Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

22 ene 2017

La luz de una vela cuando está apagada...................... Juan Cruz

Aprender periodismo, aunque no lo vayas a ejercer, es una manera de adentrarse en la vida, por eso esta experiencia que une a la escuela con el periódico es tan natural.

No es extraño que sea una compañía que da luz la que apoye esta iniciativa, enseñar periodismo a los estudiantes.
 Pues si algo es este oficio es un empeño profesional en buscar la luz allí donde hay sombras, hacer de la noche un espacio luminoso por el que transitar sabiendo.
Lewis Carroll, el impar autor de Alicia en el país de las maravillas, tiene una frase: “Me gustaría saber de qué color es la luz de una vela cuando está apagada”. 
No sé si hay definiciones poéticas más cercanas a lo que es este oficio: buscar la luz, y buscar la luz hasta cuando la vela está apagada.
 Una noticia es la luz de la mañana y es la luz en medio de un océano oscuro donde un ser humano busca la salvación y tiene nombre propio.
El náufrago del más famoso relato periodístico de la lengua española, Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez, vio la luz en alta mar cuando lo rescataron de los peligros de la noche, en lo más intrincado de esos parajes, pero vio la luz otra vez cuando el mejor periodista de nuestro último siglo contó su historia. La desveló, le dio luz.
Aprender periodismo es encender una luz. 
Hay muchas cosas que nos enseñan a ser ciudadanos, desde la escuela.
 La que comprende todas esas cosas, la que da metáfora al saber necesario para andar por la vida, es el periodismo, pues es el conjunto de todas las curiosidades.
La filosofía nació a la vez que el periodismo, pues procede de la misma pregunta: ¿Por qué?
 Esa pregunta es la madre de todas las llaves que abren al ser humano al espejo que contiene todas las cosas; si no tienes curiosidad por saber por qué, ese océano de saberes se quedaría en la más oscura de las profundidades, quizá en el principio de los tiempos.
Los que quieren saber parten de esa premisa que es común a todos los saberes y que constituye, en periodismo, el principio de cualquier saber: para buscar la luz, primero hay que preguntarse por qué ocurren las cosas.
 Cuando un niño empieza a tener noción de lo que pasa está asistido por esa primera pregunta: ¿por qué?

Aprender periodismo, aunque no lo vayas a ejercer, es una manera de adentrarse en la vida, por eso esta experiencia que une a la escuela con el periódico es tan natural, tan vivificadora.
 EL PAÍS de los Estudiantes no es sólo una asignatura que cumplen escolares de toda España anualmente, con una devoción que los dignifica a ellos, a sus maestros y a nosotros mismos como participantes en esta hermosa aventura.
 Estudiar periodismo es entender el instrumento principal para entender la vida.
 ¿Por qué ocurren las cosas? ¿Quién enciende la luz?

 El periodismo es una luz que hay que saber encender.

 Y los maestros que enseñan a los chicos a manejarse en este oficio no sólo les enseñan a ellos: nos enseñan a nosotros a buscar la luz hasta en el misterioso rescoldo de una vela cuando se está apagando.

 

Brad Pitt, la vida después de Angelina Jolie...................... Irene Crespo

Más delgado, de aspecto más formal y saludable, el actor intenta generar titulares aparte de su divorcio y recuperar su imagen dentro y fuera de la industria.

Brad Pitt, en la pasada entrega de los premios Globos de Oro. GETTY IMAGES Reuters-Quality
 

 

En la última gala de los Globos de Oro pocos premios sorprendieron, tampoco los chistes, pero sí hubo un invitado que nadie esperaba: Brad Pitt.
 El actor entró por el backstage, no pasó por la alfombra roja y, a la vista de la reacción de algunos de sus amigos, como Matt Damon, de verdad nadie sabía que pasaría por allí.
 Fue a presentar Moonlight, la película que acabó ganando como mejor drama y que suena para los Oscar, y en la que participa como productor.

