Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 nov 2016

Vargas Llosa conoce en Filipinas a la familia de Isabel Preysler

"Todos me ha tratado con mucho cariño" , ha dicho el escritor sobre su viaje familiar.

Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler. AP

 

El escritor Mario Vargas Llosa ha tenido la oportunidad de conocer a miembros de la familia de su compañera sentimental, Isabel Preysler, que aún residen en la capital filipina, su ciudad de origen, según confirmó este lunes la pareja. 
"Hemos estado viendo a la familia, exclusivamente a la familia", dijo Preysler.
 "No hemos tenido tiempo para más", agregó. 
El premio Nobel de literatura concretó que había podido conocer "a su hermana [de Isabel] y varios de sus primos y sobrinos".
"Todos me han tratado con mucho cariño", afirmó Vargas Llosa minutos después de haber dado una conferencia en la Universidad manileña de Santo Tomás, la más antigua del país.
El escritor contó asimismo que el pasado fin de semana la pareja visitó uno de los colegios a los que asistió Isabel Preysler antes de trasladarse a España de adolescente
. "Estuvimos en el colegio, y apareció una monjita que había sido profesora de Isabel, y que estaba muy lucida. 
Fue muy interesante conocer un poco la niñez y la juventud de Isabel", dijo Vargas Llosa ante su pareja.
 
Vargas Llosa e Isabel Preysler, en la Universidad de Santo Tomás. AP
El autor apuntó que se quedarán en Filipinas cuatro días más, y que pretenden "aprovechar para dar paseos y conocer directamente el país".
Vargas Llosa llegó a Manila el pasado miércoles, adonde ha viajado para pronunciar una conferencia hoy en la Universidad de Santo Tomás, mientras que mañana recibirá el doctorado honoris causa de la Universidad de La Salle.
 (No sé pero creo que Isabel nunca presentó a su familia a ningún marido) y la veo con cara de cansancio o de tristeza. Claro que allí no va con frecuencia, y menos con sus hijas y Miguel Boyer, quizás al tener que ir Vargas Llosa no le quedó más remedio, y eso debe aburrirla, está claro que a actos académicos no le gusta ir porque no deslumbra, está hecha para actos festivos. Y eso le cansa a Vargas y lo otro le cansa a la Preysler. No están hechos para nada como no sea el dinero que a Isabel le reporta "Su revista"

Berlín, en la órbita de Brecht............................................................... Andrés Fernández Rubio

En la calle berlinesa Chausseestrasse, en el número 125, está la última casa del dramaturgo.

 Y muy cerca, el Berliner Ensemble, su mítica compañía teatral.


Escenografía de Robert Wilson de la 'Ópera de cuatro cuartos' que se representa en Berlín.
Escenografía de Robert Wilson de la 'Ópera de cuatro cuartos' que se representa en Berlín. / L. Leslei
Con sus luces y sombras —por una parte, su influencia crucial en el teatro del siglo XX; por otra, su adscripción a una ideología fallida—, la figura de Bertolt Brecht sigue siendo un imán para los amantes de la escena, especialmente los jóvenes, que reivindican sobre todo su fresca y sarcástica primera etapa, la de la Ópera de cuatro cuartos.
  La obra sigue siendo una de las joyas del repertorio del Theater am Schiffbauerdamm (sede de la compañía Berliner Ensemble), el teatro berlinés donde se estrenó en 1928 y en el que se sigue representando (el próximo 6 y 7 de noviembre, en la onírica versión de Robert Wilson).
Por todo esto, llegar al número 125 de Chausseestrasse tiene algo de celebratorio. 
Los visitantes acuden con cuentagotas, pero sin pausa, a las visitas guiadas que cada media hora se suceden en la casa donde murió el autor de Madre Coraje y sus hijos.
El salón del piso que ocupó Brecht en Berlín entre 1953 y 1956, en el edificio donde está su archivo. / P. Lutz
En un patio al fondo del inmueble, traspasado el portal, están los apartamentos separados en los que vivió el poeta y dramaturgo y su segunda esposa, la actriz Helene Weigel, a partir de octubre de 1953. 
 Bertolt Brecht falleció en agosto de 1956 de un ataque al corazón, a los 58 años, en la pequeña cama de su pequeña habitación.
 En el edificio continuó instalada la actriz hasta su muerte en 1971.

