El
historiador José Ignacio Jiménez, patriota puertorriqueño, nos hablaba
de algunos desmanes de la Televisión Española que ven en este continente.
Un señor bien plantado nos paró ayer a dos periodistas de EL PAÍS
para hacernos un reproche muy serio sobre el uso que en España se hace
de la lengua española, siendo como es la cuna del idioma.
Estaba a punto de comenzar el Congreso, donde se iba a hablar, por
supuesto, de la lengua y sus recovecos, y este caballero, el historiador
José Ignacio Jiménez, patriota puertorriqueño que reside en Caracas,
nos hablaba de algunos desmanes de la Televisión Española
que ven en este continente (y en estas islas).
Sucede que él ve, en los
dos canales que sintoniza en su casa, algunos de los reportajes que
sirve nuestra televisión estatal y se fijó recientemente en dos
dedicados a la vieja arquitectura del norte de España.
“Eran reportajes
muy bellos, pero la música de fondo era ¡rock inglés!
¡Con las buenas
músicas que ustedes tienen! ¡Pero qué falta de autoestima, qué
vergüenza!”
Uno de nosotros le dio más leña para que pusiera al fuego.
“Pues ahora la representante de España en Eurovisión cantará en inglés”.
“Pues más a mi favol”.
Ese favol con ele no es una errata de esta
crónica, puede haber otras; lo que sucede, como sabe todo el mundo, es
que en esta zona, el Caribe, la ele es la erre por otros medios, y la
dice todo el mundo y todo el rato, como explicó en seguida José Ignacio
ya en vías de hacernos entender más cosas de la autoestima española y de
la autoestima que él mismo siente por hablar español en Puerto Rico, o en el Puelto Rico, que así también lo dice todo el mundo acá, desde las alturas al llano.
El
propio gobernador del territorio libre asociado, Alejandro García
Padilla, que tiene un apellido bien gomero, se ufanó de su acento, de su
modo de decir el español, “cambiando las erres por jotas” y usando la
ele donde hace falta y donde aquí se tiene por costumbre hablada.
“No es
exactamente ele”, me dijo una periodista puertorriqueña, “tienes que
poner la lengua así, como hago yo, y te sale una ele estupenda, como la
nuestra”.
Lo ensayé; así digo la ele ahora, pues uno viene a estos
congresos a seguir aprendiendo lengua.
En todo caso, del mismo modo que
el gobernador puso su acento en el orgullo como parte de la
reivindicación del habla caribeña de Puerto Rico, el Rey de España
incursionó en el mismo vericueto y nos dio línea a los andaluces y a los
canarios en la parte admirativa de su discurso, pues dijo que lo que
aquí se habla se le antoja una mezcla “entre andaluz y canario”.
Tiene tanta razón el monarca al menos en lo que a nosotros los
canarios nos concierne que esa ele que distingue al puertorriqueño (y al
cubano, por ejemplo) también se dice en nuestros ámbitos campesinos
insulares, al menos en el norte de la isla de Tenerife.
Allí escuché a
un adolescente reprender a su madre, que ponía la ele en todas partes,
hasta que ella le alzó la voz para decirle este pareado: “Mira,
muchacho, yo sé decir hilo e hilacha y mierda pa quien me tacha”.
Así que aquí no se reprende la ele, se habla un castellano purísimo, y
gente como José Ignacio Jiménez tiene argumentos para acusarnos a los
que venimos de Madriz (así lo dijo él, burlándose cariñosamente
de ese hablar castizo) de descuidar la autoestima con la que debemos
afrontar el cuidado del idioma
. En el discurso más famoso ahora del
Congreso, el novelista, y ya un prócer literario puertorriqueño, Luis
Rafael Sánchez reivindicó a su país, en su esencia y en su manera de
hablar, y reclamó ese factor de identidad que ya han leído en la crónica
de Javier Rodríguez Marcos: la puertorriqueñidad; “soy aquí
como el coquí”, “boricua a bordo”…., todos esos eslóganes callejeros que
trajo a colación Luis Rafael forman parte de la reivindicación urbana
de una lengua que es, a la vez, una identidad cuya defensa mereció un
aplauso largo al alegre, y serio a la vez, manifiesto del autor del Abecé indócil, libro del que les hablaré uno de estos días.
Pero volvamos a la ele, que aquí es la letra estrella.