 Vestido con esmoquin clásico, y más delgado, Pitt salió al escenario y recibió uno de los aplausos más sinceros de la noche, con gritos de sus amigos incluidos.
 “Parece que Pitt se ha quedado con la custodia de los amigos de Hollywood en su divorcio con Maléfica”, tuiteó un periodista.

Según acabó, volvió al backstage y se marchó, escapando de todas las fiestas.
 “Está extremadamente orgulloso de la película, y quería estar allí para apoyarla”, contaban los diarios estadounidenses el día después.
 Tampoco quería poner en riesgo el proceso judicial que tienen en marcha contra Angelina Jolie por el divorcio y la custodia de sus seis hijos.
 Esta semana, los abogados de ambos volvieron a encontrarse con el juez privado que han contratado para mantener el acuerdo por el que los documentos y fases de su divorcio serán confidencialidad. Fue él quien lo exigió después de que Laura Wasser, la abogada de Jolie, amenazara con desvelar todo lo que tenían contra el actor y de que se hicieran públicas sus pruebas de alcohol y drogas.
 Con la confidencialidad, el actor ganó una pequeña batalla.
 Las visitas semanales supervisadas a sus hijos fueron otra victoria, y ahora intenta seguir por el buen camino con una estrategia de relaciones públicas muy cuidada.
 Sus apariciones desde el anuncio del divorcio el pasado septiembre han sido muy pensadas.
 La primera vez que se le vio fue, precisamente, también para apoyar Moonlight.
 Pitt ha demostrado estar detrás de un cine que apuesta por la diversidad y nuevos talentos (con Moonlight, Selma o 12 años de esclavitud) y eso le da puntos en la industria.
 Después accedió a hacer la gira mundial de Aliados junto a Maron Cotillard. 
 Si bien la promoción podía estar firmada por contrato de antemano, y aunque no concedió entrevistas, a él le dio titulares que no hablaban ya solo del divorcio.
 Si intentaba separarse de esa noticia, lo consiguió en parte.

Caminos separados

Los Globos de Oro fue la siguiente aparición y, después, ha elegido pequeños eventos benéficos para seguir reforzando su imagen.
 En el último, presentó un concierto de Sting y Chris Cornell en Malibú, nuevamente rodeado de amigos de la profesión, como Courteney Cox o Cindy Crawford.

Si hay algo en común en todas sus apariciones es que en ellas luce la mejor de sus sonrisas y un aspecto más cuidado y nada extravagante.
 Ni barba de varios días, ni peinados distintos, ni gafas de sol.
 Tras 12 años de pareja, necesita romper con Brangelina y recuperar su imagen independiente y para lograrlo ha empezado por cuidarse mucho más. 
Según US Weekly, ha contratado a “un chef que le cocina comidas saludables”. 
Al no tener que ejercer de padre de familia las 24 horas, tiene más tiempo y ha decidido emplearlo en centrarse de verdad en él mismo.
 “Hace muchas actividades al aire libre, camina, practica hiking [senderismo]”, dicen las fuentes cercanas, que explicarían la visible pérdida de peso.
Mientras Jolie ha optado por desaparecer de la vida pública, dedicada a sus hijos con los que se mudó a una casa en Malibú, Brad Pitt ha decidido dedicar parte de su esfuerzo a su imagen pública. 
Consciente también de que es él quien peor parado salió tras las acusaciones iniciales de maltrato a su hijo Maddox.
  Su esfuerzo está encaminado, probablemente, a darle la vuelta a esa imagen.

