Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

10 sept 2017

Carla Bruni: “No soy una rebelde, solo una persona libre”......Álex Vicente

Francesa e italiana.
 Parlanchina y tímida. Laica y creyente.
 Feminista sin militancia. La cantante y modelo se siente cómoda en las duplicidades y rehúye los dogmatismos. 
A punto de publicar un nuevo álbum, habla de su pasado y de la libertad. 
De su hijo adolescente, comunista y amante del ‘heavy metal’. De psicoanálisis, moral e infidelidades.
 Y de su vida junto al expresidente de Francia Nicolas Sarkozy.
C ONTRARIAR A CARLA BRUNI es como caminar por la sombra en un día primaveral.
 De golpe, se instala en el ambiente un frío insospechable, que solo se marchará al cambiar de acera. 
En cuanto se saca a colación cualquier tema emparentado con la política, ella se cierra en banda.
 Es casi matemático: las respuestas de esta mujer sonriente, parlanchina y falsamente cándida se vuelven, en cuestión de segundos, breves y ásperas. 
De ángulos cortantes. 
Dice —o, mejor dicho, susurra— que no tiene nada que comentar sobre aquel lustro, hace ya dos presidencias, en que se convirtió en primera dama de los franceses.
 Tampoco lo echa de menos. Ha venido a hablar de su nuevo disco, French Touch (Verve/Universal), que sale a la venta el 6 de octubre y recoge 11 versiones de algunas de sus canciones favoritas.
 Entre ellas, temas de The Rolling Stones, Depeche Mode, AC/DC, Lou Reed o Abba, además de viejos estándares como Moon River o Crazy
Fue una idea del productor David Foster, conocido por sus power ballads con cantantes como Whitney Houston, Barbra Streisand y Céline Dion. 2037entrevista02 
 
 Parece una alianza contra natura, pero basta con observar su matrimonio, del que pronto se cumplirán 10 años, para entender que a Bruni, de 49, le van este tipo de retos. Grabar un álbum de versiones siempre le había parecido “una idea absurda”, según ha dicho. ¿Por qué cambió de opinión? Yo me hice cantante para poder grabar mis propios temas, así que no le veía el interés.
 Me convenció el productor. Me apetecía mucho trabajar con él, porque ha colaborado con cantantes que tienen un chorro de voz. Quería ver qué efectos podía tener en mi música. 
Diría que él me dio fuerza y yo le di un poco de intimidad. Nos encontramos a medio camino, en este disco minimalista pero luminoso.
Su voz suena más profunda que de costumbre. He trabajado mucho.
 De joven era tan tímida que no era capaz de cantar en público. Llevo 15 años trabajando con mi voz, dos o tres veces a la semana. Al final, ha terminado por cobrar cierta densidad. 
En realidad, creo que es imposible transformar tu voz, porque es un reflejo de tu alma.
 Pero sí la puedes fortificar y amplificar. Una voz, en el fondo, lo dice todo sobre una persona.
¿Qué información proporciona la suya? Supongo que dice que soy una persona con una doble cara.
 Tímida, pero decidida a exponerse.
 Calurosa, pero también un poco escondida.
Y francesa, pero también italiana. Me siento las dos cosas a la vez.
 Por eso me he encontrado siempre cómoda con las duplicidades. Soy de cultura francesa, pero mi carácter es italiano. 
Diría que soy una persona de fácil acceso. 
Hablo mucho y puedo ser un poco excesiva, como lo son, a veces, los italianos.
 Pero le aviso que con los medios voy con mucho cuidado…
 ¿Tan mal la han tratado los medios? Me han tratado muy bien, pero siempre he sido un poco desconfiada.
 Soy consciente de que hablar con un periodista no es como hablar con mi madre.
 No desconfío de las personas, pero sí de la exposición mediática. En realidad, la imagen que se tiene de mí no tiene mucho que ver con lo que soy en realidad.

