Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 jun 2017

Puritanismo, dame el nombre exacto de las cosas............ Juan Cruz.

Qué atrevido Javier Marías, arañar nombres de los recientes santorales.

Gloria Fuertes, en una imagen de archivo. Gloria Fuertes, en una imagen de archivo.

Es saludable que se atreva uno a decir “no me gusta”, en el tiempo del “me gusta”, porque de ese modo se rompe el árbol de la complacencia.  
Javier Marías suele cumplir esa función, entre nosotros. 
Entre los ingleses tenían a Christopher Hitchens: se establecía una corriente, él iba por el otro lado.
 Aquí ha habido otros contradictorios, pero en este momento Marías, a juzgar por lo que es atacado, debe ser el adalid de los que se atreven a llevar la contraria. 
 En un libro de Guillermo Cabrera Infante, que fue amigo de Marías, por cierto, se habla de una tribu, probablemente norteamericana, que se llama Los Contradictorios, que hasta se sientan al revés, para darle la razón a su denominación y a su origen.
Pero antes de hablar de lo que trae aquí a Javier Marías y a los contradictorios, déjenme que vaya al Parlamento y a la ya extinta Moción de Censura.
 Recuerden ustedes que en ella hubo un rifirrafe, que ahora se llama así el debate, entre el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y la diputada de Coalición Canaria Ana Oramas.
 Aquel la señaló a ésta con el dedo (acusador, por supuesto) y terminó llamándola tránsfuga. 
Y Ana Oramas lo llamó a él machista.
 Se pegaron, pues, lo normal.
 A pesar de que ella había introducido versos, sarcásticos, en su respuesta, así como cierta retranca canaria, la diputada Irene Montero optó por deducir que la oponente de su compañero estaba irritada y buscó en seguida, en el baúl de los recuerdos de uno de los suyos, una razón para explicar la irritación supuesta de Ana Oramas.

Llevada por ese ánimo justiciero, Montero reprodujo en Twitter la razón por la que, según ella, Ana Oramas estaba irritada. 

Era porque in illo tempore (in illo tempore ahora puede ser anteayer, o la semana pasada, o la última contienda electoral) el diputado podemita tinerfeño Alberto Rodríguez había contado en una reunión ante los suyos que la abuela de Ana Oramas, rica de La Laguna, había tenido a su propia abuela, la de Alberto Rodríguez, cosiendo y martirizada, mal pagada y humillada.

 Y exhibía Irene Montero, tan segura de sí misma como en el debate, esa pieza de documentación en la que se ve a su compañero narrando, con su correspondiente suspense, episodio tan ilustrativo.

No hubo reproches a Irene Montero por sacar tal documento para desmejorar, con una historia de antepasados, a la diputada presente, sólo con el deseo de dañar su reputación en función de la supuesta reputación de su abuela; no hubo compasión (por decir esta horrible palabra) con Ana Oramas.
 Las alusiones, machistas, sin duda, de Rafael Hernando, a la propia Montero en ese mismo debate, tuvieron un recorrido inmenso por las redes, pero a la diputada canaria nadie la salvó de la agresión, primero en el Parlamento y después en las dichosas redes sociales. Por otra parte, cualquier referencia a la identidad de las amistades propias de la diputada de Podemos alcanzan niveles de enorme agitación tuitera, pues el machismo irrita, y con razón, pero cuando la agitada es una persona que no tiene el aval de la ideología más dominante en Twitter, por ejemplo, el decibelio se queda a cero. Y eso tampoco es justo.
Pues, a lo que iba.
 Ahora se ha atrevido Javier Marías a tocar el árbol del me gusta y no me gusta y ha dicho algo que resulta muy normal decir, pues el gusto literario es el menos obligatorio de los gustos, y de los disgustos. 
Y ha dicho que Gloria Fuertes no es para tanto
Para que fue aquello. ¡Y además lo ha dicho en EL PAÍS! Pues leña al mono. 
Te puede disgustar Hemingway, e incluso Camus, o incluso te puede disgustar, cómo no, Javier Marías. 
Pero tocas las nuevas santidades y acabas chamuscado. 
Y Gloria Fuertes está entre las glorias intocables de este momento histórico.
 Qué atrevido Marías, arañar nombres de los recientes santorales. Ha chocado contra el renovado puritanismo, que apunta con letras de oro lo que siempre estuvo en la división de bronce de la muy vapuleada historia de la literatura menor española.
 Y tendrá su merecido en las redes sociales, que ahora ya lo están tratando de quemar en las hogueras en las que se quema a aquellos que desafían la corriente.

