Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 ago 2016

Muere el filósofo Gustavo Bueno...............................................El pensador, de 91 años, ha muerto en Asturias, dos días después que su esposa


El filósofo Gustavo Bueno, en 2003 en Madrid.
El filósofo riojano Gustavo Bueno Martínez ha fallecido este domingo a los 91 años en la localidad asturiana de Niembro, donde tenía una residencia, según ha informado la fundación que lleva su nombre
 . Bueno ha fallecido sólo dos días después que su esposa, Carmen Sánchez Revilla, de 95 años.
Catedrático de Filosofía de la Universidad de Oviedo durante casi 30 años y uno de los jefes de fila del pensamiento marxista español, fue autor de numerosos libros y artículos sobre ontologia, filosofía de la ciencia, ateísmo o televisión, entre otros temas.
 Se definía como un "escolástico puro".
 Recibió el título de hijo adoptivo de Oviedo en 1996 y se hizo muy conocido en España por un participación en debates y programas de televisión.

El concurso Operación Triunfo es "basura fabricada deliberadamente para obtener mayores audiencias" frente a la "basura desvelada" -el caso de Gran Hermano-, "que no se hace deliberadamente", dijo durante la presentación de su libro Telebasura y democracia en febrero de 2002
. "Ser de izquierdas no significa nada o demasiadas cosas", dijo un año después, también en la presentación de otra de sus obras El mito de la izquierda. Las izquierdas y la derecha.
En Asturias desarrolló el grueso de su pensamiento y de su extensa y profunda producción intelectual, aglutinando en torno a su figura y su obra a un escogido grupo de profesores y de discípulos que conforman la escuela filosófica denominado grupo de Oviedo.
La capilla ardiente familiar estará abierta desde las 18.00 en su casa de Niembro y el lunes se abrirá al público otra en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Santo Domingo de la Calzada, del que era natural el filósofo fallecido.
La ceremonia de despedida será a las 17.00. Será enterrado en el cementerio de Santo Domingo de la Calzada.

Unos sostenes más en verano.............................................................................. Juan Cruz

Bernhard odiaba Austria, Salzburgo, pero sobre todo odiaba el mundo, poblado de idiotas.

Representación teatral de 'Una fiesta para Boris', una de las obras de Thomas Bernhard, en Salzburgo. Le importaba un rábano, o un pepino, el mundo entero, empezando por Salzburgo. Nada es cierto de su gris armonía, decía. 
Es legendaria la declaración del cómico norteamericano W. C. Fields, de Filadelfia, que puso en su epitafio (inscrito en su tumba en un cementerio de Nueva York): “Mejor aquí que en Filadelfia”. Bernhard odiaba Austria, Salzburgo, pero sobre todo odiaba el mundo, poblado de idiotas. 
Los editores eran idiotas, los actores eran idiotas, los periodistas eran idiotas, los que lo invitaban a dar conferencias (en España, sobre todo) eran también idiotas. Los traductores eran idiotas, los impresores eran idiotas.
Y Salzburgo, claro. Salzburgo era una ciudad de idiotas.
 Pero “la gente que viene aquí en verano por solo dos o tres semanas, se aloja y es atendida en un buen hotel y va luego a alguna ópera estúpida, se siente arrullada”.
 Están engañados. “La verdad es que en Salzburgo solo se ven por ahí rostros malhumorados, difícilmente se puede encontrar a gentes de rostro abierto
. Son como el tiempo, como las casas, húmedos y estúpidos y en el fondo brutales. 
No son más que víctimas y chantajistas eternos”.