Ex Top Model Carla Bruni Linked To French President Nicolas Sarkozy
 Carla Bruni en el desfile de Christian Lacroix (2007). Michel Dufour/WireImage

¿Cómo escogió los temas del disco? En la lista abundan las canciones de desamor.
 Es que ese es mi mayor motivo de inspiración. 
El amor perfecto no me inspira. En realidad tenía muchas más canciones, pero terminamos escogiendo estas 11.
 Grabar un disco es como hacer vodka: para destilar un vaso necesitas usar un kilo de patatas.
Me gustaría citar algunas de sus letras y preguntarle si las comparte. Por ejemplo, el estribillo de Enjoy The Silence: “Las palabras son muy innecesarias / solo pueden hacer daño”. Las palabras son necesarias en algunos casos, pero en nuestra época también hay mucho blablá. 
Hoy todo el mundo da su opinión sobre todos los temas posibles. Yo echo de menos aquel tiempo en que solo se expresaban los genios.
 No me interesa lo anónimo. Me interesan las opiniones firmadas con nombre y apellidos.
 El anonimato me recuerda a momentos tan nefastos como la deportación.
 Otra más. En Stand By Your Man canta esto: “Lo pasarás mal / mientras él lo pasa bien / haciendo cosas que tú no entenderás / pero, si lo amas, lo perdonarás”. Es un tema de Tammy Wynette que me encanta, aunque no sea muy feminista… 
Pero tampoco era su intención serlo, solo es una bonita canción country
Yo me considero muy feminista, pero, para mí, la lucha por la igualdad de derechos no se debe hacer en contra de los hombres. Además, hoy día la mayoría de hombres son feministas. 
Por lo menos los occidentales.
¿No queda todavía muchísimo por hacer? Sí, sigue siendo un problema en muchos países del mundo, incluido el nuestro, pero el feminismo ha recorrido un gran camino y resuelto muchas situaciones.
 En realidad, la igualdad siempre me ha parecido imposible.
 Yo soy más partidaria de la equidad. Usted y yo nunca seremos iguales. 
¿De qué serviría que lo fuéramos? Lo importante es que tengamos los mismos derechos, que contemos con la posibilidad de hacer las mismas cosas.
Para ser precisos, ¿qué batallas quedan por librar? Es que lo mío no son las batallas.
 Vaya a buscar a una militante en otro lado, porque yo no le voy a servir. 
Me gustan las militantes, pero no lo soy.
 No me interesa. Soy una mujer muy solitaria. 
Siempre me he sentido incómoda dentro de los grupos. Y el militantismo suele tener lugar dentro de un grupo o de un movimiento.
 Si le digo la verdad, no soy una rebelde. Solo soy una persona libre.

France's first Lady Carla Bruni-Sarkozy
Carla Bruni con su marido, Nicolas Sarkozy, cuando él era presidente de Francia y ella primera dama (Estrasburgo, 2009). ERIC FEFERBERG/AFP/Getty
¿Cuándo logra estar sola? Por las noches. 
Me acuesto tarde y duermo un poco más por las mañanas.
 Tengo a una persona que me ayuda con los niños cuando se levantan.
 Me gusta el aislamiento que me da la noche. Me gusta su silencio, su misterio, esa impresión de que hay algo mágico flotando en el ambiente. 
Durante el día es imposible sentir esas cosas… [De repente, llaman a su móvil. Se distingue la voz inimitable de Nicolas Sarkozy. Bruni responde: “Mon amour, me pillas trabajando. 
Te llamaré en cuanto termine, mon homme. Hasta luego, chéri”]. Disculpe, era mi marido…

¿A qué se dedica tras retirarse de la política? Ahora mismo está en Costa de Marfil. Está trabajando mucho…

¿No se aburre? No, está haciendo muchas cosas.
 Tiene la misma fuerza y vigor. Es un combatiente. Un ejemplo de resistencia, de fuerza y también de suavidad.
 Le sorprenderá que use esa palabra, pero le aseguro que la tiene. Es una persona muy inteligente y sabia.
 Pero, vamos, estoy locamente enamorada de él, así que no soy muy objetiva…
En enero se cumplirán 10 años de su matrimonio. ¿Qué le ha aportado esta relación? Lo ha cambiado todo.
 Tener a alguien con quien compartir el mismo camino me ha convertido en una persona más feliz y más protegida.
 Con mi marido encontré la serenidad. 
He tenido mucha suerte, porque nunca pensé que hallaría al hombre de mi vida. 
No creía en ese concepto. Lo veía posible para los demás, pero no para mí.
 Ha sido una sorpresa. Yo formo parte de una generación muy libertaria, que no creyó en el matrimonio. 
Nada que ver con la época de mis padres.


