Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 ene 2017

El abogado del padre de Nadia dejará su defensa tras la declaración por las fotos sexuales

Los padres insisten en que nunca ha habido "intencionalidad sucia" en ningún acto de familia.

Web de la asociación de recogida de donativos a nombre de Nadia. Vídeo: las últimas declaraciones de Alberto Martín, abogado del padre de la niña. EFE

Alberto Martín, el abogado que ha llevado hasta ahora la defensa de los padres de Nadia —la niña de 11 años cuya familia está siendo investigada por usar su enfermedad para recaudar dinero— ha anunciado este jueves que dejará de representar al progenitor Fernando Blanco después de que éste explique el juez el origen de las fotos "de carácter sexual" en las que aparece la menor.

En la declaración judicial prevista para mañana viernes, Blanco —en prisión preventiva— será interrogado sobre las imágenes halladas en un pendrive que han añadido a la investigación por estafa, indicios de "provocación y explotación sexual" de la menor. A partir de esa declaración judicial, el letrado se encargará, según sus palabras, únicamente la representación de la madre, Margalida Grau.
El titular del juzgado de instrucción 1 de La Seu d’Urgell (Lleida) considera que el padre tiene presuntamente el papel principal en los delitos que ahora investiga, pero quiere conocer también cuál es la participación de la madre.
 El abogado ha asegurado que la pareja se encuentra "absolutamente hundida" y que defiende que "nunca ha habido las más mínima intencionalidad sucia en ningún acto de familia".
Durante una entrevista en Antena 3, Alberto Martín ha admitido la dificultad de seguir representando a los dos ante la complejidad que va adquiriendo el caso y el "calibre de los argumentos que hacen falta en una defensa".
 "Creemos que será lo más conveniente para la niña ya que es la progenitora quien está con ella —Grau se encuentra en libertad y tiene concedido un régimen de visitas vigilado— y la que tiene más posibilidades de recuperar la patria potestad", ha explicado el letrado.
Alberto Martín ha incidido en que la decisión de dejar la defensa no está relacionada con el nuevo rumbo que a tomado la investigación al hallarse las fotografías de contenido sexual. 
"No queremos que parezca que, justo ahora, que esto se complica, nosotros damos un paso atrás, porque hemos hablado sobre la opción de que las defensas sean independientes", defiende Martín.
El abogado ha asegurado que los padres de la niña tienen la sensación de que "alguien quiere destruirles sin saber cuál puede ser su motivación". 
Según ha explicado, la pareja sostiene que "no se solían grabar (manteniendo relaciones íntimas)" porque "nadie se graba habitualmente", aunque el abogado ha añadido que "nunca se sabe si un día, puntualmente, hace un tiempo cuando la niña tenía una edad física de cinco o seis y mental de cuatro tuvieron ese punto de intimidad que ellos sabrán explicar y contextualizar". 

 

Juan Gabriel, padre de todos............................ Elena Reina

La herencia millonaria del cantante ha destapado los secretos más ocultos de su hermética vida privada.

