Estas son las palabras, positivas y negativas, que más han pronunciado los monarcas en sus mensajes de Nochebuena.
"Nos llena de orgullo" se oyó en los televisores en 1994 y
en singular ("me llena de orgullo"), diez años más tarde. También "nos
llena de satisfacción", en 1995 y "para llenarnos de satisfacción", en
1987. Pero una de las muletillas atribuidas al rey Juan Carlos, "me
llena de orgullo y satisfacción", jamás se formuló así, al menos en un
mensaje de Nochebuena. La fórmula apareció solo una vez, en 1985, y el
Rey la dijo en plural y en futuro: "(...) nos llenará de orgullo y
satisfacción". Aparte
de latiguillos que, como se ve, han sido menos frecuentes de lo que
cabría pensar, el análisis de las palabras de los mensajes navideños
desde el primero de Juan Carlos I, en 1975, hasta el de Felipe IV en
2015 revelan una evolución en los asuntos que han tratado los monarcas
en sus discursos de Nochebuena. Para ello, les han dedicado más de
53.373 palabras.
Juan Carlos I y Felipe VI (en sus dos únicos discursos desde
su coronación) han usado un vocabulario algo mayor a los 6.000
vocablos. El año más parco fue el primero, con solo 574, pero el Rey se
desquitó a los cuatro años. Aquel 1979 cuadriplicó la extensión de su
mensaje, hasta las 2.386 palabras. Figura como el más largo de los
mensajes de Nochebuena. En Islandia es costumbre regalarse libros la víspera de Navidad
y terminar la velada leyendo en familia los ejemplares. Si en lugar de a
los mensajes, el Rey se hubiera dedicado a leer una novela a los
telespectadores aprovechando sus citas de Navidad, los discursos de 41
años habrían bastado para terminar las 220 páginas y más de 50.000
palabras de un libro de la extensión de Las Horas, la historia de tres mujeres que viven bajo el influjo de La señora Dalloway,
de Virginia Woolf. Y a poco que don Felipe se extienda un poco más en
sus próximos dos discursos, todas las intervenciones reales habrían
bastado para leer a los españoles, Nochebuena a Nochebuena, el clásico
de Faulkner —eso sí, nada navideño—Mientras agonizo.
Ningún otro español tiene dos premios Oscar para sí solo. Solo Manuel Gil Parrondo y Rico (Luarca, 1921), director artístico responsable de grandes clásicos del cine en la época cuando Hollywood trasladaba a España sus grandes rodajes. En su currículo epopeyas como El Cid —su empeño trasladó el rodaje a Torrelobatón, en España—, Lawrence de Arabia,Doctor Zhivago,Nicolás y Alejandra y Patton.
Las dos últimas le concedieron la estatuilla más preciada de la meca
del cine. Parrondo, que contaba con una carrera de 200 películas y
activo casi hasta el final, ha muerto este sábado a los 95 años, según
ha confirmado a EL PAÍS un amigo de su familia. Pero el trabajo del decorador no se limitó a Holywood, en España encadenó títulos con cineastas como su inseparable José Luis Garci. El abuelo, Canción de cuna, Ninette, La ciudad de los prodigios o La hora de los valientes. Entre sus colaboradores, contó con directores como George Cukor,
Stanley Kubrick, Orson Wellesy Anthony Mann, así como Jaime Chávarri o
Pilar Miró. En 2006, y a sus 85 años, incluso compitió por presidir la Academia de cine contra Ángeles González-Sinde.
Los
problemas del príncipe Enrique en el colegio y el amor entre sus dos
hijos, entre los temas sobre los que Diana de Gales escribía al
mayordomo del palacio de Buckingham.
La figura de Lady Di sigue despertando curiosidad y admiración a partes iguales. Así lo demuestra, por ejemplo, que tres de sus vestidos fueran vendidos
el pasado 13 de diciembre por 80.000 euros. Ahora un nuevo trozo de la
vida de Diana de Gales, de quien el año que viene se cumple el 20 aniversario de su muerte,
sale a la venta. El próximo 5 de enero se subastarán las cartas nunca
vistas que la princesa mandó a un empleado del palacio de Buckingham, y
en las que, entre otras cosas, muestra su faceta más íntima y cariñosa
hablando de sus dos hijos. “Enrique no deja de meterse en líos” o “Guillermo no deja de darle besos a su hermano” son solo algunas de las frases escritas de puño y letra por Diana de Gales
en unas cartas que le enviaba a Cyril Dickman, mayordomo durante varias
décadas de Buckingham hasta su jubilación, y que falleció hace pocos
años. Tras su muerte, fue su nieto quien encontró estas cartas que Diana
de Gales empezó a escribir en los años ochenta y que terminaron a
principios de los noventa. Su puja en la casa de subastas Cheffies de
Cambridge se espera que supere los 20.000 euros (el precio de salida de
las cartas son 15.000 libras, unos 17.500 euros). "La Familia Real lo
quería mucho. Cuando estuvo enfermo, casi al final de su vida, el
príncipe Carlos fue a verlo a su hogar en Londres", contó su nieto
Matthew Dickman a Cambridge News.