Son tan estúpidos, continúa el autor de Helada, que rara vez se considera a sí mismo idiota, que [los habitantes de Salzburgo] “quieren exterminarlo y destrozarlo todo y fusilar y matar y limpiar”.
 Los que van caen en la trampa de la ciudad, y ellos se aprovechan, porque los tenderos de Salzburgo “venden unas medias y unos sostenes más en verano a esa gente que se siente bien y, si no fuera por eso, tampoco organizarían nada. 
Porque no les importa nada”.
El naufragio de Salzburgo, a los ojos de su ilustre habitante esquivo, es también el de Austria, su país. “Se ahogará a sí mismo en la cuna, este pequeño país. 
Aquí no se puede hacer nada, mire a la gente, póngalos uno al lado del otro, son algo imposible”.
Los denuestos no dejan, como diría Richard Ford, ni flores en las grietas.
 Al contrario. 
Esas son solo algunas flores oscurecidas por el ánimo de Bernhard mientras charlaba con el radiofonista Kurt Hoffman. Esas Conversaciones con Thomas Bernhard (Anagrama 1991) son un escalofrío de disgusto del autor con su país, con su gente, con su tiempo y con los que están alrededor de su oficio. 
Su traductor es Miguel Sáenz, que ayer nos remitía al principio de El origen, de los textos autobiográficos publicados también por Anagrama: “Salzburgo es una fachada pérfida, en la que el mundo pinta ininterrumpidamente su falsedad, y de la cual lo [o el] creador tiene que atrofiarse y pervertirse y morirse lentamente.
 Mi ciudad de origen es en realidad una enfermedad mortal”.
 Dice Sáenz sobre el absoluto disgusto de Bernhard por Salzburgo: “Su infancia allí fue atroz, su madre veía en él al marido que la abandonó, estudió en un colegio nazi en la que había una imagen de Hitler; el colegio luego fue católico, y la imagen fue de un santo, pero siguió siendo nazi
.Los bombardeos norteamericanos sobre la ciudad lo traumatizaron; una vez halló en el suelo, entre los restos de la matanza, el brazo de un niño. 
 Un tiempo penoso que lo persiguió toda la vida. Fueron, además, muy duros con él en Austria. Ahora lo glorifican. ¡Un día veremos bombones de chocolate con su cara!” Quizá ya hay.

 

¿En qué novela vives?.........................................................................Félix de Azúa

Rue de Paris, temps de pluie, DE Gustave Caillebotte, 1877. Imagen: (DP).
Rue de Paris, temps de pluie, de Gustave Caillebotte, 1877. Imagen: (DP).
Toda ciudad es una novela (lo contrario no es cierto) siempre que el novelista tenga talento espacial y sepa distribuir cada volumen edificado y sus habitantes particulares como un bloque verosímil. Luego están las Ciudades invisibles, título de un famoso libro de Calvino en el que aparecen posibles ciudades según la catalogación que Borges atribuyó a un entomólogo chino: insectos que molestan al emperador, insectos que suenan como el cristal, etcétera.
 De la misma manera: ciudades que destruyen la memoria del viajero, ciudades que por la noche se pueblan con difuntos antiguos, etcétera. 
Pero si olvidamos las ciudades invisibles y en cambio nos interesamos por las ciudades imaginadas, no cabe duda de que el gran inventor de las mismas fue Charles Dickens.
Cuando imaginamos Londres, incluso si hemos vivido allí o somos turistas habituados a sus calles y monumentos, lo hacemos con los materiales de Dickens aunque no lo hayamos leído, porque la pintura, la fotografía y el cine han copiado minuciosamente la técnica narrativa de Dickens para distribuir espacios urbanos y distinguir a sus distintos ciudadanos.
 Dicho de un modo algo violento: Londres será eternamente victoriano mientras no aparezca otro escritor capaz de construir una nueva imagen.

Por supuesto todo lector de Dickens sabe que en el joven escritor solo había dos Londres, el bueno y el malo, el de los ricos y el de los pobres, el de los barrios aristocráticos y el de los barrios proletarios.
 Los protagonistas solían sufrir un avatar prodigioso que les llevaba de un Londres al otro, sea para caer en la abyección de los mugrientos laberintos próximos al Támesis, sea para salvarse en una reluciente mansión próxima a Regent’s Park.
 Si usted es un lector de Dickens un poco más experimentado o pasional, sabe también que en el último Dickens, en cambio, hay tres Londres diferenciados porque aparece un tercer espacio entre la ciudad del bien y la ciudad del mal. 
Ese tercer espacio es el de la clase media que va a tomar posesión de los barrios funcionariales y de negocios a lo largo de la vida de Dickens.
La tercera fuerza evitará el maniqueísmo de la etapa juvenil, dará mayor riqueza a la aventura narrativa y permitirá a Dickens alguna de las más portentosas descripciones del hogar burgués, tan distinto del palacio y de la miserable vivienda de los Jerry Buildings.
 De hecho, la tercera zona urbana será el refugio privilegiado de quienes ya comienzan a mirar con sospecha a la aristocracia y no dejan de tener un principio de conmiseración por los miserables, sentimiento entonces poco frecuente. 
El tercer espacio es el de la conciencia y el de la inteligencia.
Si comparamos concienzudamente la construcción literaria del Londres victoriano de Dickens, en su perfección artística, con el París de Proust, la sorpresa es considerable.
 Ambos escritores se llevan unos sesenta años, de manera que Proust puede muy bien ser el nieto de Dickens.
 Sin embargo, el proceso es prácticamente el mismo. También en Proust hay dos ciudades al principio que finalmente serán tres, aunque las tres estén en el mismo libro. 
Recordará el lector que en las seis mil páginas de La Recherche se analiza minuciosamente la vida parisina a lo largo de cuarenta años con frecuentes saltos a la etapa anterior, la de la guerra franco-prusiana.
Curiosamente el tercer espacio «ciudadano» de Proust no está en la ciudad sino en el campo colindante con la gran capital, en los pueblecitos de veraneo de la burguesía, los cuales constituían una prolongación natural de la vida social capitalina, algo que en Inglaterra no sucedió jamás. 
Y también será en los pueblecitos de los alrededores de París en donde el protagonista, Marcel, descubrirá todo lo que determina su vida artística y sentimental, como la princesa de Guermantes, el gran Swann o la ambigua Gilberte.
 El tercer espacio era, de nuevo, el lugar del espíritu.
Ciudad dickensiana para la eternidad es el Londres victoriano. Ciudad proustiana para la eternidad es el París de la gran burguesía. Sin embargo, seguramente la mayoría de nosotros vivimos en la ciudad kafkiana, el laberinto impenetrable de nuestra interioridad.