Las estancias del apartamento de Brecht, salvo el dormitorio, son espaciosas, con sólidos muebles antiguos de madera.
 Esta mañana de septiembre la luz que entra con fuerza por los ventanales crea en el interior una atmósfera exuberante, muy teatral.
 En una carta de 1954 a su editor, Peter Suhrkamp, el dramaturgo hace esta descripción: “Las habitaciones son altas, como también las ventanas, todo de agradables proporciones.
 La habitación más grande tiene alrededor de 90 metros cuadrados, así que puedo distribuir varios escritorios para diferentes tareas (…). Ahora que vivo mucho más cerca del teatro tengo a mano a mi gente joven más que nunca.
 Aunque vienen en tropel, he de decir que es algo que me gusta”.
Nina Hagen (de rodillas), en su recital de canciones de Brecht en el Berliner Ensemble. / Lieberenz/ullstein
La mujer que guía la visita cuenta que todo en el piso se ha mantenido tal cual estaba, salvo el cambio de la madera del suelo y algún que otro retoque. 
Helene Weigel fundó a la muerte de Brecht el archivo destinado a clasificar y preservar su legado (se encuentra en el segundo piso). En las salas llaman especialmente la atención (entramos en la zona más resbaladiza de Brecht) los daguerrotipos, sobre un escritorio, de Marx y Engels (aunque no fue comunista de carnet, se consideraba marxista);
 en un estante, una fotografía de Lenin, cuyas obras completas destacan entre los más de 3.000 libros que pueblan las estanterías (en 1954 recibió el Premio Lenin de la Paz, lo que, según George Steiner, “le protegió de las argucias envidiosas de la oficialidad germano-oriental”); y, en la pared, un rollo desplegado con un poema de Mao (un fino poeta de su tiempo, pero también el responsable de millones de asesinatos en un reino en el que la violencia y el terror, según el historiador de la Universidad de Hong Kong Frank Dikötter, no eran una consecuencia, sino la esencia).

Nostalgia de una sala

Brecht se instaló aquí por la proximidad del apartamento con el teatro Am Schiffbauerdamm (hoy la plaza se llama Bertolt Brecht), el que sería sede a partir de 1954 de su mítica compañía Berliner Ensemble (fundada por él en 1949 en colaboración con Helene Weigel).
 Como era el teatro de su primer éxito, la Ópera de cuatro cuartos, con música de Kurt Weill, esa nostalgia le llevó a aceptar la invitación de dirigirlo y vivir en el Berlín comunista a partir de 1948.
Escultura de Beltolt Brecht frente al Berliner Ensemble. / Getty
Con parada en Suiza, venía huyendo de Estados Unidos, perseguido por el FBI y el Comité de Actividades Antiamericanas, y había intentado instalarse en Zúrich y en Viena.
 En estas dos ciudades no consiguió que le asignaran un teatro, lo cual lleva a pensar qué hubiera sido de la etapa final de su carrera de haberla podido desarrollar en un país democrático.
Sus técnicas teatrales aplicadas en Berlín Oriental, escribe George Steiner, desagradaron “a los grises mastines del realismo socialista, al igual que su constante insistencia en el pasado trágico de Alemania y en la historia general de los derrotados y los convertidos en víctimas”.
 El legado de Brecht (su apuesta argumental y reflexiva donde son determinantes la clase social y las relaciones de poder, su “teatro del héroe apaleado”, como lo definió Walter Benjamin) tuvo una influencia decisiva en la escena europea a partir de los cincuenta. Especialmente en Reino Unido, con las aclamadas visitas del Berliner Ensemble a Londres, primero por sus aportaciones a la técnica teatral y después, escribe el periodista Alan Riding, “por la forma en la que los directores británicos pasaron a abordar a Shakespeare y otros clásicos como dramas sociopolíticos”.
Javier Belloso
Además del ideológico, otro aspecto polémico de su trayectoria fue su relación con las mujeres.
 Durante la visita al apartamento de ­Brecht, la guía se refiere a las amantes del dramaturgo para explicar que, en esa etapa final en la vida de la pareja, Helene Weigel ya no quiso compartir piso con él. Ella dijo una vez que Brecht era muy fiel, “pero, por desgracia, a demasiadas mujeres”, y George Steiner lo definió, en el emancipado mundo del teatro, como alguien “sistemáticamente promiscuo”.
 John Fuegi, en su demoledor libro Brecht y compañía: sexo, política y la construcción del drama moderno, publicado en 1994, sostiene que una asistente y amante de Brecht, la escritora Elizabeth Hauptmann, tradujo y adaptó la mayor parte de la Ópera de cuatro cuartos (basada en una obra del siglo XVIII de John Gay).
 Otras dos amantes, Margarete Steffin y Ruth Berlau, le habrían ayudado en diversas tareas a componer varias de sus obras más conocidas (durante la etapa sueca y finlandesa de su exilio de 14 años, a partir de 1933, tras la llegada de Hitler al poder).

