Muchos no
atisban a encontrar una salida del laberinto, cegados por el brillo de
triunfadores vanos que confunden éxito con la aerodinámica de un modelo
de deportivo.
No importa que seas celebrity, celebrado o el último de la
fila, a veces parar, pensar, volver a la esencia, se convierte en el
único milagro posible para la vida que nos arrastra o nos imponen.
Si Pablo Alborán —ese yerno que cualquier madre quisiera— famoso, halagado y vitoreado, hubo un momento en que no se encontraba a sí mismo,
imaginemos qué pasa con el ejército de zombies que cada mañana se
dirigen a un edificio de última generación, un taller o al penúltimo
restaurante de moda, donde saben cuándo entran pero no cuándo salen.
Alborán tenía su piano, su guitarra y su genio creativo para chutarse
pildorazos de poesía y ni así consiguió librarse del vacío que inocula
la rapidez, tener por tener y vivir sin hacerlo.
Él lo supo reconocer, aunque fuera tras años de vorágine enredado en la fama
y la falta de amor casero. Otros muchos no atisban a encontrar una
salida del laberinto, cegados por el brillo de triunfadores vanos que
confunden éxito y reconocimiento con la aerodinámica de un modelo de
deportivo. Alborán volvió a ser Pablo al calor de su casa, de las risas
con los suyos y de las miradas cómplices de quienes veían al hombre
imperfecto y no al famoso irreprochable.
Hace falta coraje para alejar el miedo a elegir lo sencillo .
Qué importa que pocos entendieran a Pablo cuando buscó refugio en las
raíces que hicieron de él el artista de las emociones. Como ocurre con
la tecnología, resetear y reiniciar el equipo puede ser la salida para
sortear el colapso. La vida no es siempre un camino recto. A veces se
encuentra en los desvíos. Hay que pensar que tres años de carrera musical y dos de vida sábatica, hacen que lo que gustó mucho se vaya olvidando y tu y tu y tu Pablo creo que te darás cuenta que eso no se puede hacer. Buscar el nido familiar porque te sientas desazonado por esas "cosas" de la vida que trae decepciones , esposible que si no empiezas ahora de forma distinta te diluyas como azúcar en el agua. No me gustó tu entrevista plañidera familiar, y las canciones si son como las de hace tres años aburren.....Ojala te vaya bonito!! este mundo no perdona.
Juan Marsé pintó en un relato suyo una figura, el escritor desleído, que se puede calcar ahora sobre los andares belgas del expresident
Carles Puigdemont.
El de Marsé era "un escritor de ficciones que
durante 30 años se había negado a aparecer en televisión.
Un día se deja
convencer y es entrevistado. En la pantalla aparece un fantasma, y en
la vida real también tiende a desaparecer".
El president inició en Bruselas esa fuga hasta el desleimiento.
Para correr hacia la desfigura utiliza armas increíbles, en sentido
estricto.
No huye de España, es que no se fía del juicio que viene.
Además, dice desde la capital de Europa que aquí se pega.
Para decir
esto no es preciso viajar a Bruselas, basta con enviar una carta:
"España me pega".
Va con un mensaje por esos mundos: aquí se tortura, se
persigue, y allí pide amparo.
Un compañero de Marsé, Ángel González,
tiene un poema que le vendría bien leer al president desleído:
"Para que yo me llame Ángel González,/ para que mi ser pese sobre el
suelo,/ fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo:/ hombres de
todo el mar y toda tierra,/ fértiles vientres de mujer, y cuerpos/ y más
cuerpos, fundiéndose incesantes/ en otro cuerpo nuevo".
Esa España es la que se ha ido haciendo, también sobre el
suelo que ha pisado Puigdemont, hasta el momento mismo en que viajó a
Bruselas y pretende desde allí ennegrecer el presente, perjudicando
también el futuro. Pues si persiste en decir que la España que hay
merece el exilio, su exilio, está menospreciando gravemente esa palabra
digna y terminal, y triste, que fue el exilio que tuvieron otros
protagonistas, algunos de los cuales, como Antonio Machado, pasaron por
Cataluña o fueron muertos de hambre o de duelo o bien se hicieron, como
escribe Jordi Soler, "rojos de ultramar".
