Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 mar 2016

Cuando la moda se vuelve arte....................................................... Álex Vicente

Loewe triunfa en París con una colección definida por contrastes armoniosos, mientras Dior se escuda en el clasicismo a la espera de su nuevo diseñador.

Carrusel final del desfile de Loewe, que presenta en París su colección para otoño-invierno 2017.
Con la cara lavada y un logo rediseñado, Loewe protagonizó este viernes la jornada de desfiles en la semana parisina del prêt-à-porter de la temporada otoño-invierno 2016-2017, donde la nueva colección tramada por J.W. Anderson, el prodigio norirlandés de 31 años que ha logrado colocar la marca en la primera línea del lujo internacional, recibió aplausos unánimes.
 Al final del desfile, salió a saludar retraído y cabizbajo, como acostumbra, aunque podría haber levantado ambos brazos dibujando la señal de la victoria.
 
Carrusel final del desfile de Loewe, que presenta en París su colección para otoño-invierno 2017.
Con la cara lavada y un logo rediseñado, Loewe protagonizó este viernes la jornada de desfiles en la semana parisina del prêt-à-porter de la temporada otoño-invierno 2016-2017, donde la nueva colección tramada por J.W. Anderson, el prodigio norirlandés de 31 años que ha logrado colocar la marca en la primera línea del lujo internacional, recibió aplausos unánimes. Al final del desfile, salió a saludar retraído y cabizbajo, como acostumbra, aunque podría haber levantado ambos brazos dibujando la señal de la victoria.
Una modelo luce una creación de Jonathan Anderson para Loewe.
Anderson presentó una colección de una gran solidez, que parecía estudiada al milímetro, pese a que todo manara con perfecta fluidez y sin molestos subrayados
. La propuesta de Anderson está estructurada a partir de un admirable juego de contrastes, que sitúan sus looks en algún lugar entre la rigidez y la suavidad, lo radical y lo accesible, lo discreto y lo aparatoso
. Las texturas naturales de los abrigos de tweed y los jerséis en bambú orgánico contrastaban con materiales tirando a sorprendentes, como el alambre y la goma industrial, de los que el modisto se ha servido para dar forma a faldas y vestidos.
Como es habitual, la perseguida sofisticación de Anderson no tiene nada de ostentosa, pero tampoco se priva de ciertas excentricidades.
 En la pasarela primaveral ya sorprendió con pantalones de celofán transparente o atuendos de trencadís
En esta ocasión, fueron los cortes mutantes de los abrigos, los collares cervantinos en dorado, las mangas compuestas de aros de metal o los bolsos en forma de gato, suspendidos del cuello como si fueran colgantes, los que causaron cierta sensación y prometen convertirse en best seller para los pudientes.
 Tal vez sea ese el contraste más admirable: la colección, situada en la frontera con lo conceptual, nunca renuncia a la comercialidad.
De fondo, se escucharon hipnóticos mantras para dejar de fumar (el propio modisto lo está "intentando"). Afirma Anderson que toda colección debe contener una parte de incomodidad y extrañeza para ser un éxito.
 Lo que presentó este viernes supone un buen ejemplo de esa máxima.
Unas horas más tarde, Dior presentaba su nueva colección, la segunda entregada por Lucie Meier y Serge Ruffieux, el tándem que se ha colocado provisionalmente al frente de la marca tras la dimisión inesperada de Raf Simons el pasado otoño.
 A la espera del nombramiento oficial de su sucesor como director creativo —suenan nombres como Sarah Burton o Riccardo Tisci—, el atelier de la firma francesa pareció escudarse en cierto clasicismo.
Una modelo desfila con una de las creaciones de Christian Dior en París.
El desfile tuvo lugar en uno de los espectaculares patios interiores del museo del Louvre, donde la marca hizo construir un gran cubo reflectante en el que destellaban los edificios del antiguo palacio real, que albergaba distintos pasillos tubulares próximos a un futurismo minimalista.
 Su presentación siguió esa misma directriz, dudando entre pasado y futuro

