Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

10 sept 2017

Gabrielle, un perfume de Chanel no solo apto para 'millennials'

Chanel inaugura una nueva era en su perfumería con una fragancia misteriosa que se define tanto por lo que es como por lo que no y que aspira a convertirse en icono.

Si hay algo difícil de conseguir a través de la escritura, es describir con precisión un olor. ¿Qué puede esperar de Gabrielle, el nuevo perfume de Chanel?

• NO ES UNA FRAGANCIA PARA ‘MILLENNIALS’

Aunque su imagen es Kristen Stewart, la actriz que representa a esa generación mejor que ninguna otra, desde la casa insisten en que el público al que se dirigen no es necesariamente joven.

NO ES UNA INCORPORACIÓN PASAJERA AL CATÁLOGO DE LA ‘MAISON’

Gabrielle es el lanzamiento más importante de Chanel en las últimas dos décadas y por eso se inspira en la etapa más desconocida de la vida de la diseñadora: aquella en la que aún no había comenzado a usar su nombre artístico y no era una celebridad en París.

• NO ES UNA PROPUESTA FÁCIL

La fragancia marca el inicio de una nueva era en el departamento de perfumería de la casa de la camelia, pero en ningún caso se trata de un giro comercial. 
Desde que heredase el cetro de su padre, el nariz Olivier Polge ha respetado en la medida de lo posible el legado recibido.
 Esta vez no ha sido menos. Gabrielle no es un perfume para todos los gustos y eso es lo que le hace cien por cien Chanel.

• ES UNA FRAGANCIA FLORAL

La idea de Polge era crear una nueva flor a través de cuatro flores blancas: el ylang ylang, el nardo, el jazmín y la flor de azahar.
 El resultado es sorprendentemente afrutado.

• ES UN FETICHE

El frasco ha sido concebido como un resumen de todas las botellas más icónicas de la maison.
 El cristal de roca de su cuerpo y el color oro lamé del tapón son un homenaje a la alta cultura.

• ES UNA CAMPAÑA ESPECTACULAR

No solo por la actriz escogida para protagonizarla, que interpreta a una mujer que intenta escapar de los límites de su propia consciencia rompiendo muros (una metáfora que representa la transformación de Gabrielle en Coco), también por la épica música, que corre a cargo de Beyoncé. Supere eso.

Gabrielle Chanel 
Además de cuatro flores blancas, Olivier Polge ha añadido a este jugo grosella negra, cáscara de mandarina, madera de sándalo y un toque de pomelo.

 
Resultado de imagen de Gabrielle el nuevo perfume de Chanel

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Ken Follett: “En el siglo XVI, España era el matón del barrio: grande y malo”

El escritor británico publica 'Una columna de fuego', de la saga que inició 'Los pilares de la tierra'.

Ken Follet, en el castillo del Lago Leven, en Escocia. En el vídeo, la entrevista.

 

