A Tom Hooper no se le puede negar la voluntad poética con la que ha encarado en La chica danesa el biopic de Lili Elba / Einar Wegener, ya sea a partir de una ambientación contenida y elegante,
como contrapeso al portentoso drama de sus protagonistas, o en algunos
recursos narrativos que funcionan como la mejor metáfora para comprender
el desasosiego existencial del personaje -que el verdadero yo de Lili/
Einar pueda ser capturado por la pintura pero no pueda reconocerse
cuando se mira en un espejo, por ejemplo-.
Los trabajos de época de
espíritu qualité son un campo de acción que Hooper domina como buen artesano -producción excelente para un relato al borde de lo transgresor pero siempre con un tono para todos los públicos-
y en este trabajo su rol de director de orquesta logra un empaque
portentoso
. Otra cosa es si ese envoltorio posee la fuerza de la que
presume.
Quizá sea el tono contenido y poco arriesgado lo que no ayuda a que La chica danesa
entregue al espectador el potencial de su historia. La trama que
explica no necesita demasiados artificios (la transformación sexual de
un hombre en mujer a mediados de los años 20 del siglo pasado) y, sin
embargo, da la sensación de que se esconde en ellos. Sobre todo su actor
protagonista, Eddie Redmayne, quien en vez de interpretar a Lili parece estar posando,
como si con cada caída de pestañas intentara desprender una feminidad
que no consigue alcanzar y una tiene la impresión de que en vez de estar
viendo la metamorfosis de una identidad sexual se está frente a un
coqueteo de máscaras. Y, cabe repetirlo, Lili no es Einar disfrazado de
mujer, sino más bien al revés. Redmayne, y lo siento por sus seguidores, no logra que creamos a la mujer que lleva dentro.
En el lado opuesto encontramos a una Alicia Vikander poderosa
en el papel de la mujer de Einar, Greta Wegener, en una interpretación
entregada que podría haberlo sido más si el guión no hubiera relegado a
su personaje al rol de esposa mártir. Toda la complejidad de la
transformación de Einar recae sobre los hombres de Vikander, ejerciendo
de pivote en un escenario que le queda pequeño y haciendo sombra a unos
actores laureados que no están a su altura. Ella es a todas luces lo más
significativo de un filme que, a pesar de su interés en el drama de una
pionera en transgredir normas sociales y leyes del cuerpo, simplifica
el conflicto de la transexualidad, en ocasiones reduciéndolo a
elementos tan poco determinantes como el vestuario y otros fetiches
textiles . Y, a estas alturas lo sabemos bien, hay historias que no se benefician de esa pulcritud escénica.
. La pareja de pintores formada por Einar (Eddie
Redmayne) y Gerda Wegener (Alicia Vikander) disfruta de su éxito.
Un
día, por casualidad, la modelo a la que ella ha contratado para retratar
en sus cuadros ha tenido que cancelar la cita y necesita terminar esas
pinturas a tiempo.
Para que ella pueda finalizar su trabajo, la pintora
le pregunta a su marido si no le importaría ponerse medias y zapatos de
mujer por unos instantes, a lo que él accederá sin problema.
Esta
revelación desencadenará el despertar de un anhelo largamente escondido
por Einar: su deseo de ser mujer.
Al principio este juego les
resulta apasionante y divertido, cuando los retratos resultan ser un
éxito, y ella anima a su marido a adoptar una apariencia femenina.
Después no lo será tanto para Einar, que se da cuenta de que se siente
una mujer por dentro
. La vida del matrimonio dará un enorme giro y el
nacimiento de una identidad femenina en el cuerpo masculino de Einar
provocará muchos problemas en su relación sentimental.
En su lucha por
hacer justicia a su yo interior, Einar se convertirá en Lili Elbe.
Su
decisión final será la de hacerse una operación de cambio de sexo,
convirtiéndose así en pionero en la cultura transgénero y uno de los
primeros en operarse y cambiar de sexo.