De fondo, se escucharon hipnóticos mantras para dejar de fumar (el propio modisto lo está "intentando"). Afirma Anderson que toda colección debe contener una parte de incomodidad y extrañeza para ser un éxito. Lo que presentó este viernes supone un buen ejemplo de esa máxima.
Unas horas más tarde, Dior presentaba su nueva colección, la segunda entregada por Lucie Meier y Serge Ruffieux, el tándem que se ha colocado provisionalmente al frente de la marca tras la dimisión inesperada de Raf Simons el pasado otoño
 . A la espera del nombramiento oficial de su sucesor como director creativo —suenan nombres como Sarah Burton o Riccardo Tisci—, el atelier de la firma francesa pareció escudarse en cierto clasicismo.
Una modelo desfila con una de las creaciones de Christian Dior en París.
El desfile tuvo lugar en uno de los espectaculares patios interiores del museo del Louvre, donde la marca hizo construir un gran cubo reflectante en el que destellaban los edificios del antiguo palacio real, que albergaba distintos pasillos tubulares próximos a un futurismo minimalista. Su presentación siguió esa misma directriz, dudando entre pasado y futuro
Valorizó el patrimonio de la maison reinventando diseños históricos, como el vestido ice cream que diseñó Christian Dior o el tailleur bar de su célebre colección New Look, además de multitud de bordados y estampados de aires retro
. A la vez, también se vieron faldones asimétricos, volantes a la altura del pecho o incluso elementos procedentes del workwear masculino. Sin el genio ni la exuberancia de Raf Simons, la colección prefirió no correr riesgos innecesarios, y el conjunto pareció coherente. Apostando por la acumulación y la mezcla, la propuesta de Dior abrazó una gran diversidad de formas y materias, del terciopelo y el leopardo hasta el jacquard o el patchwork de estampados.
 En la nota de prensa del desfile, sus responsables dijeron haber querido esbozar "una feminidad en movimiento", "lúdica y excéntrica". Hubo quien salió descontento, pero también quien lo consideró una demostración práctica de las virtudes de no tener presidente.
 

 

Cine artesanal, qué bien............................................................... Carlos Boyero

De acción son las mejores películas que he visto en los últimos años del cine español, con la excepción de 'El artista y la modelo'.

Luis Tosar y Rodrigo de la Serna, en 'Cien años de perdón'.
Hace veinte años vi en el festival de Berlín la ópera prima de un director español (o vasco o catalán, no sé, me pierdo en eso de las nacionalidades) llamado Daniel Calparsoro titulada Salto al vacío.
 Y existía vértigo en ella y las transparentes huellas de un director con pretensiones de estilo, de originalidad, de destroyer.
Como la mayoría de los experimentos, me resultaban fatigosos los suyos, aunque había secuencias, como la de esa actriz atractiva pero con vocación de parecer rarita llamada Nawja Nimri pasando con su boca y a toda hostia papelas de caballo en un paisaje siniestro, que revelaban a alguien que sabía retratar sensaciones con su cámara.
CIEN AÑOS DE PERDÓN
Dirección: Daniel Calparsoro.
Intérpretes: Luis Tosar, Patricia Vico, Rodrigo de la Serna, Raúl Arévalo.
Género: thriller. España, 2016.
Duración: 98 minutos.
Y la continuidad de la carrera de este señor tan desgarrado, airado y moderno no me fascinó durante demasiado tiempo.
 Y vale, todos evolucionamos, excepto los tontos irremediables (yo lo soy), y el tiempo
puede lograr que renuncies parcialmente a tu furiosa autoría para convertirte en un profesional, uno de los conceptos más nobles y admirables que existen (no hay muchos que tengan lo que hay que tener, que hagan muy bien su trabajo sin reclamar el título de artista), que incluso en un universo tan cutre y degradado como el de las series de televisión españolas, te las ingenies para hacer cosas dignas, que decidas convertirte en un buen narrador de películas de acción. Hay quien menosprecia o desdeña el género.
 Allá ellos. Yo creo que Hawks, Ford y Hitchcock hacían películas de acción y que transmitían sentimientos en medio de ella. No conozco a nadie mejor.

