Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

13 ago 2016

Vivir en Comunidad...................................................................................... Mai Montero.

Puebla de la Sierra, a 90 kilómetros de Madrid, es un lugar idílico donde la autogestión y la solidaridad vecinal forman parte de su filosofía.

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Vista de los montes cercanos desde Puebla de la Sierra.

Hay pueblos pequeños, hay pueblos bonitos, hay pueblos con historia, y después está Puebla de la Sierra.
 Una localidad, que además de contar con todos los adjetivos anteriores es un ejemplo de unión, convivencia y tranquilidad.
 A escasos 90 kilómetros de la capital, y dejando atrás un puerto con pronunciadas curvas, Puebla, con solo 73 habitantes censados, recibe al visitante con arte en sus calles, naturaleza, casas de piedra y silencio.
La localidad forma parte de la Sierra del Rincón, uno de los parajes más espectaculares de la Comunidad de Madrid.
 Y un enclave que fue declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco en junio de 2005 “por su riqueza paisajística y su biodiversidad”.
 También forman parte de esta reserva La Hiruela, Montejo de la Sierra, Horcajuelo de la Sierra y Prádena del Rincón.
Las calles de Puebla recién asfaltadas dejan a ambos lados una hilera de casas construidas en madera y piedra de gneis y pizarra que forman la fotografía perfecta de un pueblo de alta montaña.
 El punto de encuentro es la plaza del Ayuntamiento, en la que una hospedería y la iglesia terminan de cerrar la postal. 
Un poquito más abajo se encuentra el bar de Filo, una mujer trabajadora que atiende a sus clientes con desparpajo.
 Si se visita la localidad a las cuatro de la tarde, todos estarán durmiendo y habrá que esperar en una sombra a que abran los locales. Aquí, la siesta es sagrada.
Quizá uno de los mejores representantes del espíritu que se respira en este lugar sea Lourdes Elías, la concejala de agricultura, ganadería, cultura y mujer.
 Elías, que lleva 19 años viviendo en Puebla, decidió dejar su casa, cerca de la Puerta del Sol, y su oficina, para elegir la forma de vida que de verdad le gustaba. 
“Una forma mágica de vivir”, es la frase que se lee en la camiseta de Elías, que no pierde la sonrisa contando todas las actividades que organizan en el pueblo.
 “Somos muy pocos, pero nos organizamos muy bien”, asegura. Aunque parezca impensable, la rutina de esta madrileña es muy ajetreada.
 Colabora en un grupo de teatro formado por varios vecinos, baila jotas, se encarga de cuidar su propio huerto y de elaborar sus conservas, e incluso hace su propio pan en un horno de leña antiguo que conserva en casa. 
“El invierno es todavía más divertido que el verano, no nos gusta parar ni un minuto”, añade.

Este modo de vida parece haber contagiado a muchos de los vecinos en el pueblo.
 En el año 2000, un grupo de siete jóvenes procedentes de la capital decidieron trasladar su lugar de residencia a esta localidad para crear una cooperativa de pastores. 
Con una formación universitaria de ingenieros forestales, biólogos o veterinarios, este grupo sigue hoy en día viviendo del trabajo rural y autogestionándose.
 Se les conoce como los Apisquillos.
 Cabras, ovejas, cerdos y varios huertos sustentan la economía del grupo.
 Aunque su principal actividad es la producción de carne y lácteos.
El método de regadío sigue siendo el mismo que se utilizaba antiguamente.
 Aún se conservan las regueras que suministran agua a las huertas en las que 21 puebleros y puebleras plantan sus hortalizas. Sobrevivir y ser independientes es una ley no escrita de esta localidad, que también se extiende a los alrededores.
 Por ello, varios pueblos como Madarcos se han unido a Puebla y han formado un grupo de consumo en el que intercambian y venden sus productos. 

