Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 nov 2016

Reina Penélope

Penélope Cruz retoca su maquillaje con parte del equipo de La reina de España reflejado en el espejo. / Jordi Socías
De los estudios de la UFA, donde se desarrollaba ‘La niña de tus ojos’, a los del Madrid de 1956 con ‘La reina de España’.
 Fernando Trueba retoma la historia de una de sus películas fetiche para recuperar a sus queridos actores, los reales y los ficticios. 
Otro escenario, otro rodaje, pero el mismo objetivo: mostrar su amor a un oficio, el cine, y narrar el desembarco de Hollywood en la España franquista.
AL PADRE DE Fernando Trueba le gustaban las películas históricas.
 Llevaba a su hijo a verlas pese a que al chico no le hacían especial gracia.
 Aunque el futuro cineasta prefería las de piratas y espadachines, hay que reconocer que Alejandro Magno, La caída del imperio romano, 55 días en Pekín o El Cid tenían un público fiel que disfrutaba con esos personajes de retórica monumental que surcaban espléndidos paisajes y decorados.
 Aquellos gigantes de cartón piedra, para incredulidad de muchos, se habían rodado allí mismo, en los alrededores de Madrid, no tan lejos de la casa familiar de los Trueba
. En La reina de España, nueva película del cineasta y continuación de una de las perlas de su carrera, La niña de tus ojos (1998), Trueba rescata el desembarco del cine de Hollywood en pleno franquismo, capítulo singular de la historia de España que culminó con el advenimiento en los años sesenta de los estudios del magnate de origen judío Samuel Bronston.2093PenelopeReina10

