Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 mar 2016

Isabel Preysler acompaña a Mario Vargas Llosa a un coloquio dedicado a su última novela

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Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa se mostraron en todo momento muy cómplices y unidos

 

El Circulo de Bellas Artes se vistió este lunes de gala para recibir a una de las parejas de moda. Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa acudieron a un coloquio protagonizado por el escritor con motivo de su última novela, ‘Cinco esquinas’. Un acto que estuvo presentado por la periodista Monserrat Domínguez y en el que la pareja hizo su entrada ante una nube de periodistas, protegidos con personal de seguridad.
En esta ocasión, parece que al escritor no le importó que su obra literaria fuera eclipsada por la presencia de su amada.
 Los dos posaron junto al cartel del libro regalando miradas cómplices y siempre sin soltarse de la mano.
Algo de lo que más tarde el peruano convirtió en palabras, reconociendo que se encuentra “muy enamorado”.
La actriz e íntima amiga del escritor, Aitana Sánchez-Gijón, fue la encargada de poner voz al primer capitulo de su novela en el que relata el encuentro amoroso entre dos mujeres durante la dictadura peruana de Fujimori.
Precisamente, fue con la intérprete cuando Llosa protagonizó uno de los momentos más anecdóticos, pidiendo a Aitana que posara junto a él e Isabel, eligiendo el centro de las féminas como lugar para la instantánea.
Durante la charla, el autor tuvo la oportunidad de hacer un repaso al argumento de su novela. Una novela donde el sexo en forma de erotismo, la prensa amarillista y la sociedad peruana en dictadura, son los grandes bloques protagonistas.
 Con respecto al primero, Mario Vargas Llosa -que justificó su amor por Isabel Preysler en una entrevista a ELLE- afirmó que “el sexo es el ingrediente central de la experiencia humana”.
En correlación a sus últimas declaraciones donde criticaba a la prensa del corazón, el Nobel narró que “no pensaba utilizar a Isabel para promocionar ‘Cinco esquinas’”.
 A su salida, los novios no quisieron prestar declaración ni contestar a ninguna de las preguntas acerca de las últimas declaraciones del escritor, donde argumentaba su deseo de no participar en la prensa de corazón
. Aún así, al ser preguntado por la posible boda, Mario Vargas Llosa respondía: “Eso tendréis que preguntárselo a Isabel”.

Isabel Preysler desmiente estar celosa de Aitana Sánchez Gijon

Isabel Preysler niega tener celos de Aitana Sánchez Gijón, con quien trabajó Mario Vargas Llosa en el teatro durante largo tiempo.

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Mientras el Nobel grita su amor a los cuatro vientos, su pareja niega que albergue celos por Aitana Sánchez Gijón, gran amiga de Mario Vargas Llosa.

 La madre de Enrique Iglesias y el escritor acudieron a la presentación del libro del opositor venezolano Leopoldo López, titulado Preso, pero libre.

 A la viuda de Miguel Boyer, últimamente un personaje que lleva camino de convertirse en habitual en todo tipo de actos culturales, le preguntaron por los supuestos celos que habría sentido ante la presencia de Aitana Sánchez Gijón en la presentación del libro Cinco esquinas, la última novela del escritor peruano: 

“Qué tontería. Aitana es una mujer que me cae fenomenal. Además está estupenda y es guapísima e inteligente. He estado con ella cenando”.

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El precio de salir con Isabel

El Nobel, en un acto organizado por Vanity Fair comentaba esa mañana que si despertar curiosidad en la prensa “es el precio que debo pagar por estar con la mujer de la que estoy enamorado, lo pago.

 Con resignación, no con entusiasmo”. Isabel y Mario aún no tienen planes para la próxima Semana Santa: “No lo sé todavía, no lo tengo muy claro”. 

También fue preguntada sobre la posibilidad de que contraigan matrimonio una vez que el escritor haya finalizado los trámites e su divorcio: “No tenemos ningún plan de momento, es todo muy precipitado. No lo sé”.

 Su pareja, afirma, se ha sabido adaptar perfectamente al ritmo de vida de Puerta de Hierro: “Lo ha hecho muy bien, estupendamente”. 

¿Qué Le pasa a Isabel con su nariz? Parece que no tiene, está muy rara.

isabel preysler mario vargas llosa y Aitana sanchez gijón

 

 

El azaroso talento...................................................... Javier Marías

¿Por qué el talento ha de ser proporcional? Jamás lo ha sido.