En 1989, Ken Follett (Cardiff, 1949) reventó el mercado editorial con uno de los libros que más viene a la mente cuando se pronuncia el término best-seller: Los pilares de la tierra, sobre la construcción de una catedral durante el paso del románico al gótico en el siglo XII.
 28 años, trece novelas y muchos millones de libras después, el escritor británico publica ahora Una columna de fuego, tercer libro de la saga que ya había retomado en 2007 con Un mundo sin fin.
La nueva novela, que llega a las librerías el próximo martes, salta a los siglos XVI y XVII para entremezclar personajes reales e inventados durante las guerras de religión que fracturaron Europa. La acción transcurre a través de casi mil páginas por París, Sevilla, Bruselas, Londres, Amberes, la isla La Española y, por supuesto, Kingsbridge, la localidad inglesa ficticia presente en toda la saga. Es, a la vez, una historia de amor entre un protestante, Ned, y una católica, Margery, y una trama de espionaje inspirada en la creación por la reina Isabel I del primer servicio secreto de Inglaterra, dedicado a desmantelar las tramas internacionales para reinstaurar por la fuerza un monarca católico al otro lado del Canal de la Mancha. 
Una columna de fuego es además una suerte de homenaje a quienes lucharon por la tolerancia religiosa en una época en la que era normal matar al que profesaba una fe distinta, explica Follett a EL PAÍS en una entrevista la semana pasada en Edimburgo en la que también habla de Felipe II (que no sale muy bien parado); de cómo vive el éxito y las críticas; 
de su educación evangélica puritana; del Brexit (“un error terrible”) y de sus profundas diferencias con Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, al que pertenece.
Pregunta. ¿Por qué sintió la necesidad de retomar la saga casi tres décadas después del primer libro?
Respuesta. Me gusta Kingsbridge.
 Y a los lectores también. Cuando inventé esta ciudad para Los pilares de la tierra ni siquiera pensé que el libro fuese a ser un éxito ni que fuese a haber dos secuelas.
 Kingsbridge ha pasado a simbolizar Inglaterra y es muy útil desde el punto de vista literario, porque permite ver los cambios que ha experimentado Inglaterra, e incluso Europa, a lo largo de los siglos.
P. ¿En qué ha cambiado, como persona y como escritor, desde que publicara hace casi tres décadas Los pilares de la tierra?
R. No creo haber cambiado mucho como persona o como escritor. Mis objetivos cuando escribo sigue siendo los mismos: una historia que atrape al lector, que se desespere por saber qué pasa a continuación.
 Para mí, eso es lo que se supone que tiene que hacer una novela. Soy consciente de que hay muchas otras teorías al respecto, pero esa es la mía.
P. Decía usted en la presentación que “Una columna de fuego” es un libro sobre la tolerancia…
R. Está ambientado en las guerras de religión, pero no es un libro sobre religión. 
Hoy a muy poca gente le importa la diferencia entre un católico y un protestante.
 La mayoría se inclina por decir: todos rendimos culto al mismo dios, las diferencias no importan... Lo que se valora ahora, y empezó a importar en el siglo XVI, es la idea de tolerancia religiosa.
 La gente la ansiaba. Los protestantes hablaron mucho sobre libertad de culto. 
A veces, cuando se convirtieron en mayoría, perdieron interés en la tolerancia y comenzaron a matar católicos.
 Los protestantes no son mejores que los católicos, y viceversa. Todos estaban bastante dispuestos a matarse unos a otros. 
Y los héroes de mi historia son aquellos que dicen: matar a gente por sus creencias está mal.
 Cuando lo digo parece un cliché, pero en el siglo XVI era una idea muy radical por la que uno podía ser ejecutado. 
Trágicamente todavía hay gente que considera una obligación matar a gente por tener la religión equivocada.
 No ha terminado. Y creo que es interesante preguntar: ¿qué mueve a la persona que dice 'voy a matar a esta gente porque reza a un dios incorrecto'?
 Porque las peleas sobre religión no son nunca sobre religión.
 Son también sobre poder y dinero.
 Así que me pareció interesante explorar en Una columna de fuego esa red poder-dinero-religión.
P. ¿Escribió pensando en establecer una comparación entre el siglo XVI y la situación actual?
Estaba todo el tiempo en mi mente la resonancia de la historia del siglo XVI en los periódicos de hoy en día, pero no vi necesidad de hacer comparaciones específicas.
R. ¿Y una oda a la tolerancia religiosa no tiene algo de venganza freudiana contra la educación (fundamentalista cristiana) que recibió de sus padres?
Toda mi familia era muy dogmática con la religión.
 Me rebelé contra ello en cuanto fui lo suficientemente maduro y lo he continuado haciendo, porque no seguí el tipo de vida que les hubiera gustado.
 No he sido un cristiano evangélico, por racionalidad y porque no tengo una personalidad puritana. 
Una vida de autoprivación no va nada conmigo. 
No me privo de los placeres de la mesa. 
Mis padres estaban orgullosos de mi éxito y de mí, pero no les gustaba que hubiese sexo o tacos en mis libros.
 Mi madre solía leer la versión de Reader´s Digest, en la que se quitan ambas cosas.