Luis Tosar y Rodrigo de la Serna, en 'Cien años de perdón'.
Hace veinte años vi en el festival de Berlín la ópera prima de un director español (o vasco o catalán, no sé, me pierdo en eso de las nacionalidades) llamado Daniel Calparsoro titulada Salto al vacío. Y existía vértigo en ella y las transparentes huellas de un director con pretensiones de estilo, de originalidad, de destroyer. Como la mayoría de los experimentos, me resultaban fatigosos los suyos, aunque había secuencias, como la de esa actriz atractiva pero con vocación de parecer rarita llamada Nawja Nimri pasando con su boca y a toda hostia papelas de caballo en un paisaje siniestro, que revelaban a alguien que sabía retratar sensaciones con su cámara.
CIEN AÑOS DE PERDÓN
Dirección: Daniel Calparsoro.
Intérpretes: Luis Tosar, Patricia Vico, Rodrigo de la Serna, Raúl Arévalo.
Género: thriller. España, 2016.
Duración: 98 minutos.
Y la continuidad de la carrera de este señor tan desgarrado, airado y moderno no me fascinó durante demasiado tiempo.
 Y vale, todos evolucionamos, excepto los tontos irremediables (yo lo soy), y el tiempo puede lograr que renuncies parcialmente a tu furiosa autoría para convertirte en un profesional, uno de los conceptos más nobles y admirables que existen (no hay muchos que tengan lo que hay que tener, que hagan muy bien su trabajo sin reclamar el título de artista), que incluso en un universo tan cutre y degradado como el de las series de televisión españolas, te las ingenies para hacer cosas dignas, que decidas convertirte en un buen narrador de películas de acción.
 Hay quien menosprecia o desdeña el género. Allá ellos. Yo creo que Hawks, Ford y Hitchcock hacían películas de acción y que transmitían sentimientos en medio de ella. No conozco a nadie mejor.
Y de acción son las mejores películas que he visto en los últimos años del cine español, con la excepción de la admirable El artista y la modelo, de Fernando Trueba, que nunca he sabido a que género pertenece.
 Alberto Rodríguez hace películas de acción y más cosas. Enrique Urbizu hace películas de acción y más cosas. Daniel Monzón hace películas de acción y más cosas.
 Su cine aspira a ser visto por muchos, como el de cualquier persona sensata que se dedique al espectáculo.
 Proponen una oferta que aspira a la demanda.
 Y además de entretenimiento, intriga, tensión, esas películas intentan provocar emociones. Y responden a su visión del mundo.
 No están destinadas a cuatro onanistas mentales convencidos de que tienen un paladar selectivo, con una sensibilidad especial para captar el auténtico arte, sino para esa cosa tan diversa, heterodoxa y necesaria llamada público.

En Guerreros, Calparsoro mostraba su dotes para hacer cine bélico, sin abandonar el nihilismo.
 Y seguí con interés la muy profesional Combustión, cine muy digno que podía haber sido rodado en Hollywood, aunque con un presupuesto cien veces menor.
 Y la protagonizaba una señora muy sensual, Adriana Ugarte, que debe ser tan buena actriz que no la he reconocido en la vida real cada vez que me he cruzado con ella en el festival de San Sebastián.
Y en Cien años de perdón (ojalá que pudiéramos robar a los grandes ladrones y obtener no ya cien años de innecesario perdón, sino de agradecimiento popular), apoyándose en el guion de Jorge Guerricaechevarría, un señor que escribe cosas distintas y con sello propio, Calparsoro logra una película tensa, entretenida, rodada con personalidad y oficio, con actores competentes (espléndido e inquietante el argentino Rodrigo de la Serna), que gira alrededor del asalto a un banco donde guardan su rapiña los rufianes más poderosos, los padres de la patria.
 Y me aclaro.
 No esperen la versión española de Heat, la película que más me ha enamorado en los últimos veinte años, pero sí un producto tan visible como audible.

 

Las huellas de García Márquez....................................................... Winston Manrique Sabogal

Los institutos Cervantes y Caro y Cuervo homenajean al Nobel con una charla entre Felipe González, Dasso Saldívar y Juan Cruz.


Felipe González, Juan Cruz y Dasso Saldívar, en el Homenaje a Gabriel García Márquez en el Instituto Cervantes.
Este complejo marzo político de España se coló anoche, con el expresidente del Gobierno Felipe González y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en un homenaje celebrado en Madrid a Gabriel García Márquez, quien tuvo varios marzos literarios en su vida
. Nació el 6 de marzo de 1927 y fue en marzo de 1944 cuando la vocación literaria y periodística de quien firmaba entonces como Javier Garcés se despejó y tuvo gran impulso, sin sospechar que habría de impactar a millones de personas con su verdadero nombre.