Sus progenitores no son el mejor ejemplo: a los 28 años descubrió que su padre biológico no era quien usted creía. Precisamente, la historia de mi familia demuestra que, al verse enfrentada a tanta rigidez, la gente buscaba la libertad donde podía. Hablamos de un tiempo en que el divorcio simplemente no existía. Toda relación tenía que ser hasta la muerte. 
Nunca le he tenido rencor a mi madre, porque nunca logro ver el aspecto moral de este tipo de cosas. 
 Con el amor, el deseo y el sexo no tengo una mentalidad puritana, tal vez por ser hija de mis padres. 
Para mí, lo inmoral es el desprecio, la injusticia y la traición. Nunca el hecho de enamorarse o de hacer el amor.

Hablemos de Donald Trump. Sabrá que, a principios de los noventa, solía llamar a las redacciones de los tabloides y contaba a quien quisiera escucharle que usted era su novia… Sí, me lo contó un periodista estadounidense… No lo hacía solo conmigo, también con muchas otras mujeres [como Madonna o Kim Basinger].
 Al parecer, encontraron grabaciones en las que se le oía decir que salía con ellas. En fin, es un viejo rumor sin el menor interés…
Desmiente, entonces, que sea cierto.
  Por supuesto, es algo que todo el mundo sabe.
 Me va a disculpar, pero soy hermética con las cuestiones políticas, porque luego solo se habla de eso. 
Es curioso que solo me pregunten sobre política, habiendo tantas otras cosas interesantes en el mundo…
La política también puede ser interesante. Sí, pero creo que se me hacen estas preguntas por pura fascinación por el poder, y no por un interés real por la política. 
Los medios se sienten fascinados por el poder. Yo no. Tocar el poder de cerca no me cambió. 
 Solo me confirmó que no me interesaba.
¿Se vive mejor cerca o lejos del poder? No lo sé. Nunca he estado cerca del poder. Mi marido era un hombre de poder, pero eso es todo.
 Pero no me gusta hablar de este tema. No me interesa…
¿Qué aprendió durante sus años como primera dama?
Lo mismo que durante el resto de mi vida.

 Nada cambió. Lo único que ha alterado radicalmente mi vida fue tener hijos.
 Es algo que interfiere mucho más que la política…
¿Qué opinión tiene del matrimonio Macron? No los ­conozco, así que no tengo nada que decir. Parecen ­simpáticos…

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Carla Bruni edita 'French Touch' el 6 de octubre, un álbum en el que versiona temas de Lou Reed, Abba o AC/DC. Eric J. Guillemain
 
 
¿Qué opina de los cambios que ha vivido su país? Yo no veo ningún gran cambio. Leo sobre ese cambio en los periódicos, pero no lo veo en la vida real.
¿Lo dice en serio? El paisaje político se ha transformado totalmente… A mí no me interesa el paisaje político.
 Los paisajes que me interesan son el mar y la montaña, las colinas y las islas. 
Los paisajes de Irlanda, Escocia, Grecia y el Mediterráneo [sonríe].
Cuando llegó al Elíseo la trataron repetidamente de devorahombres. ¿Fue un reflejo misógino? Me dio completamente igual, pero no creo que lo sea.
 Me tengo por alguien amable y afectuoso. Es una idea que la gente se hizo de mí, tal vez por la libertad que me caracteriza.
 Yo no tengo principios, si exceptuamos el amor y la amistad. 
Diría que los jóvenes de hoy tienen muchos más.
 

