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Maria Callas, 40 años después
Se cumple el aniversario del fallecimiento de la gran diva griega. Las causas de su muerte siguen siendo una incógnita
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La soprano griega murió sola en su apartamento de la avenida Georges Mandel a los 53 años, no está claro si de una crisis cardíaca, una embolia pulmonar o como consecuencia de una dosis masiva de barbitúricos.No hizo falta autopsia para constatar lo que todo el mundo sabía: que a la prima donna assoluta la había consumido la pena.
Los biógrafos no se ponen de acuerdo en si las cenizas que se esparcieron días después sobre el mar Egeo fueron las suyas. Puede que aquella última voluntad obedeciera a la necesidad de un reencuentro póstumo con la memoria de Aristóteles Onassis, cuyo amor se consumó en alta mar a bordo del yate Cristina.Tras un affaire profesional con Giovanni Battista Meneghini, casi 30 años mayor que ella, Callas se entregó en cuerpo y alma al magnate griego.Vivió durante una década en una montaña rusa de emociones, entre los destellos de la alta sociedad y la más oscura de las tristezas.Sobrevivió a la ruptura a base de antidepresivos y conjuró el dolor que le producían las fotografías de la boda de Onassis y Jackie emulando a las grandes heroínas de la ópera, como la aguerrida Norma de Bellini o la hechicera Medea.“Primero perdí mi voz, luego mi figura y por último a Onassis”, llegaría a lamentar.Tras una larga ausencia de los escenarios, regresó en 1973 de la mano de Giuseppe di Stefano para una gira por Europa, Estados Unidos y Japón que no hizo sino constatar su declive vocal.Por entonces Onassis acudió a París para reconquistarla, pero Callas lo rechazó.El resultado es una Callas purificada y en alta fidelidad que zanja una vez más el debate sucesorio y reivindica el misterio de una voz que no ha conocido rival en las últimas décadas.El cofre de discos contiene algunas de sus interpretaciones más emblemáticas de Nabucco, Armida, Macbeth y Alceste, cuatro de las doce óperas que no llegó a grabar en estudio. Completan el recopilatorio otros ocho títulos (I vespri siciliani, Parsifal, Anna Bolena, Poliuto, Il pirata, Ifigenia in Tauride, La vestale y Andrea Chénier) y cinco recitales con dos escenificaciones diferentes del segundo acto de Tosca.Ninguna de estas actuaciones tuvo lugar en España, donde Callas evitó prodigarse tras una única aparición en el Liceo de Barcelona en 1959 y un experiencia decepcionante en Bilbao.
Parece ser que la madre de Maria Callas (Nueva York, 1923 – París, 1977) esperaba dar a luz a un niño y que al escuchar el agudísimo llanto de su hija al nacer se negó a cogerla en brazos.Como quiera que su destino parecía escrito, la joven soprano empezó a experimentar con el repertorio belcantista y a probar su voz en en el abismo dramático de las óperas de Wagner.En 1947, el público de Verona catapultó su carrera con varios minutos de aplausos y bravos como recompensa a una conmovedora Casta Diva.Se disparó su caché y empezaron a llamarla de las grandes casas de ópera.
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Fue entonces cuando comenzó su obsesión por la imagen: entre 1953 y 1954 perdió casi 40 kilos.
El afán de perfeccionismo la llevó a vivir en su propia carne las angustias y padecimientos de los roles de las mujeres que interpretaba, por lo que su presencia en los escenarios predisponía al público a una mezcla explosiva de virtuosismo vocal, talento dramático y belleza.
Así, por ejemplo, en el Addio del passato de la Traviata que estrenó en Lisboa junto a Alfredo Kraus, Callas parece realmente consumida por el dolor cuando Violeta canta: “Así se cierra mi triste historia”. historia”.
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