Este drama basado en la
verdadera historia de esta pareja de artistas daneses, protagonistas de
una de las más inusuales historias de amor de principios del siglo XX,
es un guión de Lucinda Coxon (Pétalo carmesí, flor blanca, Wild Target) basado en la novela homónima de David Ebershoff.
El film está dirigido por el ganador del Oscar Tom Hooper (Los Miserables, El discurso del rey, The Damned United).
Sus protagonistas son el el oscarizado actor Eddie Redmayne (La Teoría del Todo, Mi semana con Marilyn, Los Pilares de la Tierra) y Alicia Vikander (Ex Machina, El séptimo hijo, Anna Karenina). Completan el reparto Matthias Schoenaerts (Lejos del mundanal ruido, A Little Chaos), Ben Whishaw (En el corazón del mar, Spectre) y Sebastian Koch (El puente de los espías, El libro negro).
El que hemos despedido, en el que se ha cumplido su primer año de reinado, ha sido sin duda el año en el que la reina Letizia
ha brillado con luz propia . Su elegancia en sus elecciones de vestuario
y su moderno peinado han sido no sólo sus señas de identidad sino que
han inspirado Raya lateral Doña Letizia y Victoria Beckham
apuestan por pantalones con contrastes y ‘blazer’ cruzada con doble
botonadura. Así mismo, ambas optan lucir los mismos accesorios como los
‘stilettos’ y, por supuesto, todo en negro. Clásico y elegante, este es
un ‘look’ perfecto para los compromisos navideños que se aproximan, ¿te
apuntas?
Seis 'looks' icónicos que nos seguimos poniendo hoy
De Marilyn a Diana de
Gales: seis de las mujeres más icónicas de todos los tiempos que
marcaron la manera en la que nos vestimos hoy en día
Bellas, camaleónicas, con carisma... y muchas de ellas adelantando tendencias desde hace décadas,
mucho, muchísimo antes de verlas en nuestros armarios. Las mujeres más
icónicas del siglo XX ya se encargaron de definir qué sería lo que
llevaríamos (y cómo lo llevaríamos) con años de adelanto, y desde
entonces la moda no ha hecho más que reciclarse, hasta el punto de que a
veces se nos olvida que lo que llevamos hoy, ya lo llevaron ellas.
Aprendemos de los grandes iconos cómo llevar seis de las tendencias más
famosas de todos los tiempos.
Cuando las chicas del fashion pack van a los desfiles de la semana de la moda con el abrigo colocado sobre los hombros, el look se considera un truco exprés, con su propia categoría de hashtag en Instagram. Pero no fueron ellas quienes lo inventaron: buscando en los archivos históricos de cómo llevar un abrigo con estilo, nos hemos encontrado esta instantánea de Marily Monroe, aterrizando en el aeropuerto de Londres junto al escritor Arthur Miller en 1956, y haciendo exactamente lo mismo.
Las prendas de abrigo que se colocan de esta manera como si fueran una capa, sin hacer uso real de las magas, han sido uno de los trending topic en moda de los últimos años, porque convierten a la cazadora o chaqueta en un accesorio. Se
lo hemos visto a Jourdan Dunn, Alexa Chung, Naomi Watts, Chrissy
Teigen, Poppy Delevingne... y prácticamente cada una de las chicas-it de la moda, que han acabado 'fichando' esta tendencia más tarde o más temprano. La primera de todas: Marilyn.
La bota a la rodilla, o bota ecuestre, es más difícil de llevar que el botín tobillero porque el corte rompe con las proporciones de las prendas cuando el largo de la falda y el alto de la bota no coordina,
y hay que respetar un largo de unos tres o cuatro dedos entre el bajo y
el inicio del zapato para que uno no colisione con la otra.
