Hugh Herr, el hombre biónico, premio Princesa Asturias de Investigación.
El
investigador del Instituto Tecnológico de Massachussetts recibe el
galardón por el desarrollo de prótesis para personas amputadas.
El estadounidense Hugh Herr, investigador del Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT), es el nuevo Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica.
Este experto mundial en biónica ha recibido el galardón por el diseño y desarrollo de prótesis tecnológicamente avanzadas.
El trabajo de Herr como científico e ingeniero nace en parte de una
desgracia.
Solo tenía 17 años cuando, en 1982, durante una escalada en
el Barranco de Huntington (Nuevo Hampshire) fue sorprendido por una
ventisca que le mantuvo tres noches perdido a temperaturas de 29 grados
bajo cero.
Fue rescatado con vida, pero las secuelas del congelamiento
hicieron que le amputasen las dos piernas por debajo de las rodillas.
Traumatizado por la muerte de uno de los voluntarios que ayudó a su
rescate y decepcionado por la falta de tecnología de las prótesis que le
pusieron en el hospital, este biofísico decidió volcarse en el diseño
de piezas más avanzadas para volver a escalar y para ayudar a otras
personas que, al igual que él, carecen de piernas.
Herr necesitó muy poco tiempo para recuperarse.
Solo 12 meses después
de su accidente estaba escalando de nuevo y, según aseguraba en un artículo publicado en la revista Popular Science,
lo hacía mejor que cuando tenía las dos piernas.
Para lograrlo,
abandonó la idea de que las extremidades biónicas tuviesen que parecerse
a los miembros humanos
. Lo importante era la función, y creó piernas
con alturas ajustables y accesorios para introducir el pie en grietas o
poder apoyarse en salientes diminutos.
Desde entonces, su cuerpo se ha convertido en su principal banco de
pruebas y no se conforma con devolver y mejorar la movilidad de personas
que han sufrido amputaciones, también quiere mejorar los cuerpos de
personas sanas. Herr ha abierto nuevas líneas de investigación,
dando lugar a una clase de biohíbridos, de prótesis “inteligentes”, que
han acelerado la fusión del cuerpo y la máquina y aumentado su fuerza y
resistencia. Sus métodos abarcan un conjunto de disciplinas científicas y
tecnológicas, desde la ciencia biomecánica y del control de los
movimientos biológicos hasta el diseño de dispositivos biomédicos. Sus logros han tenido un impacto significativo en personas con
discapacidad física, a través de las prótesis de rodilla adaptables para
amputados femorales o las ortoprótesis de tobillo y pie, para pie
equino y patologías causadas por parálisis cerebral o esclerosis
múltiple. Herr ha empleado modelos de puente cruzado del músculo
esquelético para el diseño y optimización de una nueva clase de
mecanismos de propulsión humana que amplifican la resistencia para
actividades anaeróbicas, y ha construido zapatos elásticos que aumentan
la resistencia aeróbica al caminar y correr. Es el fundador de la
compañía BiONx Medical Technologies (antigua iWalk), encargada de
comercializar BiOM® Ankle, una prótesis de miembros inferiores que
proporciona energía emulando la función muscular e imitando el
movimiento del tobillo y aporta una estabilidad que se ajusta a
cualquier superficie.
Este galardón, que el año pasado recayó en las bioquímicas Emmanuelle
Charpentier y Jennifer Doudna por sus trabajos en la edición del genoma
y al que este año optaban 34 candidaturas, está dotado con 50.000
euros, una reproducción de una escultura de Joan Miró, un diploma y una
insignia que tradicionalmente entrega el rey Felipe en octubre en el
Teatro Campoamor de Oviedo.
Nacido
en Sucha, Galicia, Imperio Austrohúngaro (hoy Polonia), Samuel Wilder
(posteriormente Billy Wilder) ha pasado ha ser reconocido como uno de
los mejores directores de la historia del cine por méritos propios.
Aportó a esta mismo al menos cinco obras maestras, y otro buen número de
grandes cintas que no han envejecido apenas.
Portador de un humor cínico, y a veces irreverente, Billy Wilder supo
hacer gala también de la mayor corrección y elegancia visual posible, al
alcance solo de unos pocos, en sus películas sabiendo alternar humor,
drama, suspense, e incluso acción. Sus guiones, con algunos de los
mejores diálogos de la historia, han transformado sus historias en
auténticas joyas que han influido de manera infinita a los autores de la
actualidad.
Ganador de 5 Oscars, 2 Globos de Oro, una Palma de Cannes, y otro gran
número de premios, este alumno aventajado del gran maestro Ernst
Lubitsch ha dejado para la posteridad un sin fin de geniales anécdotas que reflejan su personalidad y carácter, y que ayudan a comprender mejor aún sus películas.
