Cuando no es mostrado como un bufón y ridiculizado hasta la extenuación (de eso ya hablamos aquí), es descrito como una figura despótica (también le dedicamos su espacio) o en el mejor de los casos su aportación brilla por su ausencia.
Quizá para la mentalidad contemporánea toda autoridad es irremediablemente autoritaria, quizá los guionistas arrastren unos traumas infantiles del carajo o la explicación esté simplemente en que las familias felices no dan juego dramático.
Sea como fuere, ahora, para variar, nos fijaremos en los que sí merecen la pena, en aquellos que nos valdrían como un ejemplo a seguir.
Allá van unos cuantos para que voten cuál prefieren, o añadan alguno más si lo desean.
Atticus Finch, de Matar a un ruiseñor
La autora de la novela, Harper Lee,
se inspiró en su propio padre para describir a este abogado viudo de
Alabama tan compasivo como firme en sus principios.
Todo un héroe
kantiano que se debía al dictado de su conciencia y que no
desaprovechaba la ocasión de inculcar esos valores a sus hijos: «Uno no
comprende realmente a una persona hasta que considera las cosas desde su
punto de vista… hasta que no se mete en su piel y camina dentro de ella».
Nadie pudo haberlo encarnado mejor que Gregory Peck.
Vito Corleone, de El Padrino
Don Vito es un hombre
que siempre se desvivió por su familia, construyó un pequeño imperio con
sus manos desde la nada y aún cuando está en lo más alto le parece poco
legado para su hijo, para quien siempre tuvo la esperanza de obtener
algo mejor, tal como se sinceraba en esta escena.
Un padre simplemente ejemplar.
Gwillyn Morgan, de ¡Qué verde era mi valle!
«Todo lo que
aprendí de niño se lo debo a mi padre, y nunca me enseño nada malo o sin
valor.
Las sencillas lecciones que me enseñó están tan definidas y
claras en mi mente como si las hubiese escuchado ayer».
Con estas
palabras arranca este clásico de John Ford que le quitó el Óscar a la Mejor Película a Ciudadano Kane.
Esta
familia de mineros de Gales que siempre reza antes de comer y se
dirigen a su progenitor diciendo «padre» hoy nos resultará rematadamente
anticuada, pero se les ve felices, que es lo que importa.