Durante el invierno, las nieves cubren Puebla y hacen que el acceso a este enclave rural sea más complicado.
 Pese a ello, las 50 personas que viven allí todo el año, de las cuales 15 son menores de edad y solo dos superan los 80 años, intentan seguir con sus actividades habituales.
El punto que más preocupa a los lugareños es no tener una escuela propia y que los niños tengan que viajar por el serpenteado camino, a veces helado, para llegar al colegio más próximo, que está en Montejo de la Sierra.
 Además, este inconveniente hace que la gente no se termine de asentar en la localidad, pese aunque quiera disfrutar de todas las ventajas que ofrece esta tierra.
Cuando aprieta el frío, Puebla es un lugar idóneo para tomar una muestra de su gastronomía más típica al lado de la chimenea. Patatas resecas, judiones, sopas canas y leche recién ordeñada harán del yantar una experiencia rural única. Poco queda para que chisporrotee la lumbre.
El turismo rural también forma parte esencial de la vida del pueblo, varias casas privadas se alquilan a los visitantes, además de otras tres que pertenecen al Ayuntamiento.

 

Carmen Dell’Orefice, 85 años de belleza eterna..............................................................Laura García del Río

Basta verla para darse cuenta de que sabe posar ante una cámara.

 Lo hizo para Avedon, Penn y Horst. Y ahora lo hace para S Moda de la mano de la firma Airfield.

 

