Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

24 dic 2016

La única Navidad en que el Rey dijo “orgullo y satisfacción”

Estas son las palabras, positivas y negativas, que más han pronunciado los monarcas en sus mensajes de Nochebuena.

 

"Nos llena de orgullo" se oyó en los televisores en 1994 y en singular ("me llena de orgullo"), diez años más tarde.
 También "nos llena de satisfacción", en 1995 y "para llenarnos de satisfacción", en 1987.
 Pero una de las muletillas atribuidas al rey Juan Carlos, "me llena de orgullo y satisfacción", jamás se formuló así, al menos en un mensaje de Nochebuena.
 La fórmula apareció solo una vez, en 1985, y el Rey la dijo en plural y en futuro: "(...) nos llenará de orgullo y satisfacción".
Aparte de latiguillos que, como se ve, han sido menos frecuentes de lo que cabría pensar, el análisis de las palabras de los mensajes navideños desde el primero de Juan Carlos I, en 1975, hasta el de Felipe IV en 2015 revelan una evolución en los asuntos que han tratado los monarcas en sus discursos de Nochebuena.
 Para ello, les han dedicado más de 53.373 palabras.



Juan Carlos I y Felipe VI (en sus dos únicos discursos desde su coronación) han usado un vocabulario algo mayor a los 6.000 vocablos.
 El año más parco fue el primero, con solo 574, pero el Rey se desquitó a los cuatro años.
 Aquel 1979 cuadriplicó la extensión de su mensaje, hasta las 2.386 palabras. Figura como el más largo de los mensajes de Nochebuena.
En Islandia es costumbre regalarse libros la víspera de Navidad y terminar la velada leyendo en familia los ejemplares. 
Si en lugar de a los mensajes, el Rey se hubiera dedicado a leer una novela a los telespectadores aprovechando sus citas de Navidad, los discursos de 41 años habrían bastado para terminar las 220 páginas y más de 50.000 palabras de un libro de la extensión de Las Horas, la historia de tres mujeres que viven bajo el influjo de La señora Dalloway, de Virginia Woolf.
 Y a poco que don Felipe se extienda un poco más en sus próximos dos discursos, todas las intervenciones reales habrían bastado para leer a los españoles, Nochebuena a Nochebuena, el clásico de Faulkner —eso sí, nada navideño Mientras agonizo.

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