Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

14 mar 2017

Karl Marx en el diván: la psiquiatría franquista como arma

La dictadura creó un género de autoridad científica para combatir a los enemigos del régimen.

 
Karl Marx, en Londres en 1875.
La higiene mental entendida como higiene moral y racial. O en conceptos más actuales, la salud mental como resultado de la rectitud moral y la pureza racial… sean estos dos últimos conceptos lo que fueren.
 El franquismo comprendió que necesitaba un instrumento revestido de ciencia que sustentara su distinción del mundo entre buenos y malos. 
 O, mejor, entre españoles católicos como Dios manda y antiespañoles rojos, marxistas y ateos.
 Y ese instrumento fue la psiquiatría. Los historiadores de la ciencia no dudan en considerar la psiquiatría franquista un género aparte, un arma infalible para el régimen
. El grupo de malos era diverso: separatistas vascos y catalanes, milicianas, brigadistas, etc.
 No obstante, en aras de la simplicidad, una definición única era más útil: marxista (seguidor de Karl Marx, de quien este martes se cumplen 134 años de su muerte y 150 años de la publicación de su obra cumbre El Capital) definía con claridad a quien no era de fiar para el régimen.
 Bajo esa premisa, en las primeras décadas del franquismo se organizó un sistema psiquiátrico capaz de dar cobertura a esa necesidad.
La revista Dynamis, una publicación científica sobre historia de la medicina y la ciencia editada por la Universidad de Granada, hace en su último número un recorrido por la psicopatología franquista. Ricardo Campos y Ángel González de Pablos han coordinado Psiquiatría en el primer franquismo: saberes y prácticas para un Nuevo Estado, un trabajo que describe una psiquiatría que creció en paralelo al franquismo y, por tanto, adaptándose a él: ultraortodoxa en hispanidad y catolicismo hasta la década de los 50 y, desde ahí, virando hacia una cierta apertura e internacionalización que, sin perder algunos de sus rasgos originales, la hiciera más exportable.
La construcción del sistema arranca en 1938, aún en la Guerra Civil. Antonio Vallejo Nágera, psiquiatra y militar, jefe de los servicios psiquiátricos del ejército franquista pone en pie su experimento El psiquismo del fanatismo marxista. Lo cuenta Rafael Huertas, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en un estudio de hace algunos años.
 El proyecto buscaba encontrar las causas de la maldad en, concretamente, brigadistas internacionales, milicianas presas, “separatistas vascos y marxistas catalanistas”.
 Finalmente, Vallejo Nágera solo ofreció resultados de brigadistas y milicianas. 
El resultado fue el esperado: una gran mayoría mostraban “reacciones antisociales” como “antipatriotismo y antimilitarismo”. Con diagnósticos que servían de condena, Vallejo Nágera orientaba ya la psiquiatría de las siguientes décadas. 