En 1952 le pidieron un listado con sus 10 películas favoritas.
Hoy, me gustaría dejaros las mías, pero de este gran maestro. Es, sin
duda alguna, una tarea complicada y en la que no necesariamente podría
coincidir con el lector, pero algo es seguro: nadie dirá que ninguna de
ellas no es una gran película. Son de Billy Wilder.
Estas son las diez cintas escogidas, ordenadas cronológicamente:
Double Indemnity (Perdición, 1944)
Con 38 años, Wilder salta a la fama con esta obra maestra considerada
como una de las primeras, sino la primera, cinta de cine negro.
Asentó,
sin duda alguna, las bases de este género definitivamente con una
historia de suspense e intriga que pocos han superado a día de hoy.
Consiguió 7 nominaciones a los Oscar, incluyendo Película, Director y Guión.
The Lost Weekend (Días sin huella, 1945)
Al año siguiente volvió por todo lo alto con otra obra maestra. En este
caso se centró en el alcoholismo del protagonista, y los esfuerzos de
este para dejar dicho vicio. Analiza la autodestrucción a la que se
sometido y las consecuencias que este conlleva. Una película que aún a
día de hoy impacta al espectador.
Ganó 4 Oscar, incluyendo Película, Director y Guión.
Al poco de llegar a Hollywood, Wilder se sintió atraído por las antiguas
estrellas del cine mudo que tanto le habían cautivado de joven y que
ahora vivían aisladas del mundo en sus grandes mansiones tratando de
evitar que el tiempo pasara para ellas mientras se marchitaban
lentamente. El hecho de como la industria había dado la espalda a estos a
pesar de su gran contribución al cine llamó la atención al director,
que decidió contarlo en una historia sobre los excesos de la fama, la
fortuna, el glamour, la pérdida de estos, y el ansia de recuperarlos a
cualquier precio.
Consiguió 11 nominaciones a los Oscar, incluyendo Película, Director y Guión, ganando este último, además de otros dos.
Si el año anterior había realizado una feroz crítica a la industria que
le daba de comer, con su siguiente película iba a seguir los mismos
pasos contra la primera industria que le alimentó, el periodismo.
Conocedor de las tácticas de los periodistas para obtener fama y fortuna
a costa de sus historias (sean reales o no), en este caso vemos como un
hombre pone en peligro la vida de otro para que la noticia dure el
mayor tiempo posible beneficiándose de tener la primicia en busca del
éxito. No solo el mundo del periodismo es retratado, también la
atracción de la sociedad y la hipocresía que despierta ante las
desgracias ajenas.
Consiguió 1 nominación al Oscar en Mejor Guión. Curiosamente, la película fue un gran fracaso.
Stalag 17 (Traidor en el Infierno, 1953)
Billy Wilder fue uno de los números directores
que durante la II Guerra Mundial pusieron su granito de arena en lo
referente a documentación bélica. Si bien no estuvo en el frente, si
tuvo el desagradable honor de rodar en alguno de los campos de
concentración nazis que las tropas aliadas iban liberando. Debido a
razones personales, jamás realizó una película que tratara el tema (si
bien se dice que estuvo cerca de rodar La Lista de Schindler), si que
dirigió una cinta sobre un campo de concentración, aunque en este caso
de prisioneros de guerra. Wilder combina en esta cinta su típico humor
ácido con escenas y situaciones más crudas que pocos directores supieron
retrataron con mayor acierto en su época.
Consiguió 3 nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Director. Obtuvo el de Mejor Actor.
Un gran sector de la crítica la considera su mejor película. Dependerá
de cada uno, pero algo es cierto: Wilder jugó en esta cinta a ser
Hitchcock y consiguió un resultado igual o incluso superior al mejor
trabajo del director británico. Basado en un relato corto de Agatha
Christie, Wilder supo combinar nuevamente las bases del cine de juicios e
intriga, con su toque de humor único. Con uno de los mejores finales de
la historia, la cinta pide al espectador no revelar el final a otro que
no lo haya visto para así mantener la tensión hasta el final.
Consiguió 6 nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película y Director.