A las
chicas de la moda las hemos visto haciendo uso de esta fórmula
matemática a lo largo de toda la temporada de otoño; nada destacable si
tenemos en cuenta que ya la dominaba con soltura Jackie Kennedy en un paseo por París en 1970, con un dress-coat con botas de ante, gafas de sol de Nina Ricci y bolso de Gucci.
Cualquier amante del cine que se precie sabe que Katharine Hepburn fue una adelantada a su época,
que no sólo brilló como un camaleón en la gran pantalla, sino que fue
de las primeras actrices en mostrar su amor por los deportes (existen
imágenes suyas sobre un skateboard y jugaba al tenis y al golf), y explorar el armario masculino sin complejos, muchísimo antes de que los boyfriend jeans
fuesen tan siquiera un proyecto de idea.
Lo que para la época estaba en
las antípodas del glamour, con un personalidad enigmática y muy privada
que ella subrayaba con prendas casuales muy distantes de las de sus
congéneres (adiós vestidos, hola pantalones), hoy se vería como una lección de estilo, que incluiría uno de los diseños de pantalón al que más bombo se ha dado en los últimos años: el palazzo, el de la imagen visto durante el rodaje de 'Historias de Filadelfia' en 1940, con cinturilla alta, diseño pinzado en color claro, y combinado con una camisa oscura.
En la imagen: pantalones de crepe de pata ancha en color blanco de Jonathan Simkhai (410 €); a la venta en Net-a-Porter. Traje de pata amplia con cinturilla ajustada en color azul navy, de Topshop (86 €); y pantalones holgados en marino Triba, de Just Female, para ASOS (118,99 €)
El escote de hombros caídos, u off-shoulders como se le conoce ahora, fue una de las 'prendas que parecen imposibles'
del año en 2015, junto con la falda tableada y el abrigo-chaleco, largo
pero sin mangas.
Los hombros al aire han vuelto a estar en boga después
de que durante los meses de verano, cada segunda fotografía de una celeb fuese poco menos que una instantánea de Kendall Jenner (o simplemente Kendall, como prefieras llamarla), con una camiseta de este estilo con vaqueros.
Sin embargo, este tipo de escote ya fue uno de los preferidos a lo largo de toda su vida de Elizabeth Taylor,
que hizo uso de él tanto en el cine como en su vida privada, y en la
alfombra roja de los años dorados de Hollywood: un diseño muy sensual al
que la actriz de los ojos violeta siempre ha sabido sacarle partido, a
pesar de que hoy en día sea fácil identificarlo con un estilo más boho, especialmente en las maxicamisas y los tops de encaje y volantes.
Si el little black dress más famoso del cine es el Givenchy que Audrey Hepburn llevó en 'Desayuno con diamantes', el más icónico entre las royals no es otro que el 'vestido de la venganza' de Diana de Gales:
un diseño en gasa de seda con bajo asimétrico y hombros al aire y con
el que Diana, que lo había comprado hacía tiempo pero nunca usado por
considerarlo demasiado atrevido, sorprendió a la prensa la misma noche
que Carlos de Inglaterra confesó públicamente su affaire
con Camilla Parker-Bowles en televisión, en 1994. Aquél 'momentazo' se
convertiría en un antes y un después en la vida de la Princesa, un punto
y aparte que marcaría el inicio de su etapa más carismática, antes de
aquel terrible accidente de coche que acabó con su vida en agosto de
1997.
En la imagen: vestido ajustado con manga larga y lentejuelas de DKNY, a la venta en Net-a-Porter (2.295 €). Vestido de encaje con cuello en pico de Topshop (52 €). Minivestido con falda de volantes de DKNY, también a la venta en Net-a-Porter (350 €).
La influencia que sigue manteniendo la marca italiana no se traduce
en resultados.
Cerró 2015 con una caída de los beneficios cercana al 40%
Un escaparate de Prada, en Milán. / GETTY
No se puede decir que, a sus 66 años, Miuccia Prada
haya dejado de ser influyente.