Setenta y dos marzos después de avistar aquel horizonte literario, tres de sus grandes lectores se reunieron para homenajearle y hablar de las huellas que el Nobel de Literatura dejó en ellos tanto en lo literario como en lo personal.
 Anécdotas, risas, análisis críticos y secretos compartidos por Dasso Saldívar, quien rastreó su vida varios años hasta redactar la biografía El viaje a la semilla (reeditada ahora por Ariel); Juan Cruz, que lo siguió como periodista y lo entrevistó muchas veces, y González, quien, tras admirarlo como lector, lo pudo conocer y se hicieron amigos.
 A Gabo le gustaban las intrigas como a nadie y siempre buscó la paz para Colombia.
 Tenía una fe ciega en eso”, aseguró o el expresidente.
 Y, este mes de marzo, Gabo estaría feliz porque, si nada se tuerce, el gobierno colombiano firmará la paz con la guerrilla de las FARC.
Los tres compartieron sus experiencias, pero, sobre todo, evocaron al autor, fallecido el 17 de abril de 2014
. Lo hicieron en la sede del Instituto Cervantes, de Madrid, convocados tanto por este como por el Instituto Caro y Cuervo.
 Más de un centenar de personas, entre las que estaba Sánchez, les escucharon las anécdotas relacionadas de Gabo con la infancia, los abuelos con quienes se crio en Aracataca o su alto sentido de la amistad.
El poder, ¿por qué le fascinaba estar cerca de los poderosos?, preguntó Cruz al expresidente González.
 “Gabo tenía una curiosidad infinita por todo, incluso por saber qué le pasaba la gente con poder por la cabeza antes de tomar una decisión que afectaría a millones de personas.
 Quería comprender qué era el poder”. Una de las semillas de esa fascinación, contó Saldívar, está en que en la casa de Aracataca donde se crio con sus abuelos maternos fue testigo del poder. "Del poder que tenía su abuelo Nicolás en el pueblo.
 La gente lo respetaba, le pedían consejo. Todos lo conocían como el viejo general que había participado en la Guerra de los Mil Días".

El hallazgo del escritor

Un marzo tan decisivo como el actual en España lo fue para García Márquez el de 1944: el poeta Carlos Martín fue nombrado director de su colegio en la helada Zipaquirá de los Andes colombianos. El futuro Nobel tenía 17 años.
 Fueron los días en que descubrió a Homero, Sófocles, Virgilio, Dante, Shakespeare o Tólstoi.
Y si así fue como penetró en otros mundos literarios, Saldívar entró en su universo con Cien años de soledad.
 Estaba en tercero de Bachillerato: “Lo leí porque vi su foto en un periódico y su aspecto sonriente y antisolemne me llamó la atención. Su lectura me dejó mareado de fascinación.
De la lectura ordenada y anotada de sus libros, me surgió la necesidad de saber quién era García Márquez.
 Todos lo leían, pero era el gran conocido desconocido”.

Cruz también llegó a él por Cien años de soledad. “Fue un deslumbramiento”, recordó el escritor y adjunto al director de EL PAÍS.
“Fue como entrar en otro mundo, pero no muy ajeno al mío. Lo que contaba se parecía a lo que contaban las madres canarias a los niños con todas esas fantasías”.
La amistad fue otro de los temas de la noche. Felipe González aseguró que "la amistad con él era imposible de comprender sin la Gaba (como llaman los amigos a Mercedes Barcha, viuda del escritor). Juan Cruz recordó que en una ocasión en Cartagena de Indias cuando García Márquez ya casi no reconocía a la gente vio a uno de sus grandes amigos, a Juan Gossaín, y le dijo: "Yo a ti te conozco".
 Y le cogió la mano y se la besó. "Quizás fue una señal para que Gossaín escriba un libro sobre la amistad", comentó Cruz.
Tras el primer acercamiento de Saldívar, Cruz y González a García Márquez a través de la lectura de Cien años de soledad llegaron otros libros suyos como El coronel no tiene quien le escriba, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada
 Pero García Márquez había entrado a la creación litearia con cuentos.
 El primero lo escribió en 1944, El instante de un río, “un relato lírico y que, aun con las ingenuidades de un muchacho de 17 años, es un texto inaugural y revelador”, escribe Saldívar.
 En él, agrega, “esboza una de sus constantes: la trasposición poética por el reflejo de las personas y las cosas en los espejos (del agua, del sueño, la nostalgia)”.