 Dos hijos desconocidos pelean por su parte

Juan Gabriel, durante un concierto en Los Ángeles en septiembre de 2014. Getty Images
Detrás de las vaporosas camisas, de los afilados pómulos y la sonrisa enigmática, válida como única respuesta para cualquier pregunta incómoda, estaba Alberto Aguilera Valadez. 
Al morirse Juan Gabriel, ha resucitado el hombre.
 Y con él su vida más íntima y mejor guardada.
 La herencia millonaria del ídolo de México y su guerra familiar han acabado ventilando parte del misterio que lo hizo único. Alberto, que no Juan Gabriel, tuvo al menos dos hijos secretos con dos empleadas, que hoy salen a la luz dispuestos a recibir su parte del pastel sucesorio y desvelan al mundo la cara más desconocida de su padre.
Desde que falleciera de un infarto a los 66 años el pasado 28 de agosto no han dejado de crecerle hijos nuevos. 
Luis Alberto Aguilera y Joao Gabriel Alberto Aguilera, de 26 y 23 años, dieron un paso al frente al conocer que estaban completamente fuera del reconocimiento económico, pese a haber vivido a la sombra de sus hermanos durante todo este tiempo.
 Se hicieron las pruebas de ADN a través del hermano del artista, Pablo Aguilera, y se han erigido como los nuevos herederos de la corona del Divo de Juárez.
 "Y más hijos que le van a salir", espeta Pablo en medio de la polémica. 
Los dos nuevos integrantes del intrincado árbol genealógico del cantante llegan dispuestos a pelear por un testamento que reconoce como únicos herederos a los hijos que tuvo el cantante con Laura Salas: Iván (de 28 años), Joan (27), Hans (26) y Jean Gabriel (25). La fortuna está valorada en (al menos) 30 millones de dólares, además de las ganancias de 60 discos publicados y mansiones repartidas entre México y Estados Unidos.
 Según el escrito, Iván es el principal beneficiado.
La familia que formó con Salas tuvo siempre un lugar preferente en la vida de Juan Gabriel, al menos de cara a la galería. 
El único fuera de la foto oficial era hasta ahora Alberto Aguilera Jr., el primer adoptado del cantante.
 Por eso cuando Joao y Luis Alberto reivindicaron su espacio en el tablero, tanto los Salas como la opinión pública sospecharon que se trataba de un montaje. 
Con las pruebas genéticas en la mano, la guerra por los millones del artista, está servida. 
A la madre de Luis Alberto, Guadalupe González, le escribió
"Me puedes ver aún después de que me vaya de este planeta, solo mírate al espejo".
 González llegó muy joven a la mansión del artista para trabajar en la cocina y se hizo íntima del cantante, tanto que un día le propuso tener un hijo: 
"Me dijo: Guadalupe, ¿tú nunca has pensado en tener un hijo?", explicó González en una entrevista por televisión.
 "Cuando se dio el momento del acercamiento fue algo muy hermoso. Él me dijo: 'Mira Guadalupe, yo no te di solo un hijo, te di mi esencia.
 Yo me prepare física, mentalmente, espiritualmente para darte ese hijo, porque en él te di mi esencia.
 Tienes que cuidarla muy bien'. Yo siento la esencia de él en mi hijo", contó la madre al borde del llanto.
A la madre de Joao, Consuelo Rosales—o Chelo, como él la llamaba— le explicó que para él hacer un hijo era como una creación más, como la creación musical.
 Con esa idea, le fue "regalando" hijos a sus amigas, que además se dedicaban a lo mismo que su propia madre, que lo abandonó muy pequeño en un orfanato.
 Ninguna ha declarado que se desentendiera de los gastos o que fuera un mal padre y reconocen que cumplió lo que prometió, sabían que no era un hombre de "ataduras", según apunta Rosales en una entrevista a la cadena Univisión.
Rosales remata en la misma entrevista que incluso los dos estuvieron durante un tiempo buscando una niña.
 "Él la quería y, como no se la pude dar, no descarto que se la haya dado a otra.
 Siempre conseguía lo que se proponía", cuenta la madre de Joao a la cadena de televisión.
 Y poco después de su muerte, una tal Gabriela Aguilera Gil, de Texas, señaló que era la única hija mujer del cantante, sin embargo, la relación genética no se ha comprobado todavía.
"Juan Gabriel era uno y Alberto Aguilera era otro.
 Dos personajes que manejó a la perfección. La ambigüedad sobre la preferencia sexual de Juan Gabriel no coincide con los testimonios que ahora destapan las madres de sus hijos secretos o por lo menos sorprende", cuenta Gilberto Barrera, jefe de información de espectáculos de Televisa.
 Y añade: "Con la muerte de Juan Gabriel, se empieza a conocer la parte de Alberto que estaba oculta".

Juan Gabriel, que siempre sonreía en lugar de responder a cuestiones comprometedoras como su posible homosexualidad o la relación con sus hijos, ha desaparecido.
 Pero Alberto, desde la tumba, se muestra más sincero que nunca. Lo que se ve, no se pregunta.  


 

“La hiperpaternidad acaba generando adolescentes con muchos miedos”

 

El psicólogo José Antonio Luengo advierte del peligro de facilitar todas las comodidades y evitar todas las incertidumbres a los hijos.

