Hace 15 años el ex Mecano cambió la música por la pintura. Hoy vive en Londres y sus cuadros valen cientos de miles de euros.
En español se llama reinventarse, pero en inglés se utiliza un término más evocador: second act (segundo acto).
Inglaterra fue el destino elegido por José María Cano
(Madrid, 1959), el que fuera uno de los músicos más famosos del pop
español, para empezar una nueva vida.
Veinticinco años después de la separación de Mecano en 1992 (aunque se reunirían brevemente en 1998) y quince desde que el compositor de canciones como Hijo de la luna o Mujer contramujerse
alejara de los focos para consagrarse a la pintura como vehículo de
expresión, Cano sigue volcado en su segundo acto: el arte.
Siempre le interesó esta disciplina —también como
coleccionista—, pero el éxito de la banda le desvío de esa vocación
temprana. En 2002, inmerso en un divorcio tortuoso con la madre de su
hijo Daniel, empezó a pintar, y no ha dejado de hacerlo desde entonces.
Según la web especializada Artfacts, ha participado en 37 muestras,
20 de ellas en solitario. Solo el año pasado expuso en Praga, Taipei y
Pekín. También hay un mural suyo en el Senado, y en 2010 la Fundación
Picasso de Málaga colgó sus obras sobre la tauromaquia junto a las de
Goya y Picasso. Su estudio está en su casa de Londres, un exclusivo inmueble en Holland Park que, según publicó The Times, Cano le compró al manager
de Duran Duran en 1993. Allí lo conoció hace más de una década Ambra
Medda, consultora de arte y exdirectora de la feria Design Miami, que
jugó un papel fundamental en su profesionalización como artista. “Tuve
la suerte de visitarle en su casa-estudio y sumergirme en su mundo y su
obra. Me cautivó al instante y le propuse que trabajáramos juntos”,
recuerda a EL PAÍS Medda. “Quería que llegara a un público más amplio y
decidimos exponer en Miami”.
Su serie más icónica es The Wall Street 100:
grandes lienzos recubiertos con cera, creados mediante una técnica
laboriosa llamada encáustica, y que parten de los retratos de las élites
financieras que aparecen en las páginas de The Wall Street Journal
(uno de ellos viajó hasta la Casa Blanca cuando el expresidente checo
Václav Havel se lo regaló a Barack Obama). Sus cuadros más recientes se
inspiran en la luna y otra parte de su obra exhibe y reinterpreta su
propia intimidad (de las cartas de su divorcio a los dibujos de su hijo,
que tiene síndrome de Asperger). “Su obra me impactó por ser tan
intensamente personal”, asegura Ambra Medda.
A tenor de los números, su cotización se ha multiplicado en pocos años. En 2013 Sotheby’s vendió su obra God Save the Queen
por unos 81.000 dólares. El pasado mes de abril, en la sede de la casa
de subastas en Hong Kong, su retrato del magnate chino Jack Ma superó
los 414.000 dólares. Y en agosto, en la gala benéfica Starlite en
Marbella, uno de sus cuadros taurinos alcanzó la cifra récord de 260.000
euros. “Antonio Banderas comentó: ‘El año que viene deberíamos tener
arte potente para la subasta, ¿y si le pedimos ayuda a José María
Cano?’. Esa misma tarde le llamamos y nos mandó la foto del cuadro que
nos iba a donar”, cuenta Sandra García-Sanjuán, fundadora de Starlite y
amiga del artista. “Como es muy difícil poder comprar un cuadro de José,
pues no vende a quien quiere adquirirlo sino a quien a él le apetece
que lo tenga, muchos se picaron en la puja, incluso Antonio Banderas. Fue algo único y muy emocionante”, recuerda. Como el propio Cano le explicó una vez a The Times, en España
Mecano fue comparables a The Beatles. Se estima que vendieron más de 25
millones de discos y entre sus fans estaba el actual rey Felipe VI. Pero
en 1998, durante una ceremonia de premios y con una gira mundial en
ciernes, Cano anunció de forma abrupta que dejaba la banda
definitivamente. Su contacto con la música es esporádico; en 2012 tocó
el piano en la versión de Me cuesta tanto olvidarte de India
Martínez, cuyo videoclip se grabó en su casa de Londres. Un año después
habló para la primera promoción de graduados del campus en Valencia del
Berklee College of Music de Boston. “Estáis a punto de cruzar el
desierto. Seguid adelante, encontraréis la manera”, les animó. Él lo
hizo. Sandra García-Sanjuán lo resume así: “Tiene la capacidad de
encontrar en la adversidad las oportunidades. Es increíble la
clarividencia que tuvo cuando, en lugar de aprovechar los mercados donde
Mecano era enorme, decidió apostar por conquistar la otra parte del
mundo, el mercado anglosajón y China, donde se le conoce como el pintor y
no como el músico”.