P. En Una columna de fuego la España de Felipe II aparece retratada como un país que estaba en lo que hoy llamaríamos el “lado malo de la Historia”
R. Un escritor británico no va a admirar a un rey español que trató de matar a la reina inglesa (sonríe). 
Es difícil amar al rey Felipe II, ¿no?... Sintió que tenía el derecho de imponer su voluntad sobre toda Europa.
 No es algo inusual que lo crean reyes o incluso presidentes. Y si pensamos en EE UU tiene la Doctrina Monroe, que significa básicamente 'somos los jefes y hacemos lo que queremos'. 
No es inusual, pero, claro, hay un conflicto. España en el siglo XVI era el matón del barrio: grande y malo, un poco como EE UU en Vietnam.
 Y nunca te alineas con el abusón, ¿no?, sino con el abusado.
 El rey de España fue un tipo malo. Bueno, no sé si lo era realmente, pero había una oportunidad para España en el siglo XVI de industrializarse y convertirse en una gran nación comercial y manufacturera. 
Y no se hizo. 
Todo ese dinero se gastó en cañones y navíos de guerra para combatir. 
 Fue en cierto modo un monarca no muy sensato. 
Después de haber sido terriblemente rica en el siglo XVI, España fue cuesta abajo y en el siglo XX era como un país del tercer mundo.
P. ¿Cómo lleva el éxito?
No hay nada duro en tener éxito. Me produce una profunda satisfacción escribir.
 Diseñar la historia, investigar, crear los personajes, pensar en el suspense y cómo lo va a seguir el lector.
 Si hubiese nacido en la URSS y, en vez de haber sido bien recompensado, hubiera recibido un salario como el de todo el mundo, también me habría gustado. 
Si hubiese escrito novelas, o quizás guiones de televisión, que millones de personas disfrutasen, habría sido un hombre feliz, aunque quizás era difícil ser feliz en la Unión Soviética y habría tenido problemas por mis ideas políticas. 
Dicho esto, también disfruto de ganar mucho dinero y gastármelo en las cosas que me gustan: coches, buena comida, buen vino... todo lo que el dinero puede comprar.
 Y me satisface mucho cuando voy por la calle y alguien me pregunta: "Eres Ken Follett, ¿no? Solo quería decirte que disfruto mucho tus libros".
R. ¿Cómo vive las críticas de que lo que escribe no es alta cultura?
Tienen razón. 
Mi obra no es intelectual. Y no me importa que alguien lo diga. Haré una comparación. 
Cuando se va a un concierto de música, algunas personas admiran la técnica del violinista. 
Pero la mayoría va por las canciones. Así que un enfoque intelectual es casi técnico, mirar la cosa de forma analítica.
 Y no es la forma en que la gente lee mis libros. 
Disfrutan de las canciones, de la historia. 
La literatura intelectual a menudo no tiene una historia.
 Y eso está bien para la gente que le guste, y yo mismo la leo bastante a menudo.
 Así que si la gente dice 'la obra de Ken Follett no es intelectual', yo digo 'tienen toda la razón, no lo es'.

Soy mainstream. 
 Esto es el mainstream. 
Este es el tipo de historia que quiere la mayoría de las millones de personas del mundo, y también en el pasado, que han disfrutado de las novelas.
 Y luego hay otra gente que puede buscar algo que llamaría escritura bonita o conocimiento psicológico profundo o humor.
 Hay todo tipo de satisfacciones que la gente obtiene de las novelas, pero que la novela te absorba es lo que más gente quiere, lo que yo hago y lo que casi todos los novelistas han hecho siempre.
P. Pero, ¿se siente infravalorado como escritor por el hecho de vender mucho?
Estoy tan recompensado por lo que hago que realmente no tengo quejas. 
¿Reconocimiento? No está en mis planes. Lo que me preocupa es: ¿Le gusta mi libro a la gente? ¿Tanto como el anterior?... Pero, ¿qué alguien diga ‘Follett es un genio’? Eso no me preocupa. Realmente no me importa.