Un gran amor

La tesis del libro es que Brecht, amparándose en la creación colectiva, nunca reconocería estas ayudas, como lamentablemente tantas veces ha sucedido en la colaboración intelectual entre hombres y mujeres. 
Pero en su descargo vale la pena apuntar que a uno de sus grandes amores, Margarete Steffin, Brecht le sufragó 10 años de tratamientos y sanatorios contra la tuberculosis (ella murió a causa de la enfermedad en 1941 y él la llamó en un poema “mi pequeña profesora”).
Figura controvertida, objeto de aproximaciones en las que resulta complicado mantener el equilibrio, el periodista Higinio Polo escribió que el libro de John Fuegi fue utilizado por los grandes medios informativos “para proseguir con ahínco la demolición sistemática de la razón de la izquierda”.

 Sea como fuere, quedan las palabras de 1969 del director británico Peter Brook: “Brecht es una figura clave de nuestro tiempo, y todo el trabajo teatral de hoy comienza o retorna en algún punto a sus enunciados y logros”.
Al salir de los apartamentos de Brecht y Helene Weigel en esta soleada mañana en el barrio de Mitte, solo hay que caminar unos pasos para visitar sus sencillas tumbas.
 Ambos están enterrados en la finca contigua, el cementerio de Dorotheenstadt, donde también reposan Hegel, Fichte, Heinrich Mann o el genio de la arquitectura neoclasicista Karl Friedrich Schinkel (autor además de una histórica y fascinante escenografía de inspiración masónica para La flauta mágica, de Mozart, de 1816, que sigue reponiéndose).
 Todo un mundo teatral en Berlín.

Figura controvertida, objeto de aproximaciones en las que resulta complicado mantener el equilibrio, el periodista Higinio Polo escribió que el libro de John Fuegi fue utilizado por los grandes medios informativos “para proseguir con ahínco la demolición sistemática de la razón de la izquierda”. 
Sea como fuere, quedan las palabras de 1969 del director británico Peter Brook: “Brecht es una figura clave de nuestro tiempo, y todo el trabajo teatral de hoy comienza o retorna en algún punto a sus enunciados y logros”.

Al salir de los apartamentos de Brecht y Helene Weigel en esta soleada mañana en el barrio de Mitte, solo hay que caminar unos pasos para visitar sus sencillas tumbas. Ambos están enterrados en la finca contigua, el cementerio de Dorotheenstadt, donde también reposan Hegel, Fichte, Heinrich Mann o el genio de la arquitectura neoclasicista Karl Friedrich Schinkel (autor además de una histórica y fascinante escenografía de inspiración masónica para La flauta mágica, de Mozart, de 1816, que sigue reponiéndose). Todo un mundo teatral en Berlín.



 

Reina Penélope

Penélope Cruz retoca su maquillaje con parte del equipo de La reina de España reflejado en el espejo. / Jordi Socías
De los estudios de la UFA, donde se desarrollaba ‘La niña de tus ojos’, a los del Madrid de 1956 con ‘La reina de España’.
 Fernando Trueba retoma la historia de una de sus películas fetiche para recuperar a sus queridos actores, los reales y los ficticios. 
Otro escenario, otro rodaje, pero el mismo objetivo: mostrar su amor a un oficio, el cine, y narrar el desembarco de Hollywood en la España franquista.
AL PADRE DE Fernando Trueba le gustaban las películas históricas.
 Llevaba a su hijo a verlas pese a que al chico no le hacían especial gracia.
 Aunque el futuro cineasta prefería las de piratas y espadachines, hay que reconocer que Alejandro Magno, La caída del imperio romano, 55 días en Pekín o El Cid tenían un público fiel que disfrutaba con esos personajes de retórica monumental que surcaban espléndidos paisajes y decorados.
 Aquellos gigantes de cartón piedra, para incredulidad de muchos, se habían rodado allí mismo, en los alrededores de Madrid, no tan lejos de la casa familiar de los Trueba
. En La reina de España, nueva película del cineasta y continuación de una de las perlas de su carrera, La niña de tus ojos (1998), Trueba rescata el desembarco del cine de Hollywood en pleno franquismo, capítulo singular de la historia de España que culminó con el advenimiento en los años sesenta de los estudios del magnate de origen judío Samuel Bronston.2093PenelopeReina10