Palabra tan grave el exilio, y ahora él se la pone en la
solapa. De esa figura desleída se caen todas las palabras, pues él no
las dice para que pesen, sino para convertirlas en parte de su sonrisa
de perseguidor perseguido. Ahora está en Madrid Claudia Piñeiro, la
escritora argentina de La viuda de los jueves, que ayer presentó un libro que quizá debió llevarse consigo el desleído viajante. Se titula Las maldiciones,
va de la audacia de los políticos que vienen a salvar el mundo y se
adornan de la ambición y del engaño, y contiene esta frase: "Alguien
puede llegar a la política por muchos motivos. Unos más legítimos, otros
menos. También por error, por desidia. O por no saber decir que no".
Puigdemont se ha desleído condicionado por todas esas circunstancias. Y
ahora es un transeúnte en busca de quien le escriba, incapaz de decir a
tiempo no a su propia impostura. Claudia Piñeiro contó ayer lo que decía Raúl Alfonsín,
presidente de Argentina tras la dictadura: al pueblo no hay que hacerlo
sufrir con disyuntivas. Había que huir del plebiscito, buscar el
consenso. Buscar el sí o el no deshace a los pueblos. De ese escenario
es responsable Puigdemont, rompió en dos Cataluña. Y ahora duerme en
Bélgica esa pena moral. Y, finalmente, otro colega de Juan Marsé y Ángel González,
José Manuel Caballero Bonald, le presta a esta columna esta frase sobre
la madre de toda esta batalla: "El nacionalismo es un provincianismo sin
pretensiones". Si se acostumbra a viajar quizá al president desleído le vuelva el color a la cara.
El letrado Paul Bekaert afirma que recurrirán cualquier petición de extradición.
El abogado de Carles Puigdemont en Bélgica afirma que su cliente no acudirá a la Audiencia Nacional, donde está citado a declarar el jueves y el viernes
a las nueve de la mañana junto al resto de miembros del Govern acusado
de los delitos de rebelión, sedición y malversación. El letrado Paul
Bekaert afirmó anoche en una entrevista para la televisión holandesa que
el expresidente prefiere por ahora "esperar y ver", dado que tal como
señaló en su comparecencia de este martes en Bruselas, no cree que
existan garantías para recibir un juicio justo. "¿Va a presentarse su cliente el jueves ante la justicia española?", le interrogó el presentador de la cadena Nieuwsuur.
"Por lo que me ha dicho hasta ahora, no. Está esperando a ver cuál es
la reacción del Estado español y cómo se desarrollan los
acontecimientos. Así que, de momento, por así decirlo, el gato sigue en
el árbol", respondió Bekaert. Mientras el expresidente guarda silencio sobre si acudirá o
no a declarar a la Audiencia Nacional, su asesor legal, un experto en
materia de extradición y antiguo defensor de presos etarras en Bélgica,
ha sido el único en dar pistas sobre su estrategia frente a la acción
de la justicia española. Este martes también habló en la cadena flamenca VRT,
donde mostró su disposición a plantar batalla ante una eventual
petición de los tribunales de extraditarlo a España: "Recurriremos
cualquier intento de extradición", aseguró. El abogado aclaró que ello
no implica que Puigdemont vaya a solicitar asilo en Bélgica, algo que
por ahora no contemplan. En caso de que no se presenten el jueves en el tribunal, la
Fiscalía podría pedir a la juez que lleva el caso, Carmen Lamela, que
tramite una orden europea de detención y entrega,
que de ser aprobada por la magistrada conllevaría una solicitud a las
autoridades belgas para el arresto de Puigdemont y los exconsejeros
presentes en Bélgica. Si el expresidente decidiera prolongar su estancia en
Bélgica tendrá difícil granjearse cualquier apoyo político a su desafío a
la justicia más allá del expresado por la ultraderechista Vlaams
Belang, una formación marginal cuyo cóctel ideológico tiene como base la
independencia de Flandes, euroescepticismo y una xenofobia sin tapujos. Las puertas de las instituciones comunitarias ya le estaban completamente cerradas en su etapa de president,
por lo que es impensable cualquier respaldo por ese flanco. El Gobierno
belga se ha desvinculado de toda relación con su aterrizaje en
Bruselas. Su primer ministro, Charles Michel, aseguró que se le tratará como a un ciudadano más.
