Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

8 ago 2015

El crimen de 'Los Galindos' puede dejar de ser un crimen perfecto..........................................Ismael Fuente Lafuente

El crimen de 'Los Galindos' puede dejar de ser un crimen perfecto.

 

Los asesinos fueron al menos dos, y la nueva línea de investigación pretende demostrar la inocencia del tractorista José González, principal sospechoso según la primera versión policial.

La exhumación de los cinco cadáveres aparecidos en el cortijo de Los Galindos, en el término municipal de Paradas, a 53 kilómetros de Sevilla, en julio de 1975 (véase recuadro aparte), ordenada por el juez de Marchena y realizada en los últimos días de enero, puede aportar datos decisivos en la investigación sobre unos crímenes que no fueron perfectos por lo burdo de su ejecución, pero que las deficientes diligencias en los primeros y decisivos momentos lo hicieron, de hecho, perfecto hasta ahora.
La línea central de la nueva investigación pretende demostrar la inocencia del hasta ahora principal sospechoso, en opinión de la Guardia Civil y de la policía gubernativa, el tractorista José González, de quien se dijo que se había suicidado prendiéndose fuego después de asesinar a las otras cuatro personas.
También se da por descontado que los autores de las muertes fueron dos, también en contra de los primeros informes oficiales.

ENVIADO ESPECIALPara Heriberto Asensio Cantisán, veintisiete años, casado, una hija, Marchena fue su primer destino como juez, recién sacadas las oposiciones en el año 198 1.
Se convertía en uno de los magistrados más jóvenes de España y en el cuarto que heredaba el sumario de Los Galindos, el número 20 del año 1975, un sumario con casi seiscientos folios, muchos de ellos escritos a un solo espacio y por las dos caras.
El 22 de julio de 1975 Marchena, cabecera del partido judicial del que depende Paradas, en cuyo término municipal está el cortijo de Los Galindos, tenía vacante el puesto de juez.
 Hacía sus veces el titular de Carmona, Víctor Fuentes.
 Pero acababa de tomarse sus vacaciones de verano. Así que era el magistrado de Ecija, Andrés Márquez, quien llevaba los asuntos de Marchena.
Y Márquez no pudo poner en marcha el sumario de Los Galindos hasta el día siguiente.
Tuvieron que darse todas estas circunstancias para que Antonio Jiménez, el juez de paz de Paradas jubilado hace unas semanas, levantara los cuatro primeros cadáveres y los enviase al cementerio, distante medio kilómetro del pueblo, donde el sepulturero Rafael Peña, que se encontraba el día de autos viendo un partido de fútbol en el pueblo cercano de Arahal, hubo de ser llamado con urgencia, para que se hiciera cargo de los primeros cuatros cuerpos, que fueron enterrados en nichos individuales una vez que el forense Alejandro Harcenegui concluyera las autopsias.
Márquez fue titular del caso algo más del tiempo que tardó la Guardia Civil que se hizo cargo de las diligencias en emitir su informe, el 16 de agosto siguiente: el asesino era José González Jiménez. Según la conclusión, González pretendía a una de las hijas del capataz Manuel Zapata.
Este le había negado esas relaciones y en cualquier caso la chica terminó casándose con otro y marchándose fuera de Paradas.
 El marqués de Grañina, que asistió a la boda de la hija de Zapata, bromeó en la iglesia con José. Le dio una palmada y le dijo:
 "La próxima, la tuya, Pepe". Y así fue.
González, un hombre asténico de menos de metro sesenta, cincuenta y pocos kilos de peso, con una miopía que le libró del servicio militar, a quien algunos pretendieron ver acomplejado (lo que niega terminantemente la familia) se había casado con Asunción Peralta seis meses antes.
 Asunción, una mujer guapa, seis años mayor que él, había sido novia muchos años de Miguel Vargas, el cantaor, otro vecino de Paradas, que la dejó plantada.

