Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 ago 2015

‘Otis Blue’: La pasión desbordada..................................................... Fernando Navarro


Otis Redding en una imagen de 1965.

El segundo título del álbum es tan obvio como definitivo: Otis Redding sings soul (Otis Redding canta soul).
 Era como decir Picasso pinta cuadros de cubismo.
 John Ford filma westerns. Pablo Neruda escribe poemas. El orgasmo es maravilloso. En mitad de una revolución cultural sin precedentes en el mundo anglosajón, con la vibrante comunión sonora del rock y el pop entre Estados Unidos y Reino Unido, Otis Redding cantaba soul en 1965.
 Pero el mensaje era otro: aquel negro de un pueblo de Georgia contratacaba.
Estados Unidos era un país que aceptaba la segregación racial.
Más allá de la lucha por los derechos civiles liderada por Martin Luther King y los disturbios que acontecieron en aquel año, como el Domingo Sangriento en Selma, el racismo también se imponía en la música con la existencia de listas de éxitos que distinguían entre la creada por blancos y la creada por negros.
 Los conocidos como Race Records charts (las listas de ventas de discos de raza –negra-) transmutaron en Rhythm & Blues Records Charts, pero no dejaba de ser un eufemismo para aplicar la distinción racial.
Otis Redding cantaba para dar identidad al soul, a la población negra.
También, y sobre todo, porque cantar era lo que mejor sabía hacer.
 En marzo de 1965 había publicado el magnífico The Great Otis Redding Sings Soul Ballads, pero en aquel septiembre sacó Otis Blue / Otis Redding sings soul. Con su confluencia de vitalidad, garra y ternura, Otis Blue era la piedra filosofal del soul, un disco que, por sus huellas sonoras y su pasión desbordada, definía un género que ya era una realidad en Norteamérica.
Si bien es cierto que el soul contó con obras pioneras y trascendentales de Ray Charles o Solomon Burke previas a este trabajo, Redding, máximo exponente de Stax Records, el sello del blanco Jim Stewart, llevó al género un paso más allá, al límite, a un estado tan primario y carnal que parecía naturaleza virgen, recién descubierta.
 Buena parte de culpa residía en los músicos de los que se hacía acompañar, gracias al laboratorio del profundo Memphis que era Stax. Bajo la batuta del cantante, estaba la plana mayor de Stax: todo un Isaac Hayes al piano antes de lanzarse en solitario, Booker T Jones a los teclados, Steve Cropper a la guitarra, Donald Duck Dunn al bajo, Al Jackson Jr. a la batería y la sección de viento de The Memphis Horns. Casi se pueden oír los vientos pronunciando cada palabra del álbum
. Se usan como instrumentación rítmica, refuerzo emocional de los lamentos o alaridos viscerales de Redding, pero también como punto y seguido, salto de registro en mitad del éxtasis.