Y sus tradicionales aliados flamencos de la nacionalista N-VA han
salido rápidamente a negar cualquier implicación con el viaje ante el
temor de que un acercamiento a Puigdemont pueda provocar nuevos roces
con los liberales francófonos con los que comparten Gobierno de
coalición al frente del país. Solo el presidente del partido, el alcalde
de Amberes, Bart de Wever, ha roto ese invisible cordón sanitario que
parece rodear la visita del expresidente. "Carles Puigdemont es un amigo
y será siempre bienvenido", afirmó este martes.
Un manual escolar firmado por Sophie Le Callennec,
profesora francesa de geografía e historia, ha desencadenado un debate
nacional al ser el primero en adoptar el llamado lenguaje inclusivo,
pensado para evitar las fórmulas sexistas.
El volumen en cuestión,
titulado Cuestionar el mundo,
publicado en septiembre y dirigido a alumnos de Educación Moral y
Cívica de 3º de primaria, ha levantado una ola de indignación y dividido
a políticos e intelectuales sobre la necesidad de integrarlo o no en el
uso común de la lengua.
La
polémica ha llegado esta semana a la Academia Francesa. Sus 40
integrantes, los llamados inmortales, difundieron este jueves un
comunicado donde se declaraban opuestos al uso de un lenguaje
igualitario. “Ante esta aberración inclusiva, la lengua francesa se
encuentra, a partir de ahora, en peligro mortal. Nuestra nación es
responsable ante las generaciones futuras”, sostuvo el organismo,
fundado en 1763. Pese a todo, Le Callennec
no hizo más que seguir los consejos formulados por el Gobierno francés
en 2015. El Consejo Superior para la Igualdad, dependiente del
Ejecutivo, publicó entonces una guía práctica “para una comunicación
pública sin estereotipos de sexo”, que recomendaba citar siempre los dos
géneros, ordenando alfabéticamente el resultado —se escribe
“agriculteurs et agricultrices”, pero “femmes et hommes”— y feminizar
los sustantivos que se refieran a oficios o cargos públicos, asignatura
pendiente del francés. Además, la guía invitaba a incorporar un sufijo
femenino a todo sustantivo masculino, separándolo tipográficamente
dentro de cada palabra. Si esta gramática no sexista no terminó de
calar, puede que fuera por la complejidad que esta última propuesta
supone. Si en un escrito en castellano se puede sustituir la palabra
ciudadanos por ‘ciudadanos/as’, ‘ciudadanxs’ o ‘ciudadan@s’, en francés
resulta más difícil, porque no siempre es tan sencillo como alterar una
vocal y porque el resultado es menos fácil de leer. Ante la falta de
normativa compartida, se suelen utilizar guiones, barras, paréntesis,
mayúsculas y hasta tres tipos de puntos. Así, el resultado puede ser
citoyen/ne/s, citoyen.ne.s, citoyen-ne-s, citoyenNEs, citoyen(ne)s o, el
más habitual de todos, citoyen·ne·s. De hecho, la Asociación Francesa de Normalización, a cargo de la estandarización tipográfica, estudia introducir ese punto medio en los teclados del país en 2018.
Su intención inicial fue reconocer su uso en lenguas como el catalán y
el occitano, pero la adhesión creciente a esta gramática alternativa no
puede ser ajena al gesto.
La utilizan, cada vez más, autoridades
públicas, el mundo del asociacionismo y ciertos medios de comunicación,
como la revista lésbica Well Well Well.
Pese a todo, la
resistencia a adoptarla sigue siendo férrea y, seguramente, mayoritaria.
Desde la aparición del manual de la discordia, la prensa conservadora
ha denostado el método.
Le Figaro lo calificó de “galimatías” y el semanario Le Point,
que le dedica su portada esta semana, ha reescrito en lenguaje
inclusivo fragmentos de Molière o Proust, tal vez para subrayar la
ridiculez del invento.
Por su parte, el filósofo Raphaël Enthoven tildó
esta escritura de “agresión a la sintaxis” y “neolengua” orwelliana,
expresando el sentir de otros intelectuales franceses.