Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 feb 2017

Espejo ominoso...........................................Jordi Costa

El profesor de literatura Simon Roy firma 'Mi vida en rojo Kubrick', la apasionante crónica de un viaje personal para intentar explicarse su obsesión con 'El resplandor'.

 
Fotograma de 'El resplandor', de Stanley Kubrick.
Hay obras cuyo misterio se proyecta a través del tiempo, poniendo en evidencia a quienes, aposentados en la atalaya de su arrogancia crítica, las condenaron de forma expeditiva, sin atrapar siquiera los niveles más superficiales de su enigma.
 Es oportuno recordar el caso de Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock, juzgada con muy escasa perspicacia por las voces dominantes de la crítica anglosajona del momento: “Habilidad técnica explotada para embellecer pura escoria” (Saturday Review), “exagerado sinsentido” (The New Yorker), “(Hitchcock) se está repitiendo en cámara lenta” ­(Sight and Sound), tal y como recordaba Peter Matthews —crítico que vivió su personal camino de la desafección a la epifanía— cuando Vértigo desbancó a Ciudadano Kane (1941) en el canon elaborado por el British Film Institute en 2012.
 La crítica francesa y Guillermo Cabrera Infante, cuyo análisis de la película —En busca del amor perdido, publicado el 15 de noviembre de 1959— sigue asombrando por su minuciosidad, tuvieron mejores reflejos.
En Mi vida en rojo Kubrick, el profesor de literatura Simon Roy propone una ampliación del concepto de crítica biográfica de Charles Augustin Sainte-Beuve —crítico al que, por cierto, se le pasaron por alto no pocas supernovas de la modernidad— para intentar explicarse a sí mismo su obsesión con El resplandor (1980), adaptación cinematográfica de la novela homónima de Stephen King reiteradamente condenada por el escritor y, también, muy subestimada en su estreno por buena parte de la crítica: “¿Puede suceder algo similar con la enseñanza? ¿Una suerte de pedagogía biográfica, una sutilísima forma de egocentrismo que hace al profesor hablar de sí mismo a través de los textos o las películas que estudia y analiza?”. 
Roy no escribe con el propósito de hacer ningún tipo de justicia crítica: el suyo no es un libro de análisis fílmico, sino una indagación personal que levanta su muy seductor e inquietante laberinto colocando el poder de irradiación de la película de Stanley Kubrick en su centro.
 Nada más lejos, por otra parte, de un libro de autoayuda, pero el tema principal de Mi vida en rojo Kubrick no es el desentrañamiento de la película —y sus posibles sentidos ocultos—, sino el proceso de autopsicoanálisis que el autor emprende utilizando El resplandor como guía de inmersión en las aguas oscuras de la identidad propia y del pasado familiar.
 Junto a la película de Kubrick, hay otro punto de referencia central en el texto: la cama de hospital donde agoniza la madre del autor tras un intento de suicidio. 