Esa sección rítmica de Redding rasgaba las vestiduras 
. Agarraba al oyente, lo subía y lo bajaba, lo arrastraba o lo impulsaba, con una fuerza inaudita, pero nada comparado como la voz de Otis, un vocalista con escasa técnica pero un auténtico portento emocional, puro nervio, fuego en las entrañas.
 Su carácter sísmico e incontrolable al micrófono atravesaba en cada verso.
 Parecía jugarse la vida en cada palabra. Mientras grandes voces del género como Sam Cooke o Solomon Burke, ambos versionados en Otis Blue, modulaban, desplegaban recursos de altura y elegancia, Redding, admirador devoto de Little Richard, era otra cosa
. Era un cantante arrasador, cuando entraba en la canción lo hacía como una manada de caballos salvajes en estampida. Shake, de Sam Cooke, es el mejor ejemplo.
 Pero también podrían serlo, a su modo, A Change gonna come o Wonderful World, que también aparecen versionadas en el disco.
Lo que hacía Redding era coger la maravillosa galantería de Cooke y desnudarla sin contemplaciones en pleno revolcón emocional.
 Era todo sudor y arrebato, incluso cuando se trataba de las baladas.
Otis Blue se grabó en 24 horas. Además de Sam Cooke y Solomon Burke (Down in the valley), Redding versionó a B. B. King (Rock me Baby), Smokey Robinson (My Girl) y William Bell (You Don't Miss Your Water).
Cogió las tradiciones del blues y el góspel y el incipiente soul y las insufló una nueva energía, pasadas por el filtro de su garganta las llevó a otro estado sentimental.
 Las canciones sonaban como sonarían en un club nocturno, con esa intensidad íntima en el canturreo ardiente de Otis.
 El dolor y la euforia alcanzaban un punto de entrega absoluto, tan honesto y humano, que marcaba un hito para el soul.
 A partir de este disco, Aretha Franklin seguiría sus pasos y se empezó a hablar del soul de Memphis, caracterizado por sus arreglos con vientos y su fuerte beat, ilustrado por cantantes poderosos.
Con Otis Blue, Redding contratacaba.
 En el álbum se incluía Satisfaction, la canción de los Rolling Stones que en 1965 era todo un acontecimiento. El músico la escuchó por primera vez durante un descanso de las sesiones de grabación después de que Steve Crooper comprase el disco en una tienda cercana a Stax. En el receso, el guitarrista aprovechó a tocarla y escribir su letra en un papel. Redding, que aspiraba a ser una estrella de pop como aquellos Dylan, Lennon o Jagger, era la primera vez que la oía. Decidió grabarla.
 A su estilo, en sus términos, en clave soul, con su acento sureño diciendo “Satisfashion”.
 Su canto daba personalidad a un estilo musical hoy universal.
Era la voz orgullosa y reivindicativa de los afroamericanos en la Norteamérica de 1965. Otis Redding cantaba soul. Era obvio, pero también definitivo. Si el mundo estaba cambiando, allí estaba Otis Redding, y lo que representaba, destripándose con su soul.
 Eran parte del cambio como los que más .

El marido de Teresa Romero: “Queremos mantener el anonimato”

La auxiliar de enfermería que se contagió de ébola en el Carlos III sigue de baja laboral.

Teresa Romero y Javier Limón, tras abandonar la habitación de aislamiento del Carlos III el pasado 5 de noviembre. / luis sevillano

A Javier Limón le gustaría llevar “una vida normal”. 
El marido de Teresa Romero, la auxiliar de enfermería que se contagió de ébola en el hospital Carlos III mientras atendía al religioso Miguel Pajares, atiende brevemente la llamada de este periódico cuando se cumple un año de la llegada del primer repatriado español con el virus a Madrid.
Aún no se ha aclarado cómo pudo pudo producirse el contagio de la trabajadora.
 Notó que le subía la fiebre [uno de los síntomas de un posible contagio].
 El 6 de octubre de 2014 ingresó en una habitación de aislamiento de la sexta planta del hospital en el que trabajaba.
 La cuidaron sus compañeros. 
Y lo superó dos semanas después, convirtiéndose en famosa a su pesar.
 La primera contagiada en Europa. Decenas de cámaras llegadas de todos los rincones aguardaban cada día a las puertas del hospital.
 Sigue de baja laboral desde entonces.
“Teresa se encuentra bien pero no quiere hablar con los medios”, explica su marido.
 Asegura que no se habían enterado de que acaba de anunciarse una vacuna para combatir el virus. “Queremos mantener el anonimato, pero sé que es muy difícil”, reflexiona con voz queda.
 Él también permaneció aislado en una planta inferior del centro hospitalario, desde donde denunció el atropello al que se sintieron sometidos tanto la pareja como su mascota.
Después de Teresa Romero, la estrella de aquel episodio fue su perro Exkálibur, sacrificado por decisión de las autoridadades a los pocos días de que se detectara el contagio de su dueña.
 En enero adoptaron otro en un centro de protección animal de Alcorcón, el municipio madrileño donde residen, un cachorro hembra American Stanford llamada Alma.

 

Página de enlaces.................................................. Boris Izaguirre

Las bodas igualitarias en EE UU se celebran a todo trapo, rollo Beatrice Borromeo.

Beatrice Borromeo, con su vestido de Armani, y Pierre Casiraghi en su boda religiosa celebrada en Italia.