El
expresidente defiende la independencia de la juez que encarceló al
Govern destituido pero recrimina a Rajoy que no hiciera política y
aplicara el artículo 155 antes.
Felipe González se
encuentra en Buenos Aires para participar en el XVIII Foro
Iberoamérica, un grupo de debate de alto nivel con políticos y
empresarios, pero está muy pendiente de la realidad española.
En una
entrevista con EL PAÍS, el diario Clarín y Radio Continental,
el expresidente admite que el encarcelamiento de buena parte del
Gobierno catalán destituido puede perjudicar la estrategia del Gobierno
de Mariano Rajoy, "suponiendo que la tuviera", pero insiste en que en
España la justicia es independiente y responsabiliza a los dirigentes
catalanes por su actitud.
En especial a Carles Puigdemont,
al que llama abiertamente "cobarde" por haberse refugiado en Bruselas.
Pero también reprocha a Rajoy que no hiciera política y aplicara antes
el artículo 155.
Pregunta: ¿Cómo ve la situación de la crisis catalana?
Respuesta:
España está soportando como estado democrático su peor crisis desde que
empezó el régimen del 78, del que me siento representante absolutamente
legítimo, la peor crisis de la democracia desde entonces. Esa crisis
tiene un factor fundamental, que es que hay una parte de los catalanes,
no Cataluña, que sin legitimidad y sin legalidad han roto la
convivencia, el estatuto de autonomía en que se basa su poder, han roto
la constitución y han desobedecido todas las sentencias, pero hablan en
nombre de Cataluña como ha pasado durante el siglo XX con todos los
nacionalismos. P. ¿Puede el encarcelamiento de los exconsejeros perjudicar la solución de la situación? R. Yo nunca le daría ese enfoque. He
defendido desde hace muchos años la iniciativa política para enfrentar
la crisis en Cataluña. ¿Por qué? Porque es la única manera de minimizar
la dimensión penal de los acontecimientos. He querido priorizar la
política porque es lo único que el Poder Ejecutivo controla. Si hubiera
actuado políticamente, incluso en la aplicación del 155, que es pura
política, y lo hubiera hecho a tiempo no estaríamos desencadenando los
inevitables procedimientos penales.
P. ¿Estamos aquí no haber hecho política antes?
R. No creo que totalmente sea así, pero que
la ausencia de iniciativa política ha abierto mucho más espacio a una
dinámica que tiene sus fundamentos jurídicos de carácter penal, no me
cabe la menor duda. Les pondré un ejemplo. Cuando el señor Artur Mas era
presidente de la Generalitat y convoca a una consulta ilegal después de
que el Tribunal Constitucional le dijera "oiga, que usted no tiene
competencias para hacerlo" y lo hizo igual. Imagínense que en ese
momento hubiera sido requerido, desde el punto de vista constitucional,
sin amenaza penal, le hubieran llamado la atención con el malhadado 155,
que han satanizado, pero es igual que el artículo 37 de la Constitución
alemana. Simplemente es decirle: "Usted no cumple con su función, no
respeta sus competencias, le llamo la atención para que vuelva a
respetar el ordenamiento jurídico. En caso de que no lo haga, el Senado
me da la posibilidad de suspenderlo de sus funciones". P. ¿Está demasiado judicializada la crisis? R. Estoy en contra de la
judicialización de la política, porque inevitablemente eso termina con
la politización de la justicia. Pero todo el mundo, o casi todo el
mundo, está manifestando su respeto hacia que una señora jueza atienda a
la decisión del fiscal y dicte la prisión provisional sin fianza como
medida cautelar
. La gente respeta, sabe que esa jueza es completamente
independiente.