La historia bebe de la leyenda para hablar del amor a un oficio, un marco dorado para reunir 18 años después a un coro de personajes especialmente querido por su director.
 De los estudios de cine de la UFA en Berlín (donde ocurría La niña de tus ojos) al Madrid de 1956 (donde el rodaje de un biopic sobre Isabel la Católica reúne otra vez al grupo). 
Es decir, de Hitler a Franco, farándula y fascismo, dos ingredientes explosivos que vuelven a encontrarse.
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La actriz caracterizada de Isabel la Católica. Jordi Socías 
 Penélope Cruz es otra vez Macarena Granada, que regresa a su tierra como diva internacional para encarnar a la reina española. “No es fácil retomar el mismo personaje tantos años después, porque tiene que ser la misma pero tampoco puede ser igual;
 tenía que recuperar su esencia, su forma de hablar, sus gestos, pero sin imitarla, porque también ella ha cambiado”, afirma la actriz. Ella es el centro, pero, como advierte Trueba, el protagonista vuelve a ser “colectivo”, y el grupo que la arropa (Jorge Sanz, Antonio Resines, Santiago Segura, Loles León, Javier Cámara, Ana Belén, Neus Asensi, Arturo Ripstein, Rosa María Sardá, Chino Darín, Carlos Areces…) marca el paso.
Como telón de fondo, las tramoyas de un tiempo no tan lejano. Antonio Resines recuerda con nitidez una visita a principios de los años sesenta –también de la mano de su padre– al rodaje, en pleno parque del Retiro, de El fabuloso mundo del circo, de Henry Hathaway.
 O Penélope Cruz rememora pasar los fines de semana en su casa, “y en la tele, venga, otra vez El Cid”. 
 Pero Trueba advierte que su filme mira un poco más atrás, concretamente pone el foco en los rodajes “pre-Bronston” de finales de los años cincuenta, avanzadilla que se abrió paso con películas como Alejandro Magno (1956), de Robert Rossen, y Orgullo y pasión (1957), de Stanley Kramer.
 La primera se rodó, con Richard Burton en la piel del rey conquistador, en El Molar, Rascafría y Manzanares El Real, y la segunda, en escenarios de Ávila, donde Cary Grant, Sophia Loren y Frank Sinatra encabezan un reparto en el que hasta Adolfo Suárez trabajó como extra seducido por aquel ejército de luces.
 Los años han pasado para todos, no solo en la ficción.
 Algunos han llegado a presidentes de la Academia de Cine (Resines); otros han convertido en serie de culto una cómica y tierna autoficción (¿Qué fue de Jorge Sanz?), y hay hasta quien ha elevado a un corrupto y seboso policía a categoría de ídolo nacional (Segura). 
Un inexorable paso del tiempo que Jorge Sanz ve sin dramatismo: “En este oficio el tiempo no pasa, nos reencontramos como si nunca hubiéramos dejado de vernos”.
 La afirmación la suscribe Loles León al recordar su reencuentro con Penélope. 
“El primer día nos abrazamos, nos miramos a los ojos, y como si no hubiera pasado un solo momento”. 
Eso sí, con una cerveza cero en la mano, bromea Sanz: “Antes nadie nos echaba el lazo, ahora estamos más templados”. 
“Lo que no ha cambiado”, apunta Cruz, “es que, cuando nos reunimos para cenar, siempre están a punto de echarnos de los restaurantes por los gritos y los golpes en la mesa”. 
 Las ganas de volver a esta historia han generado muchas expectativas en un equipo que ansiaba el reencuentro. 
“Y todos”, dice Resines, “lo hemos celebrado con mucho agradecimiento”. 
Su personaje, Blas Ontiveros, carga con la parte más dramática.
 Ya no es un director famoso, ahora solo es un exiliado que regresa como una sombra de sí mismo desde un campo de concentración fascista. 
