El periodista y escritor Juan José Millás.Juan José Millás (Valencia, 1946) es uno de los articulistas más reconocidos por los lectores de El PAÍS. Con su columna de los viernes ha llegado a muchos lectores gracias a su sutileza y visión crítica de la realidad. Cuenta que empezó a escribir en torno a los 17 o 18 años. A finales de
la década de los 60 comenzó la carrera de Filosofía y Letras, pero la
dejó al tercer curso. Consiguió un trabajo como administrativo en Iberia y lo abandonó para dedicarse de pleno a la lectura y escritura. En 1974 publicó su primera novela, Cerbero son las sombras, con la que ganó el Premio Sésamo de novela corta. Un galardón que, en aquella época, representaba un impulso muy
importante para escritores hasta entonces desconocidos . Millás también
consiguió el Premio Nadal en 1990 por su novela La soledad era esto, que concurrió al certamen con el título simulado de Un infierno propio. Es creador de un nuevo género, el articuento, en el que se mezcla realidad y ficción, y forma parte del equipo de colaboradores del diario desde 1990 . La primera columna que escribió en el periódico se titulaba Gripe. Millás aseguró en una entrevista realizada por Marta Nieto en 1998,
que al hacer periodismo también tenía la sensación de estar haciendo
literatura . También explicaba que su afán era llegar a ser un buen
reportero a los 60 años. “Yo empecé a escribir en los periódicos tarde,
en 1990, y cada día más apasiona más el periodismo”, afirmó. Entrega
de los Premios de Periodismo Ortega y Gasset en el Círculo de Bellas
Artes de Madrid. En la imagen, Eduardo Úrculo, pintor ( izquierda) ;
Juan josé Millás, escritor ( centro) y Gonzalo Suárez, director de cine.
En la actualidad, a la hora de
seleccionar el enfoque de una columna el escritor
valenciano sostiene que es preciso cerrar el foco del tema sobre el que
se quiere hablar. “Es muy difícil escoger entre cientos o miles de
columnas, pero me gusta mucho una titulada El Kursk”, cuenta
Millás. “Es sobre un submarino ruso que se llamaba así y que tuvo una
avería en el verano del año 2000. Sus ocupantes murieron en el fondo del
mar. Al rescatar los cadáveres, en el bolsillo de uno de ellos apareció
una nota de cuatro o cinco líneas en la que se narraban aquellos
últimos momentos”, continúa el escritor. “Un día me enteré de que la
lectura de esa columna se utilizaba en la ceremonia de apertura de un
taller de escritura creativa”. El pensamiento del escritor acerca del
lenguaje es claro: “en la actualidad está muy empobrecido, tanto desde
el punto de vista del vocabulario como en el de las construcciones
sintácticas” . Para Millás, esto conduce a un empobrecimiento del
pensamiento y hace a las sociedades más sumisas, sin capacidad de
rebelarse. Preguntado por la cercanía de los
lectores, Millás recuerda con simpatía como se acercó una persona a
saludarle a propósito de un artículo que escribió. “Yo estaba en un
restaurante, sacó su billetera y de ella extrajo una columna mía
publicada diez años antes. La llevaba allí desde entonces y se caía a
pedazos”. Millás ganó el Premio Nacional de Narrativa, el premio Planeta por su novela El Mundo y el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes en 2002. Millás también consiguió el Premio Nadal en 1990 por su novela La soledad era esto, que concurrió al certamen con el título simulado de Un infierno propio.
El pasado 4 de febrero falleció Ed Mitchell, antiguo
astronauta de la NASA famoso por pisar la Luna durante la misión Apolo
14 en 1971. Ironías del destino, al día siguiente se celebraba el 45º
aniversario del alunizaje del módulo lunar Antares en las llanuras de
Fra Mauro. Junto con el icónico Al Shepard, comandante de la misión,
Mitchell pasó 33 horas y 31 minutos en la Luna, incluyendo las 9 horas y
23 minutos que estuvo fuera del módulo lunar caminando por la
superficie a lo largo de las dos actividades extravehiculares que llevó a
cabo.
Ed Mitchell antes de despegar en la misión Apolo 14 (NASA).