Las fiestas de San Eutropio

Para el 15 de julio, festividad de San Eutropio, patrono de Paradas (la enorme iglesia parroquial de hasta cinco naves, del año 1600, que cuenta con un Greco, desproporcionada para un pueblo como este que no se distingue por el número de feligreses), la hija de Zapata regresó al pueblo embarazada, y González fue objeto de bromas de los compañeros del cortijo.
"Pepe, a ver cuándo cumples tú con la Asunción"
.Según la versión de la Guardia Civil, el día 22 de julio Zapata reprendió duramente a González por su poco cuidado con los vehículos (el tractorista estaba arreglando una empacadora) y éste no pudo controlarse y le golpeó en la cabeza con una de las piezas que tenía en la mano.
 Escondió su cuerno debajo de un árbol situado a solo cinco metros del cortijo (véase recuadro) lo tapó bien con paja y se fue a buscar a Juana a la casa.
 La mató de la misma forma, la arrastró hasta la habitación del fondo de la vivienda de los capataces y cerró la puerta de entrada de la misma con un candado.
Parrilla pasaba por el lugar accidentalmente -testigo indiscreto- y fue liquidado a tiros.
González buscó entonces a su mujer en Paradas, la llevó al cortijo y tras discutir con ella la mató igualmente, la arrojó encima del almiar del cobertizo y la prendió fuego.
 La versión de la Guardia Civil finaliza con que o bien González se suicidó autoquemándose con su esposa o bien sufrió un accidente y se carbonizó.
La versión se mantuvo en secreto, pero el juez no pareció conforme y encargó a la policía de Sevilla que iniciara una investigación.
 Fuentes regresó de vacaciones y siguió con el caso hasta que Antonio Moreno (hoy juez en Canarias) fue nombrado titular de Marchena semanas antes de que la policía elevara un informe sospechosamente parecido al de la Guardia Civil, solo que esta vez no se mantuvo en secreto.
 Al nuevo juez tampoco le bastó este nuevo informe y siguió adelante el caso. El sumario 20/1975 seguía engordando con la resolución de nuevas diligencias.
Pero la consecuencia para la vida cotidiana de Paradas fue inmediata:
 En un pueblo de casi 8.000 habitantes, que vive únicamente del campo, "donde nunca había pasado nada importante y donde nunca volverá a ocurrir algo fuera de la rutina diaria", en opinión del que era entonces su alcalde, José Gómez Salvago, que ocupó el sillón municipal durante veintidós años hasta que en 1977 fue nombrado gobernador civil de Huesca, y que hoy vive entre Sevilla y Paradas, retirado de la política y al cuidado de su pequeño cortijo El Fiscal, las cosas cambiaron notablemente para las familias de los afectados
La viuda de Parrilla, con dos hijas y el equivalente de entonces a las 15.000 pesetas que cobra hoy de pensión, retiró el saludo a la de los González.
 La madre de José, Concepción, de setenta años, no volvió a salir a la calle.
Su familia vivió entre la sombra de la duda y en cierto modo del deshonor.
 Las dos hijas de Zapata liquidaron la casa que su padre había comprado en la calle Olivares con dinero adelantado de los marqueses y no volvieron por el pueblo
. Antonio Fenet, que era de los pocos que tenían una cierta amistad con González, hace una vida solitaria, y el marqués de los Galindos, que se separaría legalmente de su mujer el 26 de marzo de 1976, no volvería a pisar el cortijo ni el pueblo.