Carolina de Mónaco hace sombra a Marta Ortega

Carolina de Mónaco hace sombra a Marta Ortega.
Nadie le hace sombra a Carolina de Mónaco. 
Ni la "zariña" Marta Ortega, por muy apetecible que sea todo lo que gira en torno a la previsible heredera de Zara.
 Ahí está '¡Hola!', entregada en cuerpo y alma a la primogénita de Rainiero y Gracia, a la que dedica un amplio 'book' en portada al cumplir 60 años el próximo 23 de enero.
 "Luces y sombras de la vida de una princesa fascinante" , titula la revista en portada, que califica de "leyenda" a Carolina, quien aparece retratada de joven, con sus padres, en el funeral de su madre, en la playa, con sus hijos, con su anterior marido... 
Así las cosas poco sitio le ha quedado a Marta Ortega para exhibir la fiesta que organizó en un nightclub de Londres para celebrar sus 33 años. 
'¡Hola!' avisa de que da todos los detalles y secretos de un sarao en el que no faltó el novio, Carlos Torreta, y amigos como Luis Medina, Jon Kortajarena, Eugenia Silva o Amaia Salamanca.


La actualidad rosa se va a la televisión de mano de 'Lecturas', quien da cuenta de un encuentro entre el ex de Terelu y Elettra "justo antes de entrar en 'GH Vip'".
 De las Campos sigue hablando Jorge Javier, de vacaciones en Tailandia. "Son como Los Morancos", espeta. 
Una exclusiva: Yurena, la antigua Tamara de "No cambié", se ha echado novio.
 Más concretamente "encuentra el amor en 'First Dates'".
De cumpleaños también está Ana Rosa, uno más que Carolina de Mónaco.
 A la presentadora dedica 'Semana' su portada. Dicen que está en "su mejor momento" y dan las claves de su éxito.
 Secundan a Ana Rosa la 'coach' de 'Cámbiame', Cristina, quien zanja una polémica en torno a Marta Torné y Carlota Corredera; y Emilio Aragón, que prepara la boda de su segunda hija.
Fran Rivera da muestras en 'Diez Minutos' de que en eso de la conciliación es el rey: 
"Puedo compaginar los toros con la tele". Así se expresa el torero al hablar de su estreno como tertuliano.
 La revista ha sorprendido a la hija mayor de Álvaro Muñoz Escassi, Ana, con su novio.
 Y también a la actriz Ana Milán, que por lo visto corteja con un periodista cántabro.

40 aniversario de la matanza de Atocha.......................... Javier Guzmán

“Me cuesta trabajo aceptar que digan que somos los mártires de la democracia”.

El asesinato de cinco abogados laboralistas en Madrid en 1977 marcó la transición española.

Decenas de personas, en el funeral de las víctimas, el 26 de enero de 1977. Archivo El País
Cuando Alejandro Ruiz-Huerta se sienta a la mesa sabe que este es, realmente, un ejercicio de memoria.
 Una reconstrucción del legado de aquel "frío" 24 de enero de 1977. Así que escoltado por una bufanda gris y con la mirada perdida en el repaso de sus recuerdos, el último superviviente de la matanza de Atocha arranca la conversación recitando el texto anónimo que la fallecida Lola González Ruiz, también sobreviviente, encontró delante de la puerta de Atocha 55, oculto en una corona de flores: "Sangre, lágrimas y aquel silencio de la multitud iniciaron la democracia que nos dimos.
 Os fuisteis, pero disteis a nuestros hijos la herencia de canciones, risas y el dibujo multicolor de lo que hoy somos. 
Gracias de parte de ellos". 
"El ADN de la democracia española está ahí, en la manifestación tremenda que recorrió Madrid para acompañar a nuestros compañeros muertos", añade. El martes y el jueves se cumplen 40 años del atentado perpetrado por pistoleros de la ultraderecha contra letrados vinculados al PCE y del posterior multitudinario funeral.