 

Por un buen puñado de libros.......................................................................... María Jesús Espinosa de los Monteros

Impedimenta fundamenta su catálogo en las tradiciones provenientes de la literatura occidental y en títulos que hayan pasado la criba del tiempo.

Enrique Redel, editor de Impedimenta, parece ser el resultado de una mezcolanza perfecta entre el Mendel, de Stefan Zweig, y el Montano de Vila-Matas.
 Su pasión por los libros, la vehemencia con la que defiende sus lecturas y la fe inquebrantable que profesa hacia ellas, contagia a cualquiera.
 A él se le podría atribuir aquello que Kafka le escribió a su enamorada Felice Bauer: “No, querida Felice, no es que tenga una tendencia hacia la literatura, es que soy literatura”
. Enrique Redel comanda desde hace nueve años una editorial que nació con vocación de ocupar espacios inhabitados en la literatura de nuestro país: “Nuestra idea inicial era establecer un nuevo canon”, afirma el editor, que entiende la literatura como una selección de libros que te acompañan a lo largo de la vida, libros que se protegen y guardan, que se transportan en mudanzas... libros, en definitiva, que nos definen mejor que cualquier biografía sentimental o profesional.

Enrique Redel, editor de Impedimenta, parece ser el resultado de una mezcolanza perfecta entre el Mendel, de Stefan Zweig, y el Montano de Vila-Matas. Su pasión por los libros, la vehemencia con la que defiende sus lecturas y la fe inquebrantable que profesa hacia ellas, contagia a cualquiera. A él se le podría atribuir aquello que Kafka le escribió a su enamorada Felice Bauer: “No, querida Felice, no es que tenga una tendencia hacia la literatura, es que soy literatura”. Enrique Redel comanda desde hace nueve años una editorial que nació con vocación de ocupar espacios inhabitados en la literatura de nuestro país: “Nuestra idea inicial era establecer un nuevo canon”, afirma el editor, que entiende la literatura como una selección de libros que te acompañan a lo largo de la vida, libros que se protegen y guardan, que se transportan en mudanzas... libros, en definitiva, que nos definen mejor que cualquier biografía sentimental o profesional.
Impedimenta fundamenta su catálogo en las tradiciones provenientes de la literatura occidental y en títulos que hayan pasado la criba del tiempo.
 Suya es la honesta labor de recuperación de una literatura anglosajona escrita por mujeres como Penélope Fitzgerald, Iris Murdoch o Muriel Spark que se han convertido en verdaderos estandartes de su línea editorial. La literatura traducida es, en este sentido, una de sus grandes bazas:
 “Cuidamos mucho la traducción e intentamos jugar un papel de intermediarios entre lo antiguo y lo moderno”, sostiene Redel. En la editorial madrileña también ha habido espacio para autores españoles contemporáneos como Pilar Adón, Pablo d'Ors, Eduardo Berti o Jon Bilbao, del que acaban de publicar un conjunto de ocho relatos: Estrómboli.
La nueva colección de la editorial está dedicada a los más pequeños
: La Pequeña Impedimenta es una valiente apuesta por la literatura infantil con una notable calidad literaria ideada para los lectores del futuro
. El Chico Amarillo (dedicada a la novela gráfica y el cómic) es la colección más visceral de todas, pues la afición de Redel por dibujar y leer cómics se gesta es su infancia. La Biblioteca del Pájaro Dodó (en la que se incluyen un diccionario de cine y otro literatura),
El Mapa del Tesoro (libros con cierto tono vintage) conforman, junto a la propia colección Impedimenta, el catálogo completo.
 Destacan en él, dos libros recientes de gran formato (Animalium e Historium) que se han convertido en joyas educativas para los jóvenes, una especie de libros-museo que siempre están abiertos.