Era como decir Picasso pinta cuadros de cubismo.
John Ford filma westerns. Pablo Neruda escribe poemas. El orgasmo es maravilloso. En mitad de una revolución cultural sin precedentes en el mundo anglosajón, con la vibrante comunión sonora del rock y el pop entre Estados Unidos y Reino Unido, Otis Redding cantaba soul en 1965.
Pero el mensaje era otro: aquel negro de un pueblo de Georgia contratacaba.
Estados Unidos era un país que aceptaba la segregación racial.
Más allá de la lucha por los derechos civiles liderada por Martin Luther King y los disturbios que acontecieron en aquel año, como el Domingo Sangriento en Selma, el racismo también se imponía en la música con la existencia de listas de éxitos que distinguían entre la creada por blancos y la creada por negros.
Los conocidos como Race Records charts (las listas de ventas de discos de raza –negra-) transmutaron en Rhythm & Blues Records Charts, pero no dejaba de ser un eufemismo para aplicar la distinción racial.
Otis Redding cantaba para dar identidad al soul, a la población negra.
También, y sobre todo, porque cantar era lo que mejor sabía hacer.
En marzo de 1965 había publicado el magnífico The Great Otis Redding Sings Soul Ballads, pero en aquel septiembre sacó Otis Blue / Otis Redding sings soul. Con su confluencia de vitalidad, garra y ternura, Otis Blue era la piedra filosofal del soul, un disco que, por sus huellas sonoras y su pasión desbordada, definía un género que ya era una realidad en Norteamérica.
Si bien es cierto que el soul contó con obras pioneras y trascendentales de Ray Charles o Solomon Burke previas a este trabajo, Redding, máximo exponente de Stax Records, el sello del blanco Jim Stewart, llevó al género un paso más allá, al límite, a un estado tan primario y carnal que parecía naturaleza virgen, recién descubierta.
Buena parte de culpa residía en los músicos de los que se hacía acompañar, gracias al laboratorio del profundo Memphis que era Stax. Bajo la batuta del cantante, estaba la plana mayor de Stax: todo un Isaac Hayes al piano antes de lanzarse en solitario, Booker T Jones a los teclados, Steve Cropper a la guitarra, Donald Duck Dunn al bajo, Al Jackson Jr. a la batería y la sección de viento de The Memphis Horns. Casi se pueden oír los vientos pronunciando cada palabra del álbum
. Se usan como instrumentación rítmica, refuerzo emocional de los lamentos o alaridos viscerales de Redding, pero también como punto y seguido, salto de registro en mitad del éxtasis.
Esa sección rítmica de Redding rasgaba las vestiduras
. Agarraba al oyente, lo subía y lo bajaba, lo arrastraba o lo impulsaba, con una fuerza inaudita, pero nada comparado como la voz de Otis, un vocalista con escasa técnica pero un auténtico portento emocional, puro nervio, fuego en las entrañas.
Su carácter sísmico e incontrolable al micrófono atravesaba en cada verso.
Parecía jugarse la vida en cada palabra. Mientras grandes voces del género como Sam Cooke o Solomon Burke, ambos versionados en Otis Blue, modulaban, desplegaban recursos de altura y elegancia, Redding, admirador devoto de Little Richard, era otra cosa
. Era un cantante arrasador, cuando entraba en la canción lo hacía como una manada de caballos salvajes en estampida. Shake, de Sam Cooke, es el mejor ejemplo.
Pero también podrían serlo, a su modo, A Change gonna come o Wonderful World, que también aparecen versionadas en el disco.
Lo que hacía Redding era coger la maravillosa galantería de Cooke y desnudarla sin contemplaciones en pleno revolcón emocional.
Era todo sudor y arrebato, incluso cuando se trataba de las baladas.
Otis Blue se grabó en 24 horas. Además de Sam Cooke y Solomon Burke (Down in the valley), Redding versionó a B. B. King (Rock me Baby), Smokey Robinson (My Girl) y William Bell (You Don't Miss Your Water).
Cogió las tradiciones del blues y el góspel y el incipiente soul y las insufló una nueva energía, pasadas por el filtro de su garganta las llevó a otro estado sentimental.
Las canciones sonaban como sonarían en un club nocturno, con esa intensidad íntima en el canturreo ardiente de Otis.
El dolor y la euforia alcanzaban un punto de entrega absoluto, tan honesto y humano, que marcaba un hito para el soul.
A partir de este disco, Aretha Franklin seguiría sus pasos y se empezó a hablar del soul de Memphis, caracterizado por sus arreglos con vientos y su fuerte beat, ilustrado por cantantes poderosos.
Con Otis Blue, Redding contratacaba.
En el álbum se incluía Satisfaction, la canción de los Rolling Stones que en 1965 era todo un acontecimiento. El músico la escuchó por primera vez durante un descanso de las sesiones de grabación después de que Steve Crooper comprase el disco en una tienda cercana a Stax. En el receso, el guitarrista aprovechó a tocarla y escribir su letra en un papel. Redding, que aspiraba a ser una estrella de pop como aquellos Dylan, Lennon o Jagger, era la primera vez que la oía. Decidió grabarla.
A su estilo, en sus términos, en clave soul, con su acento sureño diciendo “Satisfashion”.
Su canto daba personalidad a un estilo musical hoy universal.
Era la voz orgullosa y reivindicativa de los afroamericanos en la Norteamérica de 1965. Otis Redding cantaba soul. Era obvio, pero también definitivo. Si el mundo estaba cambiando, allí estaba Otis Redding, y lo que representaba, destripándose con su soul.
Eran parte del cambio como los que más .