Porque cuando habla del Poder Judicial parece que es el
poder del Gobierno.
La magistrada que ha tomado la decisión es
independiente.
P. ¿Qué le parece la decisión de Puigdemont de quedarse en Bruselas y no responder a la Justicia española? R. Ojalá no se moleste por lo que voy
a decir. Me parece un acto de cobardía, casi de vodevil que deja a los
pies de los caballos a sus seguidores y a más de la mitad de su Gobierno
porque el gran argumento de la magistrada sobre el riesgo de fuga no
tiene que explicarlo mucho, ya se lo da solo el señor Puigdemont. Es uno
de los que habla todos los días, hoy se lo he escuchado decir, de una
democracia del siglo XXI. Si su discurso es de nacionalismo
irredentista, supremacista, que es como mucho identificable con los
desastres del siglo XX del nacionalismo, ¿cómo reclama usted que eso es
del siglo XXI? Le diría algo que es intelectualmente divertido.
Puigdemont no es presidente de la Generalitat, no porque haya sido
destituido, que también, en aplicación del 155, sino porque él ha
propuesto destruir la Generalitat y la Constitución. Por tanto, si fuera
algo, que no lo es, sería presidente de la república independiente. P. ¿El encarcelamiento de funcionarios catalanes puede perjudicar la estrategia del presidente Rajoy en Cataluña? R. ¿De verdad tiene una estrategia el
Gobierno? [se ríe]. En el supuesto de que la tuviera y esa estrategia
coincidiese con la necesidad de que haya elecciones… Creo que, por
fortuna, no habrá inhabilitaciones para el 21 de diciembre. Ni siquiera
para Artur Mas. A la gente se le olvida y dice que está inhabilitado,
pero la sentencia no es firme, está recurrida. Por tanto no habrá
inhabilitación . Haré una broma casi grotesca: algunos de los que no
estén en libertad para hacer campaña, si son candidatos, tendrán una
ventaja relativa porque tendrán una excusa para no tener que explicar la
cantidad de tonterías que han hecho para llevar a Cataluña a esta
desastre. Les alcanzará con decir que están presos. Porque hay que ver
las cosas que han hecho. Van por 2.000 empresas que se han cambiado de
domicilio, algunas con un siglo y medio de raíz catalana. P. ¿Creé que el mundo va a entender esto? Ha habido críticas por los encarcelamientos. R. No, claro, el mundo no lo entiende. Aquí
hay una sola legalidad, como en cualquier país democrático. Imaginen
que la gobernadora de Buenos Aires lleva a la legislatura de la
provincia el ejercicio del derecho de autodeterminación para separar a
la provincia de Buenos Aires del Estado argentino. Esto es lo que ha
hecho. Pero en el relato han contado un montón de mentiras que ha creado
una confusión general, cosa que es bastante frecuente en la sociedad
que vivimos. ¿Cuántas mentiras de Trump se cuentan que la gente cree que
son verdad? En el relato han ido ganando, pero ya no, porque la mentira
tiene las patitas cortas.
La juez Carmen Lamela ha ordenado la busca y captura nacional e internacional y ha emitido una euroorden de detención de Carles Puigdemont
y los cuatros exconsellers que han optado por quedarse en Bélgica y
desoír la citación judicial para declarar como imputados por rebelión,
sedición y malversación de fondos. Junto al expresident de la
Generalitat están en Bélgica los exconsellers
Antoni Comín (Salud), Clara Ponsatí (Enseñanza), Meritxell Serret
(Agricultura) y Lluís Puig (Cultura). Los cinco están imputados por
rebelión, sedición, malversación, prevaricación y desobediencia. La juez Lamela afirma que Puigdemont aprovechó su cargo al frente del
Govern para “llevar a cabo un referéndum independentista para lograr en
España la secesión de Caluña” junto a otras autoridades, funcionarios
públicos y entidades públicas y privadas catalanas. “Para ello
promovieron y utilizaron la fuerza intimidatoria y violenta de los
sectores independentistas de la población, llamando a la insurreción y
desafiando el ordenamiento constitucional”.