Las nuevas pistas

Heriberto Asensio debió de pasar noches enteras leyendo el sumario, que, sin duda, tiene que ser apasionante
. Probablemente pensó muchas veces en los puntos oscuros del crimen: por qué José González llevó a su mujer al cortijo precisamente ese día si Asunción había ido dos veces en toda su vida; por qué el asesino o los asesinos mataron de tres formas distintas; por qué el marqués se empeñó en dormir en Los Galindos dos noches seguidas, la última de ellas solo con dos guardas de vigilancia en todo el complejo de edificios; por qué el administrador fue la mañana de los crímenes al cortijo y lo abandonó muy poco antes de la matanza, si tenía por costumbre ir los viernes o los sábados y ese día era martes; por qué el Mercedes que llevaba el administrador tenía impactos en el parabrisas y en el morro que pudieran ser incluso de pequeñas partículas de plomo; por qué ese coche, que se había lavado antes de ir a Los Galindos, volvió a limpiarse en un taller de Sevilla; cómo pudo González, según las versiones policiales, llevar a cabo semejante carnicería y cómo morir pacientemente junto al cadáver de su mujer mientras se estaba abrasando vivo; y, sobre todo, por qué la investigación había sido tan mala los primeros días y además llevada por guardias civiles de pueblo sin ninguna experiencia en sucesos de tal magnitud.Demasiados puntos oscuros para cerrar el caso.
 La responsabilidad penal se termina con la muerte, en el caso de que el juez hubiese dado por buenos los dos informes.
 Como Antonio Moreno, el juez Heriberto Asensio, de reconocida trayectoria democrática, decidió seguir adelante, y dos hechos concretos le reafirmaron en su deseo de abrir nuevas investigaciones. Por un lado, dos excelentes reportajes (uno de la cadena SER, hecho por el periodista sevillano José Fernández, de Radio Sevilla, uno de los que más han investigado el tema de Los Galindos, y otro de la periodista Cary Peral para Informe semanal de TVE) realizados con motivo del sexto aniversario de los crímenes, y por otro, la aparición en escena del catedrático de Medicina Legal Luis Frontela, que acababa de ser destinado a Sevilla. Anónimos dirigidos a algunas personas terminaron de concretar que podría haber aún algún cabo suelto.
En el reportaje radiofónico, de 45 minutos de duración, varias de las personas relacionadas directamente con los hechos manifestaron su convicción de que González no podía ser el asesino
. A Luis Frontela, uno de los forenses que más alto rayan en esta especialidad en España, estudioso durante años de las técnicas utilizadas por el FBI y por Scotland Yard, hombre de amplia formación en el extranjero, se le pidió que estudiase el sumario y emitiese un informe
. Su primera revelación fue sorprendente: a Juana la arrastraron desde el comedor hasta el dormitorio por lo menos dos personas.
Los asesinos tenían que ser dos como mínimo. Comenzaba a desmontarse la versión oficial.
Se basó en que la mancha de las gotas de sangre en el suelo (vistas en las fotografías del sumario) demostraban que el cadáver había sido levantado en algún tramo solamente medio metro del suelo, lo que equivalía con toda seguridad a que una persona la había sujetado por las manos y otra por los pies, ya que una sola persona (y más si sólo pesa unos cincuenta kilos) no puede realizar una operación similar con casi setenta kilos de peso muerto.
 Además, las huellas de sangre demostraban que al menos una persona caminaba torpemente con las piernas separadas, ya que las manchas del suelo se iban hacia la derecha o hacia la izquierda según apoyase uno u otro pie.
Hubo aún otra razón para que el juez tomase una decisión tan difícil, según fuentes de absoluta garantía contrastadas por EL PAIS: el hecho de que Frontela señalase no sólo que había posibilidades científicas de conocer la causa de la muerte de González, sino que estaba en condiciones de averiguar el grupo sanguíneo de los dos cadáveres carbonizados, desconocidos hasta entonces para la investigación.
 Aun cuando no exista líquido sanguíneo, restos de tejido pegado a los huesos pueden permitir establecer con una seguridad absoluta el grupo sanguíneo.
 Preciso es señalar lo siguiente, aunque tenga que desvelar algo que hasta la fecha se mantenía en secreto: junto a los restos de sangre de Juan Martín (grupo O) aparecieron en una de las camas manchas del grupo A Rh positivo.
Tanto Manuel Zapata como Ramón Parrilla tenían el grupo B.
La forma en que esas gotas de sangre estaban esparcidas por la colcha indican con seguridad que una persona fue golpeada fuertemente en esa habitación.
Asunción podría tener también el grupo O, ya que se por orden del juez se les practicaron pruebas sanguíneas a sus padres y estos tienen los grupos A positivo y O, este último la madre, y al parecer suele tener mayor incidencia la sangre materna cuando los grupos son distintos
. El doctor Frontela señaló, no obstante, que lo anterior no tiene rigor científico suficiente y que era incorrecto.
 Podría existir pues la posibilidad de que González tuviera el grupo A positivo.
 En cualquier caso, la investigación sigue por ahí. Frontela puede establecer igualmente la distancia desde la que se disparó contra Ramón Parrilla la primera vez, por las huellas que dejó el plomo en su cuerpo, y con una cierta aproximación dad el peso y la envergadura de la persona que hirió mortalmente a Zapata y a su esposa y si fue la misma persona.
 También si hubo defensa por parte de aquéllos, junto con varios datos de criminalística que pueden servir a la Justicia.
"Se puede averiguar incluso el grupo sanguíneo de momias egipcias de hasta 3.000 años de antigüedad, porque siempre quedan unas sustancias llamadas aglutininas capaces de ser detectadas con medios un tanto sofisticados", asegura Frontela, un hombre que se declara concienzudo y que afirma que no sólo va a presentar al juez sus conclusiones definitivas, sino que tiene expreso deseo de probarlas científicarnente,
 "ya que puede estar en juego el honor de algunas personas y eso siempre es grave".
Los resultados de los estudios que lleva a cabo en su cátedra en la planta baja del Instituto de Anatomía de Sevilla, tardarán aún algunas semanas.
 Servirán sin duda para articular el nuevo rumbo que tendrá que seguir la investigación judicial.
Heriberto Asensio, a quien restan once meses de destino en Marchena, podría pasar a la pequeña historia judicial como el juez de los Galindos