Llegar hasta la Luna no había sido fácil. Mitchell y sus compañeros
de tripulación Shepard y Roosa habían sido asignados originalmente a la
misión Apolo 13. Los problemas de salud de Shepard provocaron que fueran
asignados a una misión posterior. De haber volado en el 13, Mitchell no
habría pisado la Luna. El accidente del Apolo 13 trastocó todos los
planes del programa tripulado de la NASA, pero el Apolo 14 tuvo su
propia dosis de problemas que estuvieron a punto de dar al traste con la
misión. Primero, de camino a la Luna, el módulo de mando Kitty Hawk se
resistió a acoplarse con el módulo lunar Antares. Luego, ya en órbita
lunar, el propio Mitchell tuvo que reprogramar el ordenador del Antares a
contrarreloj por culpa de un interruptor defectuoso que podría haber
ocasionado el aborto de la misión. Por último, el radar del módulo lunar
dio problemas justo durante la crítica maniobra de descenso propulsado
hacia la superficie, problemas que se solucionaron milagrosamente en el
último momento. Sea como sea, Shepard y Mitchell lograron alunizar y se
convirtieron así en el quinto y sexto hombre en alcanzar nuestro
satélite, respectivamente.
Mitchell sobre la Luna cerca de los instrumentos del ALSEP fotografiado por Shepard (NASA).
La visita a la Luna tampoco resultó sencilla. El módulo lunar Antares
había quedado inclinado con una pendiente de 8º, más que suficiente
para complicarles las cosas a los dos astronautas durante las 24 horas
que permanecieron en su interior. Incluso en la baja gravedad lunar,
Shepard tenía que esforzarse para no caer sobre Mitchell en el reducido
espacio del Antares. Por culpa de la inclinación del LM los dos
astronautas no durmieron nada bien en sus hamacas, a lo que también
contribuyó lo incómodo de los trajes de presión A7L (como iban a estar
poco tiempo en la superficie, Houston consideró que era demasiado
arriesgado que se los quitasen). Este cansancio les pasaría factura
durante la segunda EVA y la pareja se perdió buscando el borde del
cráter Cono. No tenían forma de saberlo —en la Luna no había, ni hay,
GPS—, pero se dieron la vuelta cuando estaban a tan solo veinte metros
de su objetivo.
Retrato oficial de Mitchell para la misión Apolo 14 (NASA).
A pesar de todo, la misión fue un éxito y los dos regresaron a la
Tierra con 41 kg de rocas de otro mundo. Mitchell se convirtió de forma
accidental en el primer lanzador de jabalina lunar al tirar lo más lejos
posible el palo del experimento del viento solar. Después de abandonar
la NASA, Mitchell se haría popular por su interés sobre todo tipo de
temas “paranormales” —de hecho, llegó a realizar varios “experimentos”
telepáticos durante su vuelo lunar—, pero la verdad es que su
comportamiento no fue más excéntrico que el de muchos de sus camaradas
del Apolo. En cierta medida se puede decir que Mitchell fue un bicho
raro. Aunque de formación militar como todos los astronautas del Apolo
—con la excepción de Harrison Schmidt—, Mitchell era prácticamente la
antítesis de Shepard, el astronauta por excelencia. Tímido y
reservado, pero al mismo tiempo cercano, Mitchell no encajaba con esa
imagen de superhéroe todopoderoso que por entonces se suponía debía
tener un astronauta del Apolo.
La tripulación del Apolo 14: Ed Mitchell, Al Shepard y Stu Roosa. Ya no queda ninguno vivo (NASA).
Ahora que se ha ido para siempre ya no queda entre nosotros ningún
miembro de la tripulación del Apolo 14.
Ya no hay nadie que pueda contar
de primera mano cómo es caminar por las planicies de Fra Mauro o qué se
siente al intentar dormir dentro de un módulo lunar inclinado. Sin
Mitchell, solo nos quedan siete humanos vivos que hayan pisado la Luna:
Aldrin, Bean, Scott, Young, Duke, Cernan y Schmitt. Las probabilidades
de que alguno de ellos siga vivo cuando nuestra especie vuelva a la Luna
son mínimas.
Aunque, pensándolo bien, lo triste es que también son
minúsculas para nosotros.
A medida que sus protagonistas van desapareciendo uno tras otro los
viajes del Apolo se van perdiendo en el olvido para las nuevas
generaciones.
Pronto, y si no lo remediamos, no serán más que una
pequeña nota a pie de página en los libros de historia.
Eso sí, una nota
gloriosa y épica, una nota que nos recuerda de las cosas maravillosas
de las que somos capaces cuando nos lo proponemos.