La Transición era entonces un experimento en marcha y el franquismo agonizaba en medio de la violencia. ETA, los Grapo, la extrema derecha o los policías nostálgicos de la dictadura dejaban a su paso un reguero de profundo dolor.
 De hecho, cuando los pistoleros llegaron al despacho laboralista de CC OO, el país aún asumía la muerte, unas horas antes, de los jóvenes Arturo Ruiz y Mariluz Nájera: él, el 23 de enero, por el disparo de un ultraderechista en una manifestación proamnistía en la Gran Vía;
 ella, en la tarde del 24, por un bote de humo lanzado por los antidisturbios que le rompió el cráneo durante una marcha convocada, precisamente, en protesta por el asesinato de Ruiz.
 El general Emilio Villaescusa, además, era secuestrado ese mismo día por los Grapo, que tenían todavía en su poder al presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol
"Solamente en aquellos días de enero vi seriamente amenazada la Transición", admitiría años después Rodolfo Martín Villa, ministro de Gobernación con Suárez.
Entonces, en ese escenario de alarma, sonó el timbre en el tercer piso de Atocha 55. 
Al reloj le faltaba apenas un cuarto de hora para marcar las once de la noche.
 "Yo estaba en el hall del despacho hablando con Javier Benavides y esperando a que comenzara la reunión de la coordinadora de abogados de barrio que íbamos a tener.
 Estaba de espaldas a la puerta cuando llamaron", relata Ruiz-Huerta, que pensó, cuando vio entrar a dos hombres —uno, cubriéndose la cara con un anorak—, que alguien disfrazado venía a darles un "susto". 
"Pensamos que, haciéndoles caso, no iban a hacer nada", apostilla el último superviviente del atentado.
 Pero Carlos García Juliá y José Fernández Cerrá, que acababan de cargar una Browning y una Star de nueve milímetros, reunieron en el salón a las nueve personas que encontraron en las habitaciones. Y empezaron a dispararles.
 "De forma inopinada e imprevista, con frialdad y serenidad, conscientes de lo que hacían", insiste la sentencia de la Audiencia Nacional que los condenó a 193 años de prisión en 1980.
 


 
Alejandro Ruiz-Huerta, último superviviente, el pasado jueves.
"En ese momento, yo estaba reunido con otros abogados en Atocha 49, que también eran dependencias del despacho de Atocha 55. 
Cuando oímos las ambulancias, bajamos a la calle y todavía recuerdo el horror indescriptible al contemplar anonadado cómo bajaban ensangrentados en las camillas a nuestros amigos y compañeros", cuenta José María Mohedano, uno de los abogados que llevó la acusación particular durante el juicio y que jugó un papel fundamental, junto a Manuela Carmena, ahora alcaldesa de Madrid, en las negociaciones para que el ilegalizado Partido Comunista organizase el funeral y garantizase el orden.
 "La izquierda dio ese día una muestra de firmeza y civismo.
 El PCE tenía que hacer una puesta en escena y mostrar que era un partido serio y democrático.
 Y lo demostró", apunta Isabel Martínez Reverte, coatura junto a Javier M. Reverte del libro La matanza de Atocha. 24 de enero de 1977.
 Fue una marcha silenciosa y multitudinaria.
 El 9 de abril, la formación fue legalizada.
El atentando dejó cinco asesinados: los abogados Enrique Valdevira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Javier Sauquillo; el estudiante Serafín Holgado; y el administrativo Ángel Rodríguez Leal. 
También cuatro heridos graves: tres que ya han fallecido (Miguel Sarabia Gil, Luis Ramos, Lola González Ruiz) y el propio Ruiz-Huerta (Madrid, 1947). 
"Me cuesta trabajo aceptar lo que dice [Ramón] Tamames —exdiputado del PCE— de que somos los mártires de la democracia", sentencia Ruiz-Huerta, que remacha:
 "Nosotros éramos gente de bien y normal. Nos tocó a nosotros como les pudo pasar a muchos despachos de Madrid, que estaban tan inmersos en la ruptura democrática como nosotros".
Carmena, administradora del despacho laboralista de Atocha, en los 70. El País Vídeo
Un aspecto que ya destacó Gregorio Peces-Barba (PSOE), profesor de cuatro de las víctimas y padre de la Constitución, cuando escribió una década antes de fallecer:"No era un martirio buscado lo que les llevó a la inmortalidad, sino una exposición al peligro por tener unos ideales y desearlos para su pueblo.
 Los que luchaban contra las ideas, matándoles hicieron el resto. Sin desearlo los convirtieron en un símbolo". 
"Los abogados eran muy conocidos porque eran muy luchadores. Era gente que podía vivir estupendamente, pero por las tardes se iban a las reuniones para resolver los problemas de los barrios", apostilla Reverte. La Audiencia Nacional condenó en febrero de 1980 a Fernández Cerrá y García Juliá a 193 años como autores materiales de cinco asesinatos consumados y cuatro frustrados; y a Francisco Corredera Albaladejo, secretario provincial del sindicato vertical del Transporte, a 73 años como inductor. 
Los dos primeros salieron en libertad condicional a principios de los noventa y el tercero murió de cáncer en 1985.
 Por su parte, Fernando Lerdo de Tejada Martínez, tercer ejecutor de la matanza de Atocha —que se quedó en la puerta del despacho vigilando—, nunca llegó a ser juzgado
. Escapó en 1979 gracias a un permiso de Rafael Gómez-Chaparro, juez instructor del caso en la Audiencia Nacional, y desapareció para siempre.