 

Los Óscars hace ya mucho que me parecen una de las mayores injusticias del año. 
Se suelen conceder a películas espantosas (a menudo pretenciosas); los de interpretación van a parar a alardes circenses que nada tienen que ver con el oficio de actuar: al actor histriónico y pasado de rosca; a la actriz que se afea o adelgaza o engorda hasta no parecer ella; al actor que hace de transexual o de disminuido físico o psíquico; a la actriz que logra una aceptable imitación de alguien real, un personaje histórico no muy antiguo para que el público pueda reconocerlo
. Cosas así. Como he dicho alguna vez, hoy sería imposible que ganaran el Jack Lemon de El apartamento, el James Stewart de La ventana indiscreta o el Henry Fonda de Falso culpable, que interpretaban a hombres corrientes.
Tampoco es que ganaran en su día, por cierto; Cary Grant no fue premiado nunca y John Wayne sólo al final de su carrera, a modo de consolación, por un papel poco memorable
. En fin, Hitchcock no se llevó ninguno como director, y con eso ya está dicho todo sobre el ojo de lince de los tradicionales votantes de estos galardones.
 Pero todo ha ido a peor: al menos John Ford consiguió cuatro en el pasado.
 La estupidez no ha hecho sino ir en aumento en este siglo XXI. Pero qué se le va a hacer, son los premios cinematográficos más famosos y a los que más atención se presta, y sólo por eso me ocupo del Asunto que ha dominado la edición de este año.
Como sabrán, la ceremonia ha sido boicoteada por numerosos representantes negros porque, por segunda vez consecutiva, no hubiera ningún nominado de su raza en las cuatro categorías de intérpretes, ergo: racismo.
 A continuación se han unido a la queja los latinos o hispanos, por el mismo motivo.
Y supongo que no tardarán en levantar la voz los asiáticos, los árabes, los indios y los esquimales (ah no, que estos dos últimos términos están prohibidos).
 Y que llegará el momento en que se mire si un candidato “negro” lo es de veras o sólo a medias, como Halle Berry u Obama, uno de cuyos progenitores era sospechosamente blanco.
 Los hispanos protestarán si entre sus candidatos hay mayoría de origen mexicano o puertorriqueño (protestarán los que desciendan de cubanos o uruguayos, por ejemplo).


Los asiáticos, a su vez, denunciarán discriminación si entre los nominados hay sólo chinos y japoneses, y no coreanos ni vietnamitas, y así hasta el infinito.
 En la furia anti-Óscars de este año se han hecho cálculos ridículos, que, según los calculadores, demuestran la injusticia y el racismo atávicos de la industria cinematográfica: mientras los actores blancos han ganado 309 estatuillas, los negros sólo 15, los latinos sólo 5, 2 los indios y 2 los asiáticos.
Es como decir que la música clásica es racista y machista porque en el elenco de compositores que han pasado a la historia y de los que se programan y graban obras, la inmensa mayoría son varones blancos.
 La pregunta obvia es esta: ¿acaso hubo negros, o gente de otras razas, que en la Europa de los siglos XVII, XVIII y XIX –el lugar y la época por excelencia de esa clase de música– se dedicaran a competir con Monteverdi, Vivaldi, Bach, Haendel, Mozart, Beethoven y Schubert? ¿Acaso a lo largo de la historia del cine hubo muchos cineastas negros? Sucede lo mismo con las mujeres.
Es lamentable que a lo largo de centurias éstas fueran educadas para el matrimonio, los hijos y poco más, pero así ocurrió, luego es normal que el número de pintoras, escultoras, arquitectas, compositoras e incluso escritoras (en la literatura se aventuraron mucho antes que en otras artes) haya sido insignificante en el conjunto de la historia.
¿Acaso a lo largo de la historia del cine hubo muchos cineastas negros?
¿Que el mundo ha sido injusto con su sexo? Sin duda alguna.
 ¿Que se les impidió dedicarse a lo que quizá muchas habrían querido? Desde luego. Es una pena y una desgracia, pero nunca sabremos cuántas grandes artistas se ha perdido la humanidad, porque lo cierto es que no las hubo, con unas pocas excepciones. ¿Clara Schumann, Artemisia Gentileschi, Vigée Lebrun? Claro que sí, pero son muy escasas las de calidad indiscutible. Muchas más en literatura: las Brontë, Jane Austen, Dickinson, George Eliot, Madame de Staël, Pardo Bazán, Mary Shelley, e innumerables en el siglo XX, cuando ya se incorporaron con normalidad absoluta. Pues lo mismo ha sucedido con los negros de las películas: durante décadas tuvieron papeles anecdóticos y apenas hubo directores de esa raza. 
Si hoy constituyen el 13% de la población estadounidense, que se hayan llevado el 4,5% de todos los Óscars otorgados no es tan infame teniendo en cuenta que el primero a actor principal (Sidney Poitier) no llegó hasta 1963.
 Pero dejo para el final la pregunta que hoy nadie se hace: en algo que supuestamente mide el talento, ¿por qué éste ha de ser proporcional? Jamás lo ha sido, ni por sexo ni por raza ni por países ni por lenguas.
 ¿Cabría la posibilidad de que los nominados al Óscar de un año fueran todos no-blancos? Sin duda. No veo por qué no la habría de que otro año todos fueran de raza blanca, si son los que han destacado.
 La única vez que un libro mío ha sido finalista de un importante premio estadounidense, compitió con cuatro novelas de mujeres, de las cuales dos eran blancas, una medio japonesa y otra africana. Ganó esta última, y, que yo sepa, nadie acusó de sexismo ni de racismo a los miembros del jurado.
 