The Spirit of St. Louis (El héroe solitario, 1957)
Si podemos catalogar el cine de Wilder como Wilderiano, esta cinta sería
sin duda alguna la menos Wilderiana de su filmografía. Esta película,
en la que se narra parte de la vida del famoso piloto Charles Lindberg, y
su histórico y peligroso vuelo transoceánico, es una rara avis
en el cine de Wilder, pero no por ello deja de ser peor que otras
cuantas. De hecho, es in duda alguna su película más infravalorada, ya
que si al menos El Gran Carnaval es una película que se ha reivindicado
con el paso de los años, esta sigue aún en el limbo, con único aliciente
al parecer, de ser la única colaboración entre el director y el
legendario James Stewart. A pesar de conocer el final por ser un hecho
mundialmente conocido, la tensión constante y reinante en la película en
las escenas del avión son dignas de elogio, más cuando Wilder estaba
acostumbrado a otro tipo de cine completamente distinto. Creo que esta
película merece una nueva oportunidad por parte del espectador.
Consiguió una nominación al Oscar.
Some Like It Hot (Con Faldas y lo loco, 1959)
Siendo considerada como la comedia más brillante de la historia del cine, ¿hace falta decir algo más? Bueno, sí. Nadie es perfecto.
Se hizo con seis nominaciones, destacando Director y Guión.
The Apartament (El Apartamento, 1960)
Aunque esté catalogada como comedia, en las lineas de este soberbio
guión se esconde torpemente una magnífica y trágica historia de amor en
la que más de uno se podrá sentir identificado, y que no es más que otra
ácida crítica a la sociedad, al estilo de vida norteamericano, y al
capitalismo. Una trama realmente inmoral para la época en busca del
final menos infeliz posible.
Con esta cinta Wilder arrasó en los Oscar. Mejor Película, Director y Guión, más otros dos.
El
periodista Andrew Keen ataca en un libro las sombras de la Red, a la que
acusa de favorecer desigualdad, monopolios y vigilancia
Todos callados.
Y extasiados ante el desfile del emperador. Hasta que
un chicuelo se atreve a decir lo que cualquiera ve: “¡No lleva ropa!”.
Andrew Keen se considera como aquel niño del cuento de Andersen, pero
1.200 años después.
Y, hoy en día, el relato se narra al revés: desnudos
estamos todos, por culpa del gran rey Internet. “Es genial, yo mismo lo
uso.
Y lo dejo claro en media página. Sin embargo, el resto del libro
está dedicado a los peros…”, sonríe. Es decir, a cómo la Red ha
incrementado monopolios, desigualdad, narcisismo y vigilancia, según el
autor.
Todas ellas razones por las que, tal y como se titula su obra, Internet no es la respuesta (Catedral).
Todos callados. Y extasiados ante el desfile del emperador. Hasta que
un chicuelo se atreve a decir lo que cualquiera ve: “¡No lleva ropa!”.
Andrew Keen se considera como aquel niño del cuento de Andersen, pero
1.200 años después.
Y, hoy en día, el relato se narra al revés: desnudos
estamos todos, por culpa del gran rey Internet. “Es genial, yo mismo lo
uso. Y lo dejo claro en media página. Sin embargo, el resto del libro
está dedicado a los peros…”, sonríe. Es decir, a cómo la Red ha
incrementado monopolios, desigualdad, narcisismo y vigilancia, según el
autor.
Todas ellas razones por las que, tal y como se titula su obra, Internet no es la respuesta (Catedral).
Es el tercer libro que este periodista y escritor británico (Hampstead, 1960) dedica a las sombras de la Red, tras El Culto del AficionadoyDigital Vertigo.
Tanto que se ha ganado fans, críticos y la fama de gran polemista en
contra de la web.
Y con la misma virulencia acusa Silicon Valley y sus
gurús (con nombres y apellidos) de haberse aprovechado de nosotros para enriquecerse
mientras nos prometían un mundo mejor, más libre y más democrático.
Ante el 90% de los estadounidenses que considera que Internet ha sido
beneficioso para su existencia, según un estudio de 2014 del Centro de Investigación Pew citado en el propio libro, Keen disfruta remando contracorriente.
Y con una sonrisa acepta otro reto: resumir su tesis en un minuto.
“Hay cuatro claves. Internet está agravando la desigualdad entre ricos y
pobres; está contribuyendo a largo plazo a la crisis del paro, con
máquinas inteligentes que sustituyen incluso el trabajo especializado de
la clase media; está creando una economía de la vigilancia, donde somos
el producto, convertidos en datos que Google y Facebook venden a otras
compañías para hacer publicidad. Y nos está volviendo peor informados,
más ignorantes y narcisistas”
. Casi nada.
Para defender tan polémica aserción, Keen emplea a lo largo de 379
páginas (50 de bibliografía) anécdotas, datos, citas, reflexiones y
repasos históricos. “El principal reto era hacer un libro asequible,
entretenido y bien argumentado.
