LAS ARRUGAS que surcan el rostro de Mark Vanderloo no le restan un ápice de su belleza.
La imagen del holandés habla, a sus 48 años, de las más de tres décadas que lleva subido a la pasarela.
No presume de ser el modelo masculino más longevo.
Tampoco de haber sido uno de los primeros top models que, sin llegar a los honorarios de sus compañeras más célebres, gestionó su carrera como ellas: creando una marca personal y convirtiéndose en el producto estrella de su propia empresa.
Según Forbes, los 10 modelos mejor pagados en 2012 ganaron en total 7,5 millones de euros, mientras que la cifra de sus homólogas femeninas ascendía a 78.
“No me puedo quejar. Me pagan mejor que a muchas. Incluso en la época de las supermodelos, yo ganaba más que algunas top”, admitía Vanderloo en 2014.
Sigue en activo y no tiene intención de decir adiós a la profesión. “Lo dejaré cuando ya no me divierta”.
La diversión empezó para este holandés a finales de los ochenta. Estudiaba Historia en la Universidad de Ámsterdam.
Su novia de entonces iba a participar en un casting para el anuncio de una marca de leche y él la acompañó.
El fotógrafo acabó dirigiendo el objetivo a sus ojos azules y la pareja protagonizó el spot.
Fue su primer trabajo como modelo. El primero de muchos.
Al principio los compaginaba con los estudios. “Pero este maravilloso mundo me acabó absorbiendo y tuve que dejar la carrera”, explica por teléfono desde el Ampurdán, donde se ha realizado este reportaje.
El debut de Vanderloo, con paso firme, en la pasarela fue con Hugo Boss.
Después se sucedieron Valentino, Versace, Armani… En 1994 protagonizó un anuncio para la televisión en el que conducía desnudo un Peugeot 106 Kids
. Un año después se convirtió en imagen de la fragancia Eternity de Calvin Klein junto a la modelo Christy Turlington.
Esta campaña terminó de catapultar su carrera y llevó su rostro a las carpetas y habitaciones de las adolescentes de medio mundo. Vanderloo se convirtió en un sex symbol, en el referente de belleza masculina que definió una época.
En 1997 otro spot para una fragancia marcaría su vida.
Se trataba de DKNY, y su compañera en ese trabajo no fue otra que la española Esther Cañadas, con la que se casaría un año después y de la que se divorció tras dos años de matrimonio.
La década de los noventa fue frenética.
Tanto que, con 28 años, quiso dejarlo.
No era capaz de aguantar el ritmo. Creía que había tocado techo. “Pensé que lo había conseguido todo.
Sentía que no había retos para mí”. Pero siguió adelante, aunque rebajó el ritmo de trabajo, ese que le llevaba a hacer más de 50 desfiles por temporada.
El nunca lo ha hecho.
La moda no es solo fiestas y glamour (aunque también).
Vanderloo reivindica que se trata de un trabajo en equipo, en el que él es solo el último eslabón o el más visible.
Y entenderlo de esta forma es el único camino para prosperar. Asegura que las “estrellas aisladas” terminan cayendo pronto.
“No conozco a nadie en este mundillo que siendo arrogante tenga un éxito que dure más de dos años”, argumenta.
La experiencia también le ha reportado una visión sin almibarar de sus expectativas.
“Si me quedo en casa esperando llamadas para hacer de modelo me puedo volver loco”, sentencia.
Por eso ha decidido poner su marca, asociada a la elegancia desenfadada, al servicio de otras empresas que vayan más allá de vender perfumes, camisas o coches.
Cuenta que está volcado en el negocio inmobiliario, centrado en la compra de propiedades para su restauración y posterior venta.
Está inmerso en un proyecto para promocionar productos locales de Andorra, donde reside la mitad del año, y bromea con incluir un nuevo hito a su carrera:
“Sería genial seguir desfilando con 70 años”.
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