La juez ha redactado diez autos, dos por cada investigado. En uno
tramita la orden de detención ante la fiscalía federal de Bélgica, que
ya se ha enviado y se inserta en Sirene, el programa de la policía. Por
otro lado se envía orden nacional e internacional a través de policía y
Guardia Civil, por si se le ocurre salir de Bélgica. La magistrada describe cómo, a pesar de la sentencia del
Constitucional de diciembre de 2015, el ahora expresident “continuó
impulsando las medidas necesaria para crear un futuro Estado catalán
independiente valiéndose del poder que otorgaba tener mayoría absoluta
de diputados, no de votos”. Toda una batería de argumentos que vuelve a
poner el punto de mira en el documento EnfoCATS, que “establecía una
hojar de ruta para alcanzar la independencia” y donde se recogía “el
papel que debería jugar cada uno de los actores”.
Los cinco exmiembros del Govern estaban citados a declarar este
jueves y viernes ante la Audiencia Nacional pero desde Bruselas el
abogado de Puigdemont, Paul Bekaert, adelantó que no acudirían ante la Justicia. Sí lo hicieron Junqueras y otros ocho exconsellers y terminaron su jornada en la cárcel de Estremera
(los varones) y Alcalá Meco (las mujeres), y solo uno de ellos, Santi
Vila, con la posibilidad de volver a casa si paga una fianza de 50.000
euros. La juez ha aceptado la petición del ministerio público, que señalaba
en su escrito que es un “hecho notorio y públicamente conocido” la
citación de los cinco políticos y que el juzgado ha realizado
“reiterados intentos” de entregar la citación en sus domicilios, así
como “reiteradas llamadas telefónicas” a las que “se ha hecho caso
omiso”. De Puigdemont, el fiscal señalaba que "ha manifestado públicamente su
intención de no comparecer y ha solicitado, como también lo han hecho
Antoni Comín y Maritxell Serret, efectuar declaración por
videoconferencia, sin ofrecer dato alguno sobre su paradero actual". La fiscalía belga aseguró este jueves que en cuanto reciba la
euroorden de detención y entrega aplicará la ley. El ministerio federal
sería el receptor de esa orden y encargado de ejecutarla, según las
fuentes consultadas. La diplomacia española en Bélgica asegura que hasta
ahora no ha habido ningún problema con las autoridades belgas, y espera
una colaboración total en el pleno judicial y policial. El proceso, según Bekaert, "llevará un tiempo". La orden de detención
"tiene que ser traducida y luego tramitada por la Policía federal, en
el parquet federal (Fiscalía) en nuestro país [por Bélgica]. Entonces, el señor Puigdemont la debe recoger y llevarla al tribunal de
instrucción", indicó el abogado.
Se cumplen
60 años del lanzamiento del primer ser vivo al espacio exterior, un
acontecimiento respondido por Kennedy con el envío del primer hombre a
la Luna.
A pesar de los 60 años transcurridos, su nombre –Laika- es todavía tanto o más popular que el de Gagarin o Armstrong.
El primer ser vivo que se aventuró por el espacio exterior ocupa un lugar de honor en el imaginario colectivo.
El lanzamiento del primer Sputnik,
en octubre de 1957 no fue anunciado como un acontecimiento excepcional.
Apenas mereció una modesta columna arrinconada en la primera página de Pravda, bajo el inicuo titular “Informe de TASS”.
La reacción en Occidente fue muy distinta.
Aparte de la
sorpresa ante un éxito tecnológico que nadie esperaba estaban sus
implicaciones militares: el Sputnik demostraba que la Unión Soviética
disponía de un misil intercontinental capaz de alcanzar cualquier punto
del globo. Occidente, no.
Y en muchos círculos la sorpresa dejó paso a
una sensación de temor casi histérico.
Esa reacción cogió por sorpresa al propio dirigente soviétivo Nikita Kruschev.
Nunca antes había considerado el valor propagandístico de un lanzamiento espacial pero el Sputnik le abrió los ojos al instante y no tardó ni un día en reaccionar.
La siguiente edición de Pravda le dedicaba la portada íntegra, describiéndolo como “una gran victoria en la competencia pacífica con el capitalismo”
A los pocos días del lanzamiento, Serguéi Korolev, el anónimo padre del Sputnik,
fue recibido por un exultante Kruschev quien le hizo una petición
sorprendente: “Sergei Pavlovich: Nunca creímos que pudieras lanzar un Sputnik
antes que los americanos.
