Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 may 2017

Juan Cruz defiende con pasión el periodismo bajo la tormenta

 

El escritor presenta ‘Un golpe de vida’, un relato autobiográfico y melancólico sobre el oficio de informar con aroma a despedida.

 

Desde la izquierda, Jorge F. Hernández, Juan Cruz, Luz Sánchez-Mellado, Luis Landero y Julio Llamazares, este jueves en la presentación de 'Un golpe de vida', en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. 
Desde la izquierda, Jorge F. Hernández, Juan Cruz, Luz Sánchez-Mellado, Luis Landero y Julio Llamazares, este jueves en la presentación de 'Un golpe de vida', en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
El infierno, para Juan Cruz, es una página en blanco, un lugar donde no hay noticias ni se escucha la radio. 
Es decir, donde no existe el periodismo. 
El escritor y periodista, de 68 años, dice que ha llegado a ese momento en el que uno ha de afrontar un último repecho, la cuesta de la jubilación, que lo aleja de lo que tanto ama y no quiere dejar ir.
 Su último libro, Un golpe de vida (Alfaguara), es la historia de un hombre aferrado a la existencia y a la máquina de escribir como una prolongación de aquella. 
“No te rindas aún compañero. 
No digas que no sigues; hasta que arda la mesa estate ahí.
 Esto no se acaba, ya verás”, se dice a sí mismo. 
(Que suerte Juan que el jubilarte te produzca tristeza, claro que tu desde 1º de Carrera querías ser escritor, como muchos de nosotros y periodista, que en aquel entonces resultaba facil si eras de otra carrera) Pero yo nunca quise ser eso, quería como casi todos investigar escribir pero no pensaba en publicar o igual si, ya en el instituto dirigí una revista, el Pons Estudiantiles, siguiendo explicaciones de D. Manuel Cardenal, pero la vida te lleva por vericuetos y aunque me gustaba mucho hacer que otros supieran y nunca se cansaran, llegaron malos tiempos y muchos, de los casi militantes de la enseñanza, no veíamos la hora de prejubilarnos.
Educación hizo con todas esas leyes, que fuera casi insoportable poder inculcar "algo de sapientia" así que no fue ninguna tristeza dejar el hueco a otros, que tampoco les importaba mucho que "Supieran" esos jovenzuelos cuyo mundo ya lo preveiamos)
 

Cruz, adjunto a la dirección de EL PAÍS, hizo ayer durante la presentación de la obra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid una defensa apasionada del oficio en un momento en que sobre los periódicos se han posado nubarrones, algunos ganados a pulso y otros clara y deliberadamente maliciosos.
 “Hay quien dice que EL PAÍS ya no es lo que era. Llevo oyendo eso desde el 85, desde el referéndum de la OTAN. 
Hace unos años, un señor trotskista decidió crear un periódico y decir que estaba a la izquierda de la izquierda y así situarnos inmediatamente en la derecha”, argumentó durante un coloquio con los novelistas Luis Landero y Julio Llamazares que moderó la periodista de este diario Luz Sánchez-Mellado.
Pues si Juan, El Pais ya no es lo quera, ningún periódico es lo que era, pero hay una inclinación eso si empezó "Despacito" hacia la derecha que no te hace apetecible leer ni las noticias de la casa ni las internacionales, todas son crónicas de Sucesos. Te metes mucho contra Podemos, no para informar sino para descalificarlos, y eso no es rigor, vaya que ni Landero ni Llamazares y mucho menos Luz, son de una izquierda combativa para cambios positivos, no y no, la verdad es que el Pais cada vez va más escorado a la Derecha y eso no lo digo yo sola......Ay que penita!!.