Soy una de las personas más optimistas de entre mis amigos pero me temo que este mes no va a estar tan preñado de noticias como el anterior.
 Puede que sorprenda que dos ex, Julián Muñoz e Isabel Pantoja, se enfermen a la misma vez pero aparte de ellos todo indica que este agosto será calmado.
La clave me la ha dado Beatrice Borromeo, la esposa de Pierre Casiraghi, que no para de repetir boda.
Hizo una boda monegasca y luego una italiana.
 Lo que pasa es que no se lo explicó a nadie porque para eso es Beatrice Borromeo y la prensa se ha hecho un lío y la primera boda se cubrió más que una manta.
Tres días de fiesta en Montecarlo con toda la nueva generación chic cambiándose de atuendo hasta tres veces por noche, ejerciendo de DJ's superaventajados, Instagram al borde del colapso y, cuando ya no quedaban fuerzas, el momento boda con Pierre, en gris perla y Beatrice recuperando la confianza en Valentino con un ídem en rosa palo.
 Bravo.
 ¡Qué maravilla que alguien rompa con el blanco nupcial y sobre todo con ese fallido intento estético que fue el blanco roto!
Los nuevos diseñadores de Valentino alcanzaron un récord en likes,
 Carolina se volvió a coronar en todo, mamá, abuela, suegra, princesa, y el público tendido al sol en las playas se sintió seguro porque el glamour había vuelto a Montecarlo.
 Pero Borromeo nos sorprendió el fin de semana con otra boda, esta vez en Italia y con un Armani que acumulo menos likes pero que ratifica una tendencia en los jóvenes casaderos: lo importante es la fiesta.
 No vivimos para nosotros, vivimos para Instagram.
En EE UU, sobre todo en su costa este, es una tradición de las clases privilegiadas leer la página de crónicas de bodas en el New York Times.
La sección se llama Enlaces y es tan antigua como la fundación del periódico.
 No sin esfuerzo, se adapta a los tiempos y ahora incorpora bodas igualitarias.
 Han resultado un éxito, reanimado la página y casi ocupan más espacio que los enlaces hetero, lo que ha abierto un debate.
 Que tu boda fuera reseñada era el no va más para las familias tradicionales.
Pero había que cumplir requisitos.
 Ser blanco, de buena familia, con credenciales, que tanto el novio y la novia hubieran ido a buenos colegios y mejores universidades.
Con las bodas del mismo sexo todo esto ha saltado por los aires como un puñado de arroz.
 En una de esta reseñas, dos capitanes de la fuerza aérea comentan que no solo se habían conocido en un bar gay de Massachusetts, al que habían acudido con intención de conocer cualquier cosa menos un marido, sino que uno era hijo de un prelado anglicano y el otro de un albañil.
¡La diversidad!
 En otra crónica, Jared Milrad y Nathan Johnson recibieron más cobertura al ser miembros del equipo de campaña de Hillary Clinton.
 El amor surgió porque el señor Milrad, veterinario frustrado, viajaba de copiloto en el coche del señor Johnson y ordenó que se detuviera ipso facto para auxiliar a un perro que terminaron adoptando y fue, cómo no, uno de los protagonistas del enlace, apropiadamente llamado Cooper, que es típico nombre de perro pijo estadounidense.
Estas crónicas nupciales denotan que los matrimonios igualitarios en Norteamérica se celebran a todo trapo, rollo Borromeo.
 En España los primeros en casarnos lo hicimos con un poquito más de contención.
 El mío fue con cuatro testigos y una niña, Matilda, y lucíamos tan normales que la juez no pudo evitar un gesto de desilusión.
 Había reservado la sala más grande del registro civil creyendo que vendría gente con pamela y una animada representación de la tele.
 Trató de encajar aquello con una lectura de Khalil Gibran. Kike Sarasola y Carlos Marrero sí que se casaron más al estilo de las bodas del New York Times, pero en general la media ha sido más bien con un bajo perfil incluso misterioso.
Entre reseña y reseña, recibo un tuit informándome de que Arturo Pérez-Reverte se ha quejado de que en El Corte Inglés colocan su libro al lado del de Olvido Hormigos.
 Alguien agregó en el tuit: “Suerte que no te ponen debajo de Boris Izaguirre”.
 Los académicos no son tan proclives a la diversidad como el New York Times , pero alguien podría sugerirle a Pérez-Reverte que vaya él mismo al gran almacén y cambie su libro de sitio.
No sería la primera vez que un autor vigile de cerca sus ventas.
Así puede ponerse debajo, al lado o casarse promocionalmente con quien quiera.