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Una ambulancia y la policía armada, a las puertas de Atocha 55, el 24 de enero de 1977.
Vinculados a los fascistas de la Falange Española de las JONS y de Fuerza Nueva, estos criminales "profesaban una ideología política radicalizada y totalitaria, disconforme con el cambio institucional que se estaba operando en España", según remarcó la Audiencia Nacional en su sentencia.
 "Se sentían impunes, tenían la creencia de que toda España les pertenecía.
 Pensaban que no les iba a pasar nada.
 Eran chicos de familia de clase media, pero muy ideologizados por la extrema derecha: Blas Piñar comía con ellos y les daban doctrina", continúa Reverte. 
Y termina Mohedano: "Recuerdo las obstrucciones sistemáticas del instructor para impedirnos a los abogados de la acusación que pudiéramos investigar la trama de los miembros del régimen que habían estado apoyando activamente a los asesinos".
El 24 de enero, Jesús Duva, trabajaba en el desaparecido diario Pueblo, en la calle de Huertas, a escasos 500 metros de Atocha 55. Fue el primer periodista en pisar la escena del crimen.
 "Subimos las escaleras y nos encontramos a los primeros policías que bajaban desencajados, con las pistolas en la mano.
 Entramos en el despacho y vimos todo.
 Enseguida llegaron más agentes y nos echaron", relata el ex redactor jefe de EL PAÍS, que ejerce actualmente en el Ayuntamiento de la capital como asesor de Carmena, administradora del despacho atacado ese día.
Los pistoleros, tras entrar, preguntaron por Joaquín Navarro, un sindicalista que se había enfrentado a los dirigentes de la central falangista de Transportes, pero que estaba en la cafetería de abajo. Entonces, los asesinos reunieron a todos los que estaban en el piso y los acribillaron.
 A Ruiz-Huerta le salvó la vida un bolígrafo Inoxcrom que llevaba en el bolsillo y contra el que chocó la bala. "Caigo y encima de mí cae el cuerpo de Enrique, que me tapa las zonas vitales.
 Recuerdo hacerme el muerto unos instantes y contar 100, 101, 102, 103... Hasta asegurarme a mi mismo de que no había nadie. Entonces, tengo perfectamente grabada la sensación de levantar el cuerpo de Enrique para empezar a sobrevivir", rememora este profesor de Derecho Constitucional, sentado 40 años después en el vestíbulo del edificio de la Fundación Abogados de Atocha, delante de una representación de El abrazo, el icónico cuadro de Juan Genovés.
 A menos de dos metros hay un libro de firmas, donde puede leerse otro mensaje anónimo: "Para los que lucharon por nuestra libertad y por los que murieron por ello. Millones de gracias. Os debemos mucho". 

 
Un policía forcejea con un periodista que había intentado fotografiar al inspector franquista Antonio González Pachecho, alias 'Billy el Niño', en la puerta del juzgado adonde acudió a declarar durante la investigación de la matanza.
 !Que asco de policias franquistas!! La Social era de temer......y mucho...!