Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 mar 2017

Nada de eso.................................Juan José Millás


COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS

A LOS SERES humanos, siendo en sustancia idénticos, nos separan cuestiones de gusto personal que se manifiestan en el día a día, a veces en el minuto a minuto, de ahí los divorcios y las escisiones de los partidos políticos, de ahí también las guerras.
Esta foto no provocará ningún conflicto armado, ni ningún cisma, esperemos que tampoco ninguna separación matrimonial, pero dejó un poco patidifuso al lector del periódico.
 A ver, ¿qué hacía Beyoncé semidesnuda, con un velo verdoso y transparente cubriéndole el rostro? ¿Por qué se arrodillaba delante de una corona funeraria? 

Al observar la imagen con más detenimiento, advertimos que parecía embarazada, de ahí que se llevara las manos al vientre en un gesto de protección característico de las mujeres encintas.
 Luego estaba su rostro, con los labios pintados de un rojo intenso, a juego con las flores mortuorias, y con la mirada clavada en el objetivo de la cámara tratando de decirnos algo que, francamente, no lográbamos interpretar.

La foto ilustraba una noticia cuya lectura demoramos por ver si éramos capaces de adivinar de qué iba el asunto sin necesidad de descubrir el titular, que habíamos tapado previamente con la mano. ¿Se ha muerto tal vez el niño que llevaba dentro y desea comunicárnoslo con este rarísimo disfraz de viuda? ¿Se trata por ventura del cartel de una obra de teatro en la que interpreta a un personaje complicado? Nada de eso.
 La imagen había sido colgada por la artista en Instagram para anunciar su embarazo.
 Lo que decíamos, en fin, al principio de estas líneas sobre lo que nos une y nos separa.2110 DOC la imagen

Una vida pequeña.............................Rosa Montero

A todos nos importa tanto nuestra existencia como si fuéramos los seres más relevantes del planeta. Todos anhelamos encontrar un sentido.

COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
ACABA DE fallecer una amiga de mi madre llamada Lola Monte. Ha muerto bien, tenía 95 años. 
Ningún reproche al destino, por lo tanto. Era diminuta de estatura, y su vida también podría considerarse una vida pequeña, a pesar de la longevidad. 
La adolescencia en la guerra, la juventud en la hambrienta posguerra, muchos años trabajando como administrativa, una larga jubilación, un buen puñado de viajes con amigas que se le fueron muriendo, un amado perro que también se marchó, un gusto artístico innato con el que estuvo haciendo primorosos bordados y preciosas muñecas hasta que su mala vista le impidió seguir. 
Y es que cumplir tantos años, ya se sabe, es asistir a la progresiva desaparición de tu mundo.
 Nunca tuvo pareja, tampoco tuvo hijos, y esa extrema escasez de familia (por fortuna contaba con un sobrino) hizo que su soledad de anciana pareciera más sola.
 Carecer de descendencia, haya sido o no una opción voluntaria, te coloca en una situación un poco extraña en la larga línea de la vida.  

Por encima de ti se remontan generaciones y generaciones de humanos triunfantes que consiguieron mantenerse vivos hasta más allá de la pubertad, y aparearse, y tener crías sanas a las que alimentaron y protegieron hasta que a su vez se hicieron adultas y procrearon; y ese dilatado historial de éxitos se estrella ahora contigo (yo tampoco tengo hijos).
 Tanto esfuerzo genético para acabar en ese acantilado. Produce cierto vértigo, sobre todo cuando se mira desde el final.
Lola, en fin, no inventó la penicilina ni pintó la Gioconda.
 Su vida es una más en el atronador tumulto de las vidas humanas. “Mi existencia no ha sido diferente en nada de la de mucha, mucha gente”, dice Iván S. Turguénev en su novela Diario de un hombre superfluo: “La casa paterna, la universidad, el servicio civil ostentando un rango bajo, la dimisión, un reducido círculo de amistades, pobreza aseada, placeres modestos, ocupaciones limitadas, deseos moderados: díganme, por el amor de Dios, ¿quién no conoce todo eso?”.