Publicado en 2014, el libro de Simon Roy conecta en muchos puntos con Room 237 (2012), el documental de Rodney Ascher que agrupaba diversas interpretaciones de la película, armonizando la mirada obsesiva de diversos críticos con la proverbial minuciosidad de un cineasta que, mimetizando el impenetrable silencio del icónico monolito de 2001, una odisea del espacio (1968), nunca fue amante de facilitar claves que ayudaran a descifrar sus códigos creativos.
 Cuando en la obra de un acreditado perfeccionista como Kubrick una mirada detecta, por ejemplo, pequeños errores de continuidad, el crítico altivo y perezoso puede conformarse con señalarlos: el auténtico aventurero de la interpretación, por el contrario, se verá impelido a recoger el guante, bajo la convicción de que en el supuesto error se camufla una clave secreta.
Quizá el poder de fascinación de una película como El resplandor se asiente sobre una paradoja: fue la obra de un racionalista que se empeñó en atrapar y doblegar lo irracional, una película de terror que funcionaba al mismo tiempo como gélida disección de los mecánicos del género y como suma de toda aproximación cultural a lo ominoso —del mito del Minotauro a la teoría freudiana, pasando por los cuentos de hadas—.
 Un trabajo, en suma, que sólo podía alcanzar su objetivo a través del desajuste y el (supuesto) error. 
Y, también, una obra que supo encajar perfectamente con el grueso del discurso kubrickiano, siempre concernido con la violencia como constante histórica.
A sus 11 años, cuando se topó por primera vez con la película en televisión, Simon Roy sintió que El resplandor le hablaba: literalmente, a través del desdoblamiento de voz de un personaje en una de las primeras escenas.
 Por entonces, el autor lo desconocía por completo, pero esa voz funcionaba como la punta de iceberg de un profundo trauma familiar, cuyos ecos afectaron a tres generaciones sucesivas.
 A través de breves capítulos y con sólo un traspié en una cierta cursilería —la escena en la que el autor hace escuchar un tema de Sigur Rós a su madre comatosa—, Mi vida en rojo Kubrick es la apasionante crónica de un viaje personal al corazón de las tinieblas (propias) y un buen testimonio del poder del arte no tanto para salvar al receptor, sino para ayudarle a entenderse, a explicarse incluso lo que había negado o reprimido.
Mi vida en rojo Kubrick. Simon Roy. Traducción de Regina López Muñoz. Alpha Decay, 2017. 176 páginas. 19,90 euros

 

5 feb 2017

Gucci abraza al fin la diversidad................................ M. Victoria S. Nadal

Tras ser criticada en el pasado, la firma italiana da un cambio significativo en su dirección y prepara una campaña con modelos negros.

Seis de los modelos de la próxima campaña de Gucci.

La diversidad en las pasarelas y campañas publicitarias se ha convertido casi en una obligación para la mayoría de las firmas de moda, aunque está claro que no todas la cumplen.

 Las reivindicaciones de una belleza inclusiva que represente distintas razas, cuerpos y tallas se han sucedido continuamente durante los últimos años y siguen dando sus frutos.

 Gucci es la última en dar un paso hacia delante en este sentido: la firma italiana prepara su primera campaña solo con modelos negros para la temporada de otoño 2017.

 Este movimiento parece marcar un cambio significativo en la estrategia de la marca, que en el pasado ha sido criticada por la falta de diversidad de sus modelos. 

La marca ha subido a su cuenta de Instagram nueve vídeos en los que aparecen cuatro chicas y cinco chicos, guapos, negros y con el pelo afro, participando en un casting: hablan a la cámara sobre cuál es su "espíritu animal" y demuestran sus cualidades para bailar música R&B vintage.

 La compañía no ha confirmado que sean los participantes definitivos o el reparto completo de la campaña, pero a las imágenes las acompañan la etiqueta #GucciPreFall17 y los datos de los modelos, que son caras desconocidas.

 En declaraciones al medio de moda Bussiness of Fashion (BOF), un portavoz de Gucci entiende que este ha sido un paso natural dado por Alessandro Michele, director creativo de la firma desde 2015.

Una campaña centrada en la belleza negra por parte de una marca tan poderosa como Gucci supone una declaración de intenciones a la moda y al mundo, sobre todo ahora que el discurso racista tiene como a uno de sus exponentes Donald Trump y su veto migratorio

El año pasado, The Fashion Spot publicó un informe sobre la diversidad racial en la moda y concluyó que el 78,2% de las modelos eran blancas, mientras que las negras representaban el 8,29% y el resto tenían mucha menos presencia: las maniquíes asiáticas solo son el 4,03%; las latinas, el 3,79%; y el 5,69% restante representaba "otras".

En las últimas temporadas, la firma raramente ha usado a más de un modelo que no fuera caucásico en sus anuncios y eso le ha costado varias críticas.

