Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
26 ago 2017
¿Dónde estaba usted?.......................................... Boris Izaguirre
John Travolta y Lady Di, en la Casa Blanca en 1985.Cordon press
Una de mis imágenes favoritas de Lady Di
es esa en la que aparece bailando junto a John Travolta en una cena en
la Casa Blanca, ofrecida por el presidente Reagan y su esposa Nancy a
los rutilantes príncipes de Gales. Fue un momento de auténtica felicidad
en la vida de la princesa. Después, Travolta recordó que en ese año,
1985, su carrera no estaba precisamente en el mejor momento y que
siempre le agradecería a Diana haberle sacado a bailar porque la
repercusión global le devolvió a la primera línea. Fue quizás una de las
primeras obras benéficas de Diana Spencer. Me gusta la imagen porque ella sale en movimiento, que es una de las
cosas que más disfruto de mis iconos. Dicen que la experta en producir
ese tipo de imágenes fue Jacqueline Kennedy, precisamente una de las
mujeres que Diana de Gales reconoció admirar. Jackie, en sus fotos, casi
siempre esta en movimiento, caminando, saludando, hablando, mirando. Diana entendió eso
y de hecho está en movimiento hasta el último momento de su vida, ese
instante en que evita mirarse en el espejo del ascensor en el que
desciende junto a Dodi Al Fayed hacia su trágico destino. Incluso esa
pregunta, ¿dónde estabas cuando murió Diana de Gales?, tiene su propio
macabro movimiento, obligándote a echar atrás veinte años y recordarte,
más joven, más sensible, que las cosas resultaran tan adversas para una
mujer que, pese a sus privilegios y su desarrollada capacidad para la
manipulación, consiguió enfrentarse sola a tremendos obstáculos y dejar
su impronta como mujer. Siempre me resultó valiente esa entrevista concedida al programa Panorama
donde Diana desnudó a su marido y también al vetusto machismo de la
familia real británica. “En mi matrimonio éramos tres”, recuerdo oírla
decir y repentinamente Carlos de Inglaterra se hizo la persona más
denostada de su país, su amante Camila siguiéndole muy de cerca y Diana
la más perseguida por ese mundo que con tan pocas palabras había
expuesto. Les había llamado mentirosos, adúlteros, pero también dejaba
claro que Carlos se permitía hacer lo que le daba la gana por ser
heredero, pero sobre todo, por haber nacido hombre.
Lady Di, durante unas vacaciones en Portofino con Dodi Al Fayed.cordon press
Desde la muerte de Diana, se discute si realmente hizo algo por las
mujeres. La idea de las princesas como heroínas de ficción vivió un
importante subidón después de su muerte. Esas películas de Anne Hathaway
y Julie Andrews no habrían tenido tanta acogida sin el fantasma de
Diana. Las monarcas actuales, Letizia, Matilde, Máxima, Rania y hasta la
exjequesa de Qatar, no tendrían la facilidad para moverse de palacio al
despacho y de allí a las cumbres nevadas o al auditorio de las Naciones
Unidas sin que Diana antes pavimentara ese ajetreado camino. Además, les ha ofrecido un vestuario, traje sastre, blazer y pantalón,
zapato de tacón moderado (murió justo antes del triunfo de los
estiletos de vértigo), joyería buena, pero discreta, siempre el mismo
reloj, el mismo brazalete y la sortija de compromiso. Esa indumentaria
la perfiló en estrecha colaboración con su diseñadora, Catherine Walker,
que también creó para ella un atuendo tan perfectamente británico y
atrevido como el conocido traje Elvis, con un cuello recubierto en
perlas, similar a los que llevaba el cantante en sus shows de
Las Vegas y que Diana estrenó en una gala del museo Victoria &
Albert, vinculando su celebridad de princesa al pop. Un brillante golpe
de efecto, como ese de sacar a bailar a un taciturno Travolta . Aristocracia y entretenimiento. Insisto en que fue una experta manipuladora. No solo con miembros de su
familia real o periodistas del corazón, sino con las personas realmente
poderosas que conoció, como Kissinger o Katherine Graham, la influyente
directora del Washington Post, una mujer en las antípodas del glamour
que no cesaba de profesarle admiración. “Más que única, es
interesante”, declaró. Su romance con Dodi era en realidad una estudiada
operación para despertar celos y mantener la tensión con los Windsor. Los que vivimos esa escalada de amor, calor y fotógrafos en lanchas
inflables acercándose al yate donde ella se dejaba fotografiar, en un
trampolín sobre el Mediterráneo, nos sentíamos parte de una burbuja
antes de la burbuja, un frenesí que adquiría más y más velocidad. Es esa
velocidad la que, veinte años después, aceptó que fue lo que la mató. El vértigo de sí misma, la carrera hacia una inmortalidad siempre sobre
el precario equilibrio de un trampolín.
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