 

El espejo........................................... Rosa Montero

La gran mayoría de la gente se cree comparativamente más gorda, más baja o más enclenque de lo que

es

El otro día pasó por Madrid la viguesa Chus Lago. Chus es una alpinista y exploradora de élite; fue la tercera mujer del mundo (y la primera española) en subir al Everest sin oxígeno en 1999.
 Luego, en diciembre de 2008 y enero de 2009, se pasó dos meses cruzando la Antártida ella sola, arrastrando con sus propias fuerzas un trineo de 130 kilos y sometiéndose a temperaturas menores de 50 grados bajo cero.
El pasado 24 de enero, el explorador británico Henry Worsley falleció intentando hacer esta misma proeza.
 Chus la completó y sobrevivió, aunque se vio obligada a repostar en el camino (es decir, un avión tuvo que lanzarle provisiones). En mayo Chus publicará un precioso libro en el que narra esta aventura austral: Sobre huellas de gigantes (Aguilar).
 Os lo recomiendo vivamente, porque además es una escritora formidable.

Cuando estuvo aquí hace un par de semanas volvía de liderar una expedición de cuatro mujeres por los lagos helados de Laponia para concienciar sobre el cambio climático; y con esas mismas mujeres piensa atravesar Groenlandia el año que viene, una expedición mucho más dura para la que está buscando patrocinios.
 En fin, con todo esto sólo quiero señalar el coraje extraordinario de Chus Lago.
 Su entereza, su fuerza física y sobre todo su fuerza interior.
 Hace falta ser alguien muy templado para lanzarse a la inmensa, inconcebible soledad helada de la Antártida, sin posibilidad de contacto humano, y arrostrar eso durante dos meses sin enloquecer.
 Sí, sin duda estos deportistas extremos son sobre todo exploradores de sí mismos.
 Guerreros que pelean contra su propia sombra.
Llegó a Madrid de paso, pues, repito por tercera vez; quería comprarse algo de ropa y, como somos amigas, hicimos eso tan típico de chicas que es ir juntas de tiendas.
 Ella, eso sí, vestía con toda la parafernalia de Laponia porque no tenía otra cosa que ponerse: botazas de hielo, prendas térmicas
. Era Amundsen curioseando por las boutiques, aunque, cuando no usa ropa de deporte, Chus es mucho más femenina que yo y lleva zapatos de tacón y uñas lacadas
. En una tienda, en fin, nos pusimos las dos a probarnos las mismas prendas. Las mismas faldas, las mismas camisetas
Nos mirábamos en el enorme espejo que cubría toda una pared y yo cavilaba, resignada, en lo mucho mejor que le quedaba todo a ella. 
Tiene 15 años menos que yo y un cuerpo flexible, atlético, precioso, sin un solo átomo de grasa. Después de escrutarnos por delante y por detrás meticulosamente, de subirnos y bajarnos la cinturilla, de tironearnos del jersey y hacer todos esos tontos movimientos que uno hace cuando se está probando algo, Chus hundió los hombros, torció el gesto y dijo con genuino desaliento: “¡Jo, no sé, a mí es que me parece que te queda todo mucho mejor a ti!”.

 Sus palabras me dejaron atónita. No le comenté nada en su ­momento: cuando lea esto va a pasmarse. 

En aquel instante pensé en lo increíblemente errónea que era la percepción que tenía de sí misma, y en la facilidad con la que caemos todos en esa trampa.

 Sí, estoy segura de que yo también me veo peor de lo que estoy; pero en el caso de Chus la desviación de juicio es clamorosa. Esta mujer que se ha medido a sí misma hasta la extenuación, hasta la frontera de la muerte y de la locura; esta guerrera capaz de soportar todos los retos, soportaba sin embargo mal el abismo imaginario del espejo, la confrontación con el yo ideal inexistente.

Hay numerosos estudios sobre esa alteración de nuestra mirada.

 Recuerdo uno de hace bastantes años en el que los sujetos, hombres y mujeres, tenían que valorar varios aspectos de su propio físico tales como peso, musculación o altura, y luego los mismos aspectos en otras personas desconocidas a las que veían a cierta distancia.

 La gran mayoría se creía comparativamente más gorda, más baja y más enclenque y en muchos casos esa apreciación era claramente errónea.

 Parece que las mujeres puntuamos peor en la vertiginosa prueba del espejo; por ejemplo, según una investigación del año pasado de la psicóloga Lorea Kortabarria, los chicos tienen una percepción más real de su peso que las chicas. 

Pero la propia Kortabarria aseguraba que esa diferencia se está reduciendo cada vez más y, por otra parte, el problema es que no se trata solo del peso, de las carnes, de cómo nos sienta o no nos sienta una falda.

 De lo que estamos hablando, en realidad, es de poder reconocernos a nosotros mismos; de la inseguridad y el aprecio que nos tenemos; de la capacidad de aceptar la frustración por no poder alcanzar el ideal.

 Todo esto es la eterna pelea de la vida, nuestro viaje de exploración más importante, y se ve que es más difícil de lograr que atravesar a solas la aterradora Antártida. 

Madre mía, da miedo.