Ante esta sombría
perspectiva, no es de extrañar que cada vez más gente inteligente crea
que nunca fuimos a la Luna.
Pero no importa, podemos autoengañarnos todo
lo que queramos. Porque hace 45 años Ed Mitchell se paseó por la Luna
.
Sus huellas todavía siguen allí y allí seguirán hasta mucho después de
que todos nosotros hayamos desaparecido.
El lugar del alunizaje del módulo lunar Antares visto por la
sonda LRO. Se aprecian la etapa de descenso del módulo lunar, el ALSEP
(marcado por la flecha) y las huellas que dejaron Shepard, Mitchell y el
carrito de instrumentos MET (NASA).
La
activista que inspiró a Lennon defiende que la condena a muerte es
herencia de la esclavitud. En un libro analiza el sistema carcelario en
EE UU.
Angela Davis lidera una protesta contra el racismo en Raleigh en 1974. Archivos CSU / Colección EverettAngela Davis
es uno de los rostros más conocidos de la lucha contra el racismo en
Estados Unidos desde hace medio siglo
. Icono de los movimientos
radicales de los sesenta, participó en los principios de los Panteras
Negras, fue apartada de la universidad por declararse comunista y pisó
la cárcel. John Lennon le dedicó una canción
. Volvió a la universidad,
primero en San José y luego en Santa Cruz (California), donde enseñó
filosofía durante tres décadas.
Las fotos de aquella joven de mirada
desafiante se sobreponen en el imaginario colectivo a toda su vida
posterior, pero Davis
(Birmingham, Alabama, 1944) ha mantenido desde la universidad sus tesis
contra el sistema carcelario y el racismo institucionalizado.
La editorial Trotta publica este año en España un volumen con dos ensayos previos, ¿Están obsoletas las prisiones? (2003) y Democracia de la abolición (2005), en colaboración con el profesor de filosofía Eduardo Mendieta.
En ellos se resume buena parte de ese pensamiento. Estados Unidos tiene
la población carcelaria más grande del mundo, por delante de China. Son
2,2 millones de personas entre rejas que cuestan más de 70.000 millones
de dólares al año (62.720 millones de euros).
Se trata de un “complejo industrial carcelario”,
en palabras de Davis, que traza en sus escritos una línea que relaciona
directamente las instituciones de la esclavitud con el sistema penal
actual en Estados Unidos.
Un ejemplo concreto de esa herencia es la pena de muerte, una
excepción norteamericana en el contexto de las naciones desarrolladas.
“
La persistencia de la pena de muerte como una forma habitual de castigo
es uno de los ejemplos más dramáticos de cómo las consecuencias de la
esclavitud siguen dando forma a nuestra sociedad”, explica Davis en una
entrevista por correo electrónico.
“La pena capital sobrevivió a la
abolición de formas de castigo corporal obsoletas al convertirse en
parte de las leyes de esclavitud.
Por eso es una institución
completamente racista, no solo porque se dirige de manera
desproporcionada contra personas negras y de color, sino que además es
una institución heredada de la esclavitud.
Como ha señalado [la
profesora y activista de los derechos civiles] Michelle Alexander, hay
más hombres negros en prisión bajo control de la justicia criminal de
los que había esclavizados en 1850”.
“El complejo carcelario atañe a relaciones entre cárceles, policía, empresas y Gobierno. Desmantelarlo requiere más que leyes”
La reforma de un sistema penal que ha crecido de manera
desproporcionada desde el endurecimiento de penas de los ochenta y los
noventa está ya entre las prioridades de ambos partidos, con notables
avances en el ámbito estatal en California y Texas.
Davis, sin embargo,
sigue apostando por el abolicionismo del sistema carcelario. “Después de
décadas de organizarse radicalmente y de investigación académica, la
crisis de las prisiones y la violencia policial finalmente se han
convertido en asuntos del discurso público”, argumenta.
Pero “el
consenso se ha desarrollado a partir de reformas que se presentan como
capaces de ‘arreglar el sistema’
. Los abolicionistas consideran que no
es una cuestión de hacer reformas menores, o incluso grandes, sino de
desmantelar el sistema y reconstruir la justicia penal y los sistemas
policiales, además de reconceptualizar y transformar la sociedad en su
conjunto para que no tenga que apoyarse en la violencia
institucionalizada”.