No escribo para académicos”, señala. Así
que en un párrafo se ríe del jefazo de Amazon, Jeff Bezos, en otro alude a un estudio de la ONU según el cual
en 2013 había más hombres con móvil (6.000 millones) que con acceso a
un retrete (4.500 millones) y en un tercero recuerda los origines de la
Red.
“Internet nació como investigación académica financiada con fondos
públicos. Los objetivos se podrían resumir en enfrentarse a la Unión
Soviética y generar un mundo mejor. Pero en 1991 comenzó su
comercialización”, asevera Keen.
Y, con ella, la galería de problemas
que él lamenta. “Si pudiera volver atrás, iría a mediados de los
noventa, cuando se empezó a ofrecer todo el contenido gratis. Y a 2001,
cuando Google estableció su modelo de negocio”, añade.
El escritor acusa
al buscador de hipocresía: en sus inicios, se oponía a la publicidad.
Hoy, en cambio, nos ha vendido a ella.
Pero, ¿por qué un ciudadano debería quejarse de servicios gratuitos y útiles como Google o Facebook
?
“El objetivo de Google, como dijo el propio Eric Schmidt [exdirector
ejecutivo], es conocernos mejor que nosotros mismos. Y para ello tienen
YouTube, Google Maps, Gmail, Android, los coches sin conductor… No se
trata del Gran Hermano de 1984 de Orwell, sino de vendernos
cosas
. Somos ratones encerrados en una jaula rodeados de estas grandes
compañías y de anunciantes”, remata Keen, quien también recuerda las trampas fiscales que han protagonizado Facebook, Apple, Google, Amazon y demás titanes 2.0.
Más allá de los colosos, Internet no es la respuesta se centra también en los más de 3.000 millones de internautas del planeta.
Y las conclusiones no son menos inquietantes: “Se nos olvida como
escuchar, estamos encarcelados en nosotros mismos y más solos que nunca.
La Red ha sacado algunas de nuestras peores características.
Si no
existiera, seguiríamos teniendo a Trump o a gente insultando a los
musulmanes.
Pero lo cierto es que es la plataforma perfecta para el
racismo o la misoginia, para que la rabia difunda sus metástasis”
. Keen
considera que la web ha fracasado también en su promesa de una
iluminación global y que, si continuara vivo, Voltaire estaría enormemente decepcionado.
Él también se siente defraudado: su libro ha sido bien recibido y
echa de menos la controversia. Entonces, héla aquí: para empezar, Keen
usa un smartphone y trabaja con Silicon Valley.
Además, ¿no le parece arrogante formular únicamente aserciones
tajantes? “Para un polemista que asume posiciones fuertes no hay espacio
para la duda”
“El objetivo de Google, como dijo el propio Eric Schmidt [exdirector
ejecutivo], es conocernos mejor que nosotros mismos.
Y para ello tienen
YouTube, Google Maps, Gmail, Android, los coches sin conductor…
No se
trata del Gran Hermano de 1984 de Orwell, sino de vendernos
cosas.
Somos ratones encerrados en una jaula rodeados de estas grandes
compañías y de anunciantes”, remata Keen, quien también recuerda las trampas fiscales que han protagonizado Facebook, Apple, Google, Amazon y demás titanes 2.0.
Más allá de los colosos, Internet no es la respuesta se centra también en los más de 3.000 millones de internautas del planeta.
Y las conclusiones no son menos inquietantes: “Se nos olvida como
escuchar, estamos encarcelados en nosotros mismos y más solos que nunca.
La Red ha sacado algunas de nuestras peores características.
Si no
existiera, seguiríamos teniendo a Trump o a gente insultando a los
musulmanes.
Pero lo cierto es que es la plataforma perfecta para el
racismo o la misoginia, para que la rabia difunda sus metástasis”.
Keen
considera que la web ha fracasado también en su promesa de una
iluminación global y que, si continuara vivo, Voltaire estaría enormemente decepcionado.
Él también se siente defraudado: su libro ha sido bien recibido y
echa de menos la controversia. Entonces, héla aquí: para empezar, Keen
usa un smartphone y trabaja con Silicon Valley.
Además, ¿no le parece arrogante formular únicamente aserciones
tajantes? “Para un polemista que asume posiciones fuertes no hay espacio
para la duda” . Además, ¿no le parece arrogante formular únicamente aserciones
tajantes?
“Para un polemista que asume posiciones fuertes no hay espacio
para la duda”. Más: dicen que su libro solo es un copia y pega de
polémicas y teorías de otros y que Internet amplía meritocracia y oportunidades
para todo el mundo.
“Es una crítica en parte justa.