Carmen Dell’Orefice, 85 años de belleza eterna
Foto: Anne-Marie von Sarosdy
Diva es una palabra con la que se la describe a menudo.
 Pero ni Dell’Orefice se siente identificada con ella ni da en el clavo.
 La maniquí conserva la belleza y el porte –obra de años de ballet– y una columna vertebral sorprendentemente erguida para una mujer de su edad.
 Y se sabe interesante. Pero no cae en la soberbia que suele venir con el título.
 Cuando llegamos a la sesión de fotos está sentada junto a un radiador.
 En Düsseldorf –la firma Airfield ha elegido el Teatro Capitol de la ciudad como escenario de su desfile de o-i 2016/2017– la lluvia es el pan de cada día.
No es precisamente el escenario perfecto para su artritis, algo de lo que tampoco tiene ningún problema en hablar.
 «Es la cadera; me da guerra. Pero enciende la grabadora y empecemos. Después tengo que ir a la prueba de vestuario», ordena.
A Dell’Oferice no le gusta hacerse esperar.
 «La puntualidad es algo que se aprecia en una modelo», sentencia.
 Y aunque la entrevista se alarga 20 minutos más de lo previsto, no refunfuña ni una sola vez.
 La disciplina es otra de sus virtudes.
 De nuevo, algo que agradecer al ballet.
 Cuentan que en 1944 Diana Vreeland le dijo que tenía el cuello un centímetro y medio demasiado corto. Y ella, diligentemente, lo hizo crecer.
 El cómo sigue siendo un misterio.
 Y Dell’Orefice tampoco parece muy dada a recrearse en esta hazaña.
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Pero cuando comienza la sesión de fotos, la neoyorquina se transforma.
 La vertiente de diva se hace fuerte frente a la cámara. 
«En esta habitación hay mucha gente», protesta.
 Entre las tres personas de prensa, la coordinadora de Airfield, el chico de las luces, el maquillador, el equipo de S Moda y un cámara que esta grabando el making of, no le falta razón
.Y en ninguna otra, en realidad
. «Aprendí a ignorar las adversidades de este trabajo», sentencia. 
Con un solo gesto despacha a la cohorte, a excepción de la fotógrafa, y cierra las cortinas de terciopelo rojo que caen, más de cuatro metros, del techo al suelo del escenario.
 Se nota que ha cerrado muchas cortinas así.
 Lo hace con la soltura –y el dramatismo– de las actrices del viejo Hollywood.
 Y borda el papel. Claro que su vida es un guión esperando a ser escrito
Su padre era un violinista italiano y su madre, una bailarina húngara. 
 Él las abandonó y ellas se ganaban la vida como podían
. En el Nueva York de los años 30, no nadaban precisamente en la abundancia. A los 12 años enfermó de fiebre reumática y tuvo que dejar el ballet.
 «Esa fue mi primera muerte en vida», dice. Con 13, un agente la descubrió en el autobús de camino al trabajo y la introdujo en el glamuroso mundo de la moda.
 A los 15 tuvo su primera portada para una cabecera importante.
 A los 19, su primer marido. Después vendrían dos más –uno de ellos fue el fotógrafo Richard Heimann– y varias idas y venidas profesionales y financieras –incluido un fraude de Bernie Madoff que la dejó en la bancarrota–. Es consciente de lo extraordinario de su biografía.
 «Siempre he sabido que mi vida no era corriente. La gente reaccionaba ante mí de un modo distinto. Nunca tuve muchos amigos, porque nos mudábamos tan a menudo que no me daba tiempo a hacerlos.
 Pero cuando empecé a trabajar llevábamos casi un año en el mismo sitio
. El dependiente del supermercado de la esquina estaba maravillado con que yo saliera en las revistas. Le parecía algo importante.
 Pero a mí lo único que me interesaba era que cobraba siete dólares y cincuenta centavos la hora y podía ayudar a mi madre a pagar el alquiler», recuerda.
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La estrella hace 60 años.
Foto: Erika Stone / Getty Images
Y si el comienzo fue excepcional, lo que vino después no se quedó corto.
 Richard Avedon, Horst P. Horst, Irving Penn, Blumenfeld… Incluso una breve etapa como musa de Dalí
 Dell’Orefice ha posado para los grandes artistas de nuestro siglo y ha protagonizado las páginas de las grandes cabeceras de moda.
«Carmen estaba en las portadas antes de que la madre de Kate Moss naciera», recalca David Downton, su acompañante para la velada.
 El ilustrador, que hace un par de años obligó a la que hoy es su musa y amiga a recuperar todas las fotos que tenía olvidadas debajo de la cama para orquestar una exposición en su honor en el London College of Fashion, es el responsable del penúltimo regreso de la maniquí.
 Y el hecho de que hoy, con 85 años recién cumplidos, la neoyorquina siga engrosando su porfolio –están las campañas para Rolex, los desfiles para Elie Tahari y Airfield, y el catálogo de Target– es un reafirmación de su persistente atractivo
Models.com, la página de consulta oficial para todo director de casting, sitúa a Dell’Orefice en los primeros puestos de su ranking de leyendas.
 Ella no sabe ni de la existencia de la web. «Si alguien me considera una leyenda, es su problema. No lo soy.
 Ni tampoco un ejemplo a seguir. Soy una mujer trabajadora, una madre, una hija. Y punto», dice. ¿Acaba de hacer una declaración feminista?
 «Nunca me he puesto etiquetas y no voy a empezar a hacerlo ahora.
 Me crió una madre soltera y desde muy joven tuve responsabilidades reales.
 Nunca sentí la necesidad de ponerme en pie y declarar mi independencia. Ya la tenía
. Abordo mi vida como una obra de teatro: yo soy la guionista, la directora, la jefa de vestuario», afirma. Está claro que tiene madera para la interpretación
. «Es mi trabajo: crear una imagen capaz de trasladar a una sociedad sin imaginación a un lugar más bonito», explica..
Un retrato de 1951 de la modelo, capaz de lucir con gracia el tocado más aparatoso y de añadir un centímetro y medio de longitud a su cuello –perfecto para los grandes collares de perlas de la época–, por deseo de Diana Vreeland.
Un retrato de 1951 de la modelo, capaz de lucir con gracia el tocado más aparatoso y de añadir un centímetro y medio de longitud a su cuello –perfecto para los grandes collares de perlas de la época–, por deseo de Diana Vreeland.
Foto: Bettmann / Getty Images