Rigor y trabajo
El escritor, nacido en Puerto de la Cruz, el pequeño pueblo de Tenerife en el que fue un niño asmático que leía con fervor todo lo que le caía en las manos, enfatizó la importancia de que el periodismo se ejerza con rigor y entusiasmo.
 “El periodismo te tiene que agarrar trabajando ¿Estamos deprimidos? Yo estoy deprimido cuando no me encargan nada.
 La seducción empieza por nosotros mismos. 
Si vas al periódico y no estás seducido por la profesión no vas a seducir a nadie”, dijo.
Cruz cerró filas en torno a su periódico, este, en el que trabaja desde su fundación y al que volvió en 2005 tras haber sido director editorial de Alfaguara. 
“Claro que hago autocrítica, pero donde corresponde. 
En los órganos internos, de puertas para dentro. Nunca me han gustado esos que van entre las mesas hablando del trabajo de otros y se ponen a salvo del rumbo del periódico. ¡Como si ellos no trabajaran ahí!”.
La excusa para hablar de todo esto fue Un golpe de vida, una historia que arranca con la llegada de Juan Cruz a un castillo del siglo XV en la región italiana de Umbría, un lugar acondicionado para que vivan en él escritores y artistas. 
Cruz se siente joven en esta abadía silenciosa, en este retiro artístico y existencial, aunque en realidad ha ido hasta allí como “un jubilado español” que quiere reconstruir su vida.
 No es una forma de hablar. 
Había firmado la prejubilación hacía poco y de repente se sentía como el John Wayne al que entrevistó Joan Didion, a punto de quitarse el sombrero.
 Se enfrasca entonces en una batalla que no puede ganar (“ir contra el tiempo”), la del informador que se resiste a dejar el oficio, una pelea que ya lidiaron otros grandes de la profesión como Carlos Mendo.
El milagro, para Jorge F. Hernández, el autor mexicano que cruzó el charco para asombrarse de que la gente le grite con igual pasión en los cafés que en El Corte Inglés, es que alguien logró encerrar a Juan Cruz en una torre y ponerlo a dialogar consigo mismo. "¡Carajo!", celebró Hernández con ese humor tan de Jorge Ibargüengoitia.
De ahí nace un libro intimista —“el más verdadero que he escrito en mi vida, lo que más me ha dolido escribir”, concedió su autor— que lo iguala con otros grandes maestros del periodismo. Hernández lo comparó con A. J. Liebling, cronista de boxeo que acabó siendo un magnífico corresponsal de guerra por una sencilla razón: puede que alguien escriba mejor, pero no tan rápido, y si alguien escribe tan rápido seguro que no escribe mejor.
El tono es a menudo sosegado y contenido, como si el espíritu del castillo silencioso en el que lo escribió descalzo hubiera dejado su huella.
  Pero entonces toca hablar de los que ya no están. Amigos, maestros, compañeros de vida y oficio... Ahí desfilan Feliciano Fidalgo, Eliseo Alberto, Lichi, Manuel Leguineche o Manuel Vázquez Montalbán. 
Este último murió en 2003 de un ataque al corazón en el aeropuerto de Bangkok mientras corría hacia la puerta de embarque. “Hubiera dado mi respiración por haberlo encontrado aquel día feroz de Bangkok para ayudarle a llegar a la puerta por la que nunca llegó a salir”.
 Cruz cuenta cómo Vázquez Montalbán dejaba caer que ya no lo querían o lo habían olvidado en el periódico —el miedo de cualquiera que se dedique a esto— y él lo abrazaba porque sabía que estaba en el repecho y no había que dejarlo solo. Justo donde él está ahora. 

 
 

Detienen al humorista Ángel Garó por una presunta agresión a su pareja

El juez lo dejó en libertad provisional el jueves, según informa el Diario Sur. 

No me acordaba ya de este señor, se hizo famoso cn varios personajes, no recuerdo en que programa actuaba, creo que en Un Dos Tres...pero igual no, y ahora me lo tropiezo en una noticia desagradable.

EFE
El humorista gaditano Ángel Garó fue detenido el miércoles en Málaga acusado de agredir a su pareja, según fuentes judiciales citadas por el Diario Sur.
El juez lo dejó en libertad provisional el jueves, investigado por un presunto delito de lesiones.
Según el diario malacitano, los hechos se produjeron el día de su detención en el domicilio que el humorista tiene en el centro de Málaga, cuando una persona llamó al 112 para denunciar que estaba siendo agredido por su pareja.
Cuando la Policía Nacional acudió a la casa del humorista, encontraron a la víctima con lesiones en el tórax. 
Las autoridades identificaron entonces que el agresor era Ángel Garó, quien fue detenido en la estación María Zambrano de la capital cuando iba a coger un tren para Madrid.
Tras escuchar la versión del humorista, el magistrado decretó su puesta en libertad con cargos.


 

25 may 2017

Kirsten Dunst se negó a adelgazar para la nueva película de Sofia Coppola

"Es bastante difícil cuando tienes 35 años y odias hacer ejercicio", cuenta la actriz, que asegura que la directora fue comprensiva.

Kirsten Dunst
La directora Sofia Coppola y la actriz Kirsten Dunst, en la presentación de 'El seductor' en la 70 edición del Festival de Cannes.

 La actriz Kirsten Dunst se negó a perder peso para su nueva película El Seductor, de Sofia Coppola. 

 Una petición que le vino de la directora, pero Coppola no puso más reparos a su negativa y comenzó el rodaje.

 “Es bastante difícil cuando tienes 35 años y odias hacer ejercicio”, explicó la actriz con naturalidad durante una entrevista a ambas en la revista Variety.

 Y es que no resulta raro que un actor se tenga que someter a determinados cambios físicos para ajustarse a las exigencias de guion; lo que no es tan normal es que el director acepte las negativas tan fácilmente.