R. Pasando a la política, ¿cómo ve el futuro de su país tras el Brexit?
Yo estaba contra el Brexit.
 Creo que es un error terrible. Pero visto que tenemos que hacer algo, espero lo que llamaría la opción noruega, que es quedarse en el mercado único pero no estar en la UE. 
Creo que es la mejor opción para nosotros, la que causaría menos daño económico, y en cierto modo es buena para la UE, porque [la canciller alemana, Angela] Merkel y [el presidente francés, Emmanuel] Macron quieren hacer avanzar la UE y todo el tiempo tienen a los británicos frenando a Europa.
P. Bruselas no parece tan dispuesta a eso...
¿Por qué tendría? Reino Unido es como un marido que dice a su mujer 'me voy a divorciar de ti', pero quiero ver a los niños cuando quiera y de vez en cuando pasar juntos un fin de semana de sexo. (ríe) Y, por supuesto, la mujer dice: "¡Vete de aquí!"

R. ¿Qué le pareció la postura sobre el Brexit del líder laborista, Jeremy Corbyn?
Barbara [su esposa, exdiputada laborista] y yo conocemos a Jeremy Corbyn y pensé que era inofensivo.
 Eso era antes de convertirse en líder del partido. Jeremy cree en todo lo que yo creía en 1965.
 No ha cambiado desde entonces. Yo sí. Todavía soy un miembro del Partido Laborista y me resulta muy difícil tener tantos desacuerdos con el hombre que ahora lidera mi partido. 
Todo lo que puedo hacer es esperar a ver qué pasa: no va a ser el líder siempre.



 

Carla Bruni: “No soy una rebelde, solo una persona libre”......Álex Vicente

Francesa e italiana.
 Parlanchina y tímida. Laica y creyente.
 Feminista sin militancia. La cantante y modelo se siente cómoda en las duplicidades y rehúye los dogmatismos. 
A punto de publicar un nuevo álbum, habla de su pasado y de la libertad. 
De su hijo adolescente, comunista y amante del ‘heavy metal’. De psicoanálisis, moral e infidelidades.
 Y de su vida junto al expresidente de Francia Nicolas Sarkozy.
C ONTRARIAR A CARLA BRUNI es como caminar por la sombra en un día primaveral.
 De golpe, se instala en el ambiente un frío insospechable, que solo se marchará al cambiar de acera. 
En cuanto se saca a colación cualquier tema emparentado con la política, ella se cierra en banda.
 Es casi matemático: las respuestas de esta mujer sonriente, parlanchina y falsamente cándida se vuelven, en cuestión de segundos, breves y ásperas. 
De ángulos cortantes. 
Dice —o, mejor dicho, susurra— que no tiene nada que comentar sobre aquel lustro, hace ya dos presidencias, en que se convirtió en primera dama de los franceses.
 Tampoco lo echa de menos. Ha venido a hablar de su nuevo disco, French Touch (Verve/Universal), que sale a la venta el 6 de octubre y recoge 11 versiones de algunas de sus canciones favoritas.
 Entre ellas, temas de The Rolling Stones, Depeche Mode, AC/DC, Lou Reed o Abba, además de viejos estándares como Moon River o Crazy
Fue una idea del productor David Foster, conocido por sus power ballads con cantantes como Whitney Houston, Barbra Streisand y Céline Dion. 2037entrevista02 
 