 

Herta Müller: “Eres presa de tu biografía”..................................................................Cecilia Dreymüller

'En la trampa' reúne los ensayos de la escritora, premio Nobel en 2009, sobre Theodor Kramer, Inge Müller y Ruth Klüger, figuras de la poesía oprimidas y casi olvidadas.

 

Mucho más que literatura

El exhibicionismo propio de una época que ha perdido por completo la noción de la intimidad, y la falta de calibre literario de la mayoría de los escritores del yo, han conseguido que el término “autobiográfico” se haya convertido en sinónimo de fatua insustancialidad.
 Sin embargo, justamente la literatura del siglo XX, con sus dictaduras, guerras y genocidios, debe a la concienzuda, dolorosa elaboración de relatos autobiográficos no pocas obras de rango universal —de Primo Levi, Imre Kertész o Varlam Shalámov— que reflejan la infinita gama del sufrimiento humano. 
Herta Müller remite al lector de sus ensayos al término “autoficcional” de Georges-Arthur Goldschmidt.
 Su proyecto literario se ha definido desde el principio por la explícita reivindicación de la experiencia propia como elemento fundamental de la escritura.
 Tanto sus novelas ubicadas en la Rumania del conducator Ceausescu, En tierras bajas, La piel del zorro y La bestia del corazón, como sus ensayos y novelas posteriores, El rey se inclina y mata o Todo lo que tengo lo llevo conmigo, procesan sus angustiantes vivencias y giran siempre en torno a la persona interiormente rota por un régimen de terror.
En los tres ensayos de En la trampa que acaba de publicar Siruela se presentan ahora las bases teóricas de la obra narrativa de la autora rumanoalemana.
 A raíz de unas lecturas en la Universidad de Bonn (en 1994), desarrolla su poética de la inseparabilidad de vida y obra, partiendo de textos —“la palabra expulsada por la angustia mortal”— que fueron escritos por personas “cuya amistad deseé e imaginé, cuando en la Rumania de Ceausescu buscaba algo a lo que aferrarme”
. A Herta Müller nunca le ha planteado un dilema la relación entre escritura y vida como al por ella venerado Jorge Semprún. 
“Por los libros de los que quiero hablar, los autores pagaron un precio muy alto (casi siempre demasiado alto).
 Por eso no son mera literatura, entendida en el sentido más habitual de ‘trabajo con el lenguaje’
. Son más que eso, porque al mismo tiempo constituyen una prueba de integridad personal de quienes escriben”.
Pocos ensayos consiguen perfilar con tanta inmediatez el contenido político de un texto literario y establecer un nexo tan claro con la actualidad
. El lenguaje empleado es de una sencillez y a la vez precisión asombrosas (aunque la traducción no siempre esté a la altura).
 El hecho de que se originaron solo cinco años después de la caída del muro, ha motivado seguramente en el primer ensayo las “hipótesis”, como llama Herta Müller su tipología del colaborador, “pues hoy vuelve a haber mucha gente que, al hablar de la RDA antes de la caída del muro, dice que no hay ninguna diferencia entre plegarse a un régimen y negarse a hacerlo”.
 Las trampas de las que tratan estos ensayos son diversas: por un lado, la gran trampa tendida por el régimen totalitario al individuo que no renuncia a su dignidad; por otro lado, las múltiples pequeñas trampas: de la honestidad, de la verdad, de la propia memoria, de la reconstrucción
. Imprescindible. C. D.
En la trampa. Herta Müller. Traducción de Isabel Adánez. Siruela. Madrid, 2015. 110 páginas. 13,95 euros.
Herta Müller, premio Nobel de Literatura en 2009. / Daniel Mihailescu (Afp)