“El complejo industrial carcelario”, continúa, “consiste en una serie
de relaciones entre cárceles, policía, empresas, medios y el Gobierno.
Desmantelarlo requiere más que leyes”. Para Davis, la superpoblación es
consecuencia de un enfoque neoliberal centrado en los beneficios de la
industria.
“El complejo industrial carcelario es un fenómeno global con
ramificaciones en África, Latinoamérica y Asia”.
En el caso de Europa, afirma, se ve en su población de presos
inmigrantes.
“Desgraciadamente los europeos no están exentos de las
consecuencias de la esclavitud transatlántica, y desde luego no lo están
de las consecuencias del colonialismo.
Francia, por ejemplo, ha
establecido un Día del Recuerdo de la Esclavitud y el Comercio de
Esclavos.
Debería reconocerse que los refugiados de África siguen las
mismas rutas del comercio de esclavos. Ciertamente, Europa está
experimentando ahora los resultados de una larga historia de esclavitud y
colonización”.
Los textos que se presentan ahora en España están escritos antes de
que en Estados Unidos ocurriera algo impensable.
En enero de 2009, un
hombre de raza negra juró como presidente del país. Para alguien que
estuvo en el inicio de movimientos como los Panteras Negras, en estos
siete años la presencia de Barack Obama
en Washington “ha tenido un impacto profundo en las percepciones sobre
la raza y el racismo”.
“Acabamos de embarcarnos en una conversación
nacional después de varios intentos fallidos, primero durante la
presidencia de Clinton,
luego durante la campaña electoral de Obama y el primer periodo de su
presidencia
. Desgraciadamente, Obama ha sido frenado por poderosos
críticos que equiparan cualquier intento por su parte de discutir sobre
raza con sus preocupaciones personales como primer presidente negro”.
“Obama ha sido frenado por poderosos que equiparan sus intentos de discutir sobre raza con sus preocupaciones personales”
Davis sigue con especial interés, sin embargo, la última expresión de la comunidad negra en las calles.
El movimiento Black Lives Matter,
surgido a partir de una serie de muertes violentas de afroamericanos a
manos de la policía, “ha emergido en el espacio contradictorio creado
por el hecho de una presidencia negra y la aparente incapacidad de esa
presidencia para llevar a cabo ningún gran cambio respecto a la
persistencia del racismo”, opina Davis.
“La pregunta que yo me haría
sobre esto es por qué ha tardado tanto en emerger un principio de
movimiento de masas.
Pero claro, uno no puede predecir cuándo se van a
dar juntas las condiciones para producir una encrucijada histórica como
la que se vio en las protestas de Ferguson” (agosto de 2014).
Un movimiento como Black Lives Matter
es “precisamente lo que necesitan las comunidades negras en Estados
Unidos, es lo que necesita el país”.
“No podemos asumir que el racismo
es sobre todo un problema para aquellos que lo padecen.
El racismo
distorsiona y corrompe instituciones y mentes, crea una asunción de
superioridad, produce el privilegio blanco.
Hay quienes creen que el
eslogan Black Lives Matter tiene una connotación particular, pero no
podría ser más universal
. Decir simplemente All Lives Matter es ignorar
hasta qué punto las vidas negras y de color son objeto de racismo y
represión. Decir que las vidas negras importan, sin embargo, es
proclamar que en efecto todas las vidas importan”.
En una época en que las imágenes de violencia policial contra
personas de raza negra se distribuyen a una velocidad y a una cantidad
de gente como nunca antes, sin embargo no ha surgido un movimiento
violento organizado como ocurrió en los sesenta. “La historia en
realidad nunca se repite”, responde Davis. “Las condiciones son hoy muy
diferentes. La mejor manera de recordar el 50º aniversario de los
Panteras Negras este año es reconociendo que hoy necesitamos movimientos
que reflejen los cambios sucedidos en esos 50 años, especialmente el
auge de nuevas tecnologías de comunicación, la vasta influencia de las
redes sociales y la agudización de las contradicciones de riqueza y
pobreza”.
Tras siete años de Barack Obama, parece haber una reacción de una
parte de la derecha de Estados Unidos que se ha entusiasmado con un
candidato abiertamente xenófobo y que coquetea con los prejuicios más
básicos.
“Es increíble que tengamos un candidato republicano que quiere
prohibir a los musulmanes entrar en el país y que califica a los
mexicanos de violadores y asesinos.