El ingreso de López Ibor (noveno por la izquierda) en la Real Academia de Medicina en 1951.
El ingreso de López Ibor (noveno por la izquierda) en la Real Academia de Medicina en 1951.
Ricardo Campos, científico del Instituto de Historia del CSIC, enumera los rasgos principales de la psiquiatría franquista: “Depuración de las personas y de las prácticas psiquiátricas anteriores, patologización del disidente político, oposición a las ideas extranjerizantes y, sobre todo, ultracatolicismo y defensa a ultranza de la hispanidad”.
 Y junto a Vallejo Nágera, el segundo factotum fue Juan José López Ibor. Ángel González de Pablo, profesor de Historia de la Ciencia de la Complutense de Madrid, explica que “López Ibor desarrolló una batería de conceptos muy significativos relacionados con el catolicismo, una especie de psicoterapia religiosa”, concluye González de Pablo.
Sin duda hubo internamientos en manicomios y prisión pero en general, la primera psiquiatría franquista no tuvo realmente un objetivo clínico, de tratamiento, sino que fue una construcción quasi-científica necesaria para un fin político mayor. 
Ese armazón científico fue, además, parte del éxito ya que los psiquiatras y sus teorías estaban dentro del aparato investigador y teórico del momento. 
Luego, algunas piruetas en el método científico les permitían alcanzar los resultados científicos buscados sin realmente serlo.
Los primeros años del franquismo fueron duros.
 Después, en la década de los cincuenta llega la necesidad de acercarse al mundo.
 El modelo psiquiátrico, como el régimen, sabe que debe actualizarse.
 Además, la idea de marxistas como antiespañoles llegados del infierno ya está firmemente instalada. 
Los psiquiatras franquistas comienzan a admitir a algunos disidentes y, sin perder ese aroma ultracatólico e hispánico, levantan un poco el pie.
 Ricardo Campos, especialista en historia de la psiquiatría, recuerda que un congreso que en Barcelona, en 1954, reunió a todos los psiquiatras relevantes del momento adoptó cambios importantes como que el término higiene mental se sustituye por salud mental o que se admite la posibilidad de que el psicoanálisis de Freud tenga algunas virtudes.
En España, definir a alguien como marxista ha tenido una connotación más allá del mero pensamiento ideológico. 
Hasta hace poco o quizá hasta hoy mismo, ha conllevado aparejado un aire de maldad, de peligrosidad o, cuando menos de sospecha. Ese fue el éxito de la psiquiatría franquista.
 Ahora sabemos que la realidad está en el subtítulo del libro que el historiador y psiquiatra Enrique González Duro publicó en 2008: Los psiquiatras de Franco. Los rojos no estaban locos.

 

 

Ámsterdam, la ciudad que inventó Europa, para lo bueno y para lo malo

Día pi: el número que fascina a los matemáticos...... Antonio Córdoba

El número pi reserva todavía muchos misterios a los expertos del siglo XXI, y su historia está plagada de anécdotas jugosas y relaciones interesantes.

El número Pi.
Que la razón entre la longitud de cualquier circunferencia y su diámetro sea una constante universal, a la que los griegos llamaron Pi, fue un gran descubrimiento de la antigüedad.
 Sobre pi poseemos una extensa gama de conocimientos: su desarrollo decimal comienza con 3,14159… (con la ayuda de las modernos supercomputadores conocemos hoy cientos de miles de millones de sus cifras decimales); es un número irracional, es decir, no es igual al cociente de dos enteros; 
no es tampoco raíz de ningún polinomio cuyos coeficientes sean enteros, y eso implica que el círculo no puede ser cuadrado con regla y compás.
No obstante, pi reserva todavía muchos misterios a los matemáticos del siglo XXI, y su historia está  plagada de anécdotas jugosas y relaciones interesantes. 
Una de mis favoritas es la siguiente: si sumamos los recíprocos de todos los números enteros elevados al cuadrado, se obtiene pi al cuadrado dividido por 6 (el recíproco de un entero n es la fracción 1/n). 
No deja de sorprenderme que la razón entre la circunferencia y su diámetro aparezca en una suma en la que están los recíprocos de los cuadrados de todos los números.
Me confieso afortunado por haber logrado una nueva manera de calcular el valor de esa suma, que puede entender un estudiante avanzado de secundaria, y que ilustra claramente como, para demostrar una verdad sobre algo tan discreto como son los enteros, resulta conveniente echar mano de utensilios “continuos” del cálculo diferencial.
 No obstante, el primero en saber su valor fue el gran Leonhard Euler, hacia 1734. 
Euler definió para cada número entero n la función z(n) como la suma de los recíprocos de las n-ésimas potencias de enteros. Obtuvo una fórmula general que involucra al número Pi cuando la potencia es un número par, pero el caso de exponente impar es todavía terra incognita.
 En el año 1978 el matemático francés Roger Apery demostró que la suma de los recíprocos de los cubos de los números enteros es un número irracional, pero su ingeniosa demostración no sirve para otros impares.
 