 Esa es la razón por la que, opina, la gente reacciona cuando ve a una mujer mayor en una revista. «No son capaces de imaginarlo.
 Y les sirve como validación de que pueden tener una vida así de larga y maravillosa. Objetivamente, si lo pienso, yo también querría ser la mujer que sale en esas fotos. Lo divertido es que lo soy». Dell’Orefice sabe dónde acaba el personaje y dónde empieza la persona
. «He sido retratada por fotógrafos maravillosos. Avedon, Penn, Liberman, Blumenfeld», enumera. Y podríamos seguir un rato largo
. «Me han convertido en una imagen que –y esto es algo que he entendido con los años– representa lo que esos artistas ven en mí, no lo que soy.
 Pero con ellos he aprendido ese baile sin palabras entre modelo y fotógrafo. Y, sinceramente, no podría haber tenido una escuela mejor
. Esa gente tenía gusto, sentido estético y visión. Hoy todo es… plano», sentencia.
No es la primera veterana que se lamenta por las nuevas generaciones de modelos. «Representan la comercialización.
 La moda se ha vuelto insípida. Debe de haber una serie de estilistas que se han hecho con el mando y ahora todo el mundo lleva el mismo peinado, la misma ropa, el mismo todo.
 Es monótono. ¡Y aburrido!», exclama.
 Aun así, jubilarse no entra en sus planes. «¿Que por qué sigo trabajando? Por la misma razón por la que respiro. Me da vida», argumenta.
 «Cuando estoy en una sesión, no quiero que acabe». Y la respuesta cuando le preguntamos por qué aceptó ser imagen de Airfield es igual de sincera y rotunda. «Porque me querían. Y yo quería ver si podía inspirar a su público
. Eso es lo que me gusta de esta firma: creo que viste a gente real, de cualquier edad, con cualquier tipo de cuerpo
. El mundo de la moda actual está borrando ciertos límites», declara la neoyorquina.
Y, la verdad, la de Airfield es el tipo de ropa que me compraría».
En 1965, vestida con abrigo cocoon rojo, cuello de pelo y casquete, tal y como dictaban las tendencias de la época. Una de las muchas que Dell’Orefice ha vivido (y retratado) en sus más de 70 años de trayectoria.
En 1965, vestida con abrigo cocoon rojo, cuello de pelo y casquete, tal y como dictaban las tendencias de la época. Una de las muchas que Dell’Orefice ha vivido (y retratado) en sus más de 70 años de trayectoria.
No puede decir lo mismo de los pantalones de cuero que quisieron ponerle hace unos meses en una sesión de fotos con un joven diseñador norteamericano. «Es una prenda que nunca he comprendido.
 Son tremendamente incómodos. Jamás me los compraría ni los vestiría por voluntad propia. 
Pero si fuese para una foto –una que fuese elegante–, tal vez lo haría», concede. 
Al fin y al cabo, es modelo. «Es el trabajo por el que me pagan. El reto es conseguir que parezca que me encantan, proyectar esa imagen sin perder la dignidad», explica.
Oportunamente, en ese momento la responsable de prensa de Airfield entra en el camerino que han improvisado en el backstage –los del teatro están en la planta de arriba y las escaleras no son lo mejor para unas articulaciones débiles–. Trae el conjunto que Dell’Orefice ha elegido para el desfile. 
El que le habían preparado en un principio –un traje con una chaqueta de tweed rosa– no le convencía, y lo cambió por un abrigo de leopardo. «Creo que es pequeño», dice la maniquí. «Nunca nada me queda bien. Avedon siempre se quejaba de mis hombros. Decía que eran anchos como los de un futbolista. 
 La primera vez que lo escuché decir eso estaba en el camerino, vistiéndome, y me fui a la azotea a llorar.
 Pero volví al estudio y me puse delante de la cámara, de perfil. Aquella foto salió maravillosa», recuerda. 
No es una mujer que se derrumbe con facilidad. Y queda claro cuando se pone de pie frente al espejo. Sigue posando como en aquellas fotos de Avedon
. «Quiero verme. Necesito inspirarme antes de salir a la pasarela», dice. Vuelve la diva. 
 Que empiece el espectáculo.

Blanca Portillo: “Cruzo los dedos para sentir que es real lo que me está ocurriendo”..................... Aurora Intxausti

La actriz dice que la madurez hace que se pueda enfrentar a casi todo.

 Con la experiencia del paso del tiempo, llega a los cines por primera vez como protagonista y va a producir teatro.