Mi compañero
Javier, precisamente, le preguntó a José Ignacio Jiménez si esa ele
estaba presente en todos los estratos de la profesión, desde el campo de
los jíbaros (de donde es el gobernador Padilla, “a mucha honra”) a las
universidades…
La respuesta que dio hubiera enorgullecido a aquella
madre campesina de Tenerife que le explicaba a su hijo su orgullo de
decir como decía.
Dijo José Ignacio: “Por supuesto que sí, tú oyes la
ele en todas partes
. Un muchacho sin letras la utiliza y la utiliza un
obispo, que mientras te introduce la hostia en la boca te dice ´El
Cuelpo de Cristo”.
La crónica rosa de Es la mañana de Federico contó con la presencia de Rosa Belmonte y Carlos Pérez Gimeno para debatir de todos los asuntos del mundo del corazón.
Centrada de nuevo en la relación, ya confirmada, entre Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler,
que sin duda sigue siendo la comidilla del ámbito social.
Sobre todo a
la hora de echar la vista atrás y analizar cuándo o cómo pudo iniciarse
esta relación... y cómo lo llevó el difunto Miguel Boyer, marido de la reina de corazones.
Tal y como se confirmó en la tertulia de esRadio,
Preysler estuvo con Boyer hasta el final de sus días, pero eso no impide
profundizar en la trastienda de ese matrimonio
. Así lo consideró Federico Jiménez Losantos en
esRadio, que señaló que Preysler siempre ha sido una persona
caristmática e inteligente, además de muy activa... algo de lo que era
perfectamente consciente Miguel Boyer.
"Boyer era un hombre celoso, es más, celosísimo, y persiguió a Isabel",
se dijo en Es la mañana de Federico. Teniendo en cuenta que ella es
"muy simpática y siempre se hace perdonar", esa conducta no hizo sino
enfatizarse en el transcurso de los años.
Llegó a correr el rumor,
incluso, de que en una de sus crisis Boyer se había suicidado... debido a
la posible cercanía de Preysler con Vargas Llosa.
Algo que, natural y
afortunadamente, resultó ser falso.
Tanto es así que "para mitigar los celos patológicos de Miguel,
ella invitó a los Vargas Llosa para acostumbrarse y pasar tiempo
juntos.
Mario tiene mucha conversación, y Miguel era un tipo brillante e
irresistible, un conquistador de presidentes que enamoró a Felipe
González y José María Aznar, los dos grandes líderes de la izquierda y
la derecha española", explicó Federico Jiménez Losantos.
Boyer era un
tipo culto de la aristocracia de la izquierda y supo cómo explotarlo.
Pero cuando el río suena, agua lleva
. "Preysler nunca ha dado un paso en
falso", dijo el periodista Carlos Pérez Gimeno, apuntando a que la
relación con Vargas Llosa -a quien conoció en los ochenta gracias a una
entrevista de la revista Hola- se ha conocido sólo cuando ella ha deseado que se hiciera pública.
Tal y como señaló Jiménez Losantos, la de Vargas Llosa y Preysler era
"una historia encasquillada y al final el amor se impuso".
A lo que se
une el carácter mujeriego del legendario escritor: "A lo largo del
tiempo no se cuántas ha tenido Mario, pero sí sé que Patricia (Llosa) le
ha tenido que perseguir".
"¿Había despertado o seguía soñando? Aquel calorcito en
su empeine derecho estaba siempre allí, una sensación insólita que le
erizaba todo el cuerpo y le revelaba que no estaba sola en esa cama".
Así arranca la última novela del Nobel Mario Vargas Llosa en la que
regresa al Perú de los años 90, a una Lima bajo el toque de queda, en
los últimos coletazos de la presidencia de Fujimori y su siniestro Jefe
de Inteligencia: Vladimiro Montesinos. Apodado El Doctor, es
uno de los personajes de esta historia casi policiaca, en la que el
chantaje, el escándalo y el periodismo amarillo se entremezclan con
escenas de alto voltaje erótico. Como el primer capítulo de Cinco esquinas, en el que dos bellas mujeres de la alta clase limeña, Chabela y Marisa, acaban enredadas bajo las sábanas… La
actriz Aitana Sánchez Gijón, buena amiga del escritor y compañera de
múltiples aventuras teatrales junto a él, lee esas páginas ardientes
ante un abarrotado Salón de Columnas en el Círculo de Bellas Artes de
Madrid. Una obra nueva de Vargas Llosa siempre despierta expectación;
ahora desorbitada por la relación sentimental que mantiene con Isabel
Preysler.