Guillermo y Enrique de Inglaterra se han convertido en el antídoto de Buckingham ante los escándalos.
Diana de Gales, fotografiada por Mario Testino.Reuters-Quality
Cuando Diana de Gales
se convirtió en esposa de Carlos de Inglaterra, el 29 de julio de 1981,
tuvo que ser examinada antes por los ginecólogos de Isabel II para
corroborar su virginidad. Veinte años después de su muerte en un accidente de coche, su hijo Enrique está a punto de anunciar su compromiso con Meghan Markle, la actriz protagonista de la serie Suits,
divorciada y de origen afroamericano.
Muchas cosas han cambiado en
Buckingham Palace —que siempre se resiste a que las novedades traspasen
sus muros— y en ello tiene mucho que ver Lady Di, todavía una figura
clave en la monarquía británica.
"Fue horrendo, unos tiempos profundamente
desagradables que no le desearía ni a mi peor enemigo.
Los paparazis nos
seguían a todas partes y nos acechaban como fantasmas.
Teníamos unos
prismáticos en el cuarto de baño para vigilarlos".
Todo ello fue consecuencia de aquella mítica frase de la princesa:
“Éramos tres en mi matrimonio, una multitud”. Diana desveló así la
infidelidad de su esposo, desmontó el cuento de hadas que el Reino Unido se había creído
y puso en entredicho al heredero. Han hecho falta muchos años y muchos
expertos en imagen para rehabilitar a Camila, que todavía es vista con recelo por una gran parte de británicos. Una reciente encuesta publicada en el Reino Unido apunta que el
príncipe Carlos también vive sus momentos de popularidad más bajos estos
meses.
La separación de los príncipes de Gales fue un seísmo en palacio al que siguió la de Sarah Ferguson casada con Andrés, el segundo hijo varón de Isabel II
y uno de los que más problemas le ha dado estos 20 años a la soberana
por sus comprometidos negocios y amigos poco recomendables. Andrés ahora
está en conflicto, además, con su hermano mayor quien reclama más protagonismo para él y para sus dos hijas Beatriz y Eugenia. Y es que el duque de York ve cómo Guillermo y Enrique acaparan toda la atención mediática.
Guillermo y Enrique de Inglaterra en la boda de Pippa Middleton y James Matthews, el pasado mes de mayo.Max Mumby/IndigoGetty Images
Los hijos de Diana se han convertido en su ausencia en el mejor
antídoto cuando llegan tiempos convulsos a palacio. La leyenda de la
princesa ha dejado de ser una amenaza para la familia real para
convertirse en su principal activo. Guillermo se ha consolidado como heredero del heredero aún más tras su boda con Kate Middleton. La duquesa de Cambridge, pese a no conocer a la madre de su esposo, ha
sabido contribuir a mantener su recuerdo con su anillo de pedida en la
mano, con sus trajes inspirados en ella, con la manera de vestir a los nietos que no conocerá.
En estos días de homenaje a la princesa del pueblo, Guillermo y Enrique se han prodigado en comparecencias públicas para recordarla, han participado en documentales especiales de la televisión en los que han hablado no solo de su adorada madre, también de cómo dos niños de 14 y 12 años afrontaron aquella tragedia en público y en privado. En la BBC confesaron haber llorado en el palacio de Balmoral por su
madre, donde les sorprendió la noticia de su muerte, y se han mostrado
orgullosos de no haberlo hecho en público. Enrique ha desvelado que hasta que cumplió los 30 años no pudo hablar con nadie de su madre y necesitó ayuda de especialistas para superar la pérdida. También han contado por primera vez qué papel jugó su padre en esos
días: "Lo peor para un padre es decirle a sus hijos que su madre ha
muerto. Él estuvo allí". Con los años Guillermo y Enrique han cerrado
heridas y mantienen una cordial relación con Camila.
Lady Di en Highgrove House, la casa de campo del príncipe Carlos y la princesa Diana.Tim GrahamTim Graham/Getty ImagesCoincidiendo con el vigésimo aniversario de la muerte de Diana, Felipe
de Edimburgo su mayor detractor en la familia real británica se ha retirado de la vida oficial. Muchos apuntaron al marido de Isabel II como presunto instigador de la muerte de Lady Di, aquellos que creen que hubo un complot. Ninguna prueba avala esta teoría pero lo cierto es que ni el duque, ni
nadie han podido con Diana de Gales que, con sus luces y sus sombras, se
ha convertido en el modelo de princesa en el que muchas monarquías del
siglo XXI se inspiran.
