo, una serie de normas inviolables: era inadmisible pegarse con un compañero de menor tamaño o edad; también ir dos contra uno (“mierda para cada uno”, era la frase infantil); y, sobre todo, a una chica no se le pegaba jamás, en ninguna circunstancia.
 Eso se consideraba una absoluta cobardía, algo ruin, algo vil. 

El que lo hacía quedaba manchado para siempre, por mucho perdón que pidiese luego.
 Pasaba a ser un apestado, un individuo despreciable, un desterrado de la comunidad.
 Y esas enseñanzas se prolongaban hasta la edad adulta.
 A una mujer no se le pone la mano encima, a no ser, supongo, que sea muy bestia y se nos abalance con un cuchillo en la mano, por ejemplo.
 Pero éramos conscientes de nuestra mayor fuerza física y de que era intolerable emplearla contra alguien en principio más débil (insisto, sólo en lo físico).
Obviamente, no todo el mundo cumplía esas reglas, porque, de haber sido así, no habría habido en el pasado palizas de maridos a sus mujeres, y ya lo creo que las ha habido, probablemente más que hoy.
 Al fin y al cabo, durante siglos se consideró que no había que entrometerse en la (mala) vida de los matrimonios, y que esas palizas y aun asesinatos pertenecían a la “esfera íntima o familiar”, una verdadera aberración.
Lo que sí es relativamente nuevo, algo cada vez más extendido, es que los varones maltratadores maten también a los hijos de la mujer, para causarle el mayor dolor imaginable. 
Ha dejado de ser una rarísima excepción.
 Los niños de mi época nos creíamos bastante a salvo, precisamente por ser niños incapaces de infligirle el menor daño a un adulto. ¿Cómo iban éstos a hacerle nada a una criatura no ya indefensa, sino inofensiva? 
Dudo que los críos de hoy se puedan sentir seguros, a poco que se les permita ver o leer las noticias.
 Las mujeres llevan siglos viviendo con un suplemento de miedo, al ir por la calle y aun en sus casas.
 Los niños, no, y quizá ahora sí.  

Lo peor es que, como sociedad, poco podemos lograr contra todo esto, más allá de exigir jueces más severos y repudiar a los maltratadores hasta el infinito.
 Pero es ingenuo creer que eso les va a hacer efecto.
 Es lo que tienen los crímenes personales, que nada disuade a cada asesino individual.

9 dic 2017

El bajón de Jorge Javier Vázquez

“Llevo 20 años en televisión y tengo interiorizado que algún día se acabará”, asegura el presentador sobre su futuro.

 

Jorge Javier Vazquez, en el teatro Rialto de Madrid.
Jorge Javier Vazquez, en el teatro Rialto de Madrid. Getty Images

Kirk Douglas: 11 películas para 101 años............. Gregorio Belinchón

Un recorrido por lo mejor de la carrera de esta leyenda viviente del Hollywood clásico, que hoy cumple años.

Kirk Douglas, en los años cincuenta.
Kirk Douglas, en los años cincuenta.

Cuando hoy se despierte en Los Ángeles, Issur Danielovitch Demsky, el hijo de un trapero de Ámsterdam (Nueva York), cumplirá 101 años. Poca gente llama a Demsky por su auténtico nombre: algunos usan su dimitivo familiar, Izzi; el resto se refiere a él por el seudónimo artístico que le dio la fama: Kirk Douglas.
El actor no es el único superviviente del Hollywood clásico, ni siquiera el má anciano (entre las estrellas vivas Olivia de Havilland le supera en edad por seis meses), pero es la última leyenda que queda de aquellos años dorados, en los Douglas fue una fuerza de la naturaleza interpretativa, un imán para los taquillazos y un actor de los que han marcado la historia del cine. 
Como homenaje, recorremos  sus trabajos más destacados:
El ídolo de barro (1949). Primera candidatura al Oscar de Douglas, lograda a los tres años de debutar en el cine (alcanzó el estrellato muy rápidamente). Un drama de boxeo con lo peor de ese deporte, en la que Kirk Douglas saca partido a su poderoso físico. La película tuvo un éxito enorme.

'El ídolo de barro'.
El gran carnaval (1951). Con el tiempo, Douglas se arrepintió de haber rodado solo una película con Billy Wilder, que le llamó para otros proyectos. Lo más abyecto del ser humano y del periodismo, en un drama que
 en su estreno obtuvo malas críticas y peor resultado en taquilla. Hoy la percepción sobre este filme ha cambiado, por fortuna, radicalmente.
 Y sí, sigue de plena actualidad.


'El gran carnaval'.
Cautivos del mal (1952). Vincente Minnelli y Kirk Douglas colaboraron en un puñado de películas extraordinarias. 
Esta, sobre el mundo del cine y de cómo un productor manipula a la gente que le rodea, contada en una poderosa concatenación de flashbacks, es impresionante.
 La secuencia del collar de perlas para explicar cómo debe estructurarse una película marca la historia del séptimo arte.
 
'Cautivos del mal'.
El loco del pelo rojo (1956). Tercera y última candidatura al Oscar para Douglas (parece increíble, con todos los grandes personajes que encarnó después) gracias a su recreación de Vincent Van Gogh. El biopic, de un meticuloso cuidado con el color, se rodó en numerosas localizaciones en las que de verdad vivió Van Gogh. Dos leyendas sobre la película de Minnelli. 
Tras su visionado John Wayne le dijo indignado a Douglas: "Pero, ¿cómo has hecho esto? Solo quedamos unos pocos, y debemos encarnar personajes duros, no maricas débiles".
 Y en mitad de un pase, Michael Douglas y su hermano, entonces unos críos, salieron corriendo entre sollozos de la sala cuando Van Gogh (su padre) se corta la oreja.
 