¿Por qué lo dice? Me parecen muy serios y responsables. 
Creo que tienen miedo. Su mundo ya no se parece al de mi juventud. 
Vivimos en un tiempo amenazador, en una época brutal. Todo es ruido, superpoblación y pantallas táctiles
. Cuando observo a mi hijo, que tiene 16 años, veo a un chico bastante razonable.
 También tiene sus cosas: es comunista, vegano… ¡y fan del heavy metal! [ríe]. Pero está mucho más equilibrado que yo a su edad. Y prefiero que sea comunista a que se pase el día fumando marihuana.
¿Qué aprendió de su época como modelo? La moda me enseñó lo importante que es la superficialidad.
 Creo mucho en lo que dice Karl Lagerfeld: “La moda no es moral ni amoral. Solo te sube la moral”. 
Ir a comprarse un vestido es felicidad pura.
 Es una poción contra la muerte, contra la tristeza de la vida y su absurdidad.
 ¿Su aspecto físico la ha ayudado o la ha perjudicado? Sí, me ha ayudado. 
Pero no tengo una afinidad particular con mi aspecto. 
Diría que tengo una relación profesional con mi cuerpo. Además, soy consciente de que la belleza es un concepto muy arbitrario. Hace años conocí a una chica en Kenia que no se podía creer que yo fuera tan fea y delgada.
 Me miraba incrédula cuando le juraba que tenía novio. Para ella, era la redondez y no la delgadez el sinónimo de belleza. 
No quiero ni imaginar lo que hubieran hecho conmigo en el Renacimiento. En China, me hubieran tirado a la basura al nacer [ríe].
¿Por qué se dedicó a la música? Porque siempre fue un placer y un refugio.
 Como decía Nietzsche, la vida sin música sería un error. Si ya lo es con música, imagínese sin ella…
También debió de ser una manera de tener una voz propia. Sí. Por lo menos, de cara al público. 
Cuando era modelo, era una cara muda.
 Y eso que formé parte de una generación de modelos que tomó bastante la palabra.
 En mi vida privada no fue así, porque nunca me he callado. Cuando nos juntamos mi madre, mi hermana y yo, no hay quien nos pare. 
A veces, mi pobre marido se marcha a leer la prensa deportiva… [ríe]. En la vida ha habido muy pocas cosas que hayan logrado hacerme callar.
 Solo la enfermedad o un momento de gran tristeza. Volvamos a las canciones del disco. Incluye estos versos míticos de Lou Reed: “Un día perfecto / Dar de comer a los animales en el zoo / Después ver una película / Y marcharse a casa”. ¿Cómo sería el suyo? Sería un día de verano, no muy caluroso, con tiempo para leer, nadar, comer y estar con amigos.
 En la vida no hay nada mejor que el amor y la amistad. Eso es lo único que nos ayuda a soportar la última parte de la existencia, que es la menos divertida. 
Como decía Bette Davis, hacerse viejo no es para los gallinas. Me da miedo que todo pase tan rápido.
 Creí que sería un poco más largo. 
Pero si todo se terminase mañana, por lo menos podría decir que lo he aprovechado al máximo.

“¡Oye, Satán! He pagado mis deudas / Tocando en una banda de rock / ¡Oye, mamá! Mírame / Voy camino a la tierra prometida”, cantan AC/DC en Highway To Hell. 
Para usted, como para ellos, ¿la tierra prometida también es el infierno? No. Si puedo elegir, prefiero ir al paraíso. 
Me gustaría tener una vida tranquila. En realidad, soy bastante creyente.
 No creo en la clásica imagen de Dios con barba, pero algo hay.
La teníamos por totalmente laica. Soy laica, pero me gusta rezar. Me gusta mucho el nuevo Papa.
 Me gustó desde que salió al balcón la primera vez. Me gusta su cara, su intensidad y su bondad.
 Es un jesuita. Benedicto XVI también hizo cosas importantes.
 Por ejemplo, fue el primero que habló del sida, que es un combate muy importante para mí [su hermano Virgilio falleció de complicaciones derivadas del sida en 2006]. Pero Francisco tiene algo distinto. 
Una humanidad. Cada vez que aparece, me entran ganas de creer en Dios.
Dice que no pasa un día sin que abra un libro. ¿Qué ha leído últimamente? Las biografías de María Estuardo y María Antonieta, de Stefan Zweig. Son una maravilla.
¿Simpatiza con el personaje de María Antonieta? No, pero es innegable que tuvo una vida increíble. 
Toda su grandeza está al final de su vida, cuando demostró su dignidad y su entereza.
 Pero lo leí solo porque adoro a Zweig. En mi casa tengo enmarcada una carta que le mandó Sigmund Freud…
¿Le interesa Freud? Sí. Me psicoanalicé durante 14 años. Lo dejé cuando mi psicoanalista, una mujer estupenda, falleció.
 El psicoanálisis me hizo madurar y quitarme niñadas de encima. Me hizo responsabilizarme de mis actos y dejar de atacar a los demás. 
Encontrar la paz con uno mismo implica, en el fondo, encontrar la paz con los demás.
 Woody Allen tiene la mejor definición del psicoanálisis: “Antes me hacía pis en la cama y me avergonzaba.
 Ahora me enorgullezco de ello”. Así es como me siento.
 

Un miércoles cualquiera.................................Juan José Millás...

COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS
ESTO NO ES una casa de muñecas. Es la foto de la fachada de un edificio de oficinas de Londres.
 Cada ventana parece el cromo de un álbum en el que se representa la vida de los seres humanos.
 Significa que jugamos a las casas de muñecas con nosotros mismos.
Esta será la sala de reuniones.

—¿Y el retrete?
—No hay porque todavía no son transpa­rentes, aunque no es más que una cuestión de tiempo.
—Vale, pues si no hay retrete, yo coloco a este señor en una silla giratoria, de las de ejecutivo.

 Mira qué bien hecha está, ¡parece de verdad!
—Es que es de verdad.
—¿Pero no estábamos jugando?
—El juego y la vida se confunden. Ahora son los jefes de personal o los de recursos humanos los que ponen y quitan muñecos. 

Los muñecos somos nosotros.
—¿Jugamos entonces a que negociamos un convenio colectivo?
—De acuerdo, jugaremos, porque los convenios colectivos, en la realidad, o no existen o son papel mojado.


Workers In Offices At Night In London
Oli Scarff (Getty)
 
 Impresiona observarnos a nosotros mismos a vista de pájaro y ver lo poco que hemos crecido. 
El patio de la oficina es lo más parecido al patio del colegio. Lo malo es que ni siquiera necesitamos que un gigante nos tome delicadamente por el cuello para colocarnos en una u otra habitación.
 Nos colocamos nosotros mismos, sin ayuda, como marionetas teledirigidas por una mente perversa. Philip K. Dick soñó que un día todos seríamos como la muñeca Barbie y su novio Ken.
 Ese día ha llegado y es un lunes cualquiera de nuestras vidas.
 A veces, un martes o un miércoles, lo mismo da, de un enero cualquiera. A veces, de un febrero.

Odio..............................................................Rosa Montero

Cuando supe que habían matado a Younes me alegré. Pero inmediatamente sentí la desesperanza de haberme llegado a alegrar por una muerte violenta. 


COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
A LOS HUMANOS nos es muy fácil odiar. 
Amar se nos da bastante mal (amar sin posesividad, sin idealizaciones ni decepciones, sin celos, equívocos, exigencias, egoísmos), pero lo que es odiar todos lo hacemos divinamente. 
Los psicólogos saben que el odio es una respuesta irracional y primaria ante la frustración; cuando algo duele, algo angustia, algo nos estropea la vida, se nos dispara el odio y nos alivia.
Es un automatismo, como cuando tenemos una herida en la boca y la lengua no deja de arrimarse a ella.
 Reconozcámoslo: en ese golpe primero de odio ciego y caliente hay placer. 
O, por lo menos, consuelo.
 Esa pulsión inmediata intenta dar salida a una emoción intensa con la que no sabemos qué hacer. 
Y, cuanto más inermes nos sintamos ante esa emoción, ante esa frustración, más arderá nuestra inquina.
es imposible evitar por completo el odio, que está en la misma base de lo que somos.
 Pero sí podemos y debemos evitar quedarnos apresados por él
Me temo que es imposible evitar por completo el odio, que está en la misma base de lo que somos.
 Pero sí podemos y debemos evitar quedarnos apresados por él, eternizarnos y embrutecernos en el ritual del aborrecimiento.
Como ya hemos dicho que produce placer, un placer arcaico y bárbaro, hay personas que lo siguen alimentando, exactamente igual que los drogadictos, hasta llegar a depender de su odio por completo y hacerlo la base de su identidad. 
Hasta definirse por el adversario al que odian. Como los Capuleto y los Montesco. 
Como el Ku Klux Klan o como los nazis. La historia del progreso social, de la civilidad y la democracia pasa precisamente por enfriar ese odio, por controlar de manera racional y con ayuda de las leyes esas emociones elementales y atroces.
 Escribo todo esto, claro, porque ahora estamos emborrachados de odio. 
 De un odio cada vez más febril y crecedero. Desde el atentado de las Torres Gemelas, que inauguró un nuevo terrorismo en Occidente, han pasado casi 20 años, y las repetidas masacres han ido consiguiendo lo que los terroristas pretenden, su mejor baza para triunfar: azuzar el odio indiscriminado contra el islam. 
En España, por ejemplo, hemos pasado de 49 incidentes de islamofobia en 2014 a 573 en 2016 (un incremento de más del 500%).
Pero estos datos empalidecen ante la brutal ola de odio que ahora estamos viviendo tras lo de Cataluña: chicas apaleadas por llevar el pañuelo, un niño musulmán pateado por un energúmeno… Brama todo Occidente ansioso de sangre, sin duda amparado y espoleado en su furia racista por el ejemplo nefasto de los Trump (nunca pensé que volvería a citar al Ku Klux Klan en un artículo: los creía tan extintos como los diplodocus). 
Da igual que el 90% de los muertos por el terrorismo fundamentalista sean musulmanes y en países islámicos; da igual que los musulmanes de Occidente lo condenen (esas pobres madres de los terroristas muertos manifestándose en Ripoll me han roto el corazón). 
El odio no escucha y no ve; ignora sistemáticamente todo lo que no va de acuerdo con sus prejuicios. 