Pero lo hiciste.
Ahora, por favor, lanza algo
nuevo al espacio para celebrar en próximo aniversario de nuestra
revolución”.
Sería en noviembre. Tenía un mes.
Hoy en día, nadie soñaría con proyectar, fabricar y lanzar
un satélite en un plazo tan corto.
Pero Korolev puso a trabajar a su
equipo tan febrilmente que no había tiempo para diseños refinados ni
controles de calidad. Los planos pasaban directamente del tecnígrafo al
taller.
Se utilizaría una copia del primer Sputnik para
aprovechar sus baterías y equipos de radio.
Sobre él, irían unos
sencillos detectores de radiación y debajo, una cabina presurizada capaz
de albergar un perro pequeño.
Casi todas esas piezas estaban ya disponibles.
La Unión
Soviética había realizado varios lanzamiento de cohetes zona con perros a
bordo, así que ya poseía experiencia en el tema. En total, el conjunto
pesaba algo más de media tonelada. Era una carga inconcebible para la
tecnología americana, que todavía estaba limitada a unos pocos kilos.
Pero que no planteaba ningún problema para el formidable cohete de
Korolev, el R-7, pensado para llevar ojivas nucleares de cinco
toneladas.
Para ir a bordo del segundo Sputnik se
seleccionaron tres perros de raza indefinida, todos recogidos en las
calles de Moscú: Albina, Laika y Mukha.
Los científicos rusos preferían
estos animales, asumiendo que si habían sobrevivido a las duras
condiciones de la vida en la calle, sin duda serían ejemplares
vigorosos.
De los tres, Laika (“Ladradora”, en ruso) resultó el de
temperamento más dócil, así que al final le correspondió a ella el
dudoso honor de ser el primer ser vivo en realizar un vuelo orbital.
Viaje sólo de ida, claro.
La tecnología de la época no permitía ningún
intento de recuperación.
Laika no recibió un entrenamiento especial. Al fin y al
cabo, las reducidas dimensiones de su cabina tampoco le permitirían más
que ponerse en pie o echarse.
Se le implantaron unos electrodos para
registrar su respiración y también un sensor de pulso y presión
sanguínea en una carótida. El 31 de octubre se la acomodó en su
alojamiento en el morro del cohete.
El pobre animal estaría tres días encajonado allí a la
espera del lanzamiento.
En la desolada estepa de Tyuratam, noviembre es
un mes muy frío, y la única concesión a la comodidad de Laika fue un
sistema de calefacción que la mantendría a temperatura agradable no solo
a ella sino también a los equipos electrónicos de la nave.
Por fin, el 3 de noviembre, a tiempo para celebrar el
aniversario de la revolución de octubre (cosas del calendario juliano)
se lanzó el segundo Sputnik.
La telemetría mostró un aumento
del ritmo cardíaco del animal durante el despegue, pero al cabo de unos
minutos, ya en órbita, se tranquilizó sin mostrar, de momento, signos
alarmantes.
A pesar de los 60 años transcurridos, su nombre –Laika- es todavía tanto o más popular que el de Gagarin o Armstrong. El primer ser vivo que se aventuró por el espacio exterior ocupa un lugar de honor en el imaginario colectivo.
El lanzamiento del primer Sputnik,
en octubre de 1957 no fue anunciado como un acontecimiento excepcional.
Apenas mereció una modesta columna arrinconada en la primera página de Pravda, bajo el inicuo titular “Informe de TASS”.
La reacción en Occidente fue muy distinta. Aparte de la
sorpresa ante un éxito tecnológico que nadie esperaba estaban sus
implicaciones militares: el Sputnik demostraba que la Unión Soviética
disponía de un misil intercontinental capaz de alcanzar cualquier punto
del globo. Occidente, no.
Y en muchos círculos la sorpresa dejó paso a
una sensación de temor casi histérico.
Esa reacción cogió por sorpresa al propio dirigente soviétivo Nikita Kruschev.
Nunca antes había considerado el valor propagandístico de un lanzamiento espacial pero el Sputnik le abrió los ojos al instante y no tardó ni un día en reaccionar.