 Un día el nuevo puritanismo hará una lista de los intocables, para que Marías y otros desviados se fijen en ella.

No sé como se las arregla usted Juan Cruz, que hasta para criticar a Marías, cosa que yo hice tb. no me gusta eso de tener una lista de intocables porque a mi solo me gusta Marias en alguna columna si hace referencia a Pérez Reverte. bueno su última novela si me gustó un poco.

pero Juan usted para meterse con Marías utiliza eso de pasa por Valladolid para meterse con su gran enemigo Pablo Iglesias y sale en defensa de esa señoritinga de La Laguna que no tiene credibilidad y si que es ella muchos adjetivos de la derecha, pero claro defienden a la podemita y de su Anita no dicen nada....Ay!!! Juan que en Canarias nos conocemos todos en el barrizal político.....claro que a mi no me lee nadie y a usted lo leo yo.

 

25 jun 2017

La falsa bailarina española que sedujo a un rey........... Jacinto Antón

Cristina Morató revive la increíble aventura vital de la legendaria Lola Montes.

Un retrato de Lola Montes.
Un retrato de Lola Montes.
Ni se llamaba Lola Montes (o Montez) ni era española, y, pretendida bailarina, bailaba que era un disparate. 
Pero hay que ver qué gran aventura la vida de esa valiente impostora de armas tomar que se puso por montera las convenciones de su época, convirtiéndose en símbolo de escándalo, desenfreno, fatalidad, lujo y audacia. 
Max Ophlus la inmortalizó en el cine con el rostro de Martine Carol (Lola Montes, 1955).
Irlandesa y de verdadero nombre Elizabeth Rosanna Gilbert, Lola Montes (Grange, 1821-Nueva York, 1861) es un personaje más que singular. 
 Viajó de punta a punta del globo, incluida Australia, prefiguró un siglo antes que la Bella Dorita el baile de La Pulga (en su caso, la Danza de la Araña), golpeó en la cara con su fusta a un oficial prusiano, fue bígama, enamoró a príncipes, sedujo a Franz Liszt, trabó amistad con Alejandro Dumas y George Sand, y llegó a convertirse en la amante oficial de un rey, 
Luis I de Baviera (el abuelo de Luis II, “el rey loco” de Sissi, Wagner y Visconti), obligándolo a que le inventara un título de condesa y hasta propiciando, con su descarado comportamiento, la Revolución de 1848 en Múnich.
Añádase a todo esto que fumaba (lo que en una mujer entonces era una inmoralidad), que escribió el que se tiene por el primer libro de la historia de secretos de belleza, que acabó dando conferencias sobre sí misma y que fue propietaria de un oso grizzly —al que terminó vendiendo a través de un anuncio en la Prensa— y se compondrá la imagen de un personaje en verdad sensacional. 
Uno de sus fans más inesperados fue Hitler, que tenía su retrato en el despacho: debía ser por la conexión bávara y porque el líder nazi también tuvo líos en Múnich. 

La escritora Cristina Morató, que de aventureras y viajeras sabe un rato, ha recreado la asombrosa historia de la que conocemos como Lola Montes en un libro de corte biográfico que hace honor a la desmesura y pasión de su existencia y que se lee, y en este caso no es ninguna frase hecha, como una novela.
 Lo más sorprendente de Divina Lola (Plaza & Janés), visto todo lo que cuenta, es que está sólidamente basado en los hechos y minuciosamente documentado (con, entre otras cosas, las cartas de la propia Montes que se guardan en el archivo estatal de Baviera), aunque Morató se haya permitido la licencia de imaginar algunas escenas como si hubiera estado allí y de inventarse diálogos. 
 Nada, si se piensa, que no hiciera antes Emil Ludwig.
 