 En diciembre del año pasado, el reconocido director de casting James Scully le dio “dos pulgares hacia abajo” por la falta de diversidad en sus campañas y desfiles, llamando la atención sobre “los abusos y la discriminación racial” en la industria de la moda.

 Lo hizo ante una audiencia en la que se encontraba Marco Bizzarri, director ejecutivo de Gucci. 

Ahora, Scully reconoce que la nueva campaña de Michele “puede ser un elemento de cambio increíble”. 

Y recuerda que solo hay un puñado de diseñadores que tienen la capacidad de dictar cuál es la idea de belleza con sus espectáculos y publicidad. 

“Dado que este negocio vive de sus seguidores, es increíblemente importante el tono que utilizan las marcas.

 Esta campaña podría restablecer el daño hecho y reiniciar el negocio en el camino de la inclusión. ¡Bravo por Alessandro!”, sentencia Scully a BOF.

Ahora, Scully reconoce que la nueva campaña de Michele “puede ser un elemento de cambio increíble”. 

Y recuerda que solo hay un puñado de diseñadores que tienen la capacidad de dictar cuál es la idea de belleza con sus espectáculos y publicidad. 

“Dado que este negocio vive de sus seguidores, es increíblemente importante el tono que utilizan las marcas.

 Esta campaña podría restablecer el daño hecho y reiniciar el negocio en el camino de la inclusión. ¡Bravo por Alessandro!”, sentencia Scully a BOF.

Casillas regresa a la santidad......................... Juan L. Cudeiro

Dos descomunales intervenciones del meta español, una de ellas en el último minuto, propician la victoria del Oporto ante el Sporting. “Él ganó el partido”, zanjó el técnico rival.

Jorge Jesus, técnico del Sporting, felicita a Iker Casillas tras el partido del sábado. AFP
Escuchó los tres pitidos y se puso de rodillas sobre el césped, apretó los puños y gritó: “¡Vaaaamos!”.
 El Oporto se acababa de poner líder del campeonato portugués tras superar al Sporting (2-1) y situarse dos puntos sobre el Benfica a la espera de lo que pueda hacer el equipo lisboeta esta tarde en su feudo ante el Nacional, uno de los colistas.
 Iker Casillas lo vivió con pasión porque además había resultado decisivo en la victoria.
 “El partido lo ganó él”, resumió Jorge Jesús, el entrenador rival. Dos paradas resultaron decisivas, ambas a remates de cabeza del central uruguayo Sebastián Coates.
 La última de ellas, en el tiempo de prolongación, merece estar en la galería de ilustres intervenciones del meta madrileño por su calidad, por espectacular y por esa singularidad que siempre ha acompañado a Casillas: emerge para resultar decisivo en los momentos decisivos.
 No fue un triunfo más y Casillas lo sabía. 
“Esta derrota nos saca de la lucha por la cabeza”, concedió Jorge Jesús, el entrenador más caro del fútbol portugués, la costosa y polémica apuesta del club de Alvalade porque lo fichó del Benfica para llegar a un título que no alza desde hace quince años.
 El Oporto también tiene urgencias y Casillas está inmerso en ellas. “La competición doméstica es la más importante para nosotros”, apunta. 
Su club lleva tres años sin ganar la Liga y nunca había estado tanto tiempo sin lograrlo desde el intervalo que fue desde 1999 hasta 2002
. Ocurrió entonces que el Benfica tampoco cantó victoria.
 Sí lo hizo las tres últimas temporadas después de que el Oporto apenas se llevase nueve de once campeonatos y el club con más seguidores de Portugal apenas dos.
La presión es elevada en O Dragão. 
El equipo pasó por problemas en noviembre y el técnico Nuno Espírito Santo estuvo en discusión tras los malos tragos ocasionados por unos severos problemas ante el gol.
 Dispone de jóvenes y prometedores delanteros, pero en el mercado de invierno ha tenido que buscar la experiencia de Tiquinho Soares, un delantero brasileño que descollaba en el Vitoria de Guimaraes. Ante el Sporting, en su estreno, anotó los dos goles del Oporto. Pero lo que nunca se discutió en la ciudad invicta es la solidez defensiva del equipo. 
Y ahí las miradas vuelven sobre Casillas, que apenas ha concedido once goles en veinte partidos y es a estas alturas el portero menos goleado de las principales ligas europeas, custodiado por una zaga en la sobresale también el cántabro Iván Marcano, ya con galones como capitán del equipo. 