John Travolta y Lady Di, en la Casa Blanca en 1985.Cordon press
Una de mis imágenes favoritas de Lady Di
es esa en la que aparece bailando junto a John Travolta en una cena en
la Casa Blanca, ofrecida por el presidente Reagan y su esposa Nancy a
los rutilantes príncipes de Gales. Fue un momento de auténtica felicidad
en la vida de la princesa. Después, Travolta recordó que en ese año,
1985, su carrera no estaba precisamente en el mejor momento y que
siempre le agradecería a Diana haberle sacado a bailar porque la
repercusión global le devolvió a la primera línea. Fue quizás una de las
primeras obras benéficas de Diana Spencer. Me gusta la imagen porque ella sale en movimiento, que es una de las
cosas que más disfruto de mis iconos. Dicen que la experta en producir
ese tipo de imágenes fue Jacqueline Kennedy, precisamente una de las
mujeres que Diana de Gales reconoció admirar. Jackie, en sus fotos, casi
siempre esta en movimiento, caminando, saludando, hablando, mirando. Diana entendió eso
y de hecho está en movimiento hasta el último momento de su vida, ese
instante en que evita mirarse en el espejo del ascensor en el que
desciende junto a Dodi Al Fayed hacia su trágico destino. Incluso esa
pregunta, ¿dónde estabas cuando murió Diana de Gales?, tiene su propio
macabro movimiento, obligándote a echar atrás veinte años y recordarte,
más joven, más sensible, que las cosas resultaran tan adversas para una
mujer que, pese a sus privilegios y su desarrollada capacidad para la
manipulación, consiguió enfrentarse sola a tremendos obstáculos y dejar
su impronta como mujer. Siempre me resultó valiente esa entrevista concedida al programa Panorama
donde Diana desnudó a su marido y también al vetusto machismo de la
familia real británica. “En mi matrimonio éramos tres”, recuerdo oírla
decir y repentinamente Carlos de Inglaterra se hizo la persona más
denostada de su país, su amante Camila siguiéndole muy de cerca y Diana
la más perseguida por ese mundo que con tan pocas palabras había
expuesto. Les había llamado mentirosos, adúlteros, pero también dejaba
claro que Carlos se permitía hacer lo que le daba la gana por ser
heredero, pero sobre todo, por haber nacido hombre.
Lady Di, durante unas vacaciones en Portofino con Dodi Al Fayed.cordon press
Desde la muerte de Diana, se discute si realmente hizo algo por las
mujeres. La idea de las princesas como heroínas de ficción vivió un
importante subidón después de su muerte. Esas películas de Anne Hathaway
y Julie Andrews no habrían tenido tanta acogida sin el fantasma de
Diana. Las monarcas actuales, Letizia, Matilde, Máxima, Rania y hasta la
exjequesa de Qatar, no tendrían la facilidad para moverse de palacio al
despacho y de allí a las cumbres nevadas o al auditorio de las Naciones
Unidas sin que Diana antes pavimentara ese ajetreado camino. Además, les ha ofrecido un vestuario, traje sastre, blazer y pantalón,
zapato de tacón moderado (murió justo antes del triunfo de los
estiletos de vértigo), joyería buena, pero discreta, siempre el mismo
reloj, el mismo brazalete y la sortija de compromiso. Esa indumentaria
la perfiló en estrecha colaboración con su diseñadora, Catherine Walker,
que también creó para ella un atuendo tan perfectamente británico y
atrevido como el conocido traje Elvis, con un cuello recubierto en
perlas, similar a los que llevaba el cantante en sus shows de
Las Vegas y que Diana estrenó en una gala del museo Victoria &
Albert, vinculando su celebridad de princesa al pop. Un brillante golpe
de efecto, como ese de sacar a bailar a un taciturno Travolta . Aristocracia y entretenimiento. Insisto en que fue una experta manipuladora. No solo con miembros de su
familia real o periodistas del corazón, sino con las personas realmente
poderosas que conoció, como Kissinger o Katherine Graham, la influyente
directora del Washington Post, una mujer en las antípodas del glamour
que no cesaba de profesarle admiración. “Más que única, es
interesante”, declaró. Su romance con Dodi era en realidad una estudiada
operación para despertar celos y mantener la tensión con los Windsor. Los que vivimos esa escalada de amor, calor y fotógrafos en lanchas
inflables acercándose al yate donde ella se dejaba fotografiar, en un
trampolín sobre el Mediterráneo, nos sentíamos parte de una burbuja
antes de la burbuja, un frenesí que adquiría más y más velocidad. Es esa
velocidad la que, veinte años después, aceptó que fue lo que la mató. El vértigo de sí misma, la carrera hacia una inmortalidad siempre sobre
el precario equilibrio de un trampolín.
El presidente francés, Emmanuel Macron, en BucarestDANIEL MIHAILESCUAFPLas facturas le llegaron al secretario general del Elíseo,
Alexis Kohler, al cumplirse los tres primeros meses como presidente de Emmanuel Macron. Un total de 26.000 euros por las tareas de maquillaje del jefe de
Estado en sus cien días gobernando Francia. Aunque Macron no es el
primer mandatario que se gasta esa cantidad en su aspecto físico, la
noticia, revelada por la revista Le Point, no ha caído bien en
un país que, con el fin de las vacaciones estivales, se prepara para el
anuncio de recortes en el presupuesto en los próximos meses. Y tampoco
ayuda a la caída de popularidad del presidente registrada en las últimas encuestas publicadas.