 

Dunst se disculpó ante las peticiones de Coppola y argumentó que, además de no gustarle el ejercicio, le costaba mucho resistirse a la gastronomía del lugar de rodaje, en Luisiana (EE UU).
 “Mi idea era comer pollo frito y comida del McDonald's antes de ir a trabajar. Así que le dije que lo sentía pero que no iba a poder perder peso para hacer este personaje”, ha recordado la intérprete.
Quizá sea un buen ejemplo de la buena relación y confianza fomentada por ese vínculo inquebrantable que hay entre ambas desde que Coppola la fichó para un personaje en Las vírgenes suicidas (1999). 
Más tarde le dio el papel protagonista de Maria Antonieta (2006) y, siete años después, Dunst apareció en un cameo en Ladrones de la fama haciendo de sí misma.
 Ahora, las dos están en el Festival de Cannes presentando el último thriller de Coppola que se estrenará este verano.

Antonio Resines: calvo, roto y con 100 películas a la espalda

El actor  presentó este jueves su autobiografía titulada 'Pa'habernos matao'. Memorias de un calvo' (Aguilar)

Antonio Resines durante la presentación de sus memorias en Madrid.
Antonio Resines durante la presentación de sus memorias en Madrid.
Dice Fernando Trueba que unas memorias se escriben para vengarse. 
De los que te hicieron puñeterías en la infancia y hasta del que se tropezó ayer contigo mientras comprabas el periódico.
 Por eso le sorprende estar sobre un escenario presentando las que acaba de publicar su amigo Antonio Resines, cuyo prólogo firma él: Pa’habernos matao.
 Memorias de un hombre calvo (Aguilar). Resines, según asegura Trueba, es un hombre pudoroso, desmemoriado y sin maldad; “Ni la Guardia Civil le saca un secreto”.
 ¿Qué cuenta, pues, su libro? Sencillamente, remembranzas con familia y con amigos de un tipo al que Trueba pidió que se pusiera delante de la cámara y, sin pretenderlo, acumula ya 100 películas, casi tantas como huesos se ha roto.
 Antes de que Resines pudiera apenas balbucear para dar las gracias a su pareja, Ana Pérez-Lorente, por ayudarle a recordar, por redescubrir juntos su vida para poder escribirla, el público prorrumpió en un aplauso para ella en el auditorio del centro Bertelsmann, en Madrid. 
Casi toda la audiencia estaba compuesta por compañeros del cine y la televisión que habían querido arroparle. 
De Concha Velasco a Jesús Bonilla, Alejo Sauras o Antonio Molero, adláteres en la serie Los Serrano; de los Trueba, Fernando y David, a Arturo Pérez Reverte o el Gran Wyoming
Hace pocos meses que este último publicó ¡De rodillas, Monzón! (Planeta) y a esa autobiografía se refirió con sorna, desmereciéndola, Antonio Resines.
 Y su pulla no quedó sin respuesta.
 Wyoming se levantó, tomó el micro y contó que una vez habían estado juntos tomando unas cervezas y Resines quiso marcharse en su vespa tras varias rondas.
 Demasiadas. “Ya sabéis su propensión a tener accidentes y romperse la pierna, las costillas, el brazo. 
Así que al final tuvimos que sujetar tanto la moto como a Antonio cuando quería arrancar y me lo tuve que llevar a casa”.
Allí, desgrana Wyoming, hablaron durante cinco horas sobre amor, sobre el matrimonio. 
A la mañana siguiente no recordaba nada. “¿Dónde estoy?”. “En mi casa”. “¿Y tú quién eres?”. 
Wyoming aprovechó la cuerda de la anécdota para preguntar al público: “Teniendo en cuenta sus faltas de malicia y memoria, ¿no estaremos ante una obra muy menor?” Todos se carcajearon.
 Carlos Boyero recuerda en un vídeo que se proyectó a Antonio Resines casi siempre con muletas y casi siempre riendo.
 Se conocieron en la facultad de periodismo, en Madrid, y el cine y los bares les hicieron amigos y en buena medida quienes son hoy.
 Y dice Fernando Trueba que ese mismo tono con que charlan ha logrado imprimirlo en el libro, que al leerlo parece contado en alto por esa voz tan suya que le permite imaginar, por momentos, que le estuviera acompañando.
 La editorial le sugirió otros títulos, al fin y al cabo no siempre fue calvo —lució melena larga y bigote—: Memorias de un hombre de acción, de un asesino en serie, Yo, el mindundi. 
 Pero al final pudo más eso que le achacan, palabras de nuevo de Trueba: no solo es un actor fundamental, también y desde los cinco años, un manual de traumatología andante.
 Pa’habernos matao.