“Tenemos que disfrutar de la victoria y pensar en el partido del sábado en Guimaraes”, explica Casillas, que ni siquiera quiere mirar hacia la cita del día 22 contra la Juventus en la Liga de Campeones. 
El meta quiso expresar el domingo por la mañana sus sensaciones a través de unas palabras emitidas a través de Facebook Live. “En la primera parte controlamos el partido, marcamos dos goles. No hay debate sobre ello. 
 Pero luego sufrimos mucho aunque también supimos jugar con el marcador. Me gustó el ambiente, la respuesta de la gente y como animó al equipo”, explicó Casillas.
 Iba en el asiento del acompañante de un coche que transitaba por una autopista y había salido el sol. 
“Esta ciudad cambia mucho con sol… las vistas, el mar, el río. Invito a todo el mundo a que venga a conocerla”.
 Instalado en una urbanización con vistas a la desembocadura del Duero, prisionero de una ciudad ante la que no caben los términos medios, Casillas acaba contrato con el Oporto el próximo 30 de junio y se ha declarado dispuesto a renovar su vínculo con el club que dirige Jorge Nuno Pinto da Costa desde 1982, un año después de que naciese el guardameta.

 

Pantoja y su gazpacho................................... Boris Izaguirre......

Sería una gran venganza pasar de presidiaria a presidenta.

Isabel Pantoja y Pablo Motos, en 'El Hormiguero'.
La parte que más me ha gustado de la entrevista de Pablo Motos a Isabel Pantoja fue el momento en el que prepararon un gazpacho. Todo estaba perfectamente cortado.
 Pantoja se puso muy chef, pero se negó a tocar los ingredientes con las manos porque “no las tenemos limpias”.
 Fue increíble. En casa nos preguntamos si esa abogacía por la higiene se incrementó tras el paso por la cárcel. 
La tonadillera podría haber pensado lo mismo durante su relación con Julián Muñoz y negarse a coger aquellas bolsas de dinero sin antes lavarse las manos. Quizás le habría evitado la cárcel.
Ah, cárcel fue la palabra nunca mencionada en la entrevista. Pantoja se refirió a ella como “ese lugar”, siguiendo un poco el protocolo de Rajoy con respecto a Luis Bárcenas, “esa persona”. 
Se ha criticado a Motos por evitarle a la cantante cualquier mención directa sobre sus 24 meses en prisión.
 Pero quizás esa era la condición para conseguir una entrevista que cosechó un 24% de share. Exactamente un punto por cada mes de condena.
 A cambio, Pantoja concedió una de las más exitosas galas televisivas de su vida. 
Habló con ese tono sobrehumano que te da la cárcel, gesticulando, creciéndose frase a frase con un discurso cargado del sentimiento, el mensaje y la altisonancia de quien pudiera ser un nuevo presidente de gobierno.
 Sería su gran venganza pasar de presidiaria a presidente.
 