El Elíseo no ha tardado en reaccionar. Existe la “vocación
de reducir significativamente” esa tarifa, aseguraron responsables del
palacio presidencial a medios franceses, a los que reconocieron el monto
revelado. Una cifra que se debe a que se contrató a una persona
exterior porque no se tiene a nadie en nómina, explicaron. Desglosado, el salario bruto, 8.000 euros al mes, sigue
siendo más propio de un alto funcionario francés que, a priori, el de un
maquillador, aunque no es tan desorbitado en esta profesión. Además de
corresponderse a las tarifas que puede cobrar un especialista convocado
para maquillar a una personalidad en un estudio de televisión —de 300 a
600 euros por media jornada, según France Info— es también el que
percibieron profesionales del medio empleados por anteriores inquilinos
del Elíseo. La maquilladora de Nicolas Sarkozy (2007-2012) cobraba ya 8.000 euros al
mes. Su sucesor, François Hollande, rebajó la tarifa a 6.000 euros. No
obstante, a ese gasto había que añadirle la factura de casi 10.000 euros mensuales que pagaba a su peluquero, una información revelada por el semanario satírico Le Canard Enchaîné
que le valió, hace un año, duras críticas al socialista. Este se
defendió argumentando que tenía que estar disponible las 24 horas al
día. Una justificación que también daba la maquilladora de Sarkozy,
Marina Michenet, en una larga entrevista que concedió a Vanity Fair
hace un año y en la que explicaba que seguía el mismo ritmo que el
presidente y su equipo de asesores, teniendo incluso que ponerse
numerosas vacunas para poder viajar en cualquier momento a cualquier
lugar. “Había momentos en los que salíamos del aeropuerto de
Villacoublay y que yo ni sabía a dónde íbamos”, explicó. El artículo iba
acompañado de fotografías de la maquilladora viajando con Sarkozy a
lugares tan insólitos como Afganistán.
Alba Carrillo nació en el mundo del espectáculo en 2007 en un concurso televisivo llamado Supermodelo.
Nunca ha conseguido subirse a una gran pasarela o protagonizar una
campaña de publicidad de primera línea, pero diez años después es el
hilo argumental de los programas de corazón de televisión y portada de
muchas revistas.
Todo tiene que ver con la polémica iniciada con su
exmarido, el tenista Feliciano López, y que se ha extendido a su expareja Fonsi Nieto,
padre de su hijo.
Lo que en un principio fueron disputas de pareja se ha convertido en el culebrón del verano,
al que se ha incorporado un nuevo elemento para el debate: la custodia
del pequeño que reclama el expiloto de motos, que dice estar harto del
espectáculo de Carillo y de su madre, Lucía Pariente.
Asuntos de escasa
relevancia pero que generan audiencia.
La prensa del corazón navega estos meses por temas tan sorprendentes
que parecen estar guionizados . Una chica mona (Alba Carrillo) se separa
de un tenista de éxito y guapo a rabiar (Feliciano López) y antes de cumplir un año se divorcian. Entonces ella se va a un plató de Telecinco para desvelar su calvario e
incluso sus secretos de alcoba. Nada peor para un conquistador que se
cuestione su virilidad. Carrillo encontró un filón en su separación para hacer negocio y en unos meses ha ganado más contando su vida que paseándose por las pasarelas. Portadas de ¡Hola!, entrevistas en Sálvame y concursante estrella de Supervivientes 2017. Fue en la isla, en medio de los insectos y sin nada que comer, cuando
la modelo explotó. Se peleó con sus compañeros y hasta con su madre.
Lucía Pariente, reservista del Ejército del Aire, llegó a la isla como
una desconocida y ahora le roba planos a su hija. Dicen que ella es
quien mueve los hilos de la vida de Alba Carrillo tanto en el hogar que
comparten como en los platós.
La modelo Alba Carrillo con su hijo Lucas Nieto y Lucia Pariente en el aeropuerto Adolfo Suarez el pasado 8 de agosto.GTRESONLINE
Fonsi Nieto acusa a su exsuegra de todos los problemas con la madre
de su hijo y reclama por ello su custodia. La última noticia que apunta
el círculo del sobrino de Ángel Nieto es que en su batalla va a contar con el respaldo de Feliciano López. Dos ex unidos contra Alba Carrillo. El tenista también ha entrado en el juego, aunque al principio
aparentemente se resistió. Lo hizo en una entrevista de dos horas con
Bertín Osborne en el programa Mi casa es la tuya. "Es muy
difícil para un tenista tener una relación porque viajamos muchísimo";
“los tenistas no somos gente fácil, porque estamos acostumbrados desde
pequeños a hacer lo que queremos” o “[Alba Carrilo y su entorno] han
llegado a decir que era homosexual” son algunas de las frases que
Feliciano López le dijo al presentador de un programa que hizo un parón
de sus vacaciones para emitir el especial de Feliciano López antes de la final de Supervivientes.
Aunque ante esos comentarios, dijo el tenista, se ríe cuando tratan de
desprestigiarle en televisión. “Es la única manera de sobrellevarlas”.
En los últimos días el grado de tensión es tal con el niño convertido en
un pim pam pum que no sería de extrañar que el Defensor del Menor no
tomara cartas en el asunto.