 

CHICAS MUERTAS.......................................Selva Almada

La filosofía del tenedor

"El mismo título es ya una rotunda declaración de intenciones narrativas: seco, espartano, antipoético, casi voluntariamente feísta. Descripción notarial y directa: Chicas muertas. En su novela anterior, Ladrilleros (2013), Selva Almada ya mostraba esa propensión a la mirada de cirujano desapegado, de observador que procura apartar las emociones porque sabe que lo que está contando no necesita de ac

La filosofía del tenedor

"El mismo título es ya una rotunda declaración de intenciones narrativas: seco, espartano, antipoético, casi voluntariamente feísta. Descripción notarial y directa: Chicas muertas
. En su novela anterior, Ladrilleros (2013), Selva Almada ya mostraba esa propensión a la mirada de cirujano desapegado, de observador que procura apartar las emociones porque sabe que lo que está contando no necesita de acicalamientos ni de subjetividades". Por CARLOS PARDO



EL REINO........................................... Emmanuel carrère


Investigaciones del incrédulo Emmanuel Carrère

"Entre las muchas virtudes de un libro por varias razones excelente, destaca la manera en la que el autor lidia con su complejidad sustancial.
 Ya en otros de sus libros, como El adversario o Limónov, había demostrado Carrère su maestría para acercarse a una historia real y un personaje existente sin colar en ningún momento sus hipótesis por hechos probados; dando al lector lo que es posible dar a partir de una documentación que siempre es incompleta y cuestionable, habituándole a convivir con la incertidumbre y en cierto modo invitándole a salir de su zona de comodidad para arriesgar sus propias suposiciones
. Este ejercicio lo lleva ahora al extremo por la entidad de las figuras que comparecen en su relato, pero también porque se trata de seres marcados por la impronta de la fe, y cuya historia versa, justamente, sobre la capacidad de suscitar la fe en otros". Por LORENZO SILVA


Los 20 minutos que cambiaron la historia del rock................................................ Miguel Ángel Bargueño

Hace 30 años se celebró Live Aid. Para muchos, el incendiario concierto de Queen es la mejor actuación de todos los tiempos.