 Parece una alianza contra natura, pero basta con observar su matrimonio, del que pronto se cumplirán 10 años, para entender que a Bruni, de 49, le van este tipo de retos. Grabar un álbum de versiones siempre le había parecido “una idea absurda”, según ha dicho. ¿Por qué cambió de opinión? Yo me hice cantante para poder grabar mis propios temas, así que no le veía el interés.
 Me convenció el productor. Me apetecía mucho trabajar con él, porque ha colaborado con cantantes que tienen un chorro de voz. Quería ver qué efectos podía tener en mi música. 
Diría que él me dio fuerza y yo le di un poco de intimidad. Nos encontramos a medio camino, en este disco minimalista pero luminoso.
Su voz suena más profunda que de costumbre. He trabajado mucho.
 De joven era tan tímida que no era capaz de cantar en público. Llevo 15 años trabajando con mi voz, dos o tres veces a la semana. Al final, ha terminado por cobrar cierta densidad. 
En realidad, creo que es imposible transformar tu voz, porque es un reflejo de tu alma.
 Pero sí la puedes fortificar y amplificar. Una voz, en el fondo, lo dice todo sobre una persona.
¿Qué información proporciona la suya? Supongo que dice que soy una persona con una doble cara.
 Tímida, pero decidida a exponerse.
 Calurosa, pero también un poco escondida.
Y francesa, pero también italiana. Me siento las dos cosas a la vez.
 Por eso me he encontrado siempre cómoda con las duplicidades. Soy de cultura francesa, pero mi carácter es italiano. 
Diría que soy una persona de fácil acceso. 
Hablo mucho y puedo ser un poco excesiva, como lo son, a veces, los italianos.
 Pero le aviso que con los medios voy con mucho cuidado…
 ¿Tan mal la han tratado los medios? Me han tratado muy bien, pero siempre he sido un poco desconfiada.
 Soy consciente de que hablar con un periodista no es como hablar con mi madre.
 No desconfío de las personas, pero sí de la exposición mediática. En realidad, la imagen que se tiene de mí no tiene mucho que ver con lo que soy en realidad.

Ex Top Model Carla Bruni Linked To French President Nicolas Sarkozy
 Carla Bruni en el desfile de Christian Lacroix (2007). Michel Dufour/WireImage

¿Cómo escogió los temas del disco? En la lista abundan las canciones de desamor.
 Es que ese es mi mayor motivo de inspiración. 
El amor perfecto no me inspira. En realidad tenía muchas más canciones, pero terminamos escogiendo estas 11.
 Grabar un disco es como hacer vodka: para destilar un vaso necesitas usar un kilo de patatas.
Me gustaría citar algunas de sus letras y preguntarle si las comparte. Por ejemplo, el estribillo de Enjoy The Silence: “Las palabras son muy innecesarias / solo pueden hacer daño”. Las palabras son necesarias en algunos casos, pero en nuestra época también hay mucho blablá. 
Hoy todo el mundo da su opinión sobre todos los temas posibles. Yo echo de menos aquel tiempo en que solo se expresaban los genios.
 No me interesa lo anónimo. Me interesan las opiniones firmadas con nombre y apellidos.
 El anonimato me recuerda a momentos tan nefastos como la deportación.
 Otra más. En Stand By Your Man canta esto: “Lo pasarás mal / mientras él lo pasa bien / haciendo cosas que tú no entenderás / pero, si lo amas, lo perdonarás”. Es un tema de Tammy Wynette que me encanta, aunque no sea muy feminista… 
Pero tampoco era su intención serlo, solo es una bonita canción country
Yo me considero muy feminista, pero, para mí, la lucha por la igualdad de derechos no se debe hacer en contra de los hombres. Además, hoy día la mayoría de hombres son feministas. 
Por lo menos los occidentales.
¿No queda todavía muchísimo por hacer? Sí, sigue siendo un problema en muchos países del mundo, incluido el nuestro, pero el feminismo ha recorrido un gran camino y resuelto muchas situaciones.
 En realidad, la igualdad siempre me ha parecido imposible.
 Yo soy más partidaria de la equidad. Usted y yo nunca seremos iguales. 
¿De qué serviría que lo fuéramos? Lo importante es que tengamos los mismos derechos, que contemos con la posibilidad de hacer las mismas cosas.
Para ser precisos, ¿qué batallas quedan por librar? Es que lo mío no son las batallas.
 Vaya a buscar a una militante en otro lado, porque yo no le voy a servir. 
Me gustan las militantes, pero no lo soy.
 No me interesa. Soy una mujer muy solitaria. 
Siempre me he sentido incómoda dentro de los grupos. Y el militantismo suele tener lugar dentro de un grupo o de un movimiento.
 Si le digo la verdad, no soy una rebelde. Solo soy una persona libre.