José Antonio Luengo.
¿Los adolescentes de hoy en día son como los de antes? ¿Asistimos a una nueva manera de enfocar ese cambio en la vida de todo ser humano? 
Muchas voces advierten, desde hace tiempo, que el exceso de protección no es en absoluto beneficioso para los niños que crecerán sin saber asumir responsabilidades. 
José Antonio Luengo, psicólogo experto en adolescentes, reflexiona sobre cómo han cambiado los paradigmas educativos desde hace tan solo tres décadas y cuáles son las consecuencias.
PREGUNTA: Para empezar, ¿qué es la adolescencia y qué etapas de la vida cubre?
RESPUESTA: La adolescencia es una fase de la vida, una etapa crucial del desarrollo, marcada por cambios orgánicos, fisiológicos, cognitivos, psicológicos y emocionales notables y muy significativos en la configuración definitiva de la personalidad; esa que nos hace y hará alguien diferente de todos cuantos nos rodean. Hablamos de un período que abarca, con flexibilidad, desde los 11-12 años a los 16-18, siempre dependiendo de factores personales, individuales, sociales y culturales. 
El adolescente es un ser que, en términos precisos, crece y aprende a crecer. 
La palabra, etimológicamente, nos remite a ese principio: un ser que está creciendo.
 Con los conflictos, incertidumbres, dudas y sorpresas que ello conlleva. 
Para el propio adolescente y su entorno.
P: ¿Se diferencia en algo la adolescencia de ahora con respecto a la que los que ahora son padres, tuvieron?
R: Existen diferencias y no son pocas.
 Pero, probablemente, tengamos muchas más cosas en común de las que pensamos en la actualidad.
 La revolución hormonal y fisiológica que se produce, los cambios físicos y psicológicos…
 La crisis inherente a un cambio tan drástico y aparentemente inesperado. 
Las dudas, la ansiedad, por saber, por ser.
 La impulsividad, la desproporción, el desequilibrio. 
 Y cierta condición de rebeldía y oposición a lo establecido; por los padres y el entorno.
 Nos diferencian cosas, claro.
 Relacionadas, sin duda, por cómo vivimos, por cómo están hoy organizadas las cosas, a diferencia de ayer.
 Influyen en esas diferencias el cómo vivimos los adultos y cómo les hacemos vivir, las características de las familias de hoy, cómo organizamos sus vidas, el papel que juegan las tecnologías, y su fácil acceso a un mundo “inabarcable”…

P: España contempló una explosión económica sin precedentes en los ochenta y noventa. Se sabe que las situaciones económicas condicionan en buena parte la firma de educar. ¿Cree que los jóvenes nacidos a partir de esa época han sido educados en una cultura de poco esfuerzo y de tenerlo todo sin merecerlo solo porque sus padres no lo tuvieron?
R: Creo sinceramente que sí. 
Siempre se simplifica al realizar una afirmación categórica, pero no faltan evidencias de ello.
 Considerar que eres “mejor” padre o madre en función de las posibilidades de acceso a lo material que tienen tus hijos, evitar sus incertidumbres y “facilitarles” todo lo que tienen que vivir y experimentar han sido (y aún lo son) principios educativos torpes y, seguro, contraproducentes.
 Hay quien describió este fenómeno como una forma de “OPA amigable” a la infancia.
 “Te compro” con todo lo que te doy porque no tengo tiempo para estar contigo, para cuidarte, escucharte, tenerte y educarte como debería… Y como necesitarías.
P. Lo quiero/lo tengo y si no es así, entonces me frustro, tengo traumas, me drogo, bebo, tengo relaciones sexuales muy pronto y con muchas personas…
 ¿no será que nos hemos pasado de permisivos? ¿Hay lugar para la esperanza?

R: Hoy surge un término muy interesante, el de los padres “helicópteros”, en clara alusión a una manera de gestionar la educación de los hijos, basada en la hiperprotección.
 Una suerte de hiperpaternidad, que ve a los hijos como seres intocables, que, al fin, acaban teniendo más miedos que nunca. Padres que sobrevuelan sin tregua las vidas de sus hijos (de ahí lo de helicóptero), pendientes de todos sus deseos y necesidades. 
El mundo parece acabarse si tus hijos dudan, si aparecen frustraciones, desvelos.
 Si se entristecen o, un día, se enfadan con sus amigos.
 Involucrarse en la vida los hijos es consustancial, por supuesto, a ejercicio adecuado de la patria potestad. 
Otra cosa es la ofuscación por la perfección, por la necesidad, casi obsesiva, de que sean los mejores, en todo.
 En todo.
P: Hace sesenta años se educaba a base de cinturón y ahora se educa cuidando no traumatizar al niño.
 ¿La virtud está en este caso en el término medio? ¿Qué hemos ganado y perdido con respecto a la generación de nuestros padres?
R. Hablando de nuestro entorno social, el de un país desarrollado, hemos de insistir en una idea.
 Nunca los niños han estado tan bien “tratados” desde que nos reconocemos como seres humanos.
 Nunca el ordenamiento jurídico que ampara los derechos de la infancia y de la adolescencia ha adquirido tanto valor, rigor, seriedad, criterio y eficiencia.
 El secreto, si es que existe, es educar desde el equilibrio, atendiendo las necesidades de nuestros hijos con esmero.
 Y esto supone, ineludiblemente, entender la frustración como una experiencia imprescindible. 
Entender que el “no” también educa, que es imprescindible el dolor, la insatisfacción, la duda, el conflicto.
 Que es necesario que se enfrenten al no puedo o no sé, y saber afrontar las situaciones.
 Con autonomía.