Cristina Morató, junto al retrato de Lola Montes en el Nymphenburg de Múnich.
Cristina Morató, junto al retrato de Lola Montes en el Nymphenburg de Múnich.
¿Por qué Lola? “Se cruzó en mi camino”, explica Morató durante una visita a los lugares que frecuentó la aventurera durante su explosiva estancia de dos años en Múnich, incluidos el rutilante Hotel Bayerischer Hof, la Residenz (palacio real), el Nymphenburg (el palacio de verano, donde cuelga un retrato de la Montes) y, en los jardines, el café Palmenhaus que era uno de sus rincones favoritos. 
“Fue al escribir mi libro sobre viajeras intrépidas: descubrí que Lola había cruzado la selva de Panamá, que había hecho una gira por la Australia profunda, que había vivido en el Lejano Oeste como una pionera, y me llamó mucho la atención el personaje.
 Esa faceta de viajera, y la de impostora: se hacía pasar por española, sevillana de rancio abolengo, pero era irlandesa.
 Si hubiera sido solo una cortesana, una de tantas no hubiera sido tan interesante para mí”.
En todo caso, el romance con Luis I fue de los que hacen época. Él, ya madurito, perdió la cabeza del todo, y hasta alguna vez el sentido del ridículo, por la bailarina. ¿Hubo mucho sexo?, le pregunto a la escritora paseando por los palacios de los Wittelsbach, donde observamos pensativamente varias camas regias. “Bueno, no era nada platónico, tenemos documentado oficialmente que se acostaron al menos dos veces. 
Ella tenía la saludad delicada (contrajo de joven la malaria en la India) y aducía eso y jaquecas para no mantener relaciones sexuales tan a menudo como Luis, que la llamaba ‘mi Lolita’, hubiese deseado”.
 Él era “un gran fetichista”. La autora explica en su libro que el rey poseía un modelo en mármol del pie de la bailarina y lo besaba y manoseaba a menudo.
 También le pidió a ella que le entregara piezas de ropa interior –i.e. las bragas de la época-, “obsequios íntimos que excitaban su imaginación y le inspiraban poemas cargados de erotismo”. Morató matiza que lo de la Montes “no era 50 sombras de Lola, a ella no le iba el sado y eso. 
Veía en Luis, al que siempre estimó mucho y cuya enorme cultura valoraba inmensamente, una figura paterna, el padre que no tuvo”.
En todo caso, Lola, de 27 años, que combinaba al rey, de 60, con otros amantes más jóvenes, se aprovechó desmedidamente del interés del monarca y, mantenida por él, residió en Baviera con un tren de vida principesco y derrochador que provocó gran escándalo y rabia en el reino.
 “No se contentaba con su papel marginal y cada vez exigía más, hasta acarició la idea de convertirse en reina; la perdieron su ambición y su carácter”.
 Daba lecciones al rey y hasta cuestionaba la valía de sus coraceros, que ya es meterte en donde no te llaman.
 Morató no deja de reivindicar en Múnich la memoria de la falsa española de ojos azules y melena azabache (“a ver si le dedican una calle”), menos conocida, dice, de lo que sería de esperar (a pesar de Hitler) y de la que se han inventado muchas cosas, lo que es lógico porque ella misma lo hacía, incluido lo de que trabajó en un circo, probablemente de las pocas cosas que nunca hizo. 