Paterson, la última película de Jim Jarmusch, habla justamente de eso.
 De la pequeña vida de un conductor de autobús en una ciudad de Estados Unidos.
 De sus rutinas. De la relación con su pareja. Del ansia indefinible que nos aletea a todos dentro.
 Sueños de dicha, atisbos de belleza, la añoranza de una plenitud que en realidad nunca hemos conocido y que no conoceremos jamás. Paterson escribe poemas.
 Algún verso tiene encanto, pero tampoco son muy buenos.
 Esta película no narra la juventud de un hombre que se convertirá en un gran poeta laureado, sino que es la historia de un conductor de autobús que se jubilará siendo conductor de autobús y escribiendo poemas para sí mismo.
 Y, sin embargo, estoy segura de que concibe sus versos con la misma emoción y el mismo barrunto de grandeza que Shakespeare. 
Su futuro y sus ansias le importan muchísimo.
 A todos nos importa tanto nuestra existencia como si fuéramos el hombre o la mujer más relevantes del planeta. 
Todos anhelamos encontrar un sentido.
La magnífica novela Stoner, de John Williams, muestra una de esas pequeñas vidas en toda su extensión.
 Un muchacho de pueblo que se convierte en profesor universitario, que tiene ilusiones y cree que el porvenir es un paquete de regalo a punto de abrirse para él; que se embelesa con la literatura; que ama; que odia; que se desilu­siona; que hace una carrera mediocre; que no alcanza ninguno de sus sueños.
 Y que, a pesar de todo, acepta su destino con serenidad y sin quejarse.
 Porque incluso la vida más diminuta está iluminada por la intuición de la belleza, que es ese don artístico que todos tenemos y que nos hace el mundo habitable. 
Stoner es sabio y es digno porque asume la realidad desnuda, la minúscula cosa que es vivir.
Y eso mismo hizo Lola. 
Fue una guerrera infatigable, fue valiente, fue capaz.
 Fue una buenísima persona y siempre llevaba una sonrisa en los labios. 
Como Stoner, aceptó los logros y las carencias, y su anónima existencia no es en nada inferior a ninguna otra.
 Los constructores de imperios se mezclan con las modestas lavanderas dentro de la larga oscuridad. 
Todo es un leve sueño, todos somos pequeños en el inmenso e indiferente abismo del tiempo.


De quién fiarse.....................................Javier Marías

Algo extraño ha ocurrido en los últimos tiempos: la sociedad literaria se ha convertido en un ‘kindergarten’. Ya casi nadie juzgamos a nadie.




Javier Marías





CON MOTIVO de la preciosa edición conmemorativa que Alfaguara ha tenido la gentileza de hacer de Corazón tan blanco, quizá mi novela más conocida, al cumplir ésta veinticinco años, me ha sido inevitable recordar un poco aquellos tiempos.
 Ignacio Echevarría habla con frecuencia de los peligros de la relectura: libros que uno leyó con entusiasmo a los veinte o treinta años, lo defraudan o se le caen de las manos a los cincuenta o sesenta, y lo cierto es que no hay manera de saber de quién es la culpa: si del lector antiguo e ingenuo, si del lector actual y resabiado, si del libro mismo que era excelente cuando apareció y una birria cuando mal ha envejecido. 
Uno se encuentra, así, con que en realidad ignora no ya el valor intrínseco de una obra, sino su propia opinión al respecto. Por eso tiendo a rehuir las relecturas, con excepciones.
 