En la extensísima narración de la vida de Marcel y de sus padres, Proust anota con sagacidad que su primera vivienda, en el centro noble de la ciudad, está sin embargo habitada por numerosos proletarios y artesanos. Las clases sociales ocupaban los mismos edificios en jerarquía vertical. En el principal, los más ricos, en las últimas alturas (las chambres de bonne) los más pobres, en la entrada talleres artesanos. Pero cuando llegamos al final de la novela las clases se han separado y los proletarios han sido expulsados a los bulevares exteriores.
En realidad esta separación se produjo con la reforma del barón Haussmann que comenzó con Napoleón III, pero se prolongó hasta la terminación del bulevar Raspail ya en pleno Art Nouveau. Haussmann abrió en canal la ciudad, reventó el suelo, derribó miles de casas, abrió enormes avenidas, todo con el fin de levantar la ciudad más moderna de Europa y (de paso) arrasar los núcleos obreros que habían resultado peligrosísimos en las dos revoluciones comuneras. De un París interclasista se pasó a dos ciudades separadas, como el primer Londres de Dickens.

6 ago 2016

Las confesiones de Sergio Morate.................................... Patricia Ortega Dolz

Un año después del doble crimen de Cuenca se conocen los detalles de lo que les ocurrió a Marina y Laura.

Morate es escoltado por la Policía, en Rumanía en 2015. ADRIAN PICLISAN (EFE) / EL PAÍS VÍDEO
La debilidad de un asesino puede ser difícil de encontrar pero, si se da con ella, es bastante probable que se dé también con el asesino.
 El punto débil de Sergio Morate era su madre. No pudo evitar llamarla varias veces para decirle que estaba bien y tranquilizarla
. De un día para otro se había convertido en el hombre más buscado de España
. Llevaba varios días huyendo de la policía.
 Había conducido sin apenas descanso su Seat Ibiza verde desde Cuenca hasta el paso fronterizo de Portbou (Girona).
 Había cruzado a Francia, y seguía su espantada monitorizado por agentes de la Unidad de Delincuencia Especializad y Violenta (UDEV), que esperaban a que llegase a casa de un amigo suyo en Rumanía.
 Allí le darían caza con mayor facilidad. Así ocurrió.
La tarde del 14 de agosto, con los cadáveres de Marina Okarynska —26 años y exnovia de Morate— y su amiga Laura del Hoyo —24 años— aún pendientes de los resultados de la autopsia en la morgue de Cuenca, llegaba la noticia
: Sergio Morate había sido detenido en la localidad rumana de Lugoj (provincia de Timisoara) en casa de Istvan Horvath.
 Se trataba de un tipo que había conocido en prisión, como al amigo colombiano con quien supuestamente se había montado la coartada de su crimen.
Todo se torció, “se me fue de las manos”, le diría después a uno de los agentes que lo custodió en su regreso desde Rumanía.
 Pero Morate había planeado fríamente el asesinato de su exnovia Marina, de origen ucraniano.
Ella le había dejado.
 Se había vuelto a Rumanía y se había casado con otro ocho meses después.
 Ella le había ignorado y despreciado cuando fue a recibirla al aeropuerto, tras enterarse de que regresaba por unos días a España.
 En realidad, ella solo le llamó por teléfono para decirle que quería recoger las cuatro cosas que aún le quedaban en su apartamento.
 Bueno, le llamó una vez más, minutos antes de morir.