Lola Montes bailando en el filme de Ophüls.
Lola Montes bailando en el filme de Ophüls.
“Era una superviviente nata, una mujer fuerte, fogosa, independiente, emprendedora y subversiva”, subraya la autora con indisimulada admiración mientras observa el famoso retrato de Lola en la Galería de las Bellezas en el Nymphenburg, en el que va ataviada como el rey la vio por primera vez, en 1846.
 Lo que no era, sin duda, es una gran bailarina.
 “No, le echaba mucha jeta pero no tenía talento”. Su éxito residía en el morbo de verla y el punto erótico. “Pero no era una bailarina de estriptis, ni enseñaba el trasero, eso se ha dicho para desprestigiarla; la liga sí que la enseñaba. 
Y tenía un gran orgullo, cuando alguien le pitaba o se reía de ella en escena (lo que sucedía a menudo), se le encaraba”. En cambio, fue una muy buena actriz. 
“Su mejor papel fue el de Lola Montes, dentro y fuera de los escenarios, en los que acabó representando su propia vida, el espectáculo Lola en Baviera, con mucho éxito”.
La escritora afirma que ha intentado comprenderla, no juzgarla, aunque ve en ella algunas cosas que le desagradan como su capacidad de manipulación y su ambición, su temperamento caprichoso, violento y voluble.
 “Comparto en cambio su rebeldía, su pasión por los viajes, el sentido del humor y la determinación”, afirma. De Múnich, Lola salió por piernas (y valga la frase) y tuvo que reinventarse, una y otra vez. 
Siempre vivió a contracorriente y por encima de sus posibilidades. Se hizo detestar por sus aires y entusiasmó por eso mismo. Nunca fue muy afortunada en amores. 
Su gran amado murió en un duelo.
 Maridos y amantes (que le abrieron muchas puertas) le duraban poco. “No creo que fuera feminista, pero el ejemplo de su propia vida lo es”, concluye Morató.
Al preguntarle porqué escribe solo de mujeres, la autora responde lanzando una larga mirada al cuadro de su divina Lola: “Escribo de mujeres porque los hombres ya escriben de sí mismos”.


 

 

El solsticio de Alejandro Sanz............................ Luz Sánchez-Mellado

El cantante, en el cénit de su carrera, seduce a 50.000 personas en el Vicente Calderón.

Alejandro Sanz, durante su actuación. Vídeo: 'Más es más', explicado por el cantante.
Puede que un estadio mida una hectárea, pero, desde luego, la noche del sábado había mucha más que esa superficie de piel desnuda destilando alma, corazón y vida en la cancha y el graderío del campo Vicente Calderón de Madrid en la última gran velada musical de su historia.
 La tarde de espera fue larga para quien aguardaba ansioso el encuentro.
 Sobraba la ropa y faltaba la música y las letras que la parroquia había venido a escuchar como quien acude a oír la historia y la melodía de sus vidas.
 Hasta que apareció Alejandro Sanz, el autor del libreto y la partitura, y la brisa que alborotaba las melenas se quedó en nada comparada con el erizamiento de vellos que provocó en la parroquia la fiesta pagana de Más es más, el concierto del vigésimo aniversario del álbum de Corazón partío. 
Era la noche del día de San Juan, posiblemente la más sensual del año, y nadie se fue insatisfecho.
“Mi nombre es Alejandro Sanchez Pizarro, nací en Madrid y Cádiz, y crecí en medio mundo.
 No tenía otro plan para esta noche del 24 de junio, y no se me ocurre mejor plan para los próximos 20 años, que seguir cantándoles a todos ustedes”.
 Así, como un principiante que canta el currículo
. Como si el respetable no se conociera de pe a pa su biografía y hasta la última sílaba de la última estrofa de su última canción, se presentó el artista, tres cuartos de hora más tarde de lo previsto, como la novia que se hace esperar sabiendo que hasta que no llegue no empieza la boda. 
Y empezó con Hoy que no estás, acompañado de Dani Martín, el primero de los 22 artistas que concelebraron la ceremonia y que se iban sumando al coro según iban cayendo los salmos, perdón, temas, en un rosario que iba desgranando cuenta a cuenta los hitos de su carrera.
Pablo López, Laura Pausini, Antonio Carmona, Miguel Bosé, Pablo Alborán, Juan Luis Guerra, Bisbal, Vanesa Martín, una matadora Niña Pastori, que puso el corazón en vilo hasta a los ácaros con Cuando nadie me ve, y así hasta el final de una nómina que el respetable tuvo que adivinar por sus voces dado que las pantallas del concierto más ensayado de su vida, según dijo el propio Sanz, se durmieron en los laureles y no reflejaban más que el rostro de Alejandro, dejando a la imaginación del público la identidad de sus invitados. 
“No se ve”, le gritaba de vez en cuando como una sola voz el graderío. No se pudo hacer mucho. Pero daba igual.
 Se le perdonaba todo al artista esa noche que transcurrió en un continuo crescendo de emociones que culminó, exactamente, a las 23,34 con la interpretación colectiva a 50.000 voces del Corazón partío quizá más coreado de los últimos veinte años.