. A veces prefiero guardar un buen recuerdo difuso, y tal vez equivocado, antes que someterlo a la revisión de unos ojos más experimentados, impacientes y cansados. 
La más famosa novela en español de la segunda mitad del siglo XX, Cien años de soledad, no me he atrevido a echármela a la vista desde que la leí muy joven: temo que ahora me decepcione, temo encontrarla increíble, pinturera, exagerada; o irritarme cuando me cuente que no sé qué personaje levita, algo que ya no le perdonaba en vida Cabrera Infante. Es un ejemplo.
 Sé que puedo volver a Conrad, Flaubert, Melville y Dickens sin miedo, porque he corrido el riesgo con ellos y he salido reafirmado. Ya no estoy tan seguro con Faulkner, que leí con devoción, no digamos con Joyce y Virginia Woolf, que nunca me sedujeron mucho (con salvedades).
 No sé si se aguantan todo Valle-Inclán ni todo Beckett, ni las novelas largas de Henry James (sí los cuentos), ni todos los puntillosos arabescos de Borges.
 No desconfío de los relatos de Horacio Quiroga.
 Si Rayuela me pareció una tontada en su día, no quiero imaginarme ahora.
 No regresaría a las novelas de Fitzgerald ni Hemingway (sí a algunos cuentos de éste). Por supuesto pueden revisitarse sin fin Shakespeare, Cervantes, Proust y Lampedusa.
No he querido releer Corazón tan blanco, pero aquí –puesto que el autor nunca puede juzgar con objetividad sus libros– no por temor a un desencanto, sino más bien a comprobar que “antes” escribía mejor que “ahora”, como pienso siempre, sean cuales sean el “antes” y el “ahora”
. Lo ya concluido y aposentado suele parecerme más logrado que lo que aún me traigo entre manos; quizá erróneamente, no lo sabré nunca.
 En la conversación que mantuve con Juan Cruz para este diario, surgió algo, lateralmente, que me ha hecho reflexionar más tarde. Al preguntarme por qué la opinión de Juan Benet me era decisiva, le contesté: “Era una época en la que los escritores se permitían opinar con mayor libertad que hoy. 
Creo que cada vez tenemos menos libertad y procuramos no decir cosas muy negativas de ningún contemporáneo. 
Él sí lo hacía.
 Que en esas circunstancias me diera el nihil obstat para mí era mucho”. 
Y en efecto, algo extraño ha ocurrido en los últimos tiempos. 
A la vez que desde el anonimato de las redes se pone verde a cualquiera, por lo general sin más base que la irascibilidad, la fobia o motivos espurios de índole política (sufrimos partidos que no toleran las críticas y castigan organizadamente a quienes se las hacen; o bien los represalian económicamente cambiando o saltándose sus leyes a conveniencia: algo gravísimo de lo que apenas se habla), la sociedad literaria se ha convertido en un kindergarten.
Hay alguna escaramuza, de los novelistas de una generación contra los de las precedentes –lo esperable, lo tópico–, pero ya casi nadie juzgamos a nadie, así nos parezcan sus obras inanes o detestables, y así sean invariablemente jaleadas por la crítica y los colegas amistosos. 
 Por suerte no hemos llegado al nivel de los “luvvies”, término del argot inglés para calificar, sobre todo, a las gentes del cine y el teatro que se rigen por la mutua admiración aspaventosa y a menudo insincera. (Su equivalente sería el apelativo “cariñitos”.)
Pero está mal visto criticar hoy la obra de un colega, como si eso fuera a achacarse, sin falta, a la envidia o a los celos, como si sólo hubiera razones “innobles” para los juicios negativos. También las hay para los positivos, no les quepa duda: la adulación recíproca es buen negocio, para las dos o más partes.
 En su día lo demostraron Cela y Umbral, o Carlos Fuentes y Juan Goytisolo: las dos parejas se elogiaban sistemáticamente y todos se beneficiaban.
 Lo cierto es que la creciente falta de libertad ha conseguido que no sepamos qué opinamos los escritores de nuestros contemporáneos.
 Aunque no seamos los mejores jueces, tampoco los peores, y es una pérdida.
 Antes solíamos saberlo: qué pensaba Nabokov de Faulkner, Faulkner de Hemingway, Valle-Inclán de Azorín, Juan Ramón de Guillén y Salinas.
 Por no remontarnos a lo que opinaban Lope de Cervantes o Quevedo de Góngora. 
Cuando menos, eso orientaba y servía, y no dejaba los veredictos en las porosas manos de los críticos y en las sudorosas de los internautas.
 Aunque hoy acaso nos gusten todos, los que no podían leerse sin soltar maldiciones.