Trueba asegura que nunca pensó en una segunda parte, pero que, a fuerza de ser requerido por el destino de los personajes, empezó a preguntarse él también por ellos. 
“Y el guion fue naciendo en mi cabeza de forma natural, sin forzarlo.
 Lo escribí teniendo presente sus caras, sus voces, y eso era muy divertido para mí”. 
Una nómina a la que se han sumado voces nuevas, como la de Javier Cámara o Chino Darín.
 El joven actor argentino (irreconocible su acento natural después de un impresionante trabajo de voz) resume con puntería fina la experiencia:
 “La película es una oda al amor al cine y exactamente así lo vivimos”.
Con el director Fernando Trueba, que retoma en este filme la vida de los personajes de La niña de tus ojos. Jordi Socías
Cámara aporta otra palabra clave para todos: familia. “Me lo habían contado, esa capacidad de Cristina [Huete, compañera de Trueba y productora de la película] y de Fernando de crear un ambiente familiar y cálido donde es muy fácil disfrutar.
 Ahora lo he comprobado por mí mismo y, sí, es algo maravilloso”, afirma Cámara. 
Trueba tiene su propia explicación a este fenómeno en el que inciden veteranos y recién llegados:
 “Nosotros ya éramos así antes de dedicarnos al cine.
 En mi casa éramos ocho hermanos y aquello parecía el metro. Siempre estaba llena de amigos y de amigos de amigos.
 A Cristina le pasaba un poco igual. Yo era amigo de su padre, un tipo estupendo, y allí siempre entraba y salía gente nueva.
 Nos criamos rodeados del caos y confusión de nuestras casas y de alguna manera con nosotros se juntó el hambre con las ganas de comer. 
Pertenecemos a un mundo que cultiva la amistad y las relaciones humanas, me gusta pensar que en nuestra casa siempre hay sitio para que un amigo venga a comer”.
Jorge Sanz lo explica con la devoción de un hijo: “En este trabajo están los que te pellizcan para llorar y los que te enseñan a llorar. Yo he aprendido todo lo que tiene de artesano este oficio, sus valores profundos, ­gracias a Cristina y Fernando. 
Con 16 años no tenía ni idea de por dónde tirar y tuve la fortuna de trabajar con ellos en El año de las luces (1986).
 Era la primera vez que viajaba solo al extranjero, sin mi madre, y afortunadamente caí en sus manos”.
 Penélope Cruz no era mucho mayor cuando rodó con ellos Belle époque (1992), a los 18. 
“Se tomaba el trabajo tan en serio, era tan trabajadora, que impresionaba.
 En eso sigue siendo exactamente la misma”, recuerda Trueba. Cuesta no caer en la tentación de establecer un paralelismo entre ella y el personaje de Macarena Granada pero la actriz asegura que solo son “cositas”. 
“Nuestras vidas no pueden ser más diferentes.
 Quizá ese instante del Oscar me tocó [la actriz se refiere a una imagen breve, en el arranque del filme, en el que se ve a Granada recibiendo un Oscar, que dedica a su padre], pero lo cierto es que el Hollywood que yo he vivido no se parece en nada al de los grandes estudios de esos años”. 
Para Trueba, tanto La niña de tus ojos como ahora La reina de España (el cineasta deja abierta la puerta para una tercera entrega, quién sabe si en la Almería de finales de los sesenta) son su particular carta de amor al cine.
 Y por eso, explica, el anciano que a ojos del espectador abre las puertas de esos estudios donde se rueda con todo el lustre de Hollywood La reina de España no es un figurante anónimo, sino el director de fotografía Juan Mariné, de 97 años:
 “Él es el más veterano del cine español, empezó a rodar antes de la guerra. 
 Para mí, su presencia es de una importancia enorme porque esta película habla del amor al cine, a su gente, y ese rostro, desconocido para la mayoría, lo resume todo”. 
 