En el año 1978 el matemático francés Roger Apery demostró que la suma de los recíprocos de los cubos de los números enteros es un número irracional, pero su ingeniosa demostración no sirve para otros impares.
Euler ya se dio cuenta de la importancia de la función z(n) en la teoría de los números primos, pero fue el matemático alemán Bernard Riemann quién desveló las consecuencias que las propiedades de la función z(s), con s no necesariamente entero, tienen para conocer la distribución de los números primos en la sucesión de los enteros.
 Así se logró demostrar el llamado “Teorema de los Números Primos”, que dice que la densidad de primos en torno a un número n es proporcional a 1/(número de cifras de n). 
Una de las predicciones importantes que hizo Riemann sobre su función, la llamada “Hipótesis de Riemann”, se ha resistido hasta ahora a los matemáticos y forma parte de esa colección de “Problemas del Milenio” que tienen asignada una recompensa de un millón de dólares.
Si elegimos al azar dos números enteros, entonces la probabilidad de que sean primos entre sí es igual a 6 dividido por el cuadrado de Pi
Otra expresión intrigante en la que aparece pi es de naturaleza aleatoria. 
Si elegimos al azar dos números enteros, entonces la probabilidad de que sean primos entre sí (es decir, que no tengan divisores comunes) es igual a 6 dividido por el cuadrado de pi (0,611…) Para calcular esa proporción Euler utilizó la función φ(n), que ahora llamamos de Euler en su honor, y que asigna a cada entero n el número de enteros menores que él que son primos con él. 
Euler obtuvo una expresión para los promedios de esa función, que nos da la probabilidad buscada y en la que de forma explícita aparece el número pi a través, precisamente, de la suma de los recíprocos de los cuadrados de los números enteros.
La función de Euler es también importante por muchas otras razones: está presente en numerosas fórmulas de la teoría de números y en otros contextos de la ciencia, tales como son el cifrado de mensajes y la seguridad de nuestras comunicaciones por Internet.
 Seguir su pista, y también la de pi, a través de los trabajos de Alan Turing y otros lógico-matemáticos, nos llevaría a la moderna teoría de la computación, que tanto ha cambiado nuestro mundo.
Pero cuanto más aprendemos sobre pi, más misterios surgen.
 Por ejemplo, ignoramos si se trata de un número normal, es decir, si en su desarrollo decimal en cualquier base se encuentran todas las sucesiones finitas de dígitos con la frecuencia que les corresponda por su tamaño. 
Tampoco sabemos si al sumar, o al multiplicar, Pi con el número e=2.78… (tan importante como pi y cuya irracionalidad fue demostrada por Euler) el resultado es racional o irracional.
Antonio Córdoba es Catedrático de Análisis de la Universidad Autónoma de Madrid y director del Instituto de Ciencias Matemáticas.

 

Mark Vanderloo, de aquí a la eternidad.......................Sergi Pons.....

El modelo holandés, en activo a los 48 años, presenta las propuestas para este verano: siluetas relajadas y colores potentes.
LAS ARRUGAS que surcan el rostro de Mark Vanderloo no le restan un ápice de su belleza. 
La imagen del holandés habla, a sus 48 años, de las más de tres décadas que lleva subido a la pasarela. 
No presume de ser el modelo masculino más longevo
Tampoco de haber sido uno de los primeros top models que, sin llegar a los honorarios de sus compañeras más célebres, gestionó su carrera como ellas: creando una marca personal y convirtiéndose en el producto estrella de su propia empresa.
Según Forbes, los 10 modelos mejor pagados en 2012 ganaron en total 7,5 millones de euros, mientras que la cifra de sus homólogas femeninas ascendía a 78. 
“No me puedo quejar. Me pagan mejor que a muchas. Incluso en la época de las supermodelos, yo ganaba más que algunas top”, admitía Vanderloo en 2014.
Sigue en activo y no tiene intención de decir adiós a la profesión. “Lo dejaré cuando ya no me divierta”.
 La diversión empezó para este holandés a finales de los ochenta. Estudiaba Historia en la Universidad de Ámsterdam. 
Su novia de entonces iba a participar en un casting para el anuncio de una marca de leche y él la acompañó.
 El fotógrafo acabó dirigiendo el objetivo a sus ojos azules y la pareja protagonizó el spot.
 Fue su primer trabajo como modelo. El primero de muchos. 