4 mar 2017

EL PAÍS BLOGS Viva la diva Por Ignacio Gomar Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en GooglePlus BLASFEMIA Momentos inolvidables en que el arte se topó con la Iglesia

Ignacio Gomar

Como la drag queen del carnaval canario, muchos artistas han provocado a los poderes religiosos con referencias explícitas en sus videos o actuaciones.

 


 
La drag Sethlas, ganadora del concurso Drag del Carnaval de Las Palmas y protagonista de la polémica. EFE.
Una drag queen del carnaval de Las Palmas ha enfurecido al obispo de Canarias y a muchos católicos.
 Lo ha hecho con un número lleno de referencias religiosas en el que disfrazada de la Virgen y de Cristo crucificado, entonaba proclamas sexuales al ritmo de Madonna y Lady Gaga.
 Un número que fue inmediatamente calificado de blasfemo por las altas instancias eclesiásticas y por muchos creyentes que lo tildaban como poco de falta de respeto. Por la coincidencia en el tiempo, inmediatamente han surgido comparaciones con el caso del autobús tránsfobo de la organización ultra católica Hazte Oír, acusando al colectivo LGTB de no predicar con el ejemplo y no ofrecer el mismo respeto que piden para ellos.
 Un argumento que da por hecho que la drag queen del carnaval pertenece a ese colectivo.
 Que es imposible que sea heterosexual, vamos.

Una drag queen del carnaval de Las Palmas ha enfurecido al obispo de Canarias y a muchos católicos.
 Lo ha hecho con un número lleno de referencias religiosas en el que disfrazada de la Virgen y de Cristo crucificado, entonaba proclamas sexuales al ritmo de Madonna y Lady Gaga. 
Un número que fue inmediatamente calificado de blasfemo por las altas instancias eclesiásticas y por muchos creyentes que lo tildaban como poco de falta de respeto. Por la coincidencia en el tiempo, inmediatamente han surgido comparaciones con el caso del autobús tránsfobo de la organización ultra católica Hazte Oír, acusando al colectivo LGTB de no predicar con el ejemplo y no ofrecer el mismo respeto que piden para ellos. Un argumento que da por hecho que la drag queen del carnaval pertenece a ese colectivo. Que es imposible que sea heterosexual, vamos.

Esa comparación equipara un mensaje discriminatorio hacia una minoría desfavorecida con una expresión artística que, con más o menos buen gusto, intenta provocar atacando a un poder establecido, algo que ha hecho el arte desde siempre.
 La Fiscalía de Las Palmas está estudiando si ha existido delito de ofensa a la religión, y de considerar que sí lo hay y ser condenada, la drag Sethlas, como así se llama la ganadora del certamen y protagonista de esta historia, conseguiría algo que mitos como Madonna no alcanzaron hace tres décadas con propuestas artísticas incluso más transgresoras que la suya. 
La ambición rubia no fue la única. Ha habido muchos escándalos que han enfrentado al pop y a la religión, casi todos firmados por artistas que curiosamente se criaron en familias católicas y recibieron una educación estricta y muy religiosa.
 Ninguno de ellos fue condenado por un tribunal.
Madonna es sin duda la artista que más veces ha explorado la temática religiosa en su trabajo.
 Desde el estilismo en sus orígenes en el que mezclaba lencería y crucifijos, hasta las imágenes más provocadoras de su videoclip Like a Prayer de 1989.
 En él, la cantante presenciaba cómo acusaban erróneamente a un joven negro de haber agredido a una chica.
 Ese chico aparecía después como la imagen de un santo que cobraba vida y besaba a la reina del pop sobre el banco de una iglesia, mientras se alternaban imágenes de Madonna bailando delante de cruces ardiendo.
 El Vaticano llamó al boicot a la estrella, y Pepsi retiró la campaña de publicidad que iba a acompañar al disco y en la que había invertido cinco millones de euros de la época. Esto ocurrió hace 28 años, en el mes de marzo, coincidiendo con la Semana Santa.
 Sin embargo no solo no repercutió negativamente en la carrera de Madonna sino que Like a Prayer se convirtió en uno de sus mayores éxitos y es considerado su mejor trabajo, o como dijo la revista Rolling Stone, lo más cerca que ha estado la música pop del arte.