Morate es escoltado por la Policía, en Rumanía en 2015. ADRIAN PICLISAN (EFE) / EL PAÍS VÍDEO



Aquella calurosa tarde del 6 de agosto pasado, de la que hoy se cumple exactamente un año, las dos amigas llegaron en el coche de Laura hasta las inmediaciones de la urbanización Ars Natura, donde vivía Morate, a escaso kilómetro y medio de sus casas.
 Marina le telefoneó por el camino para advertirle de que estaban llegando y de que subiría con su amiga a coger sus bártulos.
 Él, nervioso, trató de disuadirla y le pidió que lo dejara mejor para otro día. Ella insistió y subieron.
Una botellita de agua de la Virgen de Fátima delató al presunto asesino
Les abrió la puerta y cerró la cerradura por dentro inmediatamente después
. Entró con Marina en la habitación, dejando a Laura esperando fuera.
 Y, en cuanto pudo, le ajustó una brida de plástico al cuello.
 Solo quedaba esperar. Se desplomó en el suelo.
 De ahí el golpe en la cabeza que señalaría la autopsia días más tarde, tras constatar que había muerto estrangulada.
Al oír el estruendo, Laura se alarmó y abrió la puerta del cuarto.
 Asustada, intentó huir, pero la puerta de la calle estaba cerrada con llave. Fue entonces, supuestamente, cuando Morate la golpeó en la cabeza, la tiró al suelo y la estranguló allí mismo, con sus propias manos.
El primer asesinato era el planeado
. El segundo, no. “Yo no quería matar a Laura”, le confesaría después al agente. “Pero no me quedó más remedio”.

Todo se complicó. Solo había comprado cal para enterrar un cuerpo.
 Y, ahora, en ese recodo del río Huécar, a escasos tres kilómetros de Palomera, el pueblo de su madre, tendría que meter dos cadáveres en lugar de uno.
“Acabé destrozado de tanto cavar, tuve hasta agujetas”, le diría después a ese “tipo grandullón y amable”, con pinta de poli bueno, que se había ganado la confianza de su madre semanas antes.
 Así le describió ella por teléfono al investigador "bueno", que después él elegiría de confidente, mientras estaba detenido y muerto de miedo por la posibilidad de ser juzgado en Rumanía.
Un concierto, la coartada perfecta
Metió los dos cuerpos en sendas bolsas de basura grandes que había comprado para la ocasión
. Y esperó a que llegase su amigo el colombiano, recién salido de la cárcel y con quien esa misma tarde tenía previsto irse a un concierto a Valencia, su coartada perfecta.
Morate no pensaba contárselo, quería tenerlo todo resuelto para cuando llegase, pero se vio desbordado por la situación y le pidió ayuda.
 Al colombiano le faltó tiempo para irse al concierto solo
. Se quitó de en medio y así lo comprobaron después los agentes: “Estaba en Alicante”.
Tuvo que bajar el solo los dos cuerpos al garaje aquella misma tarde, meterlos en el coche, llevarlos hasta Palomera, cavar una fosa y enterrar a las dos chicas.
 Lo hizo en tiempo récord. “Se asustó cuando vio pasar a un coche de policía, pensó que ya le estaban buscando y comenzó su precipitada huida hacia Rumanía”, aseguran fuentes de la investigación.
No le fue fácil a la policía hallar pruebas que pudiesen demostrar los hechos.
 Más allá de estas confesiones a “su agente de confianza”, no había restos de sangre en el apartamento, registrado al menos en tres ocasiones.
Y tampoco el coche fue concluyente
. Sin embargo, al presunto asesino, —que se negó a declarar ante el juez y que aún sigue en prisión pendiente de que se celebre el juicio con juzgado popular— se le olvidó algo en una de las escenas del crimen.
 Algo que delató, una vez más, su mayor debilidad.
 Junto al hoyo donde se encontraron los cadáveres de Marina y Laura, los agentes recogieron una botellita de agua de la Virgen de Fátima, una de las muchas que guardaba la madre de Morate en su casa de Palomera.

Sin fecha para el juicio

De nuevo carteles y fotos
. Las calles de Cuenca vuelven a inundarse de carteles, fotos y pancartas que claman “justicia” un año después de la desaparición de las dos amigas Marina Okarynska y Laura del Hoyo.
Pena Máxima. Piden “la pena máxima para el asesino”, como ha reclamado sin descanso María, la madre de Laura, en las últimas semanas.
Pasos previos al juicio.
 Una vez que las diligencias previas se transformaron en procedimiento del Tribunal del Jurado el pasado mes de junio, se están terminando de presentar los escritos provisionales, que es el paso previo a la apertura de juicio oral.
Sin fecha.
Todavía no hay fecha para la celebración de ese juicio con jurado popular, en el que se sentará en el banquillo el presunto autor de ambos asesinatos, el conquense, de 31 años y exnovio de Marina, Sergio Morate.