La siguiente edición de Pravda le dedicaba la portada íntegra, describiéndolo como “una gran victoria en la competencia pacífica con el capitalismo”
A los pocos días del lanzamiento, Serguéi Korolev, el anónimo padre del Sputnik,
fue recibido por un exultante Kruschev quien le hizo una petición
sorprendente: “Sergei Pavlovich: Nunca creímos que pudieras lanzar un Sputnik
antes que los americanos.
Pero lo hiciste. Ahora, por favor, lanza algo
nuevo al espacio para celebrar en próximo aniversario de nuestra
revolución”. Sería en noviembre. Tenía un mes.
El éxito de los dos primeros Sputniks forzó a la
administración del presidente Eisenhower a acelerar el lanzamiento de
su propio satélite
Hoy en día, nadie soñaría con proyectar, fabricar y lanzar
un satélite en un plazo tan corto.
Pero Korolev puso a trabajar a su
equipo tan febrilmente que no había tiempo para diseños refinados ni
controles de calidad.
Los planos pasaban directamente del tecnígrafo al
taller. Se utilizaría una copia del primer Sputnik para
aprovechar sus baterías y equipos de radio.
Sobre él, irían unos
sencillos detectores de radiación y debajo, una cabina presurizada capaz
de albergar un perro pequeño.
Casi todas esas piezas estaban ya disponibles.
La Unión
Soviética había realizado varios lanzamiento de cohetes zona con perros a
bordo, así que ya poseía experiencia en el tema. En total, el conjunto
pesaba algo más de media tonelada. Era una carga inconcebible para la
tecnología americana, que todavía estaba limitada a unos pocos kilos.
Pero que no planteaba ningún problema para el formidable cohete de
Korolev, el R-7, pensado para llevar ojivas nucleares de cinco
toneladas.
Y Como yo leí en el Blog Eureka de Daniel Marín....¿Quién dice que una perra no puede cambiar el mundo?
Para ir a bordo del segundo Sputnik se
seleccionaron tres perros de raza indefinida, todos recogidos en las
calles de Moscú: Albina, Laika y Mukha. Los científicos rusos preferían
estos animales, asumiendo que si habían sobrevivido a las duras
condiciones de la vida en la calle, sin duda serían ejemplares
vigorosos. De los tres, Laika (“Ladradora”, en ruso) resultó el de
temperamento más dócil, así que al final le correspondió a ella el
dudoso honor de ser el primer ser vivo en realizar un vuelo orbital.
Viaje sólo de ida, claro. La tecnología de la época no permitía ningún
intento de recuperación.
A mediados de 1961, exasperado ante el
inesperado anuncio del vuelo de Gagarin, el presidente John F. Kennedy
embarcó al país en el desafío de llevar un hombre a la Luna antes del
fin del decenio
Laika no recibió un entrenamiento especial. Al fin y al
cabo, las reducidas dimensiones de su cabina tampoco le permitirían más
que ponerse en pie o echarse. Se le implantaron unos electrodos para
registrar su respiración y también un sensor de pulso y presión
sanguínea en una carótida. El 31 de octubre se la acomodó en su
alojamiento en el morro del cohete.
El pobre animal estaría tres días encajonado allí a la
espera del lanzamiento. En la desolada estepa de Tyuratam, noviembre es
un mes muy frío, y la única concesión a la comodidad de Laika fue un
sistema de calefacción que la mantendría a temperatura agradable no solo
a ella sino también a los equipos electrónicos de la nave.
Por fin, el 3 de noviembre, a tiempo para celebrar el
aniversario de la revolución de octubre (cosas del calendario juliano)
se lanzó el segundo Sputnik. La telemetría mostró un aumento
del ritmo cardíaco del animal durante el despegue, pero al cabo de unos
minutos, ya en órbita, se tranquilizó sin mostrar, de momento, signos
alarmantes.
Por desgracia, no todo fue a pedir de boca. El satélite no
estaba diseñado para separarse del cohete portador, el sistema de
refrigeración no funcionó como estaba previsto y la cabina empezó a
recalentarse casi desde la misma entrada en órbita. La cápsula de Laika
llegó a registrar más 43ºC . Al cabo de unas horas, el animal sucumbía,
probablemente a causa de un síncope por hipertermia. Su nave le
sobreviviría seis meses justos, antes de desintegrarse en la atmósfera
entre el Caribe y América del Sur.