Entre David Bisbal y David Bowie......................................................... Diego A. Manrique

TVE ya no puede realizar programas como los que proporcionan prestigio a la BBC.

David Bowie y David Bisbal en sendas actuaciones.
La BBC ya está anunciando lo que será su conmemoración del primer aniversario de la muerte de David Bowie.
 Un ciclo de programas de televisión y radio que, por sus diferentes emisoras, saldrá al aire en enero de 2017, cuando el cantante habría cumplido 70 años.
Lo más apetitoso es David Bowie: the last five years, un documental de Francis Whatelly que promete indagar en su último espasmo de creatividad, cuando elaboró The next day y Blackstar, mientras supervisaba el musical Lazarus o su exposición en el londinense Victoria and Albert Museum.
 Una etapa fértil vivida fuera de los focos, sin dejar transparentar la enfermedad que culminaría en su fallecimiento el 10 de enero de 2016. 
 Ah, el mismo Whatelly firmó otro documental para la BBC Two, David Bowie: five years, que cubría cinco momentos álgidos del camaleón y se estrenó en 2013.
 Por lo demás, la emisora británica exhibirá musculatura: en Bowie at the BBC promete un combinado de actuaciones y entrevistas que cubrirá desde 1964 a 2016.
 El tipo de cosas que se hacen cuando se dispone de un archivo cuidado y se cumple con la obligación institucional de captar la cultura de un país.
 Oiga, en España no nos podemos quejar.
 Aquí, TVE lleva desde el 15 de octubre celebrando los 15 años de Operación Triunfo.
  Un desmelene de documentales y directos que amenaza con alargarse hasta Navidad; de hecho, ha colonizado los telediarios y el resto de la parrilla; por lo que sé, puede que incluso haya contaminado las transmisiones dominicales de la Santa Misa.
 Sería un miserable si negara a TVE la posibilidad de darse una alegría con la cuota de pantalla.
 Resultaría un esnob si discutiera la naturaleza del gozo de esos millones de espectadores que acudieron a las nuevas citas con OT. Aún así, el ejemplo de la BBC y Bowie hace suspirar por otros tiempos de la televisión pública, y no tan lejanos: cuando TVE combinaba la búsqueda de las grandes audiencias con el seguimiento de la creatividad, nacional e incluso internacional. Había voluntad, personal y medios para hacerlo.
 Hablo, claro, de la época a.Z. (antes de Zapatero). ¿Saben el chiste del hombre que quería adelgazar y se amputó los brazos? Aquel audaz Presidente arregló las cuentas de RTVE con un hachazo. Desmanteló un modelo de producción que funcionaba, mandando casi 5.000 trabajadores a casa, con el 92% de sueldo; un dinero que, por arte de magia, no salía del Presupuesto de TVE.
 En la empresa privada lo llamarían contabilidad creativa. 
Aquí, lo denominaremos el suicidio asistido más caro de la historia del medio: de golpe, se prescindió de la mayor parte del talento formado en Prado del Rey.
Desde 2006, la actual TVE está incapacitada para realizar programas como los que proporcionan prestigio –¡y cuantiosos ingresos!- a la BBC. Se limita, en el mejor de los casos, a confeccionar monstruos de Frankenstein, mediante el corto-y-pego. Respecto a los documentales, se vale de su extraordinario archivo para conseguir derechos de antena de producciones ajenas, a cambio de ceder sus imágenes, habitualmente comercializadas a precios inasequibles.
 Así que si muere un Paco de Lucía o un Enrique Morente, se recurre a un documental “de fuera” y misión cumplida.
 Como no quiero pecar de cenizo, me niego a especular con lo que ocurrirá cuando fallezcan otros creadores más esquivos o que simplemente no han tenido ese tratamiento ambicioso. 
Hay un peligro obvio: hoy, muchos documentales musicales son proyectos patrocinados por discográficas, pensados para ser vendidos en combos (suma de CD y DVD). Tienen un aire hagiográfico, cuando no directamente promocional.
 Eso nos devuelve a Operación Triunfo.
  Con la coartada de sus hipotéticos valores –capacidad de superación, competencia sana y que sé yo- se nos coló un producto hipercomercial a través de la televisión pública, gracias al general acobardamiento de los medios ante el boom
El fenómeno OT permitió que se hicieran grandes fortunas (y no, no estoy pensando en los artistas). 
A pesar de las promesas que directivos de TVE repetían en petit comité, los ingresos extra de aquella bonanza no revirtieron en programas musicales legítimos.
 Y así seguimos.
 Respecto a la opción que plantea el título, una respuesta evidente: tanto David Bisbal como David Bowie (o el equivalente español que quieran) deberían tener hueco en un panorama televisivo culturalmente sano.
 La desdicha es que solo un modelo de artista es visible en la España de 2016.