Hablar
de cine clásico asiático que no lleve por bandera la nipona resulta,
cuanto menos, complicado. Sin embargo hoy os traigo la primera de tres
excepciones. Tres cintas procedentes de La India que forman parte de un
todo, y quien sabe si en el futuro habrá más. De momento nos quedamos
con tres películas que unidas constituyen la conocida y aplaudida Trilogía de Apu, obra maestra de su director, Satyajit Ray. Y sin que sirva de precedente, quiero alterar ligeramente la estructura de mi crítica empezando por hablar del director de La canción del camino.
Satyajit Ray nació en 1920 en una familia de artistas bengalí que se
podía rastrear hasta diez generaciones. Desde joven mostró un gran
interés por el mundo del séptimo arte, convirtiéndose en un ávido
espectador en las salas de cine.
En un principio estudió diseño gráfico
en la universidad Visva-Bharati en Santiniketan, fundada por el
prestigioso Rabindranath Tagore. Aunque no terminó sus estudios, su
estancia en la universidad le permitió conocer de primera mano el arte
oriental, y especialmente el hindú, el cual llegaría a ser una clara
influencia. Comenzó a trabajar como diseñador gráfico en diferentes
lugares y compañías, y en 1947 funda junto a Chidananda Dasgupta y otros
cinéfilos Calcutta Film Society, lo cual le permite visionar
gran número de películas de procedencia extranjera. Gracias a los
contactos que realiza llega a conocer al director francés Jean Renoir,
el cual se encontraba en La India buscando localizaciones para su
película El Río. Fue gracias a este que comprendió que
convertirse en director de cine podía ser la perfecta y necesaria
válvula de escape para su vena artística
. Durante una estancia de
trabajo en Londres vio y estudió un gran número de películas, pero fue
tras visionar Ladrón de Bicicletas
(Vittorio de Sicca, 1948), que se convenció de la idea de que debía
convertirse en director de cine. Ray ya había discutido en un par de
ocasiones con Renoir acerca de una idea de película que posteriormente
sería Pather Panchali, proyectó que el director de La Gran Ilusión animó a Ray a llevar a cabo.
Influido por la obra maestra de Vittorio de Sicca, el director se basó principalmente en la novela homónima de Bibhutibhushan Bandyopadhyay
sobre la infancia de un joven bengalí a principios del siglo XX para
llevar a cabo su ópera prima. Como los propios directores neorrealistas,
Ray tuvo problemas financieros desde el principio para rodar su
película. Usó sus únicos ahorros para arrancar el proyecto con la idea
de que tras el visionado de lo rodado hasta el momento lograría algún
tipo de financiación. Estas ayudas no llegaban, y cuando lo hacían, eran
rechazadas ya que imponían cambios en el guión, por lo que proyecto se
alargó durante tres años cuando, tanto Ray como su director de
producción, Anil Choudhary, contaban con dinero nuevamente. La
elección del reparto no podía ser más neorrealista, todos los actores y
actrices eran meros aficionados, con la clara intención de aportar un
toque lo más realista posible. De la misma manera que el equipo técnico
apenas tenía experiencia cinematográfica, algo que no impidió que el
resultado final fuese, cuanto menos, notable. Gracias a una ayuda
estatal, Ray consiguió terminar y estrenar su película en 1955,
convirtiéndose en un éxito tanto de crítica como de público. Y no
únicamente en La India, también en occidente la cinta logró recopilar
premios de la crítica. Uno de sus principales impulsores fue el director
John Huston, quien se encontraba en La India buscando localizaciones
para su El hombre que pudo reinar, y que tras ver la escena de Apu y su hermana en las vías del tren,
trató de dar a conocer la cinta entre sus círculos en EEUU.
También
contó con detractores, como el propio François Truffaut, aunque fueron
minoritarios.
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