France's first Lady Carla Bruni-Sarkozy
Carla Bruni con su marido, Nicolas Sarkozy, cuando él era presidente de Francia y ella primera dama (Estrasburgo, 2009). ERIC FEFERBERG/AFP/Getty
¿Cuándo logra estar sola? Por las noches. 
Me acuesto tarde y duermo un poco más por las mañanas.
 Tengo a una persona que me ayuda con los niños cuando se levantan.
 Me gusta el aislamiento que me da la noche. Me gusta su silencio, su misterio, esa impresión de que hay algo mágico flotando en el ambiente. 
Durante el día es imposible sentir esas cosas… [De repente, llaman a su móvil. Se distingue la voz inimitable de Nicolas Sarkozy. Bruni responde: “Mon amour, me pillas trabajando. 
Te llamaré en cuanto termine, mon homme. Hasta luego, chéri”]. Disculpe, era mi marido…

¿A qué se dedica tras retirarse de la política? Ahora mismo está en Costa de Marfil. Está trabajando mucho…

¿No se aburre? No, está haciendo muchas cosas.
 Tiene la misma fuerza y vigor. Es un combatiente. Un ejemplo de resistencia, de fuerza y también de suavidad.
 Le sorprenderá que use esa palabra, pero le aseguro que la tiene. Es una persona muy inteligente y sabia.
 Pero, vamos, estoy locamente enamorada de él, así que no soy muy objetiva…
En enero se cumplirán 10 años de su matrimonio. ¿Qué le ha aportado esta relación? Lo ha cambiado todo.
 Tener a alguien con quien compartir el mismo camino me ha convertido en una persona más feliz y más protegida.
 Con mi marido encontré la serenidad. 
He tenido mucha suerte, porque nunca pensé que hallaría al hombre de mi vida. 
No creía en ese concepto. Lo veía posible para los demás, pero no para mí.
 Ha sido una sorpresa. Yo formo parte de una generación muy libertaria, que no creyó en el matrimonio. 
Nada que ver con la época de mis padres.


Sus progenitores no son el mejor ejemplo: a los 28 años descubrió que su padre biológico no era quien usted creía. Precisamente, la historia de mi familia demuestra que, al verse enfrentada a tanta rigidez, la gente buscaba la libertad donde podía. Hablamos de un tiempo en que el divorcio simplemente no existía. Toda relación tenía que ser hasta la muerte. 
Nunca le he tenido rencor a mi madre, porque nunca logro ver el aspecto moral de este tipo de cosas. 
 Con el amor, el deseo y el sexo no tengo una mentalidad puritana, tal vez por ser hija de mis padres. 
Para mí, lo inmoral es el desprecio, la injusticia y la traición. Nunca el hecho de enamorarse o de hacer el amor.

Hablemos de Donald Trump. Sabrá que, a principios de los noventa, solía llamar a las redacciones de los tabloides y contaba a quien quisiera escucharle que usted era su novia… Sí, me lo contó un periodista estadounidense… No lo hacía solo conmigo, también con muchas otras mujeres [como Madonna o Kim Basinger].
 Al parecer, encontraron grabaciones en las que se le oía decir que salía con ellas. En fin, es un viejo rumor sin el menor interés…
Desmiente, entonces, que sea cierto.
  Por supuesto, es algo que todo el mundo sabe.
 Me va a disculpar, pero soy hermética con las cuestiones políticas, porque luego solo se habla de eso. 
Es curioso que solo me pregunten sobre política, habiendo tantas otras cosas interesantes en el mundo…
La política también puede ser interesante. Sí, pero creo que se me hacen estas preguntas por pura fascinación por el poder, y no por un interés real por la política. 
Los medios se sienten fascinados por el poder. Yo no. Tocar el poder de cerca no me cambió. 
 Solo me confirmó que no me interesaba.
¿Se vive mejor cerca o lejos del poder? No lo sé. Nunca he estado cerca del poder. Mi marido era un hombre de poder, pero eso es todo.
 Pero no me gusta hablar de este tema. No me interesa…
¿Qué aprendió durante sus años como primera dama?
Lo mismo que durante el resto de mi vida.