La historia bebe de la leyenda para hablar del amor a un oficio, un marco dorado para reunir 18 años después a un coro de personajes especialmente querido por su director.
 De los estudios de cine de la UFA en Berlín (donde ocurría La niña de tus ojos) al Madrid de 1956 (donde el rodaje de un biopic sobre Isabel la Católica reúne otra vez al grupo). 
Es decir, de Hitler a Franco, farándula y fascismo, dos ingredientes explosivos que vuelven a encontrarse.
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La actriz caracterizada de Isabel la Católica. Jordi Socías 
 Penélope Cruz es otra vez Macarena Granada, que regresa a su tierra como diva internacional para encarnar a la reina española. “No es fácil retomar el mismo personaje tantos años después, porque tiene que ser la misma pero tampoco puede ser igual;
 tenía que recuperar su esencia, su forma de hablar, sus gestos, pero sin imitarla, porque también ella ha cambiado”, afirma la actriz. Ella es el centro, pero, como advierte Trueba, el protagonista vuelve a ser “colectivo”, y el grupo que la arropa (Jorge Sanz, Antonio Resines, Santiago Segura, Loles León, Javier Cámara, Ana Belén, Neus Asensi, Arturo Ripstein, Rosa María Sardá, Chino Darín, Carlos Areces…) marca el paso.
Como telón de fondo, las tramoyas de un tiempo no tan lejano. Antonio Resines recuerda con nitidez una visita a principios de los años sesenta –también de la mano de su padre– al rodaje, en pleno parque del Retiro, de El fabuloso mundo del circo, de Henry Hathaway.
 O Penélope Cruz rememora pasar los fines de semana en su casa, “y en la tele, venga, otra vez El Cid”. 
 Pero Trueba advierte que su filme mira un poco más atrás, concretamente pone el foco en los rodajes “pre-Bronston” de finales de los años cincuenta, avanzadilla que se abrió paso con películas como Alejandro Magno (1956), de Robert Rossen, y Orgullo y pasión (1957), de Stanley Kramer.
 La primera se rodó, con Richard Burton en la piel del rey conquistador, en El Molar, Rascafría y Manzanares El Real, y la segunda, en escenarios de Ávila, donde Cary Grant, Sophia Loren y Frank Sinatra encabezan un reparto en el que hasta Adolfo Suárez trabajó como extra seducido por aquel ejército de luces.
 Los años han pasado para todos, no solo en la ficción.
 Algunos han llegado a presidentes de la Academia de Cine (Resines); otros han convertido en serie de culto una cómica y tierna autoficción (¿Qué fue de Jorge Sanz?), y hay hasta quien ha elevado a un corrupto y seboso policía a categoría de ídolo nacional (Segura). 
Un inexorable paso del tiempo que Jorge Sanz ve sin dramatismo: “En este oficio el tiempo no pasa, nos reencontramos como si nunca hubiéramos dejado de vernos”.
 La afirmación la suscribe Loles León al recordar su reencuentro con Penélope. 
“El primer día nos abrazamos, nos miramos a los ojos, y como si no hubiera pasado un solo momento”. 
Eso sí, con una cerveza cero en la mano, bromea Sanz: “Antes nadie nos echaba el lazo, ahora estamos más templados”. 
“Lo que no ha cambiado”, apunta Cruz, “es que, cuando nos reunimos para cenar, siempre están a punto de echarnos de los restaurantes por los gritos y los golpes en la mesa”. 
 Las ganas de volver a esta historia han generado muchas expectativas en un equipo que ansiaba el reencuentro. 
“Y todos”, dice Resines, “lo hemos celebrado con mucho agradecimiento”. 
Su personaje, Blas Ontiveros, carga con la parte más dramática.
 Ya no es un director famoso, ahora solo es un exiliado que regresa como una sombra de sí mismo desde un campo de concentración fascista. 
Trueba asegura que nunca pensó en una segunda parte, pero que, a fuerza de ser requerido por el destino de los personajes, empezó a preguntarse él también por ellos. 
“Y el guion fue naciendo en mi cabeza de forma natural, sin forzarlo.
 Lo escribí teniendo presente sus caras, sus voces, y eso era muy divertido para mí”. 
Una nómina a la que se han sumado voces nuevas, como la de Javier Cámara o Chino Darín.
 El joven actor argentino (irreconocible su acento natural después de un impresionante trabajo de voz) resume con puntería fina la experiencia:
 “La película es una oda al amor al cine y exactamente así lo vivimos”.
Con el director Fernando Trueba, que retoma en este filme la vida de los personajes de La niña de tus ojos. Jordi Socías
Cámara aporta otra palabra clave para todos: familia. “Me lo habían contado, esa capacidad de Cristina [Huete, compañera de Trueba y productora de la película] y de Fernando de crear un ambiente familiar y cálido donde es muy fácil disfrutar.
 Ahora lo he comprobado por mí mismo y, sí, es algo maravilloso”, afirma Cámara. 
Trueba tiene su propia explicación a este fenómeno en el que inciden veteranos y recién llegados:
 “Nosotros ya éramos así antes de dedicarnos al cine.
 En mi casa éramos ocho hermanos y aquello parecía el metro. Siempre estaba llena de amigos y de amigos de amigos.
 A Cristina le pasaba un poco igual. Yo era amigo de su padre, un tipo estupendo, y allí siempre entraba y salía gente nueva.
 Nos criamos rodeados del caos y confusión de nuestras casas y de alguna manera con nosotros se juntó el hambre con las ganas de comer. 
Pertenecemos a un mundo que cultiva la amistad y las relaciones humanas, me gusta pensar que en nuestra casa siempre hay sitio para que un amigo venga a comer”.
Jorge Sanz lo explica con la devoción de un hijo: “En este trabajo están los que te pellizcan para llorar y los que te enseñan a llorar. Yo he aprendido todo lo que tiene de artesano este oficio, sus valores profundos, ­gracias a Cristina y Fernando. 
Con 16 años no tenía ni idea de por dónde tirar y tuve la fortuna de trabajar con ellos en El año de las luces (1986).
 Era la primera vez que viajaba solo al extranjero, sin mi madre, y afortunadamente caí en sus manos”.
 Penélope Cruz no era mucho mayor cuando rodó con ellos Belle époque (1992), a los 18. 
“Se tomaba el trabajo tan en serio, era tan trabajadora, que impresionaba.
 En eso sigue siendo exactamente la misma”, recuerda Trueba. Cuesta no caer en la tentación de establecer un paralelismo entre ella y el personaje de Macarena Granada pero la actriz asegura que solo son “cositas”. 
“Nuestras vidas no pueden ser más diferentes.
 Quizá ese instante del Oscar me tocó [la actriz se refiere a una imagen breve, en el arranque del filme, en el que se ve a Granada recibiendo un Oscar, que dedica a su padre], pero lo cierto es que el Hollywood que yo he vivido no se parece en nada al de los grandes estudios de esos años”. 
Para Trueba, tanto La niña de tus ojos como ahora La reina de España (el cineasta deja abierta la puerta para una tercera entrega, quién sabe si en la Almería de finales de los sesenta) son su particular carta de amor al cine.
 Y por eso, explica, el anciano que a ojos del espectador abre las puertas de esos estudios donde se rueda con todo el lustre de Hollywood La reina de España no es un figurante anónimo, sino el director de fotografía Juan Mariné, de 97 años:
 “Él es el más veterano del cine español, empezó a rodar antes de la guerra. 
 Para mí, su presencia es de una importancia enorme porque esta película habla del amor al cine, a su gente, y ese rostro, desconocido para la mayoría, lo resume todo”. 
 

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