“La reacción que se ha producido al nacimiento de Enrique
y las muestras de cariño que hemos recibido nos han desbordado a mí y a
Carlos”, escribe en una de sus primeras cartas, el 20 de septiembre de
1984, poco después del nacimiento de su segundo hijo cuando Diana
Spencer tenía 23 años y el joven matrimonio estaba abrumado por la
cantidad de flores que recibió en su casa.
El matrimonio que por esas
fechas aún parecía feliz a ojos de los británicos.
“Guillermo adora a su
hermano menor y pasa todo el tiempo encima de Enrique con un sinfín de
abrazos y besos, y apenas deja que los padres se acerquen”, escribía en
la misma carta, en la que también le agradece a Cyril Dickman su
felicitación
Si Aznar quiere ver su tiempo reflejado en la ficción tendrá que esperar un rato.
Ana Botella y José María Aznar, en las playas de Oropesa en 1998. reuters
Mi marido ha venido a pasar las fiestas en Miami. Y le ha encantado mi arbolito de Navidad.
¡Por fin una buena noticia! Los adornos incluyen unos Elvis Presley con
distintos trajes, una princesa Disney y bolas de cristal de 99 céntimos
de dólar comprados en esos bazares con farmacia que dominan Estados
Unidos, como Wallgreens, CVS y WalMart, donde así como te compras estos
adornitos también puedes adquirir un jarabe o un rifle. Es la primera vez que no celebramos las Navidades en España. Y con el turrón ha llegado la noticia de que José María Aznar renuncia a la presidencia de honor del partido
que lo llevó al gobierno. La verdad, me he quedado de piedra, tan duro
como ese turrón. Pero me lo temía desde este verano, cuando las revistas
del corazón no publicaron ninguna fotografía suya en bañador. Me lo
callé porque pensé que me hacía quedar nostálgico recordar esa época en
la que Kyril de Bulgaria y José María Aznar competían por quién lucía
más pulseritas y abdominales. La verdad es que Aznar ha estado enfurruñado, quizás porque
las cosas no le salían como él quería. Amigos en común me han dicho que
cada vez que aparece una fotografía de Francisco Correa
saludando en la boda de su hija Ana, pierde masa muscular. Debe de ser
duro que una boda que planeaste con tanto mimo y seguridad de Estado
termine siendo el retrato de tu gestión presidencial. Y que sea una de
las pocas bodas de ese nivelazo que culminó con tantos invitados en la
cárcel. Por eso, a mí lo que me ha “movido”, como diría Kate del Castillo, es que, unos días antes de enviar su renuncia, Aznar acudió a una representación de El holandés errante
en el Teatro Real. Se trata de una ópera un poquito más popular que
otras de Wagner, concebida en una época de penurias del compositor y
durante un tormentoso viaje en barco desde Riga a Londres. Es la
historia de un capitán que vendió su alma a Satanás y está condenado a
navegar errante hasta que un verdadero amor lo libere. Musicalmente es
muy celebrada porque introduce el leitmotiv, ese tema central y
recurrente que persigue y define a los protagonistas. Es posible que
Aznar sienta que esta ópera le toca o le acaricia. Que él también yerra y
busca que una redención lo salve y haga olvidar esas otras cosas que
siempre le recordamos, como la guerra de Irak, Rodrigo Rato o el nombramiento de su sucesor como si estuviéramos en los tiempos del Rey Arturo. Mientras José María se aleja, Raphael y Raffaella regresan a televisión .
Aznar podría reunirse con ellos y preguntarles el secreto de su
permanencia. A mí me lo contó el propio Raphael en una entrevista.
“Tienes que saber estar en la primera fila. Pero también en la segunda. Y
en la tercera. Pero no más atrás”. Carrà, por su parte, me enseñó su
truco: “Ensayarlo todo. Dónde me voy a sentar, cómo me voy a levantar,
cuándo sujeto el micrófono”. Parecen cosas baladíes pero pueden explicar
que Rafaeella Carrà anuncie su retiro sin nombrar sucesora. Miguel Ángel Silvestre y Paula Echevarría en el último capítulo de la serie 'Velvet'.
Viendo el último capítulo de Velvet
confirmé que otro secreto para el éxito de nuestra ficción es que
suceda en el pasado. Por eso, sospecho que si Aznar quiere ver su tiempo
reflejado en la ficción tendrá que esperar un rato. Aunque mucha de la
ficción nos lleva hacia atrás, todo tiene su final y Velvet se acabó con una sensación temible en el aire: ¿Quién podrá sucederle? Suceder a alguien no es tan fácil. Hay gente insustituible, como Zsa Zsa Gabor, que era famosa por su fama, la precursora de Kim Kardashian. A su manera, también erró buscando siempre que el amor la salvara y
redimiera. Se casó nueve veces, con el heredero de los hoteles Hilton
(que también se casó con Elizabeth Taylor, que rivalizaba con Zsa Zsa en
matrimonios) y también con el inventor de la muñeca Barbie, quien
bromeaba con que la inspiradora de la célebre muñeca no fue Zsa Zsa,
sino su hermana Eva. Zsa Zsa tenía un don irrepetible: disparaba
titulares como nadie. “Nunca he odiado a un hombre lo suficiente como
para devolverle sus diamantes”. Zsa Zsa nunca habría acreditado a
Kardashian como su sucesora, intuía que en el momento en que lo haces
comienzas a parecerte al holandés errante.