Canciones largas –cinco minutos y veintidós segundos dura nada menos ese himno sentimental para tres generaciones- que cuentan historias que remueven la fibra y que han hecho de Más, el disco más vendido de España con seis millones de copias.

 Y ahí estaba el firmante. Un hombre de 48 años con cara de niño y un cutis más terso incluso que cuando compuso el álbum, evidenciando que los señores también se cuidan, pero con las correspondientes dioptrías de vista cansada que corrige con las gafas progresivas que anuncia en la tele y que, coqueto, no sacó a escena. 

Un padre de mediana edad con cuatro hijos de adolescentes a bebés que le dan sus correspondientes alegrías y quebraderos de cabeza.

 Un artista en el apogeo de su carrera –acaba de ser elegido Personaje del Año por los Grammys Latinos- que cierra un ciclo y empieza otro, y que quiso celebrarlo a lo grande con sus amigos, como hacen tantos hombres y mujeres al verles las orejas al lobo de los 50. 

Un tipo, con todos los abismos de diferencia, que su público sigue viendo como a uno de los suyos y de ahí la adhesión incondicional que genera entre sus adeptos. 

Sanz, emocionado hasta las lágrimas cuando Niña Pastori le cantó a su Cai, se fue en gracia de los suyos.

 En el atrio del Atleti, donde tanto se sufre y tanto se goza por otros cielos e infiernos, 50.000 almas adolescentes, porque todos tenemos entre 15 y 20 años por dentro, entraron en trance y no despertaron hasta que evacuó el estadio como una sola persona. Y se fueron con esa sensación de las noches de solsticio en las que parece que todo es posible, aunque luego no pase nada o, peor, pase lo de siempre.

 

Temas de conversación.................................Juan José Millás

COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS
Hubo un tiempo en el que una favela solo era una favela del mismo modo que un socavón es solo un socavón.
 No hay en México ni en Rusia ni en Pekín socavones merecedores de salir en las guías turísticas.
Las favelas existían, desde luego, pero aún no habían dado el salto al lenguaje para instalarse en él como un hecho normalizado. Ahora, cualquier persona de clase media ha visitado una favela de Delhi, de Bogotá, qué sé yo, o de Caracas.
 
BRAZIL - THEME - HOUSING
Vanessa Carvalho (Brazil Photo Press)
 
Fuimos de vacaciones a Haití y visitamos la favela de Cité Soleil.
—¿Y el museo antropológico?
—El museo antropológico está en la calle.
Hemos convertido las favelas en productos de consumo en los que entramos con la excitación de si nos ocurrirá algo. Se trata de una excitación artificial, pero los sucedáneos del peligro estimulan tanto como los del café. 
 La de la foto es una de las favelas más famosas del mundo. Paraisópolis, tal es el oxímoron con que el que se la conoce.
 Aparece en la Wikipedia, con eso está dicho todo. Hace meses, sufrió un incendio muy complicado de apagar por la falta de accesos para los camiones cisterna.
 Lo que fascina al turismo de las favelas en general, y de esta de São Paulo en particular, es que estén hechas como de calaveras. 
Fíjense, si no, en todas esas cuencas vacías a las que llamamos ventanas. 
Las miras y te devuelven la mirada, al contrario de los edificios del fondo, que parecen ensimismados. 
También gusta mucho que se encuentren al pie de los rascacielos, como para metaforizar la desigualdad. 
La desigualdad es uno de los grandes temas de conversación de nuestros días.