El Sputnik 2 provocó aún más consternación en Occidente que
su predecesor. Seis toneladas y media (el satélite más el cohete ya
agotado) en órbita era algo de todo punto impensable. Y con un perro a
bordo, además. Este era sólo un detalle pintoresco pero que contribuyó a
cimentar el prestigio de la URSS en la naciente tecnología aeroespacial.
El éxito de los dos primeros Sputniks forzó a la
administración del presidente Eisenhower a acelerar el lanzamiento de su
propio satélite. Había sido una apuesta personal del presidente:
diseñar un cohete “civil” para evitar dar la imagen belicosa asociada a
un cohete militar. Los rusos no habían tenido tantos remilgos y gracias a
eso habían ganado la carrera.
El Vanguard americano arrastraba serias
dificultades de diseño. Todavía le faltaban varios vuelos de prueba y,
para colmo, el diminuto satélite que debía poner en órbita más parecía
un pomelo (en palabras de un sarcástico Kruschev) que un artefacto
comparable a los rusos.
Pero había que intentarlo. En diciembre, deprisa y
corriendo, a la vista de las cámaras de cine y televisión de medio
mundo, se dio la orden de lanzamiento para el primer satélite Vanguard.
El cohete –con un hermoso diseño, eso sí- se elevó justo un metro antes
de desaparecer en una nube de llamas. Añadiendo insulto a la injuria,
el cono de proa se abrió, el satélite cayó al cemento de la plataforma y
empezó a transmitir su bip-bip. Al terminar 1957, la Unión Soviética no era sólo una potencia espacial. Era la única potencia espacial.
La leyenda de los supercohetes rusos se asentó durante
muchos años. Y no era sólo una ilusión: los americanos tardarían mucho
en disponer de lanzadores comparables. Al mismo tiempo, espoleado por un
Kruschev cada vez más entusiasmado con el impacto propagandístico de
esos vuelos, Korolev orquestó en poquísimo tiempo una serie de
asombrosos hitos: El primer planeta artificial, el primer impacto y el
primer descenso de una sonda en la Luna, el primer hombre en órbita, la
primera mujer, la primera cápsula triplaza, el primer paseo espacial…
A mediados de 1961, exasperado ante el inesperado anuncio
del vuelo de Yuri Gagarin, el presidente John F. Kennedy embarcó al país
en el desafío de llevar un hombre a la Luna antes del fin del decenio.
Esa decisión marcaría a la larga un cambio de tendencia absoluto en la
carrera espacial.
La propuesta de Kennedy se ha estudiado mucho en las
escuelas de negocios. Fue un modelo de liderazgo en el que se establecía
qué hacer (ir a la Luna) y un plazo (nueve años) y –sobre todo- se
dotaba a la agencia espacial de cuantos medios fueran necesarios para
conseguirlo. En algunos momentos, la NASA recibió más del 4% del presupuesto federal.
No ocurrió lo mismo en la URSS. El Politburó no se decidió a
poner en marcha su programa lunar hasta dos años más tarde, con una
financiación insuficiente. Estallaron numerosas rencillas personales.
Diferentes diseñadores compitieron entre sí para favorecer su propio
proyecto y torpedear el del competidor. Korolev falleció en 1967, sin
dejar un sucesor con su carisma. A partir de ese momento, la
organización de un programa tan complejo, fue acumulando fallos y
retrasos.
Hacia 1967, al terminar el programa Gemini, podría decirse
que la tecnología espacial americana había sobrepasado a la soviética.
Entre los factores clave estaban su experiencia en miniaturización
electrónica, la puesta a punto del nuevo lanzador Saturn 5, la
exitosa colaboración entre industria, universidades y agencias estatales
y –muchas veces ignorado- el desarrollo de una serie de técnicas de
ingeniería de sistemas para gestionar proyectos de enorme complejidad.
Tras el desembarco en la Luna del Apolo 11,
en 1969, la URSS mantuvo su propio proyecto lunar activo hasta que en
1972 decidió abandonarlo. En su lugar, se concentró en la creación de
laboratorios orbitales, un campo en el que cosecharía notables éxitos.