 Nada cambió. Lo único que ha alterado radicalmente mi vida fue tener hijos.
 Es algo que interfiere mucho más que la política…
¿Qué opinión tiene del matrimonio Macron? No los ­conozco, así que no tengo nada que decir. Parecen ­simpáticos…

2037entrevista01
Carla Bruni edita 'French Touch' el 6 de octubre, un álbum en el que versiona temas de Lou Reed, Abba o AC/DC. Eric J. Guillemain
 
 
¿Qué opina de los cambios que ha vivido su país? Yo no veo ningún gran cambio. Leo sobre ese cambio en los periódicos, pero no lo veo en la vida real.
¿Lo dice en serio? El paisaje político se ha transformado totalmente… A mí no me interesa el paisaje político.
 Los paisajes que me interesan son el mar y la montaña, las colinas y las islas. 
Los paisajes de Irlanda, Escocia, Grecia y el Mediterráneo [sonríe].
Cuando llegó al Elíseo la trataron repetidamente de devorahombres. ¿Fue un reflejo misógino? Me dio completamente igual, pero no creo que lo sea.
 Me tengo por alguien amable y afectuoso. Es una idea que la gente se hizo de mí, tal vez por la libertad que me caracteriza.
 Yo no tengo principios, si exceptuamos el amor y la amistad. 
Diría que los jóvenes de hoy tienen muchos más.
 

¿Por qué lo dice? Me parecen muy serios y responsables. 
Creo que tienen miedo. Su mundo ya no se parece al de mi juventud. 
Vivimos en un tiempo amenazador, en una época brutal. Todo es ruido, superpoblación y pantallas táctiles
. Cuando observo a mi hijo, que tiene 16 años, veo a un chico bastante razonable.
 También tiene sus cosas: es comunista, vegano… ¡y fan del heavy metal! [ríe]. Pero está mucho más equilibrado que yo a su edad. Y prefiero que sea comunista a que se pase el día fumando marihuana.
¿Qué aprendió de su época como modelo? La moda me enseñó lo importante que es la superficialidad.
 Creo mucho en lo que dice Karl Lagerfeld: “La moda no es moral ni amoral. Solo te sube la moral”. 
Ir a comprarse un vestido es felicidad pura.
 Es una poción contra la muerte, contra la tristeza de la vida y su absurdidad.
 ¿Su aspecto físico la ha ayudado o la ha perjudicado? Sí, me ha ayudado. 
Pero no tengo una afinidad particular con mi aspecto. 
Diría que tengo una relación profesional con mi cuerpo. Además, soy consciente de que la belleza es un concepto muy arbitrario. Hace años conocí a una chica en Kenia que no se podía creer que yo fuera tan fea y delgada.
 Me miraba incrédula cuando le juraba que tenía novio. Para ella, era la redondez y no la delgadez el sinónimo de belleza. 
No quiero ni imaginar lo que hubieran hecho conmigo en el Renacimiento. En China, me hubieran tirado a la basura al nacer [ríe].
¿Por qué se dedicó a la música? Porque siempre fue un placer y un refugio.
 Como decía Nietzsche, la vida sin música sería un error. Si ya lo es con música, imagínese sin ella…
También debió de ser una manera de tener una voz propia. Sí. Por lo menos, de cara al público. 
Cuando era modelo, era una cara muda.
 Y eso que formé parte de una generación de modelos que tomó bastante la palabra.
 En mi vida privada no fue así, porque nunca me he callado. Cuando nos juntamos mi madre, mi hermana y yo, no hay quien nos pare. 
A veces, mi pobre marido se marcha a leer la prensa deportiva… [ríe]. En la vida ha habido muy pocas cosas que hayan logrado hacerme callar.
 Solo la enfermedad o un momento de gran tristeza. Volvamos a las canciones del disco. Incluye estos versos míticos de Lou Reed: “Un día perfecto / Dar de comer a los animales en el zoo / Después ver una película / Y marcharse a casa”. ¿Cómo sería el suyo? Sería un día de verano, no muy caluroso, con tiempo para leer, nadar, comer y estar con amigos.
 En la vida no hay nada mejor que el amor y la amistad. Eso es lo único que nos ayuda a soportar la última parte de la existencia, que es la menos divertida. 
Como decía Bette Davis, hacerse viejo no es para los gallinas. Me da miedo que todo pase tan rápido.
 Creí que sería un poco más largo. 
Pero si todo se terminase mañana, por lo menos podría decir que lo he aprovechado al máximo.