No escribo nada que
no haya sido dicho antes. No soy un investigador original, lo que hago
es juntarlo todo.
No conozco muchos otros libros que resuman tantos
argumentos en un formato leíble y coherente”.
Por tanto, ¿su objetivo es hacer pensar al gran público? “Mi objetivo
es vender libros, estar en el debate público, ser invitado a
televisiones y hacer comprender aspectos que están ocultos”. Quizás, de
paso, también cambiar las cosas.
Hacia el final de la obra, Keen propone
una serie de soluciones que pasan por un mayor control gubernamental,
investigaciones como las que lanza cada vez más la UE contra los gigantes
de Internet y la propia movilización de expertos, académicos y grandes
compañías para arreglar los fallos del sistema.
Sobre ello escribirá su
próximo libro. Ya que Internet no es la respuesta, intentará ofrecerla él.
Hablar
de cine clásico asiático que no lleve por bandera la nipona resulta,
cuanto menos, complicado. Sin embargo hoy os traigo la primera de tres
excepciones. Tres cintas procedentes de La India que forman parte de un
todo, y quien sabe si en el futuro habrá más. De momento nos quedamos
con tres películas que unidas constituyen la conocida y aplaudida Trilogía de Apu, obra maestra de su director, Satyajit Ray. Y sin que sirva de precedente, quiero alterar ligeramente la estructura de mi crítica empezando por hablar del director de La canción del camino.
Satyajit Ray nació en 1920 en una familia de artistas bengalí que se
podía rastrear hasta diez generaciones. Desde joven mostró un gran
interés por el mundo del séptimo arte, convirtiéndose en un ávido
espectador en las salas de cine.
En un principio estudió diseño gráfico
en la universidad Visva-Bharati en Santiniketan, fundada por el
prestigioso Rabindranath Tagore. Aunque no terminó sus estudios, su
estancia en la universidad le permitió conocer de primera mano el arte
oriental, y especialmente el hindú, el cual llegaría a ser una clara
influencia. Comenzó a trabajar como diseñador gráfico en diferentes
lugares y compañías, y en 1947 funda junto a Chidananda Dasgupta y otros
cinéfilos Calcutta Film Society, lo cual le permite visionar
gran número de películas de procedencia extranjera. Gracias a los
contactos que realiza llega a conocer al director francés Jean Renoir,
el cual se encontraba en La India buscando localizaciones para su
película El Río. Fue gracias a este que comprendió que
convertirse en director de cine podía ser la perfecta y necesaria
válvula de escape para su vena artística
. Durante una estancia de
trabajo en Londres vio y estudió un gran número de películas, pero fue
tras visionar Ladrón de Bicicletas
(Vittorio de Sicca, 1948), que se convenció de la idea de que debía
convertirse en director de cine. Ray ya había discutido en un par de
ocasiones con Renoir acerca de una idea de película que posteriormente
sería Pather Panchali, proyectó que el director de La Gran Ilusión animó a Ray a llevar a cabo.
Influido por la obra maestra de Vittorio de Sicca, el director se basó principalmente en la novela homónima de Bibhutibhushan Bandyopadhyay
sobre la infancia de un joven bengalí a principios del siglo XX para
llevar a cabo su ópera prima. Como los propios directores neorrealistas,
Ray tuvo problemas financieros desde el principio para rodar su
película. Usó sus únicos ahorros para arrancar el proyecto con la idea
de que tras el visionado de lo rodado hasta el momento lograría algún
tipo de financiación. Estas ayudas no llegaban, y cuando lo hacían, eran
rechazadas ya que imponían cambios en el guión, por lo que proyecto se
alargó durante tres años cuando, tanto Ray como su director de
producción, Anil Choudhary, contaban con dinero nuevamente. La
elección del reparto no podía ser más neorrealista, todos los actores y
actrices eran meros aficionados, con la clara intención de aportar un
toque lo más realista posible. De la misma manera que el equipo técnico
apenas tenía experiencia cinematográfica, algo que no impidió que el
resultado final fuese, cuanto menos, notable. Gracias a una ayuda
estatal, Ray consiguió terminar y estrenar su película en 1955,
convirtiéndose en un éxito tanto de crítica como de público. Y no
únicamente en La India, también en occidente la cinta logró recopilar
premios de la crítica. Uno de sus principales impulsores fue el director
John Huston, quien se encontraba en La India buscando localizaciones
para su El hombre que pudo reinar, y que tras ver la escena de Apu y su hermana en las vías del tren,
trató de dar a conocer la cinta entre sus círculos en EEUU.
También
contó con detractores, como el propio François Truffaut, aunque fueron
minoritarios.