La actriz Blanca Portillo.
Pese a la serenidad de su voz va de un sitio a otro con cierta premura para dar a conocer cómo es la mujer que interpreta en Secuestro, su primer papel como protagonista en el cine y que se estrenará el 19 de agosto. Blanca Portillo (Madrid, 1963) responde a esta entrevista en una calurosa mañana en Madrid en la que la temperatura se aproxima a los 40 grados.
 Ella no para, tiene tantas cosas pendientes por estrenar y hacer que le da la sensación de que su tiempo se engulle con demasiada rapidez.

Pregunta. ¿Es una mujer afortunada?
Respuesta. He ido poco a poco y estoy en un momento especial de la vida.
 Cuando me levanto cruzo los dedos de los pies y de las manos sin tropezarme para comprobar que es real lo que me está ocurriendo.
P. ¿Es intuitiva en lo profesional y en lo personal?
R. No tengo pareja.
 Y en el primer momento las cosas importantes que me ocurren las consulto conmigo misma. Luego, siempre tienes cuatro o cinco amigos con los que cotejas o pides opinión.
 Pero la intuición me ha funcionado bastante bien y en la vida te vas poniendo retos.
 Los asumes aunque te den vértigo, pero la experiencia, la madurez y la sabiduría que te da el paso del tiempo hacen que te puedas enfrentar a casi todo.
P. Primer protagonista en el cine, una madre a la que le secuestran el hijo. ¿Qué es capaz de hacer el ser humano por amor?
R. Casi de todo, puedes llegar a situarte en la línea de lo inmoral e ilegal.
 Estar en la cuerda floja.
 Eso no significa que esté de acuerdo con ello, ni que el fin justifique los medios.
 Pero he tratado de entender hasta qué punto sería capaz de hacerlo.
 No soy madre, pero sí conozco bien a la mía, que ha tenido ocho hijos, y que cara al exterior era una mujer dura y con nosotros tremendamente cariñosa.
 En situaciones límite creo que somos capaces de hacer muchas cosas que en frío sería impensable. Secuestro es una película dirigida por Mar Targarona, que se estrena el 19 de agosto, y en la que interpreto a Patricia de Lucas, madre de un hijo sordo.

P. Este curso se ha subido al escenario del Teatro Real con la ópera El emperador de la Atlántida, ha protagonizado una película, estrena una serie de ficción en Tele 5, Sé quién eres y una obra de teatro, El cartógrafo de Juan Mayorga.
R. La promoción de una película es casi más agotadora que el trabajo de la película, pero hay que hacerlo.
 Hasta que se produzca el estreno será un poco estresante, luego dependerá de la taquilla y de los espectadores.
 Lo de subirse al escenario del Teatro Real fue emocionante, nunca pensé que podía pisarlo y de repente te ves allí y es un lujo.
 Bueno, la verdad es que yo disfruto mucho con lo que hago.
 Me apasiona y me embarco en muchas historias sin mirar atrás.
P. ¿Y el verano?
R. Descanso absoluto.
 No hay nada más placentero que una buena lectura, una cena, una copa de vino y amigos.
 Me gusta perderme en lugares en los que nadie me conozca y pueda ser Blanquita, sin más.
 Así que este verano estaré en un sitio perdido en el que nadie sea capaz de reconocerme.
 
Blanca Portillo, en una escena de " El testamento de María" , de Colm Tóibín, en una adaptación de Agustí Villaronga, en el Teatro Lliure de Barcelona.
 
P. ¿Mar o montaña?
R. No soy de mar, pero cuando llevas un tiempo sin verlo lo necesitas y este año me toca alguna ciudad costera.
 No me gusta tostarme al sol, pero sí tumbarme en una hamaca tranquila y poder leer esos libros acumulados durante los meses anteriores
. Tengo pendientes obras de teatro y alguna que otra novela, aunque soy ávida lectora durante el resto del año.
P. ¿Cómo se presenta su otoño?
R. ¡Uff! Con mucho trabajo.
Varios estrenos en poco tiempo y centrarme en la obra del dramaturgo Juan Mayorga, produzco e interpreto El cartógrafo.
  La pieza dramática presenta la búsqueda de la verdad partiendo del documento fotográfico y la relación entre dos tiempos: el pasado —ceñido al momento de la creación del gueto de Varsovia — y la actualidad.
P. Un texto nada fácil.
 Con usted se rompe la regla de que es difícil encontrar papeles para mujeres que han pasado de los 50.
R. Y encima ejerzo de productora e intérprete.