“¡Oye, Satán! He pagado mis deudas / Tocando en una banda de rock / ¡Oye, mamá! Mírame / Voy camino a la tierra prometida”, cantan AC/DC en Highway To Hell. 
Para usted, como para ellos, ¿la tierra prometida también es el infierno? No. Si puedo elegir, prefiero ir al paraíso. 
Me gustaría tener una vida tranquila. En realidad, soy bastante creyente.
 No creo en la clásica imagen de Dios con barba, pero algo hay.
La teníamos por totalmente laica. Soy laica, pero me gusta rezar. Me gusta mucho el nuevo Papa.
 Me gustó desde que salió al balcón la primera vez. Me gusta su cara, su intensidad y su bondad.
 Es un jesuita. Benedicto XVI también hizo cosas importantes.
 Por ejemplo, fue el primero que habló del sida, que es un combate muy importante para mí [su hermano Virgilio falleció de complicaciones derivadas del sida en 2006]. Pero Francisco tiene algo distinto. 
Una humanidad. Cada vez que aparece, me entran ganas de creer en Dios.
Dice que no pasa un día sin que abra un libro. ¿Qué ha leído últimamente? Las biografías de María Estuardo y María Antonieta, de Stefan Zweig. Son una maravilla.
¿Simpatiza con el personaje de María Antonieta? No, pero es innegable que tuvo una vida increíble. 
Toda su grandeza está al final de su vida, cuando demostró su dignidad y su entereza.
 Pero lo leí solo porque adoro a Zweig. En mi casa tengo enmarcada una carta que le mandó Sigmund Freud…
¿Le interesa Freud? Sí. Me psicoanalicé durante 14 años. Lo dejé cuando mi psicoanalista, una mujer estupenda, falleció.
 El psicoanálisis me hizo madurar y quitarme niñadas de encima. Me hizo responsabilizarme de mis actos y dejar de atacar a los demás. 
Encontrar la paz con uno mismo implica, en el fondo, encontrar la paz con los demás.
 Woody Allen tiene la mejor definición del psicoanálisis: “Antes me hacía pis en la cama y me avergonzaba.
 Ahora me enorgullezco de ello”. Así es como me siento.
 

Un miércoles cualquiera.................................Juan José Millás...

COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS
ESTO NO ES una casa de muñecas. Es la foto de la fachada de un edificio de oficinas de Londres.
 Cada ventana parece el cromo de un álbum en el que se representa la vida de los seres humanos.
 Significa que jugamos a las casas de muñecas con nosotros mismos.
Esta será la sala de reuniones.

—¿Y el retrete?
—No hay porque todavía no son transpa­rentes, aunque no es más que una cuestión de tiempo.
—Vale, pues si no hay retrete, yo coloco a este señor en una silla giratoria, de las de ejecutivo.

 Mira qué bien hecha está, ¡parece de verdad!
—Es que es de verdad.
—¿Pero no estábamos jugando?
—El juego y la vida se confunden. Ahora son los jefes de personal o los de recursos humanos los que ponen y quitan muñecos. 

Los muñecos somos nosotros.
—¿Jugamos entonces a que negociamos un convenio colectivo?
—De acuerdo, jugaremos, porque los convenios colectivos, en la realidad, o no existen o son papel mojado.


Workers In Offices At Night In London
Oli Scarff (Getty)
 
 Impresiona observarnos a nosotros mismos a vista de pájaro y ver lo poco que hemos crecido. 
El patio de la oficina es lo más parecido al patio del colegio. Lo malo es que ni siquiera necesitamos que un gigante nos tome delicadamente por el cuello para colocarnos en una u otra habitación.
 Nos colocamos nosotros mismos, sin ayuda, como marionetas teledirigidas por una mente perversa. Philip K. Dick soñó que un día todos seríamos como la muñeca Barbie y su novio Ken.
 Ese día ha llegado y es un lunes cualquiera de nuestras vidas.
 A veces, un martes o un miércoles, lo mismo da, de un enero cualquiera. A veces, de un febrero.