'El loco del pelo rojo'.
Duelo de titanes (1957). También conocida por su título original, Duelo en O.K. corral, referencia al mítico tiroteo protagonizado por Wyatt Earp y Doc Hollyday el 26 de octubre de 1881. 
Aquello duró 30 segundos, se dispararon 34 balas y murieron tres hombres.
 En el cine dura cinco minutos y se rodó en cuatro días. 
Douglas, muy puntilloso, midió la frecuencia y fuerza de sus toses en cada secuencia para mantener el raccord durante el rodaje.
 Un western antológico, segundo trabajo en común de Douglas y Burt Lancaster, y el inicio de su amistad.


'Duelo de titanes'.
Senderos de gloria (1957). Primera colaboración entre Douglas y Stanley Kubrick, epítome del filme bélico antibelicista (no, no es una contradicción). 
Durante la I Guerra Mundial, un general acusa de cobardía a sus soldados por no acatar órdenes suicidas. Prohibida en España, no se estrenó hasta 1986, Douglas lo considera uno de los mejores trabajos en los que actuó.
 Todo el sinsentido de la guerra en pantalla.
 
'Senderos de gloria'.
Los vikingos (1958). Un clásico del cine de aventuras, rodado en escenarios de Noruega a temperaturas gélidas... y con Douglas realizando sus propias secuencias de acción, como la de la toma del castillo con la escalera de hachas, algo que muchos hemos imaginado repetir de críos.

'Los vikingos'.
Espartaco (1960). Un clásico. La película con la que Kirk Douglas sacó pecho diciendo que había acabado con la lista negra de Hollywood al aparecer el nombre de su guionista, Dalton Trumbo. En realidad, lo iba a hacer Otto Preminger para quien Trumbo había escrito Exodo, pero Douglas se enteró, espabiló y se llevó el mérito... Espartaco no es solo un peplum, es un filme que habla sobre la libertad individual, sobre la conciencia y los deberes morales. Douglas, impulsor del proyecto, y Kubrick (contratado cuando el actor despidió a Anthony Mann) estuvieron a la gresca todo el rodaje, con frases antológicas para la historia, como la de Kubrick en la legendaria secuencia de "Yo soy Espartacao": "Kirk, esto es una enorme tontería".
'Espartaco'.
Dos semanas en otra ciudad (1962). Después de tres años internado en un psiquiátrico, un actor vuelve a su profesión en un pequeño papel para volver a la profesión. Problema: en la película, ofrecida por un director amigo que se rueda en Cinecittà, también trabaja su exesposa, culpable de su bajada a los infiernos. Una joya del drama con Vincente Minnelli con un trío de ases con Kirk Douglas, Cyd Charisse y Edward G. Robinson, con alcohol, declive personal y amor al cine de por medio.
'Dos semanas en otra ciudad'.
Siete días de mayo (1964). El presidente de EE UU planea firmar un tratado de reducción de armamento nuclear y los militares estadounidenses se preparan para un golpe de estado. Política ficción dirigida por John Frankenheimer con una espectacular frialdad, de reparto desopilante y con Douglas como un militar que ante las órdenes o la lealtad se decanata por esta última.
'Siete días de mayo'.
Otra ciudad, otra ley (1986). Esta es la última de las siete películas que Douglas rodó con su gran amigo Burt Lancaster, y por eso aparece en esta lista. Tambien, porque es la última que Douglas produjo con su compañia Bryna Productions.
 Ambos dan vida a dos gánsteres que salen en libertad tras 30 años en la cárcel por robar un tren, y ven cómo la sociedad les empujan a volver al crimen. No es una obra maestra, pero destila encanto.
'Otra ciudad, otra ley'.











 

 

Javier Marías: “Con 17 años cantaba a Dylan con guitarra en las terrazas de París”

Javier Marías: “Con 17 años cantaba a Dylan con guitarra en las terrazas de París”

Bob Dylan le recuerda a cuando de adolescente se atrevía a cantar y a tocar la guitarra por las calles de París. 

Aún baila con Elvis y Chubby Checker, y recurre a una canción de Monteverdi cuando tiene días bajos. Así suena la biografía en 10 canciones del escritor y columnista de El País Semanal.

Javier Marías: “Con 17 años cantaba a Dylan con guitarra en las terrazas de París”
De niño escuchaba con su madre un disco de 45 revoluciones por minuto que aún recuerda.
 Sevillanas del siglo XVIII, de La Argentinita y Federico García Lorca al piano, se ha quedado grabada en su memoria como uno de esos lugares siempre cálidos de la infancia.
Durante la adolescencia bailó con Elvis Presley ("que cantaba bien hasta las mamarrachadas") y Chubby Checker, y acabó cantando él mismo a Dylan (Sad Eyed Lady of the Lowlands) por las terrazas de París, dando "la murga" a los clientes.
 En su biografía musical hay un lugar especial para el cine (westerns y Grupo salvaje) y la canción italiana.
 Una guajira le recuerda a La Habana (nunca visitada) en la que nació su abuela Lola, en los días bajos se refugia en Monteverdi, y queda impresionado cada vez que vuelve a escuchar la cantata BWV 54 de Johann Sebastian Bach, a ser posible en la versión de Russell Oberlin y Glenn Gould al piano.