Es difícil luchar contra esta marea venenosa. Confieso que cuando supe que habían matado a Younes me alegré.
 En primer lugar, por el alivio de haber acabado con ese peligro; pero supongo que también por el impulso de odio, por la venganza. E inmediatamente sentí cierto asco y la desesperanza de haberme llegado a alegrar por la muerte violenta de una persona de 22 años. Lo dijo hace 15 días Carlos Yárnoz en EL PAÍS en su magnífico artículo Tirar a matar: seis presuntos terroristas han fallecido por disparos de los Mossos y hasta el texto de Yárnoz nadie lo había resaltado. 
Nadie se inquietó. Nadie se preguntó si no podrían haber disparado a las piernas, como en Finlandia. 
Y lo peor es que estoy segura de que a la inmensa mayoría se le pasó la idea por la cabeza: pero optamos por ignorar la lucecita de alarma porque lo que queremos no es vencerlos, sino exterminarlos. Sí, es muy difícil luchar contra el odio, pero no tenemos más remedio que hacerlo si queremos mantener nuestra integridad.
 Y es que, en efecto, estamos en guerra y la estamos perdiendo, pero no por lo que dicen algunos que reclaman una respuesta más violenta, sino porque corremos el riesgo de convertirnos en unos tipos tan despreciables y tan llenos de odio como los terroristas.
 

Feminismo antifeminista....................................Javier Marías....

Los motivos, por mucho barniz falsamente progresista que se les dé, son siempre malos cuando conducen a resultados pésimos y a la regresión.
Lo suyo ya es una Obsesión.


Javier Marías
APARECIERON el mismo día en este diario dos noticias “deportivas” que me dieron que pensar. 
Una era nacional, y anunciaba que en la Vuelta a España “las azafatas ya no darán el beso en el podio al ciclista que reciba premios”.
 “Habíamos recibido muchas quejas”, decía el director de la competición, “y no queremos que esa foto pueda repetirse”.
 Y añadía ridículamente: “Mantenemos las cuatro azafatas de podio, pero establecemos nuevo protocolo. 
Más que floreros, como se critica, que sólo están para salir en la foto, pura presencia, tendrán una función de asistentes, dándole el trofeo y el ramo de flores a la autoridad correspondiente, que será quien se los entregue al ciclista”.
 La verdad, no veo diferencia: sólo que las azafatas le pasarán los premios a un señor encorbatado en vez de a uno sudoroso y con pantalón semicorto.
 En realidad, lo único que se suprime es el beso en la mejilla, que hace décadas consideraban pecaminoso los curas y monjas (bueno, y hoy en día los islamistas, que ni siquiera se dignan estrechar la mano a una mujer) y hoy consideran machista y sexista los nuevos curas y monjas disfrazados.
 Me llamó la atención que el redactor se refiriera al ciclismo como a “un deporte antiguo atrapado por fin por la modernidad”. ¿Por la modernidad? Más bien por la regresión, el reaccionarismo y la ranciedad.
Porque veamos, ¿no es el beso en la mejilla, o en las dos, el saludo habitual entre hombre y mujer en España, incluso entre completos desconocidos, desde hace mucho?
 Yo tiendo a ofrecer la mano, pero veo que bastantes mujeres no se toman ese gesto a bien, como si me reprocharan estar poniendo distancia.
 Sólo a los puritanos extremos y a los partidarios de la sharía les puede parecer eso mal.
 Por pecaminoso o por sexista, el resultado es el mismo: la condena del tacto y el roce entre varón y mujer.

