Adiós al sexto ser humano que caminó sobre la Luna
Llegar hasta la Luna no había sido fácil. Mitchell y sus compañeros de tripulación Shepard y Roosa habían sido asignados originalmente a la misión Apolo 13. Los problemas de salud de Shepard provocaron que fueran asignados a una misión posterior. De haber volado en el 13, Mitchell no habría pisado la Luna. El accidente del Apolo 13 trastocó todos los planes del programa tripulado de la NASA, pero el Apolo 14 tuvo su propia dosis de problemas que estuvieron a punto de dar al traste con la misión. Primero, de camino a la Luna, el módulo de mando Kitty Hawk se resistió a acoplarse con el módulo lunar Antares. Luego, ya en órbita lunar, el propio Mitchell tuvo que reprogramar el ordenador del Antares a contrarreloj por culpa de un interruptor defectuoso que podría haber ocasionado el aborto de la misión. Por último, el radar del módulo lunar dio problemas justo durante la crítica maniobra de descenso propulsado hacia la superficie, problemas que se solucionaron milagrosamente en el último momento. Sea como sea, Shepard y Mitchell lograron alunizar y se convirtieron así en el quinto y sexto hombre en alcanzar nuestro satélite, respectivamente.
La visita a la Luna tampoco resultó sencilla. El módulo lunar Antares había quedado inclinado con una pendiente de 8º, más que suficiente para complicarles las cosas a los dos astronautas durante las 24 horas que permanecieron en su interior. Incluso en la baja gravedad lunar, Shepard tenía que esforzarse para no caer sobre Mitchell en el reducido espacio del Antares. Por culpa de la inclinación del LM los dos astronautas no durmieron nada bien en sus hamacas, a lo que también contribuyó lo incómodo de los trajes de presión A7L (como iban a estar poco tiempo en la superficie, Houston consideró que era demasiado arriesgado que se los quitasen). Este cansancio les pasaría factura durante la segunda EVA y la pareja se perdió buscando el borde del cráter Cono. No tenían forma de saberlo —en la Luna no había, ni hay, GPS—, pero se dieron la vuelta cuando estaban a tan solo veinte metros de su objetivo.
A pesar de todo, la misión fue un éxito y los dos regresaron a la Tierra con 41 kg de rocas de otro mundo. Mitchell se convirtió de forma accidental en el primer lanzador de jabalina lunar al tirar lo más lejos posible el palo del experimento del viento solar. Después de abandonar la NASA, Mitchell se haría popular por su interés sobre todo tipo de temas “paranormales” —de hecho, llegó a realizar varios “experimentos” telepáticos durante su vuelo lunar—, pero la verdad es que su comportamiento no fue más excéntrico que el de muchos de sus camaradas del Apolo. En cierta medida se puede decir que Mitchell fue un bicho raro. Aunque de formación militar como todos los astronautas del Apolo —con la excepción de Harrison Schmidt—, Mitchell era prácticamente la antítesis de Shepard, el astronauta por excelencia. Tímido y reservado, pero al mismo tiempo cercano, Mitchell no encajaba con esa imagen de superhéroe todopoderoso que por entonces se suponía debía tener un astronauta del Apolo.
Ahora que se ha ido para siempre ya no queda entre nosotros ningún miembro de la tripulación del Apolo 14.
Ya no hay nadie que pueda contar de primera mano cómo es caminar por las planicies de Fra Mauro o qué se siente al intentar dormir dentro de un módulo lunar inclinado. Sin Mitchell, solo nos quedan siete humanos vivos que hayan pisado la Luna: Aldrin, Bean, Scott, Young, Duke, Cernan y Schmitt. Las probabilidades de que alguno de ellos siga vivo cuando nuestra especie vuelva a la Luna son mínimas.
Aunque, pensándolo bien, lo triste es que también son minúsculas para nosotros.
A medida que sus protagonistas van desapareciendo uno tras otro los viajes del Apolo se van perdiendo en el olvido para las nuevas generaciones.
Pronto, y si no lo remediamos, no serán más que una pequeña nota a pie de página en los libros de historia.
Eso sí, una nota gloriosa y épica, una nota que nos recuerda de las cosas maravillosas de las que somos capaces cuando nos lo proponemos.
Ante esta sombría perspectiva, no es de extrañar que cada vez más gente inteligente crea que nunca fuimos a la Luna.
Pero no importa, podemos autoengañarnos todo lo que queramos. Porque hace 45 años Ed Mitchell se paseó por la Luna
. Sus huellas todavía siguen allí y allí seguirán hasta mucho después de que todos nosotros hayamos desaparecido.
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