Al contrario.
Sus zapatos de tacón
trapezoidal vuelven a estar entre los más deseados; su última colección,
una nueva vuelta de tuerca al estilo formalmente irónico (o
irónicamente formal) que la ha hecho reconocible, tuvo algunas de las
mejores críticas de su carrera.
Al fin y al cabo, la estética que
triunfa ahora, ese aire estudiadamente excéntrico que le ha dado
Alessandro Michele a Gucci y que también adoptan otros jóvenes creadores
que desfilan en Milán como Arthur Abesser y Marco de Vincenzo, no es
sino una destilación de Prada, hasta el punto que a esa generación ya se
les llama “los hijos de Miuccia”. Pero en moda la influencia no siempre se monetiza.
Prada lleva ya un tiempo arrojando números preocupantes: cerró 2015 con
un descenso de un 27,6% en sus beneficios y solo en el último trimestre
del año, las cifras son aun más negativas, con una caída del 38%. Los
productos de piel, el sostén de la empresa, vendieron un 11% menos y sus
acciones han perdido la mitad de su valor en los últimos dos años.
A
esto se suman los problemas que el grupo Prada ha tenido con la Hacienda
italiana.
En octubre pasado, Miuccia Prada y su marido, el empresario
Patrizio Bertelli, anunciaron una reestructuración de su holding de
empresas y confirmaron que habían sufrido una inspección fiscal. Según Women’s Wear Daily,
el matrimonio habría pagado casi 600 millones de euros al fisco al
devolver el domicilio de sus empresas a Italia, tras refugiarse en
Luxemburgo en busca de alivio de impuestos.
El portal Business of Fashion
asegura en un informe reciente que muchos de los problemas de Prada son
autoinfligidos.
Por un lado, la firma ha estado subiendo sus precios,
siguiendo la estrategia del llamado hiperlujo, pero al contrario que
Chanel o Hermès, Prada no tiene una base tan sólida en la que apoyarse
ni tantos productos baratos y aspiracionales (velas, monederos) a la
venta.
Los analistas señalan que la escalada de precios no va acorde con
los valores de la marca, que no tiene un abolengo de más de un siglo
como las maisons francesas y que basó su éxito inicial en sus
exitosísimos y asequibles bolsos de nylon.
“Están teniendo problemas
para justificar ese diferencial de precio y poder competir con las
marcas de más alta gama.
Para obtener un crecimiento sostenido, tenían
que penetrar nuevas categorías de producto o nuevos territorios, y
justamente Prada está encontrándose con más problemas de los que preveía
en Asia”, señala el profesor Oriol Iglesias, director del Esade Brand
Institute, poniendo un dedo en la otra llaga de la marca.
China supone
un tercio de las ventas totales de la firma, que ha sufrido más que
otras de su segmento el frenazo que sufrió el lujo en ese mercado debido
a la depreciación del yuan.
Miuccia Prada, de 62 años, y Patrizio
Bertelli, de 64, se conocieron en 1977 y se casaron una década después.
En 1978, ella tomó el control de la empresa que su abuelo fundó en 1913.
/ MAGNUM
El primer punto en el plan de choque pasa por abrir menos tiendas.
Están previstas unas diez aperturas, frente a las 54 que se inauguraron
en el pasado ejercicio, y no se descarta cerrar algunas.
De todas formas, no todo son malas noticias en Casa Prada. Miu Miu,
la segunda línea, está pasando por un buen momento, con un crecimiento
del 4% en el último trimestre del año, a pesar de que sus precios
también son comparativamente altos en relación a otras marcas hermanas.
Prada, sin embargo, no parece haber perdido eso tan intangible pero
crucial que se llama “deseabilidad”.
Sus merceditas de charol y hebilla
gigante siguen siendo buscadas y eso, aunque parezca mentira, ya es un
buen indicador económico.