El racismo de Donald Trump está animando a todo tipo de racismos al igual que una relación sin complejos con el fascismo”, considera Davis.
“Europa experimenta los resultados de la colonización. Los refugiados siguen las mismas rutas del comercio de esclavos”
En este sentido, Davis no cree que el racismo contra los negros y el
que sufren los hispanos tenga las mismas causas profundas, pero sí que
su reacción podría ser parecida.
“A pesar de que la historia de los
latinos y la de los negros se cruzan, incluido el hecho de que un número
importante de latinos son de ascendencia africana, hay diferencias.
Igual que la colonización y la esclavitud son diferentes, aunque
profundamente relacionadas históricamente, esas gentes cuyos ancestros
fueron objeto de estas formas de represión sufren diferentes formas de
opresión.
Juntar a esas dos comunidades en movimientos contra el racismo
requiere, por ejemplo, un mayor compromiso en las comunidades negras en
el apoyo a los derechos de los inmigrantes”.
Desde la experiencia de medio siglo de activismo y trabajo académico,
Angela Davis no cree que sean posibles las sociedades en las que
idealmente la gente fuera ciega a los colores.
“No creo que debamos
luchar por una sociedad en la que la raza esté completamente ausente.
De
hecho, no creo que sea posible revertir el desarrollo de la historia,
hacer como si la esclavitud nunca hubiera existido, como si la
colonización de las Américas, África o Asia nunca hubiera ocurrido”
.
Pero sí se puede seguir aspirando a una sociedad “libre de jerarquías
raciales, desigualdades raciales o violencia racial.
Es el racismo lo
que debemos expulsar de nuestras sociedades”. •
En la cara oeste de Pariti, una isla boliviana del tamaño de un gran
asteroide rodeada por las aguas del lago Titicaca, una piedra vertical
con un orificio apaisado decide el destino de sus habitantes. Leandro
Callizaya, un campesino de labios arrugados y 63 años, dice que el que
cruza sin dificultad a través de este agujero profético es bendecido con
una salud de hierro, y cuando alguien fracasa al intentar traspasarlo
“recibe el castigo de la Madre Tierra” y a veces se muere.
Algunos de los más longevos de la isla se enfrentaron a él con éxito
en sus tiempos mozos y todavía se mueven por sus terrenos de labranza
como si tuvieran la energía de un adolescente
. Desde mediados de los
noventa, sin embargo, el abandono juega en contra de sus habitantes,
hombres y mujeres con las sandalias llenas de barro y el semblante
serio. “La mayoría de los jóvenes se han marchado a ciudades como La Paz
o El Alto para estudiar o buscar trabajo”, lamenta Gerardo Limachi, un
tipo fornido de 49 años y pómulos pronunciados.
“Antes manteníamos a
nuestras familias gracias a la pesca: sacábamos entre 600 y 800 peces
diarios, íbamos a las ferias de las poblaciones cercanas y hacíamos
trueque.
Ahora apenas conseguimos 40 o 50 y lo que ganamos no alcanza ni
para fideo”.
En Pariti quedan 42 familias. En una década, calculan, no habrá ni un solo alumno en la escuela
Todas las mañanas, a la hora en que los gallos cantan, los más
madrugadores de Pariti ya están en sus botes de madera para lanzarse al
agua.
Son las 6.30, las primeras luces del alba cubren el lago con un
manto violáceo y Limachi rema a través de un laberinto de plantas de
totora mientras su pareja se encarga de recoger las redes.
Los
movimientos de su mujer son como los de un autómata que no se aburre de
repetir los mismos gestos metro tras metro: primero jala, luego
desenreda y finalmente deposita los pescados que quedaron atrapados
sobre un plástico celeste.
Según Limachi, el aroma que les acompañaba antes era el del té
caliente de sultana con el que les esperaban cuando regresaban a casa.
Desde hace algún tiempo, sin embargo, el olor a basura y a huevo podrido
a ratos es insoportable y algunos se enferman.
Los vertidos llegan a la bahía de Cohana a través de los ríos que
pasan cerca de las empresas (fábricas de baterías, plásticos, textiles…)
instaladas en los puntos más poblados del Altiplano y se han adueñado
poco a poco de las áreas menos profundas del Titicaca. Según Donato
Corani, un especialista en temas ambientales de 50 años, su superficie
–de color verde esmeralda en algunas zonas por culpa de los
desperdicios– se ha convertido en un basurero gigante en el que se
acumulan metales pesados que ahuyentan a los peces. Corani dice que en
la bahía uno puede hallar de todo: “Zapatos, llantas, hasta perros
muertos”; calcula que hay 5.000 afectados por los desechos y cree que
lugares como Pariti podrían desaparecer en 30 o 40 años: se están
extinguiendo.