La reina del pop volvió a sacudir los cimientos de la moral cristiana en su gira Blond Ambition y con el vídeo Justify my Love, que incluía escenas sexuales en un hotel parisino. En él, Madonna presenciaba sexo entre hombres travestidos y mujeres de estética sadomasoquista mientras en las paredes colgaban imágenes de Cristo crucificado. Años más tarde, en 2006, fue ella la que decidió crucificarse en directo y llevar al extremo el pulso que había mantenido durante toda su vida con la Iglesia católica.
 Fue en su gira Confessions. Madonna aparecía colgada en una enorme cruz de cristales de Swarovski, y cantaba Live to Tell mientras en las pantallas se denunciaba que miles de niños quedan huérfanos en Africa por culpa del sida. Cuando el show llegó a Roma, la expectación y la tensión alcanzaron su punto más alto.
 El Vaticano solicitó que se cancelase el concierto y que la gente no fuese a verlo.
 Llenó el estadio olímpico. 73.000 personas contemplaron la crucifixión de Madonna.
Lady Gaga, también educada en el catolicismo, recogió el testigo de Madonna en cierto modo en Judas, su éxito de 2011.
 El tema habla de la traición en el amor, pero le acompañó un vídeo de alto contenido religioso. 
En él, Gaga interpreta a María Magdalena.
 También aparece Jesús de Nazaret, con el que la cantante tiene un romance, y Judas, con el que la cantante engaña a Jesucristo.
 Pese a la traición, Jesús perdona a María Magdalena, aunque al final ella es lapidada por haber cometido adulterio.
 No hubo repercusión alguna para Gaga, que también vivió en aquella época uno de los momentos más exitosos de su carrera.
Corrió distinta suerte Sinead O’ Connor.
 En 1992, la cantante irlandesa de origen católico fue invitada al programa Saturday Night Live.
 Interpretó el War de Bob Marley, y de repente se lo dedicó a los sacerdotes por las denuncias de abusos sexuales a menores. 
A continuación rompió una foto del Papa Juan Pablo II gritando: “¡Luchad contra el verdadero enemigo!” Ese "Fight the Real Enemy!" pasó a la historia, pero desde ese día la popularidad de O’ Connor no paró de decrecer y sufrió abucheos e insultos en todos los conciertos que ofreció los meses siguientes
. Curiosamente Sinead O’ Connor intentó después meterse a sacerdote, aunque finalmente se retractó. 

En la escena del heavy más duro siempre han existido grupos que han sido calificados de satánicos, con multitud de leyendas urbanas acerca de discos que si se escuchaban al revés desvelaban mensajes demoníacos que incitaban al suicidio y al asesinato.
 Por su enorme éxito y aunque su sonido es rock puro, a Marilyn Manson se le considera un icono de la cultura popular cuyos videoclips han sido emitidos masivamente a través de la MTV las dos últimas décadas.
 Entre ellos destaca Long Hard Road Out of Hell, donde el líder de la banda aparece de Virgen María y de Jesucristo, con una caracterización muy parecida a la de Sethlas en la que ya es la performance drag más famosa de la historia de los carnavales.