 

Política + pactos= televisión, tuits, tertulias y turismo...................................... Juan Cruz

Este largo puente ha dejado a los periodistas huérfanos de voces autorizadas.

Rajoy corre con José Benito Suárez, presidente de la Autoridad Portuaria de Marín y marido de Ana Pastor, este viernes en la Ruta da Pedra e da Auga en Ribadumia (Pontevedra). EFE
Los políticos que tienen que tomar las iniciativas para los pactos de investidura (se supone que de Mariano Rajoy) han dejado todo en mano de los tertulianos de la televisión y se han ido de turismo. Unos se han ido con paradero desconocido, y el principal se ha ido a cumplir con la fe mariana.
 Extraña la vocación viajera de los que ahora se hablan, Rajoy y Rivera, porque, habiendo el sosiego de este larguísimo puente, podrían haber quedado para deshojar juntos la dichosa hojita de Ciudadanos.
 
Rajoy corre con José Benito Suárez, presidente de la Autoridad Portuaria de Marín y marido de Ana Pastor, este viernes en la Ruta da Pedra e da Auga en Ribadumia (Pontevedra). EFE

Pero, no, se han ido.
 Como no tenían nada que hacer, se supone, la huida hacia los lados de Pablo Iglesias y de Pedro Sánchez es menos sintomática; el primero se defiende enviando tuits y el segundo ha optado por la incógnita sobre su paradero y sobre los pasos que piensa dar. 
Sus equipos explican esas ausencias diciendo que son asuntos propios.
 Pero como los fotógrafos periodistas quieren sacar algo más que el oro y la mirra de Río los buscan como a Diógenes, y no hallan sino Perseidas.

Se suponía que la política no descansaba; en la época de Franco, Carlos Arias Navarro se fijaba en la lucecita de El Pardo, siempre encendida, para decir que Franco seguía trabajando.
 Estaría trabajando en la lectura de Mientras agonizo, de Faulkner, pero no consta que la leyera nunca
. Cuando a Rajoy lo llamó el falso Puigdemont, al líder del PP no se le ocurrió otra cosa que revelar el contenido de su agenda: nada.
 Si por aquel entonces le hubieran preguntado a los suyos los periodistas que ahora lo encuentran haciendo el Camino de Santiago, seguro que esos portavoces hubieran dicho que estaba metido en contactos secretos.
 La ausencia de Rivera, que es más locuaz y más saltarín aún que Rajoy, es mucho más preocupante, porque, después de su irrupción de Capitán Trueno (o de Supermanalbert) el martes, se esperaba que acabara su maratón poco antes de que Rajoy se reuniera con su cónclave.
 Pero ha preferido irse de veraneo, con lo cual parece que ha suspendido temporalmente su cruzada de servicio a la patria.
Los otros dos palos de esta baraja de cuatro, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, han optado por el silencio, aquel enemigo de Atahualpa Yupanqui y su carreta.
 Iglesias resurgió para decir su tuit, desde la lejanía celestial (el asalto a los cielos lo tiene pospuesto, quizá indefinidamente), una vez que oyó a Rivera, con el que se habla solo en presencia de Jordi Évole.
 ¿Y Pedro Sánchez? Él ha entonado la canción de Raimon, Diguem no, y con ella se protege bajo las sombrillas de agosto.
 Por eso digo que este largo puente ha dejado a los periodistas huérfanos de voces autorizadas; los tertulianos (que no son necesariamente periodistas) lo tienen más fácil que los periodistas de noticias, pues, al contrario que los periodistas, a los tertulianos con intuir les basta.
 Y los políticos creen que con mandar unos tuits, mientras hacen turismo, la gente se siente segura de que sus elegidos están haciendo la política como Dios manda. 
Y no están haciendo política, no nos engañemos, están haciendo turismo.
 Y redes sociales.