El nonagenario Eusebio Callizaya, uno de los más longevos de Pariti. Álex Ayala Ugarte
En la isla, antaño vivían en torno a 300 personas
. Hoy apenas quedan
42 familias. Ya no hay ni siquiera sacerdote.
El campo de fútbol casi
siempre está vacío y más de una veintena de casas están habitadas solo
por las arañas.
Antes del boom de la telefonía móvil, para entrar a Pariti
había que encender una gran fogata en Quewaya, la población de enfrente;
y cuando las llamas alcanzaban una altura considerable, casi siempre
había un barquero disponible para recoger a los viajeros.
Hoy son más
los que salen de la isla que los que entran.
Los herederos legítimos de
Pariti se han ido a España, a Argentina o a las ciudades de La Paz y El
Alto, y en sus calles lo habitual es cruzarse con gente mayor de 60 años
que cuida vacas y habla en aimara. Pariti es una isla de viejos, una
isla olvidada. El éxodo, según Limachi, es una historia que se repite
constantemente, y los que se han ido, un triste recuerdo.
Eusebio Callizaya tiene 95 años, utiliza un bastón para sostenerse y
asegura que, hasta mediados del siglo XX, Pariti era un paraje casi
aislado dominado por los patrones. Según él, el primero que se instaló
en la isla fue Pablo Pacheco, un hacendado que tenía un calabozo para
castigar a los agricultores díscolos.
Y el segundo, Martin Frantz, un
alemán que compró la isla después de que Pacheco muriera ahogado en el
lago
. Los campesinos solían entregarles parte de sus cosechas y
dependían de ellos, y no recobraron su independencia hasta después de la
reforma agraria de los años cincuenta.
Callizaya, que camina despacio porque está mal de la vista, hace
mucho que no comparte estos recuerdos con sus nietos porque ninguno de
ellos vive en la isla.
“Aquí no hay médico y cuando me indispongo
recurro a los remedios naturales, como el hinojo o la hoja de coca.
Me
siento cansado. Ya quisiera morir”, dice en aimara, y luego se retira
hacia su dormitorio con el cuerpo encorvado.
A Benita Tarque, otra vecina, la encontramos unos minutos después en
una de las esquinas de la plaza
. La anciana tiene 70 años, 5 hijos, 11
nietos y los ojos rojos, y lleva un tejido andino de colores fuertes
ajustado a la espalda para transportar leña
. Dice que solo uno de sus
hijos decidió permanecer en Pariti y que le preocupa el resto.
Alejandra Mamani, de 93 años, tiene los pies hinchados y los cabellos
largos.
Sigue peinándose sola cada mañana con la ayuda de un simple
cubo con agua.
Y también carga una gran pena encima: dos de sus hijos
yacen bajo tierra.
La isla está plagada de gente con canas que casi siempre habla de sus
dos, tres, cuatro, cinco, seis o más nietos con un tono de ausencia.
Probablemente, en algún momento, todo esto quedará desierto.
Los que se mueren suelen hacerlo en silencio: cierran los ojos, se
les para el corazón y no despiertan al día siguiente; o se accidentan,
están algunas semanas convalecientes y se van consumiendo como si fueran
cigarros.
La hija menor de Gerardo Limachi asiste al colegio de lunes a viernes
con una mochila con la forma de un oso panda.
Su profesor, Marcelino
Morales, tiene una camisa oscura y 56 años, y lleva ocho en la isla
compartiendo sus conocimientos.
En el aula, el mobiliario es austero: hay dos bancas medianas de
madera, una mesa, tizas usadas, una pizarra blanca con ejercicios de
matemáticas y una pizarra negra en la que una niña trata de esbozar
algunas sílabas: ma, mo, me, mi, mu.
Cuando Morales comenzó a dar clases había más de 30 alumnos.
Ahora
son solo tres y el maestro piensa que en menos de una década no habrá ni
uno. Paradójicamente, el sector del lago en el que nos encontramos es
conocido en aimara como Wiñaymarka, que en castellano quiere decir
“pueblo eterno”. elpaissemanal@elpais.es