La parte que más me ha gustado de la entrevista de Pablo Motos a Isabel Pantoja fue el momento en el que prepararon un gazpacho. Todo estaba perfectamente cortado. Pantoja se puso muy chef, pero se negó a tocar los ingredientes con las manos porque “no las tenemos limpias”. Fue increíble. En casa nos preguntamos si esa abogacía por la higiene se incrementó tras el paso por la cárcel. La tonadillera podría haber pensado lo mismo durante su relación con Julián Muñoz y negarse a coger aquellas bolsas de dinero sin antes lavarse las manos. Quizás le habría evitado la cárcel.
Ah, cárcel fue la palabra nunca mencionada en la entrevista. Pantoja se refirió a ella como “ese lugar”, siguiendo un poco el protocolo de Rajoy con respecto a Luis Bárcenas, “esa persona”. Se ha criticado a Motos por evitarle a la cantante cualquier mención directa sobre sus 24 meses en prisión. Pero quizás esa era la condición para conseguir una entrevista que cosechó un 24% de share. Exactamente un punto por cada mes de condena. A cambio, Pantoja concedió una de las más exitosas galas televisivas de su vida. Habló con ese tono sobrehumano que te da la cárcel, gesticulando, creciéndose frase a frase con un discurso cargado del sentimiento, el mensaje y la altisonancia de quien pudiera ser un nuevo presidente de gobierno. Sería su gran venganza pasar de presidiaria a presidente.

En mi opinión, como diría esa nueva Pantoja, ella tiene el derecho de ir a donde quiera y pactar como mejor le convenga porque ella ya ha cumplido condena. 
De todas las personas que se han visto envueltas en casos de corrupción, ella y sus compañeros del caso de Marbella son de los poquísimos que han ido a la cárcel.
 Ha pagado su falta con la justicia. Y, en ese sentido, la hace una dama que no quiera referirse a eso para no levantar nuevos juicios hacia aquellos que esperan una sentencia, entre otros, un exvicepresidente del Gobierno y una infanta. 
Visto de esa manera, el silencio de Pantoja es una sopa difícil de tragar.
 Por eso su gazpacho con las manos bien aclaradas es el mejor plato frío que la reina de la copla puede cocinar y saborear delante de todos nosotros.
Ese gazpacho de la señora de Cantora en Antena 3 alimenta la hambrienta programación de Telecinco, que pierde liderazgo un mes más.
 Y alimenta la filosofía de vida de la propia cantante.
 Una filosofía orientalista, donde todo pasa y fluye. Casi sin influir. Pero cuando vi a Pantoja y Motos bailando los temas de música urbana de Kiko Rivera pensé que Iñaki Urdangarin y su esposa, la infanta Cristina, deberían pensarse lo de pasar por El hormiguero. Todo se puede pactar.
 Ir a El hormiguero te levanta el ánimo, sube la audiencia, todo el mundo te cae mejor y terminas por entender por qué hicieron lo que hicieron. 
Es lo que tiene la corrupción: hace daño, pero tiene su morbillo. 

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón no han podido pactar, y, al parecer, han tenido un acalorado debate en el Congreso que, a su manera, es también otro hormiguero. “No somos holandeses, somos españoles y gesticulamos”, dijo Pablo. Mientras, Errejón, con su chic de político millennial, declaró que “debatimos con pasión y le ponemos a todo mucha intensidad, pero no pasa absolutamente nada”. Y ese “absolutamente nada” acaba de parecerse a una entrevista arreglada.
Muy española fue también la ciudad de Manila, de la que acabo de regresar después de ver coronar a Miss Francia como Miss Universo. 
Es un viaje al que volveré siempre, amé la ciudad, su caos y contrastes, pero sobre todo, como diría Julio Iglesias, a sus gentes. De regreso a Los Ángeles me encontré con su aeropuerto sumido en protestas por la decisión de Trump de cerrar las fronteras a siete países musulmanes. Los protestantes eran todos tan jóvenes y gesticulaban tanto como Íñigo y Pablo.
 Y entonces sucedió un milagro: empezaron a resplandecer flashes fotográficos y creí que eran por los protestantes.
 Pero no, iban dirigidos a Paris Hilton, que regresaba también de Asia y se arreglaba un sombrerito con orejas de gato posando con su acostumbrado ritual. Disfruté el contraste.
 La reina de la frivolidad delante de los protestantes de la realidad. Tienen todo el derecho de hacerlo”, respondió Paris a los reporteros. “América es un país libre”, agregó. Y España, Pantoja y su gazpacho, también.Pues vale.....