 

Freddie Mercury, con su camiseta ceñida de tirantes, y Brian May con su melena leonina. 13 de julio de 1985. Estadio Wembley. Londres. El rock nunca lo olvidaría. / Getty

Todavía no había caído la noche en Londres
. Emergieron desde un lado del escenario, con urgencia, conscientes de que tenían poco más de 15 minutos
. Brian May y Freddie Mercury, los jefes, al frente, los dos con sus Adidas blancas con las tres rayas negras.
 Freddie con unos tejanos decolorados Wrangler subidos casi hasta el ombligo y su estrechísima camiseta de tirantes blanca, lo que estilizaba su todavía fibrosa figura, esa que el sida consumiría años después.
Tenía 38 años aquella tarde-noche de hace tres décadas.
Cuando alcanza el borde del escenario, mueve el brazo para agitar a los 74.000 espectadores que abarrotan Wembley.
 Se sienta al piano, toca unas notas breves de calentamiento y ataca la melodía de Bohemian rhapsody.
 El público estalla
. Cuando comienza a cantar y se hincha su vena del cuello parece que lleva una hora en el escenario y está interpretando los bises.
 Pero no, el concierto acaba de comenzar.
Se empezaban a cimentar unos de los minutos más decisivos de la historia de rock sobre un escenario.
Posiblemente ningún otro concierto, ni disco, película o serie de televisión resumió mejor lo que fueron los ochenta que Live Aid, el evento musical que se celebró el 13 de julio de 1985, hace ahora 30 años, para combatir el hambre en Etiopía.
 En la década del glamour de las estrellas del pop, allí estaban todas.
 En los años del culto a lo excesivo, nada hubo más grande: dos macroconciertos simultáneos en Londres y Filadelfia, en enormes recintos deportivos, transmitido en 72 países y con una audiencia de 1.500 millones de espectadores (según The New York Times; 1.900 millones según la CNN) en directo por televisión.
 De aquel derroche de medios no es extraño que saliera la que muchos consideran la mejor actuación de la historia; y la protagonizó Queen.
Unas 74.000 personas llenaron el estadio Wembley de Londres. Cuando salieron Queen todavía no era de noche. Cuando acabaron, los espectadores creían que les había pasado por encima una apisonadora. / Getty Images
Veteranos de los setenta
A mediados de los ochenta, Queen eran unos supervivientes de la década anterior.
Estaban en forma: en 1984 habían publicado The works, un disco que contenía dos temas que se han convertido en clásicos ochenteros, Radio ga ga y I want to break free, cuyo hilarante vídeo hizo estragos en MTV, y el bombazo rockero Hammer to fall
. Aun así, la imagen de grupo teatral con elementos operísticos que les había hecho famosos en los setenta estaba un tanto desdibujada (su primer disco es de 1973). Lo último que podían esperar los 74.000 espectadores que acudieron al estadio londinense de Wembley (entre los que estaban Lady Di y el Príncipe Carlos), ansiosos ante la anunciada reunión de los Who o la aparición de Paul McCartney, era que la actuación más destacada corriese a cargo de Freddie Mercury y los suyos.
La noche de Freddie
Freddie Mercury se lució
. Lejos de comparecer con aires de divo, Mercury (Zanzíbar, 1946) adopta un aire relajado y simpático, dando afectadas zancadas por el escenario, interactuando con las ubicuas cámaras (llega a abrazar a un ayudante) sin por ello dejar de transmitir una actitud potente, rockera, armado con su característico micrófono-bastón. Parece que está por todas partes: sentado al piano, adoptando poses aquí y allá, cogiendo una guitarra o bajando un peldaño para alentar al público.
 Y todo con pasmosa naturalidad, como si lo de cantar delante de esa multimillonaria audiencia televisiva fuera algo que hiciese todos los días.
Cuando comienza a cantar y se hincha su vena del cuello parece que lleva una hora en el escenario y está interpretando los bises.
 Pero no, el concierto acaba de comenzar. 
Se empezaban a cimentar los 20 minutos más decisivos de la historia de rock