El modelo luce un traje burdeos de Boss con camisa burdeos de seda de Just Cavalli y zapatos trenzados marrones de Adolfo Domínguez. fotografía de Sergi Pons / estilismo de Jesús Cicero
Al principio los compaginaba con los estudios. “Pero este maravilloso mundo me acabó absorbiendo y tuve que dejar la carrera”, explica por teléfono desde el Ampurdán, donde se ha realizado este reportaje.
El debut de Vanderloo, con paso firme, en la pasarela fue con Hugo Boss.
 Después se sucedieron Valentino, Versace, Armani… En 1994 protagonizó un anuncio para la televisión en el que conducía desnudo un Peugeot 106 Kids
. Un año después se convirtió en imagen de la fragancia Eternity de Calvin Klein junto a la modelo Christy Turlington.
 Esta campaña terminó de catapultar su carrera y llevó su rostro a las carpetas y habitaciones de las adolescentes de medio mundo. Vanderloo se convirtió en un sex symbol, en el referente de belleza masculina que definió una época.
En 1997 otro spot para una fragancia marcaría su vida. 
Se trataba de DKNY, y su compañera en ese trabajo no fue otra que la española Esther Cañadas, con la que se casaría un año después y de la que se divorció tras dos años de matrimonio.
La década de los noventa fue frenética.

Tanto que, con 28 años, quiso dejarlo. 
No era capaz de aguantar el ritmo. Creía que había tocado techo. “Pensé que lo había conseguido todo. 
Sentía que no había retos para mí”. Pero siguió adelante, aunque rebajó el ritmo de trabajo, ese que le llevaba a hacer más de 50 desfiles por temporada. 

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El holandés posa con un batín y pantalón mil rayas de La Perla y camisa azul de Boss. fotografía de Sergi Pons / estilismo de Jesús Cicero
“Me encanta mi profesión. Amo cada uno de sus aspectos.
 No me dedico a esto por dinero, lo hago porque me gusta de verdad y me ayuda a mantenerme en forma, a sentirme sano”.
 Pero reconoce que no resulta fácil seguir su ritmo pasados los 40. Los que lo consiguen son minoría. 
La británica Naomi Campbell, con 46 años, es un ejemplo de longevidad entre las modelos femeninas. 
Vanderloo se alza en el podio masculino. Pero conoce sus limitaciones. “Yo ahora no me reto a mí mismo.
 No puedo competir con chicos de 22 años.
 Es difícil seguir trabajando después de cierta edad si pierdes la cabeza”. 

El nunca lo ha hecho.
 La moda no es solo fiestas y glamour (aunque también). 
Vanderloo reivindica que se trata de un trabajo en equipo, en el que él es solo el último eslabón o el más visible. 
Y entenderlo de esta forma es el único camino para prosperar. Asegura que las “estrellas aisladas” terminan cayendo pronto. 
“No conozco a nadie en este mundillo que siendo arrogante tenga un éxito que dure más de dos años”, argumenta.
La experiencia también le ha reportado una visión sin almibarar de sus expectativas.
 “Si me quedo en casa esperando llamadas para hacer de modelo me puedo volver loco”, sentencia.
 Por eso ha decidido poner su marca, asociada a la elegancia desenfadada, al servicio de otras empresas que vayan más allá de vender perfumes, camisas o coches.
 Cuenta que está volcado en el negocio inmobiliario, centrado en la compra de propiedades para su restauración y posterior venta.
 Está inmerso en un proyecto para promocionar productos locales de Andorra, donde reside la mitad del año, y bromea con incluir un nuevo hito a su carrera: 
“Sería genial seguir desfilando con 70 años”.