Una de las cosas por las que lucharon siempre las feministas, desde sus albores, fue por la libertad indumentaria de la mujer
La otra noticia la encontré más grave, y venía de los Estados Unidos, de donde importamos todas las imbecilidades y ningún acierto. 
La LPGA, el circuito americano femenino de golf, ha enviado una circular a todas las golfistas profesionales prohibiéndoles minifaldas, escotes y mallas, bajo multa de mil dólares a la primera infracción y del doble si son reincidentes. 
Fueron algunas jugadoras las que protestaron por la vestimenta de otras compañeras, en particular de Paige Spiranac, “más famosa y rica por la proyección de su imagen en las redes sociales que por sus éxitos en el campo de golf”. 
 En la foto que se ofrecía de ella se la veía sin ningún escote y con falda más larga que las de las tenistas. 
Consultada al respecto la navarra Beatriz Recari, contestó: “Eso hace que paguen justas por pecadoras. 
Se puede dar un toque a tres o cuatro golfistas, pero tampoco se puede volver a una mentalidad de hace 30 años, con faldas por la rodilla”.
 Lástima que ignore que hace 30 años había mucha más libertad que hoy y todo el mundo vestía como le venía en gana, en casi cualquier ocasión. 
Y no digamos hace 40 y aun 50: la mayoría de las jóvenes llevaban minifaldas con más de medio muslo al descubierto. ¿Y por qué “pecadoras”?
 Ay, le salió la palabra clave. Una de las cosas por las que lucharon siempre las feministas, desde sus albores, fue por la libertad indumentaria de la mujer. 
Primero se deshicieron de refajos y corsés insoportables, luego mostraron el tobillo, la pantorrilla, la rodilla, finalmente el muslo entero y se enfundaron en pantalones.
 Reivindicaron su derecho a ir cómodas o sexy, según el caso, y, en el segundo, a que no por ello se las acusara de “ir provocando”, y se justificaran, por ejemplo, abusos y violaciones en virtud de su atuendo.
 En los años 70 y 80 muchas feministas prescindieron del sostén pese a que causara escándalo que así se les notaran más los pezones.
Quienes se oponían a eso, quienes denunciaban y multaban a las que llevaban bikini o practicaban topless, eran los estamentos más pacatos y ultras del régimen franquista, las señoras pudibundas de cada localidad, los señores meapilas y retrógrados.
 Que hoy se pueda multar de nuevo a las mujeres por enseñar las piernas o el escote es de una gravedad absoluta.
 Más aún cuando la medida se hace pasar por “moderna”, “digna”, “antimachista” y demás.
 Lo que nunca consiguieron los mojigatos, los represores, los que cortaban los besos en las proyecciones de las películas y plantaban grotescos y espúreos títulos de crédito sobre un escote de Sophia Loren “libidinoso”, lo están logrando las actuales pseudofeministas traidoras a su causa, entre las cuales da la impresión de haberse infiltrado una quinta columna de curas y monjas y señoras remilgadas y beatos de antaño.
 De nada me sirve que aduzcan que ahora “el motivo es bueno” para reprimir y prohibir y multar, si el resultado es el mismo de las épocas más oscuras y cavernosas, es decir, reprimir y prohibir y multar.
 Salvando las insalvables distancias, es como si me viniera una gente proponiendo el exterminio de los judíos, pero ahora “por un buen motivo”.
 Pues miren, no.  

Los motivos, por mucho barniz falsamente progresista que se les dé, son siempre malos cuando conducen a resultados pésimos, al atraso y a la regresión.
Pues mire usted Sr. Marias, yo llevaba minifalda y era mi padre quien me lo prohibia, antes las monjas ya nos decían como llevar un bañador y nos daban un patrón para , cosa que nunca entendí pusieramos unos volantitos que nos taparan los hombros dos cmm.
y una faldita muy mona, mi madre nunca hizo caso y llevaba el bañador que ella considerase bonito.
Así que más adelante no llevé sujetador, y si que era feminista, pero mi marido no le gustaba eso.
Es decir que eran los hombres y las monjas los que no nos dejaban ir como quisiéramos. Ahora usted saca el tema y me hace recordar que siempre fueron los hombres quienes proibian vestir como nos diera la gana. Y hoy todavía opinan sobre nuestra manera de vestir.
Y no daría tantas vueltas sobre los saludos beso o mano da igual en una presentación. Si alguien me lo presentara como se imagina, le daría la mano si usted me la tendiera, un beso no pega mucho, "Aquí una amiga, y aqui el Sr. Javier Marias......pues no.
Hay muchas formas de ser educada.