P: ¿Estamos más perdidos ahora los padres que antes?
R: A pesar de todo lo que sabemos y hemos ido aprendiendo de educación, a pesar de que las condiciones de vida han mejorado notablemente respecto a épocas pretéritas (siempre en términos generales y sin obviar situaciones desfavorecidas que no deben ser pasadas por alto), educar, hoy, es un proceso muy complejo. Influyen muchos factores.
 Padres y madres sabemos con certeza que el mundo ha cambiado y que nuestros hijos no precisamente van a mejorar las condiciones de vida que nosotros, sus padres, hemos tenido o tenemos.
 Y aparecen muchas más dudas. 
Y la obsesión, la preocupación porque no les falte de nada, que sean los mejores, competitivos… Y pueden perderse ciertos papeles en este proceso. 
 Las condiciones de vida han hecho, también, que tengamos menos hijos.
 Y se pierden cosas.
 Los hermanos cubrían, y cubren, una parte sustancial de la experiencia de crecer en compañía.
P: La falta de compromiso es una de las características de la adolescencia pero es que ahora dura pasados los 18 y eso tiene que tener un porqué. ¿Sabría decirme cuál?
R: Soy de los que piensan que, a pesar de las circunstancias expuestas, tenemos los mejores adolescentes y jóvenes de toda nuestra historia.
 Pero no les ayudamos con principios y criterios educativos de hiperprotección.
 Muy al contrario.
 Acondicionar su vida desde la inacabable comodidad no es el camino. 
Nos estamos engañando. 
Crecer significa afrontar, caerse, saber levantarse, ayudar a quien dobla la rodilla a tu lado; a quien lo está pasando mal.
 Crecer significa, también, llorar y saber secarse las lágrimas. Y seguir.
 Crecer significa esforzarse, y tener disciplina.
 Automotivarse en cada tarea, en cada momento. 
Estos son, querámoslo o no, principios esenciales del manual del buen padre, del buen educador.
 ¿Pero es que no nos damos cuenta?
José Antonio Luengo, es Psicólogo educativo, vicesecretario del Colegio de Psicólogos de Madrid. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid.




 

Ansia viva........................................ Luz Sánchez-Mellado

Dicen que los profesionales no dan abasto a atender a ansiosos, deprimidos, sufridores de eso que no es exactamente el cuerpo.

Una mujer yace en una cama. Getty Images
Son diez, quince minutos, media hora los peores días, pero esa eternidad en la que se te agarrota el espinazo, se te sale el corazón del plexo, se te viene el estómago a la boca y no te llega el pijama al cuerpo no te la quita nadie. 
Eso, sin que te pase nada ni a ti ni a los tuyos sino las prisas, las penas, las presiones, la vida. 
Nada distinto de lo que te pasaba anoche, cuando cogiste la cama como quien coge el último tren de vuelta al útero y cerraste al tiempo las pupilas y las rendijas del pánico a los peligros de ahí fuera.
 Bendita cama. Bendito sueño. Bendita tregua.
 Porque la guerra sigue
. Cuando vuelves en ti de repente, siempre a la misma hora de la madrugada oscura del alma, malditos biorritmos, ahí sigue el dinosaurio, Monterroso no se inventaba nada.
Entonces, debajo de la manta, o del nórdico gordo, o de la sabanilla fina en verano, tratas de recuperar el resuello y convencerte de que no, la mancha que te ha salido en la frente no es el aviso de un melanoma que te va a devorar viva. 
De que no, en el trabajo no se van a dar cuenta de que eres una impostora y te van a dar puerta.
 Y de que no, no van a caer sobre ti una tras otra las siete plagas de Egipto.
 Luego te levantas, te duchas, te pones la armadura de enfrentarte al prójimo, te tomas el primero de los equis placebos con los que vas engañando a la bestia a lo largo del día y parece que el tigre se domestica hasta que te arrea el próximo zarpazo y te vuelve a dejar tiritando de miedo a todo y a nada. 
Quien lo ha sentido sabe de lo que hablo.
 Somos legión, me temo. Cada poco, salen de eminencias de Nobel a psicólogos de barrio diciendo que no dan abasto a atender a ansiosos, deprimidos, sufridores de eso que no es exactamente el cuerpo y que, como no sabemos cómo llamar, llamamos espíritu.
 Y, eso, estando hartos de pan y wifi.
 Sí, me come la ansiedad, como a tantos. Como tantos, trato de vivir con ella.
 Y no, no nos quejamos de vicio.