Mercury se ganó al público sin necesidad de soltar speech alguno (el tiempo estaba medido); todo lo más, entabla con los espectadores un juego de cánticos a capella (con giros un tanto surrealistas) y les ofrece uno de los temas:
“Esta canción está solo dedicada a la gente maravillosa que está aquí esta noche. O sea, a todos vosotros. Gracias por venir y darnos esta gran ocasión“, dice a modo de introducción de Crazy little thing called love.
Hasta su indumentaria ha quedado como icono de la moda rock star.
“Lo que más me gustó fue ver al público sintiéndose parte del show.
 Cuando cantaba, era increíble”, dijo Freddie Mercury en un documental poco después.
“Era el escenario perfecto para Freddie: el mundo entero”, declaró el impulsor del concierto, Bob Geldof, en el libro Freddie Mercury: the definitive biography.
Veinte minutos de delirio
Pero no solo fue la avasalladora presencia de Mercury lo que hizo que su actuación pasara a la posteridad.
 Los 20 minutos que Queen tomaron el escenario (estaba estipulado un máximo de 18 por banda) fueron la sinopsis perfecta de un concierto de rock: baladas, ráfagas cañeras, cánticos para corear.
 En ese espacio de tiempo Queen interpretaron seis temas: comenzaron con un fragmento de Bohemian rhapsody que enlazaron con sus dos éxitos más recientes, Radio ga ga y Hammer to fall. Entonces Mercury se colgó una guitarra y recuperó ese tema que suena a viejo rock and roll, Crazy little thing called love.
  Como remate, sus dos himnos: We will rock you y We are the champions
. Efectivamente, habían sido los campeones.
 Mientras algunas viejas glorias se habían juntado sin ensayar, Queen dedicaron una semana entera a preparar la actuación en el teatro Shaw, de Londres, según cuenta el asistente personal de Mercury, Peter Phoebe Freestone, en la biografía del cantante.
 “Nadie se lo había preparado, excepto Queen”, comenta Pete Smith, coordinador del concierto, en el mismo libro.
Cónclave de estrellas
Evidentemente nada de esto habría trascendido si no se hubiera tratado de un concierto de ese calibre. Festivales benéficos se habían organizado en el pasado (la referencia a Woodstock fue constante en aquellos días), pero ninguno parecido a este. Live Aid era una enciclopedia viviente del rock, desde las leyendas que habían empezado en los sesenta (Paul McCartney, Mick Jagger, Led Zeppetin, Bob Dylan, Joan Baez, los Beach Boys, los Who, Neil Young) a las rutilantes figuras de los ochenta, de Madonna a U2
. Y como es natural, con semejante cantidad de ídolos por metro cuadrado, Live Aid deparó anécdotas impagables.
Se dice que el propio Mercury, que había acudido con su novio, el peluquero Jim Hutton, acorraló a Bono en un pasillo del backstage y le tiró los tejos preguntándole picarón: “¿Se dice Bóno o Bonó?”. Algunos músicos accedieron a Wembley en helicóptero, que aterrizaba en un campo de críquet aledaño donde dio la casualidad de que se estaba celebrando una boda.
 El cabreo del padre de la novia solo pudo aplacarlo un diplomático David Bowie, accediendo a fotografiarse con la comitiva nupcial.
 A un lado del escenario, visible solo para los músicos, había un semáforo de tráfico que controlaba la duración de su performance.
 Cuando pasaban de los 18 minutos acordados se ponía en ámbar.
El legado
Live Aid,que según la BBC recaudó 30 millones de libras (42 millones de euros), cambió la cara del rock. Los conciertos solidarios se sucedieron desde entonces, entre ellos el que celebró la caída del muro de Berlín en 1990, o el homenaje a Freddie Mercury en 1992, con un notable elenco de artistas que recaudaron fondos contra el sida.
 De los creadores de Live Aid, llegó en 2005 Live 8, con el objetivo de llamar la atención a los líderes del G8 sobre el hambre en los países en vías de desarrollo. Queen, de nuevo en la cima, grabaron otros tres grandes discos (A kind of magic, de 1986, The miracle, de 1989, e Innuendo, de 1991), a pesar de que en 1987 a Freddie Mercury le fue diagnosticado sida. Aunque lo negaba, poco a poco se fue apartando del ojo público.
 El 22 de noviembre de 1991 lanzó un comunicado admitiendo que padecía la enfermedad.
Dos días después falleció.